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¿QUIÉNES SON EN VERDAD?



Génesis 42

Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola

1.      TEMEROSOS DE LA MUERTE

Había hambre en la tierra de Canaán, esa es la descripción del versículo 5. Una sociedad agrícola como lo eran Canaán y Egipto dependía totalmente de sus cosechas y reservas de grano para subsistir en los años de sequía. El problema es que serían 7 años de sequía, y eso implicaría la muerte de mucha gente, por no tener el alimento necesario para sobrevivir. No solo eso, para los cananeos que eran también gente de ganados, era necesario el grano para poder alimentar a sus animales. Poco a poco se iban agotando las reservas de grano entre los cananeos, y entre los que vivían en Canaán, pero que no eran de Canaán, estaban Jacob y sus hijos, los hermanos de José. Se esperaba de los hermanos de José que buscaran alguna forma de poder salir delante de la situación de escases entre ellos, sin embargo, la Escritura dice que solo se estaban mirando el uno al otro. Qué terrible descripción, los hombres que rápidamente idearon un plan para deshacerse de José no fueron capaces de idear un plan para solucionar el hambre en su familia. De hecho, su padre Jacob los reprende diciendo: «¿Por qué están ahí sin hacer nada, mirándose uno a otro? He oído que hay grano en Egipto. Desciendan a Egipto y compren suficiente grano para que sigamos con vida. De no ser así, moriremos». Jacob sabía qué hacer, Jacob entendía lo que estaba sucediendo y era necesario actuar para no morir, para seguir con vida. Porque él sabe que estos tiempos duros pasarán, pero entre tanto debemos hacer lo necesario para salir adelante. No podemos quedarnos sin hacer nada, mirándonos uno al otro, compadeciéndonos de nuestra situación. Hay que actuar, dijo Jacob. Así que estos hombres temerosos de morir se levantaron inmediatamente y fueron a Egipto, para ahí comprar todo lo que necesitaban para sobrevivir. La relación económica entre Egipto y Canaán era como la de México y Estados Unidos, si Egipto estornudaba, a Canaán le daba un resfriado. Pero también si a Egipto le iba bien, a Canaán también. Egipto bien podría ser el instrumento de Dios para salvar a los hijos de Jacob. Ya anteriormente mencioné que Dios estaba preparando a Egipto para que pudiera servir como refugio y sostén de los israelitas hasta que llegara el momento de su liberación. Algo que también es importante notar es que Jacob no envía a Benjamín, su hijo menor, temía que algo le pudiera suceder. Esto refleja dos cosas, primero que Jacob tenía sospechas de sus otros hijos con respecto a la muerte de José, y segundo, que seguía teniendo favoritismo por los hijos de Raquel. Esto había despertado en otros tiempos la envidia de sus hijos mayores, pero en esta ocasión parece que ya no hay tal clase de sentimientos, o quizá el hambre y el temor a morir, pusieron a un lado toda clase de envidia. Pero lo que es verdad es que aquí no tenemos a personas muy propositivas, o intrépidas, sino a hombres que saben que hacer cuando las condiciones etán a su favor, pero que cuando las circunstancias cambian, y todo se vuelve en su contra, se quedan viendo el uno al otro, sin saber qué hacer, hasta que alguien más viene y les impulsa a actuar. El temor a morir es un gran impulso para actuar, pero también para esclavizarnos a aquello que tememos. Por eso Pablo dice que “nuestro Señor Jesucristo apareció para destruir al que tenía el imperio de la muerte, al diablo”. Porque por el temor a la muerte, nos tiene sujetos a servidumbre, nos hace obedecer su voz, y pecamos, nos rebelamos contra Dios, pensando que las amenazas del demonio son más fuertes que el poder de Dios. En estos tiempos, debido al temor a la muerte, muchos creyentes han dejado de asistir a las iglesias, porque, según ellos, así evitan la propagación el virus. Pero es de notar que cuando son invitados a fiestas, convivios, a algún restaurante, están dispuestos a ir, sin ninguna precaución. El temor a la muerte nos detiene, pero de hacer lo correcto a los ojos de Dios. ¿Cuántos también han dejado de dar ayuda al prójimo que ven en la calle por temor a la enfermedad? ¿Cuántos solo se quedan mirándose unos a otros por temor a enfermarse cuando hay que atender a aquellos que están en necesidad? Solamente Cristo ha destruido al que tenía el poder de la muerte, y nos ha rescatado para que podamos amar y protegernos a nosotros mismos, sí, pero también proteger y amar a nuestro prójimo con el mismo amor con el que nos amamos.

2.      UNOS FARSANTES

José es descrito como el señor de la tierra. Aquél que tenía a su cargo la venta de todo el grano de Egipto. Seguramente José se había quedado a cargo de una zona en particular, mientras que los otros graneros eran administrados bajo su tutela, por otras personas. Ante José se presentaban todos los extranjeros, y a ellos les vendía todo lo necesario. Llegaron entonces los hijos de Jacob, y se inclinaron ante José, él los reconoció, pero ellos no reconocieron a su hermano. En ese momento José recordó su sueño cuando tenía 17 años, 11 manojos de trigo inclinándose ante el suyo. Esta profecía significaba que él sería quien guiaría la casa de su padre a la justicia y a la verdad, a seguir el camino del Señor. Por eso decidió hacer como que no los conocía, y los acusó de espías. Esta acusación fue una constante, y cada vez que los acusaba, obtenía nueva información acerca de ellos. Ellos se presentaron como hombres honrados, que jamás habían sido espías, primero dijeron que eran de Canaán, luego que eran una familia de 12 hermanos, por último revelaron que de los 12, uno estaba muerto, y el otro, el más pequeño se había quedado con su padre. “solo venimos a comprar alimento, es todo, somos tus siervos también”. José los siguió acusando de espías. Y en su farsa él también pecó, José juró por el faraón, jurar por alguien es considerarlo lo más sagrado e importante en la vida, como recordarás para el creyente lo más sagrado e importante en la vida no es el gobierno o alguna cosa creada, sino Dios el creador y redentor de nuestras vidas. José también pecó contra el Señor, mintiendo y jurando por algo que no era Dios. Hay quienes podrían creer que José es un ejemplo para nosotros, y que debemos imitarlo, y por eso podrían incurrir en pecados con tal de ayudar al prójimo. Pero la Escritura nunca nos habla de imitar a José, sino a ser seguidores de Jesús, a vivir de acuerdo con sus mandatos, lo que implica que la mentira y jurar por algo que no es Dios sigue siendo pecado. De esta forma mis hermanos, debemos ver la imperfección de José, y voltear a ver al que es el verdadero Señor de la tierra, quien nos puede dar el pan y alimento que tanto necesitamos.

José dejó a sus hermanos tres días en prisión, en un principio les había dicho que uno de ellos fuera por su hermano menor para traerlo y verificar así su historia, pero después de los tres días, y seguramente después de haberse arrepentido de haberlos tratado así, les ofrece otra opción; uno de ustedes se quedará, y los demás irán a llevar el alimento a su familia, y cuando regresen traerán a su hermano menor. José para ayudarles a confiar en él, les dice “Yo temo a Dios”. Esto, mis hermanos, es prueba de que a pesar de haberse dejado influenciar en algunas cosas por el mundo egipcio, José seguía siendo un fiel hijo de Dios, quien vivía y ordenaba toda su existencia a la luz del temor a Dios. Toda su actividad la hacía de acuerdo con los estándares divinos. ¿Significa que era perfecto? No, como ya lo hemos visto, pero sí significa que el principio rector de su vida no era faraón, sino Dios.

Al oír este ofrecimiento sus hermanos dijeron entre sí, creyendo que José no entendía, porque durante todo este tiempo les había hablado en egipcio: «Es obvio que estamos pagando por lo que le hicimos hace tiempo a José. Vimos su angustia cuando rogaba por su vida, pero no quisimos escucharlo. Por eso ahora tenemos este problema». «¿No les dije yo que no pecaran contra el muchacho? —preguntó Rubén—. Pero ustedes no me hicieron caso, ¡y ahora tenemos que responder por su sangre!». Estos hombres estaban confesando que no eran tan honestos después de todo. Vieron su circunstancia y la compararon con al de José, cuando lo vendieron a los madianitas. Ellos entienden que al igual que ellos no escucharon a José cuando angustiadamente rogaba por su vida, así, el señor de la tierra no quiso escucharlos. Rubén entonces les dice la clásica frase “se los dije”, y acepta que ahora todos están pagando por la sangre de José. Todos están seguros de que José murió. La farsa está descubierta, ellos son personas deshonestas. Hombres perversos que hicieron un complot contra su propio hermano, vendiéndolo como esclavo, y luego hicieron parecer que algo lo mató. Todos son culpables, ni siquiera Rubén se escapa. José escuchando sus palabras se conmovió tanto que tuvo que salir y llorar. Cuando regresó, hizo que tomaran preso a Simeón, y envió a los otros 9 con los costales llenos de grano y con el dinero que habían dado, sin que ellos lo supieran. Solo se enteraron cuando en el camino uno de sus hermanos abrió el costal para darle de comer a su burro y encontró la bolsa con dinero. Mira lo que dijeron: (v. 28) Entonces se les desplomó el corazón y, temblando, se decían unos a otros: «¿Qué nos ha hecho Dios?». Es cosa común que cuando alguien nos hace bien, lo tomemos con incredulidad y hasta cierto grado de sospecha, “este algo quiere”, decimos. Pero en este caso, qué podría querer el gobernador de Egipto de ellos, nada bueno. Este gesto de bondad fue interpretado como una posible conspiración contra los hermanos, ya que podrían ser acusados como ladrones. Pero ellos lejos de atribuir este asunto al gobernador, lo atribuyen a Dios: ¿Qué nos ha hecho Dios? Es como si dijeran, Dios está contra nosotros. Qué terrible convicción ¿no les parece? Porque nosotros como creyentes afirmamos que Si Dios con nosotros ¿quién contra nosotros? Pero lo contrario también es verdad: Si Dios está contra nosotros, ¿quién podrá estar con nosotros? Esta convicción hace que el corazón se desplome y que empecemos a temblar, porque no hay quien pueda escapar del juicio terrible de Dios. Para aquellos que son enemigos de Dios, él es descrito como fuego consumidor (), pero para aquellos que son sus amigos, Dios es muro de fuego a nuestro alrededor (). A sus enemigos los borra con un diluvio, mientras que, a sus amigos, les mitiga la sed con agua viva (). Aquellos que saben que Dios ha decidido el mal para ellos, pasan su vida angustiados, tratando de vivir su farsa, justificándose ante los hombres, pero el Creador los conoce, sabe quiénes son en realidad, y distingue lo que hay en verdad en nuestros corazones. ¿Estás tú entre aquellos que viven unas farsas ante Dios? ¿estás consciente de que Dios sabe quién eres realmente? El Señor perseguirá y destruirá a todos sus enemigos, pero está dispuesto a perdonar, a salvar, a todos aquellos que reconocen en Jesús a su salvador, todos ellos pueden alcanzar el perdón, y lo único que pide de ti, es que confíes, que descanses en la obra de Cristo Jesús a tu favor.  

3.      UNA FAMILIA DIVIDIDA

Por último, cuando llegan con Jacob, su padre, le contaron todo lo sucedido, cómo este gran señor les trató muy mal, y los acusó de ser hombres deshonestos, de ser espías, ellos en cambio afirmaron su honradez, ante su padre y ante el señor de Egipto. Y le dijeron: Por cierto, papá, tenemos que llevar a Benjamín para que nos den a Simeón, que se quedó preso allá.” Vieron los sacos de grano y se quedaron aterrorizados de ver el dinero en las bolsas. En ese momento Jacob no pudo más y explotó (v.36): “¡Ustedes me están robando a mis hijos! ¡José ya no está! ¡Simeón tampoco! Y ahora quieren llevarse también a Benjamín. ¡Todo está en mi contra!” Jacob acusó a sus hijos de ser quienes están acabando con el clan, él mismo está diciendo lo que comentábamos al principio, él sospecha que sus hijos se deshicieron de José, ahora cree que se deshicieron de Simeón, y que quieren acabar con Benjamín. De esta forma afirma que hay un complot por parte de sus hijos para destruirlo, para acabar no solo con él, sino con toda la promesa hecha a Abraham. Jacob se queda perplejo, él no quiere ni está dispuesto a dejar ir a su hijo favorito Benjamín, y arriesgarse así a perder otro más. Rubén hace algo muy estúpido, le dice que si no regresa a casa con Benjamín, Jacob puede matar a sus dos hijos. Jacob ignora esto y afirma: “Mi hijo no irá con ustedes. Su hermano José está muerto, y él es todo lo que me queda. Si algo le ocurriera en el camino, ustedes mandarían a la tumba a este hombre entristecido y canoso.” Jacob se sigue aferrando al último hijo de Raquel, ¿habrá algún día en que suelte ese pequeño ídolo que ha formado a partir de su esposa?

¿Qué tenemos aquí? Los hijos de Jacob describieron su familia como algo hermoso, un hombre viejo de Canaán es nuestro padre, y nosotros somos sus hijos, él nos mandó a comprar comida a Egipto. Todo parece ser paz y armonía en esta casa, pero eso también es una farsa. En casa hay 10 hermanos que complotaron para matar a uno de sus hermanos, hay un padre consentidor, que desconfía de sus otros hijos, y cree que el único bueno es uno de ellos. Hay un padre, Rubén, que está dispuesto a que maten a sus dos hijos con tal de tranquilizar a su padre. En fin, una familia rota, debilitada, y angustiada. Pero el punto central es que esta familia es la familia del pacto. De esta familia ha de venir el que traerá redención a la vida humana. De esta familia surgirá el mesías, el elegido del Señor, Cristo Jesús, quien morirá y resucitará para nuestra salvación. Si esta familia sigue dividida no puede prevalecer, así lo dijo Jesús (), el proyecto de Dios para la humanidad corre riesgo. Pero el Señor permanece fiel. Él sigue llevando el camino de los hombres para que cada día el Reino siga viniendo con poder. Genesis nos tiene al filo de la navaja, para mi es el libro del “por poquito y no se cumplen las promesas, pero Dios es fiel”.

Conclusión

Cuando leemos esta historia, no podemos evitar identificarnos con los hijos de Jacob, unos farsantes, temerosos de la muerte, y con una familia dividida. Cuando nos presentamos ante Dios, en oración o en cualquier situación de la vida, procuramos presentarle lo mejor de nosotros, ocultando nuestros defectos, diciendo “soy una persona honrada, tengo una buena familia, y solo te pido algo muy pequeño”. Pero no debemos temer mostrar lo que somos, mendigos temerosos de morir de hambre; hombres y mujeres fraudulentos, que por fuera parecemos hermosos y honrados, pero por dentro somos perversos y malvados; familias que en lugar de reunirse alrededor del pacto, y unirse bajo el señorío de Cristo para nuestra paz, nos separamos unos de otros, buscando nuestro propio bien. Amigo y hermano que me escuchas, este es el tiempo para que tú vayas, así como eres, delante de Dios, y busques su perdón. Él ha prometido que a “todo el que viene a Cristo, él no le echa fuera”. Necesitas saber que en Jesús tenemos el cambio que tanto necesitamos, la salvación para los hogares rotos, los hombres y mujeres fraudulentos, y la seguridad que tanto necesitan aquellos que temen a la muerte. ¡Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa!

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