El
Señor estaba preparando el camino de su pueblo hacia Egipto. Habrían de pasar
años hasta que se volvieran esclavos ahí, por ahora José se encontraba en
Egipto, como esclavo. En una condición tan degradante y tan difícil de
soportar, quizá es difícil ver y entender la buena voluntad de Dios hacia
nuestras vidas. Seguramente a José le pareció así en algún momento. ¿Por qué un
esclavo? De ser el hijo favorito de mi padre, hoy estoy como esclavo en una
nación extraña. Su vida, su voluntad, su libertad, ya no eran suya, le
pertenecían a Potifar, su amo. Pero no es así con todos nosotros, nuestra vida,
nuestra voluntad, nuestra preciada libertad no son nuestras, le pertenecen al
Señor. Pero aún en medio de esa seguridad, debemos también sostenernos en otra
más: El Señor estaba con José. Esta seguridad es tremenda, nos proporciona un
fundamento lo suficientemente firme para vivir y sobre todo, para desarrollar
nuestro oficio para la gloria de Dios.
-EN
SU TRABAJO
Potifar
era un hombre poderoso, se nos dice que era el capitán de la guardia de Faraón,
y además que era egipcio. Él fue quien compró como esclavo a José a los
ismaelitas. El trabajo de José seguramente fue muy variado y pesado. Además se
encontraban las otras agravantes, como encontrarse en un país extranjero, no
tener derechos en esta nueva sociedad, ser un esclavo, cuya única paga era la
manutención que les daba su amo. La esclavitud no es parte del diseño de Dios,
reduce al ser humano a un mero objeto económico, el valor del hombre se
encuentra en su capacidad de producir o de adquirir bienes y servicios. Esto es
lo que está pasando con José, él está siendo reducido a una mera posesión
económica, que puede traer ganancias a su amo.
Aquí
es donde encontramos el “pero” de Dios. En el verso 2 se nos explica la razón
de que José, aunque haya sido tratado como un mero objeto económico, como un
esclavo, sigue siendo un ser humano para la gloria de Dios. Se nos describe que
“Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el
Egipcio”. Lo que las Escrituras dejan claro es que la prosperidad de José era
debido a que el Señor estaba con él. Esto es muy importante señalarlo, porque
en muchas de las predicaciones el orden es al revés, José es bueno y por eso
Dios está con él. Pero en realidad, el Señor está con José y por eso él es
bueno, próspero. Cuando vemos las cosas desde la perspectiva de la presencia de
Dios con nosotros podemos adquirir confianza y paz en medio de nuestras
labores.
Me
gustaría resaltar que cuando se dice “Jehová estaba con José” hace referencia a
dos cosas, primero que Dios estaba con José debido a sus promesas, a su pacto.
Esto lo sabemos por el nombre de Dios, Jehová. Este es el Dios que se le reveló
a Abraham, Isaac y a Jacob, y es el Dios que le habló a José por medio de sus
sueños. Y él tenía el firme propósito de cumplir su palabra hasta las últimas
consecuencias. El Señor es fiel a sus promesas, a su pacto, y por eso no
abandona a José, aunque él haya sido abandonado por sus hermanos. “Aunque mi
padre y mi madre me dejaren, con todo Jehová me recogerá” (Salmo 27:10). Otra
cosa que me gustaría enfatizar es la frase “estaba con José”, sería mejor
traducirlo, “estaba por José” o “estaba a favor de José”, aunque la palabra
hebrea literalmente quiere decir “estar a un lado”. Es de vital importancia que
tengamos en cuenta la maravillosa promesa que nos está dando el Señor: en todas
nuestras labores, en todas nuestras actividades, trabajo y tareas diarias,
aquellas por las que nos pagan y aquellas por las que no, Él está con nosotros
y a nuestro favor. Su compañía es constante y su amor inagotable. Él con su
toque divino bendice nuestras actividades, porque como sabrás: “Bienaventurado
el varón cuya delicia está en la ley de Jehová, todo lo que hace prosperará”
(Salmo 1:1-3). El Señor no solo estaba con José, también está con nosotros hoy:
“Jehová de los ejércitos está con nosotros: Nuestro refugio es el Dios de
Jacob” (Salmo 46:7,11). Aun en la condición tan deplorable de la esclavitud el
señor está con nosotros, sean tan dificultosas nuestras tareas y trabajos, el
Señor está con nosotros. Aun en medio de los trabajos injustos, el Señor está
con nosotros. Él sufre con nosotros, pero también nos bendice. La labor de José
fue bendecida por Dios, de tal forma que se dice de él que fue prosperado.
Su
amo vió lo que sucedía con el trabajo de José, y entendió que era producto de
la bendición de su Dios, Jehová. El verso 3 nos dice: “Y vio su amo que Jehová
estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su
mano”. No es el muchacho que habría de traerle suerte a Potifar, sino es aquel
que la daría bendición. En nuestra sociedad se habla mucho sobre la suerte o
incluso sobre el privilegio, el primer término denota que lo que nos ocurre es
debido al azar o a la mera buena fortuna, mientras que el segundo término tiene
una connotación negativa, la de los hombres o mujer con ventajas sobre los
demás. Pero lo que vemos aquí no es ni suerte ni privilegio, es la bendición de
Dios. Jehová ha bendecido a José y eso lo puede ver su amo. No solo le salían
bien las cosas a José, sino que eran prosperadas, es decir, fructificaban, se
multiplicaban. La prosperidad de José implicaba trabajo duro, pero su
prosperidad no dependía del trabajo duro, sino de la bendición de Jehová. pero
no estaba supeditada a este. (Salmo 127:1). Cuan necesario es para nosotros
expulsar este tipo de lenguaje de nuestros labios. Dejemos de hablar de suerte
ante los no creyentes, y empecemos a decirles que es la bendición de Dios. Si
nuestro trabajo es prosperado es debido a la bendición divina. Si nuestros
tenemos más que otros, no es debido a una ventaja heredada, sino a la buena
voluntad del Señor, por su cuidado y provisión, porque el Señor está con
nosotros.
Al
ver esto Potifar el egipcio, le encargó toda su casa, lo puso como el
mayordomo, es decir, José sería el más importante de la casa después de
Potifar. Esto implicaba que se encargaría de la administración de las propiedades
de su amo, de las cosechas y graneros, de la provisión diaria de la familia y
sus necesidades. “entregó en su poder todo lo que tenía”. En cuanto hizo esto
nuestro Señor extendió la bendición que había dado a José, ahora a toda la casa
del egipcio. “Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José, y la
bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el
campo” (v5). Dios le había dicho a Abraham, “te bendeciré y serás bendición”,
también le dijo “todo el que te bendijere lo bendeciré, y maldeciré al que te
maldijere”. Cuan bueno es el Señor que nos permite ser canales de bendición
para nuestro prójimo. Cuando nosotros laboramos en algún lugar, en alguna
empresa, sea pública o privada, somos de bendición. Traemos la bendición de Dios
que posa sobre nosotros. El Señor es quien bendice, no nosotros, por eso exige
fidelidad. Él ha decidido bendecirnos y bendecir nuestras labores, sin embargo,
muchas veces nos comportamos como hombres y mujeres ingratos, porque
quisiéramos que el Señor nos bendijera a nosotros y no bendijera a nuestros
superiores. El Señor te ha llenado de dones para que en tu trabajo lleves su
bendición, no para humillar a aquellos que no tienen lo que tú. El Señor te ha
dado la posición laboral en la que estás para traer la bendición, no para ser
un lastre que solo se queja de sus superiores o compañeros. El Señor te ha dado
tu trabajo para que seas de bendición, no para imponer tu propia voluntad a tus
subalternos. Y entiéndase aquí bien la bendición, en este contexto la bendición
se refiere a la prosperidad económica. A partir de que José comenzó a trabajar
como mayordomo de Potifar, la prosperidad económica de Potifar fue en aumento. ¿Por
qué? Por José. El trato de Dios con el mundo es por medio de su Iglesia, por
medio de su pueblo, es ahí que el Señor envía su bendición y que él glorifica
su nombre.
-EN
LA TENTACIÓN
La
posición de José era muy envidiable. Muy joven había llegado a ser el encargado
de toda la casa de Potifar, era el segundo hombre más poderoso en todo ese
lugar, y podía disponer de cuanto quisiese, ya que su amo le tenía confianza.
Además, José no era un joven desagradable, se nos dice que era de hermoso
semblante y bella presencia, es decir, que estaba guapo y tenía buen físico,
vaya era un joven muy atractivo. Y la belleza y el poder traen consigo ciertas
tentaciones. La esposa de Potifar era una mujer pecadora, no guardaba fidelidad
a su marido, sino que buscaba ocasión para acostarse con José. De hecho le dijo
directamente “Duerme conmigo”. Pero José no quiso, ¿Cómo pudo este joven
resistir a la mujer de Potifar? Él da tres razones: Primero, la confianza que
existía entre él y su amo. Segundo, la fidelidad matrimonial. Y tercero que si
violaba todo esto sería ir en contra de Dios, un pecado contra Dios. El
versículo 8 nos explica lo primero, la confianza en la relación laboral.
Potifar había puesto en la mano de José todo lo que tenía, y le tenía total
confianza. Tener relaciones sexuales con la esposa de Potifar hubiera
significado violar la confianza existente entre ellos. Podríamos pensar que
José podía ceder al acoso laboral que estaba sucediendo en ese momento, pudo
haber conservado su trabajo, y pudo haber incluso ascendido en la vida laboral.
Pero él decidió ser fiel a su amo, y no pecar contra Dios siéndole infiel. En
segundo lugar nos dice José que la fidelidad matrimonial es esencial en un matrimonio.
José entiende la norma de Dios para el matrimonio, un matrimonio no puede
existir si no hay fidelidad, exclusividad. “ninguna cosa me ha reservado sino a
ti, por cuanto tú eres su mujer”. El adulterio es un terrible mal, que va en
contra de la voluntad de Dios para la vida matrimonial, y destruye el
fundamento de la vida social. Por último José nos dice: ¿Cómo haría yo este
grande mal y pecaría contra Dios? Lo que José está haciendo es presentar la
Palabra de Dios como la ley que él ha establecido para la vida. La Palabra de
Dios es el principio rector y dirigente de todas nuestras actividades. La
Palabra de Dios para la vida laboral exige lealtad a nuestros superiores. La
Palabra de Dios para la vida matrimonial exige fidelidad exclusiva entre el esposo
y la esposa. Y principalmente la Palabra de Dios para la vida en su totalidad
exige que nosotros vivamos siempre ante el rostro de Dios, sirviéndole Cuando
no nos conducimos en el mundo de Dios de acuerdo a su Palabra para la vida en
su totalidad, vivimos en pecado. El pecado, no es vivir fuera de la ley de
Dios, porque esta es la condición para nuestra existencia, más bien, el pecado
es ir en contra de la Ley de Dios, rebelarnos. Siendo desleales en nuestro
trabajo o adúlteros en el matrimonio. Nuestra sociedad busca como fin ir en
contra de la ley de Dios, estableciendo la suya propia, afirmando su
autosuficiencia y su independencia respecto a Dios. Las normas divinas que Dios
ha establecido para su creación, es decir, para la vida laboral, la vida matrimonial
y familia, la vida social y política, en fin, todas las normas divinas son
obligatorias a pesar de que la sociedad y la cultura quieran hacer de ellas una
mera construcción social. José tiene la convicción en su corazón de que toda su
vida, la vive para Dios y su servicio, sea cual fuere su condición, él tiene
que glorificar al Señor, y ser un “sacrificio vivo, santo, agradable a Dios”
(Ro. 12:2).
Tristemente
la tentación no acabó en esa respuesta de José. La esposa de Potifar continuó
con su acoso. Y lo importunaba día tras día para que se acostara con ella. Hasta
que llegó el día en que José, realizando sus labores habituales, se encontraba
en la casa y como no había nadie de los otros esclavos, ella aprovechó la
situación, lo tomó de la ropa y le dijo “Acuéstate conmigo”. Pero José huyó, y
al huir dejó su ropa en las manos de ella y se fue. Podríamos dedicar mucho
tiempo a la actitud tan prudente por parte de José. Pero también haremos bien
en recordar que la razón principal por la que José pudo escapar de manos de la
esposa de Potifar y vencer la tentación sexual, fue porque Jehová estaba con
él. El Señor estaba con él, su presencia vivificante y santificadora le guiaba
constantemente, y su ley en todo momento era su meditación, por eso este joven
supo que hacer en el momento indicado. “Sabe el Señor librar de tentación a los
piadosos” (2 Pedro 2:9). Este acto de huir dejando las ropas ahí ella lo
aprovechó para decir que José había sido el que trató de abusar de ella. De
esta forma ella se salvaría de ser considerada una adultera o acosadora. De
hecho afirma que ella gritó para pedir ayuda y que cuando él vio que ella
gritó, escapó. Le contó primero a los otros siervos, y por último, cuando su
esposo regresó, le dijo la misma historia. Y enfatizó que él había tratado de
abusar de ella. En nuestros tiempos se dan casos similares de mujeres que
acusan a hombres de haberlas acosado o de haberlas violado, sin ninguna clase
de pruebas. ¿Significa esto que no debemos escuchar a las víctimas de abuso sexual?
No, significa que debemos escucharlas y atenderlas, pero sobre todo
acompañarlas en el proceso del desahogo de pruebas. Las instancias
correspondientes son las autoridades que el Señor ha establecido, no las redes
sociales, donde el linchamiento y el ataque constante son el día a día.
-EN
LA INJUSTICIA
A
la esposa de Potifar le creyeron. A pesar de la honradez y completa lealtad de
José hacia Potifar, le creyeron a ella, sin escuchar al joven esclavo. A José
le hicieron injusticia. Le hicieron injusticia porque proclamó la Palabra de
Dios, porque afirmó su validez para toda la vida. Afirmó que la vida
matrimonial y la vida laboral, ambas deben estar sometidas al Señor, sin
embargo esto no fue suficiente para el corazón de Potifar, quien engañado por
su esposa, mandó a apresar a José, y lo envió a la cárcel real, donde estaban
los presos del rey. En medio de las injusticias, de los abusos por parte de los
poderosos y las autoridades, y en medio de las muchas aflicciones que nos
puedan provocar los que están en posiciones superiores a las nuestras, se
escucha una frase maravillosa: “Pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia,
y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel”.
Jehová
estaba con José, sí mis amados hermanos, aún en medio de las injusticias, el
Señor estaba con José, velando por él y buscando su bien. Quizá pensamos que
puesto que el Señor está con nosotros, nada malo nos sucederá, pero la verdad
es otra. Debido a que el Señor está con nosotros, podemos afrontar cualquier
mal que nos llegue. Hay veces que malinterpretamos lo que el Señor nos quiere
decir, y nos sentimos decepcionados porque creemos que el Señor nos debe liberar
de todo mal, pero en realidad, el señor nos promete estar con nosotros, aun
cuando el mismo Satanás venga contra nosotros. Y si Dios es por nosotros,
¿Quién mis amados hermanos, será contra nosotros? Después de dice que “le
extendió su misericordia”. Esto puede ser mejor traducido como “le extendió su
amor fiel”. Ya anteriormente habíamos hablado de esto, se refiere al pacto
hecho con Abraham. Dios le había prometido bendecirle, a él y a su
descendencia, esa promesa seguía vigente en la vida de José, por eso el Señor
no lo abandona a su “suerte”, sino que le prodiga su amor, su cuidado y su
protección. De tal forma que le hace hallar gracia ante el jefe de la cárcel,
es decir, le agradó el joven y le puso a cargo de la cárcel.
Nos
dice la Escritura que José estaba a cargo de todos los presos de la cárcel. Y
todo lo que el jefe de la cárcel, él lo hacía. “No necesitaba atender el jefe
de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová
estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba” nos dice la
Escritura. Pero qué maravillosa la perfecta bondad y fidelidad de nuestro Dios.
Porque estoy seguro que José era diligente en su trabajo y actividad, pero la
diligencia no es sinónimo de que tendrás bendición. La bendición es gracia, un
don de Dios, no nos la da por la mucha diligencia que tengamos, pero no nos
acompaña sin diligencia. Nuestro Dios nos llama a recordar que en todo momento,
actividad y pensamiento debemos esperar la bendición divina. Su buena voluntad
hacia lo que hacemos. Por eso debemos rogar al Señor como dice el salmo 90:17
Sea la luz de Jehová nuestro Dios sobre nosotros, y la obra de nuestras manos
confirma sobre nosotros, sí, la obra de nuestras manos confirma”. Ese “confirma
la obra de nuestras manos” quiere decir que todas nuestras actividades cuenten
con la bendición de Dios, así como las actividades de José contaron con ella.
CONCLUSIÓN:
La
vida de José fue de injusticias tras injusticias, ¿no le parece? No fue el
único, pero comparadas con Cristo, las injusticias que vivió José no son nada.
De hecho, en las injusticias que vivió nos prefigura a Jesús. Aquél que se
convertirá en Rey por medio del sufrimiento. Jesús es quien fue acusado por sus
enemigos de blasfemar contra Dios, de decir que no debían pagar impuestos, o de
incitar la rebelión contra Roma o el Templo. Todas estas acusaciones injustas
fueron suficientes para mandarle matar, y le crucificaron. Le mataron como a un
cordero inocente, quien jamás había cometido pecado alguno, sino que solo había
hecho el bien para su pueblo. Pero su muerte no fue el final, porque se levantó
glorioso y resucitó al tercer día, apareciendo a sus discípulos durante 40
días, para después subir a los altos cielos y sentarse a la diestra de Dios. A
su tiempo, mis amados hermanos y amigos, vendrá otra vez, para juzgar a los
vivos y muertos y así reinar para siempre sobre nosotros. El Cristo de Dios es
Jesús, no José, porque aunque a este último se le presta mucha atención en estos
capítulos, el centro de toda la revelación es Jesús y su obra que redime toda
la vida del hombre.
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