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INDIGNIDAD DE JUDÁ

 

GENESIS 38

Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola

Pareciera que esta historia está insertada a fuerzas, sin embargo, podríamos entenderlo muy fácilmente si pensamos como en las películas que a la vez que narran la historia principal, dan un vistazo a lo que otros personajes están haciendo, como un “mientras tanto en Canaán”. Pero además de ser un vistazo a la vida de Judá, es también un vistazo a la manera en que Dios está obrando en medio de su pueblo, porque aun cuando nos alejamos y desechamos su pacto, Él no invalida sus promesas. Dios le dijo a Abraham “seré tu Dios y el de tu descendencia para siempre”, y este capítulo nos muestra al Señor dirigiendo la historia de Judá para cumplir su promesa. Todo hombre y mujer piadosa encontrará en esta historia un consuelo muy grande: porque a pesar de nuestros tropiezos y terribles pecados, el Señor se empeña en cumplir su Palabra. Hoy hablaremos de la Indignidad de Judá, de la vida de cananeo que llevó, de sus injusticias que cometió, pero sobre todo, hablaremos de la gracia y la bondad de nuestro Dios hacia este hombre y su posteridad.

VIDA DE CANANEO

Judá ya había tomado un rol dirigente en su grupo de hermanos, en el capítulo pasado lo vimos proponer que vendieran a José como esclavo a los ismaelitas y madianitas. La figura de Rubén como primogénito se había deteriorado por haberse acostado con la concubina de su padre Jacob, y por otro lado, tanto Simeón como Leví quedaron completamente descartados por el genocidio que cometieron en Siquem. Judá era la figura natural para tomar el liderazgo, sin embargo Judá no es digno de ser el líder, ni de guiar a sus hermanos en la vida dentro del pacto. De hecho parece que no le interesa vivir dentro de la comunidad del pacto, por eso se dice de él que “en aquél tiempo Judá se apartó de sus hermanos”. Él abandonó completamente el círculo del pacto, su influencia vivificadora y santificadora. Esto lo podríamos llamar apostasía. Judá ha apostatado de la fe, se ha alejado del pacto y ha decidido construir toda su vida según la visión de vida cananea. Pero no te confundas, la apostasía no se da de un momento a otro, sino que poco a poco vamos descendiendo a las profundidades del mal en nuestros corazones. Judá comenzó saliendo del círculo del pacto, hizo amistad con un adulamita llamado Hira. Ahí conoció a una mujer cananea, hija de un hombre llamado Súa. Se casaron y tuvieron relaciones sexuales. Ya en otras ocasiones he mencionado la terrible situación de aquellos que entran en una relación con un no creyente. Esto es no solo una actitud negativa con respecto a la vida dentro del pacto, también una actitud positiva respecto a la vida de los no creyentes. Cuando una pareja contrae matrimonio se hacen una sola carne, no solo en el aspecto sexual, sino también en lo social, lo económico, y sobre todo en lo cúltico. Pablo explica que unirnos con no creyentes es una maldad terrible, “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?” (2 Cor. 6:14-16). Pero el matrimonio entre Judá y la hija de Súa no era la única unión perversa, también la unión amistosa entre Hira y Judá. El problema no era tener una amistad, el problema en sí era ser guiado por esa forma de vida. Una vez que se casó tuvo tres hijos, el primero Er, el segundo Onán y el tercero Sela. Como buen padre, buscó que su hijo se casara, pero no buscó entre las hijas de Dios, sino entre las cananeas, las no creyentes. Concertó entonces un matrimonio entre Er y la joven y bella Tamar. Judá poco a poco estaba dejando de ser un hombre de Dios y se estaba convirtiendo en un hombre de Canaán, en un cananeo más. Toda su vida la está construyendo en Canaán, no como extranjero, sino como uno de ellos. Pero esto no solo le afectó a Judá, también a sus hijos, ellos también hicieron su vida como cananeos, como impíos. A tal grado se nos dice esto de los hijos de Judá que uno de ellos, Er, el primogénito, “fue malo ante los ojos de Jehová, y Jehová le quitó la vida”. Er tenía una característica, “fue malo ante los ojos de Jehová”, no se nos dice en qué consistía la maldad de Er, pero el Señor nos explica claramente en su palabra que ser malo ante sus ojos, es pecar contra él, que el pecado es ir en contra de Dios en todos nuestros intentos, deseos y actividades. Que él no tolerará la maldad delante de sus ojos (Gen. 6). Así que Jehová le quita la vida. De hecho el uso del nombre “Jehová” nos recuerda el pacto y la fidelidad de Dios, pero también nuestra responsabilidad. Lo que sucede es que Er estaba viviendo no solo fuera del pacto, sino contra el pacto. Él se oponía completamente a todo lo que el Señor ordenaba, y buscaba desligarse por totalmente de la sujeción a Dios. Pero la paga del pecado es muerte, por lo mismo, nosotros no estamos lejos de ser como Er, malos ante los ojos de Jehová. Nuestra esperanza es que el Señor no nos mire con su justicia, sino con su gracia, con su amor, a través de Jesucristo, quien sufrió la muerte, como el malo ante los ojos de Jehová, para que nosotros no muramos, sino que vivamos como justos ante los ojos de Jehová.

En aquellos tiempos había la costumbre de que si un hombre moría sin dejar hijos, su hermano o pariente próximo, debía casarse con la viuda y engendrar un hijo que sería contado como hijo del difunto. Esto se hacía por dos cosas, primero para que la memoria y línea de aquel fallecido no desapareciera, y segundo, para que la mujer no quedara sin protección. Por esto Judá le ordena a su hijo Onán que tome a Tamar como esposa y cumpla su deber como hermano. Onán muy a su pesar se casa con Tamar y cuando tenían relaciones sexuales, en lugar de eyacular dentro de ella, vertía su semen en la tierra. ¿Por qué hacía esto Onán? Por una simple razón, él quería que el hijo fuera suyo y no de su hermano, se negaba a darle descendencia a su hermano, mostrando así que el pacto y las promesas no le importaban. Esta acción de Onán no le agradó al Señor, porque no estaba mostrando amor a su hermano fallecido, rechazando el deber que el Señor le había impuesto. Por lo cual Jehová también le quitó la vida. ¿Por qué era tan terrible este acto? Algunos quieren condenar por medio de este texto la masturbación, pero esto no habla de eso. Otros incluso afirman que en todas las relaciones sexuales el esposo debe eyacular dentro de su esposa, de lo contrario sería un pecado muy grande. Pero lo que está enfatizando aquí no es la relación sexual en sí misma, sino el pecado de no querer darle descendencia a su hermano. Básicamente está quitándole a su hermano la oportunidad de ser parte de la línea de bendición, ser antecesor del que ha de redimir al mundo. El tercer hijo Sela era muy joven para casarse con Tamar, pero Judá tenía sospechas de que Tamar estaba de alguna manera hechizada o traía mala suerte, por lo que temía que su tercer hijo también muriera. LE hizo la promesa de que cuando Sela creciera le casaría con ella, por lo que le dijo: “Quédate viuda en casa de tu padre, hasta que crezca Sela mi hijo”. Lo que me impresiona aquí es que Judá no consideró para nada que sus hijos fueran malvados, nunca consideró que sus hijos hubieran desagradado a Jehová, quizá debido a que su propio corazón estaba endurecido a la revelación divina. ¿Puedes ver la vida de cananeo que estaba llevando Judá? ¡Peligro terrible el de Judá!

MÁS JUSTA QUE YO

La esposa de Judá, pasado algún tiempo, murió. Judá guardó el luto debido, pero llegó el tiempo en que se consoló. De hecho por eso subió a los trasquiladores de ovejas, como recordaran, trasquilar a las ovejas era una celebración muy importante, que duraba días, con fiestas y bailes. Ahí estaba también el amigo de Judá, Hira. Tamar, por su parte, aún guardaba el luto de su viudez, utilizaba ciertas ropas que mostraban a otros que esperaba aun la promesa hecha por Judá, que Sela le desposara. Tristemente, como ya sabemos, Judá no tenía intención de cumplir su promesa, y Tamar lo supo cuando al escuchar de la muerte de su suegra, no vio que se cumpliera lo prometido. Para Judá, esto representaba que ya no habría de tener más hijos, y que la única esperanza para tener herederos era Sela, a su vez, quizá Judá haya perdido el interés en tener hijos, otro síntoma de su rebelión contra el pacto del Señor. Por su parte Tamar tenía una última oportunidad de hablar con su suegro y exigirle que cumpliera su promesa y deber con ella como viuda de su primogénito. A nosotros quizá se nos ocurrirían muchas más cosas que hacer en lugar del engaño tan terrible cometido por Tamar, sin embargo debemos entender muy bien lo que está sucediendo. Judá se ha negado totalmente a dar su hijo a Tamar, toda esperanza para ella de un futuro o una vida fructífera le es negado por el jefe de la familia, además la forma de entender la vida para Tamar le hace creer que lo que hará es algo válido para conseguir lo que le corresponde en justicia. Tamar se disfraza, se hace pasar por una prostituta, pero no de cualquier tipo, sino una prostituta sagrada. En aquellos tiempos las religiones cananeas incluían rituales de fertilidad en adoración a la diosa Asera, en los templos o cerca de los caminos había mujeres y hombres “consagrados” a realizar actos sexuales con desconocidos en honor a la diosa Asera. Este tipo de acciones podían ser realizados una vez, o durante toda la vida. Tamar se viste para la ocasión, y lleva un velo como símbolo de su consagración a la diosa y de su deseo de participar en el acto sexual de adoración. (Nota: el uso del velo en las Escrituras es distinto según la región y las circunstancias, por lo que no es lícito imponer a las mujeres el uso de este objeto como símbolo de servicio al Señor, en nuestro tiempo y cultura no tiene ese significado). Judá entonces la mira por la calle, y acuerda con ella darle un cabrito, y como prenda hasta que cumpla su palabra, le entrega su sello y su báculo, dichos objetos eran como las cartas de presentación y la tarjeta de crédito de una persona hoy. Ellos entonces tienen relaciones sexuales y ella queda embarazada. Tamar regresa a su casa, se cambia su vestimenta por la de viudez, y Judá regresa a trasquilar sus ovejas. ¿Qué es lo que ha pasado aquí? Algo terrible, Juda y Tamar no solo han fornicado incestuosamente, algo de por sí ya terrible, sino que Judá y Tamar han incurrido en un acto de adoración pagano. El descenso de Judá a la apostasía se ha completado. Más bajo ya no podía caer. Judá había tomado la decisión de vivir con los cananeos, de casarse con ellos, de hacer negocios con ellos, de casar a sus hijos con ellos, de adorar como ellos y a lo que ellos adoran. La apostasía de Judá se ha consumado. LA gran pregunta aquí es ¿Qué será del Señor y sus promesas? ¿Dejarán de cumplirse? El peligro es tremendo, porque aunque José permanezca en este libro como el elegido del Señor, es Judá quien ha de ser el ancestro de nuestro Señor Jesucristo. Sin Judá y sin Tamar, no hay Cristo hermanos. Mira cuán peligroso es el camino que tanto Judá como Tamar han tomado, porque ambos son responsables delante de Dios, pero Judá tiene que entender el Pacto una vez mas y volver a él. La manera en que el Señor hara volver a Judá y Tamar hacia él es muy impactante. Han pasado 3 meses desde aquél encuentro, aunque Judá buscó a la prostituta sagrada para pagarle el cabrito, no la encontró, pero lo que sí supo fue que Tamar había fornicado y había quedado embarazada. El juicio de Judá no se hizo esperar: Sáquenla y quémenla. Todo este tiempo Tamar no dijo nada, pero al momento en que la sacaban de su casa para quemarla a las afueras de la ciudad, ella envió a decir a su suegro: “Mira ahora de quién son estas cosas, el sello, el cordón y el báculo. Porque el hijo es de su dueño”. Ella estaba exigiendo justicia, este hijo no surgió de la nada, hubo un hombre que pecó al igual que yo. Él también debe ser juzgado, él también debe morir, o en su defecto cumplir su deber como padre y esposo. Al recibir Judá los objetos vio que eran suyos. Me recuerda la historia de David y Betsabé, cuando es confrontado por el profeta Natán, quien le cuenta una historia, impulsándole a juzgar al que ha robado la oveja de alguien más. David dice: el tal tiene que morir. Natán le contesta: Tu eres ese hombre. Ahí David es quebrantado por Dios, aquí Judá también (recordemos que David es descendiente de Judá). Dios, por medio de Tamar está confrontando a Judá por haberse alejado del pacto y no cumplir su deber dentro del mismo, de cuidar a la viuda y proveer matrimonio para ella. Tamar está exigiendo que se le haga justicia. ¿No hizo acaso mal Tamar? Sí, ella hizo mal, peco contra el Señor y contra su pueblo. Pero el juicio de Judá es muy interesante: “Más justa es ella que yo, por cuanto no le he dado a Sela mi hijo”. Este juicio no está diciendo que ella es completamente inocente, está diciendo que el mal cometido por Tamar, es consecuencia del mal hecho por Judá. Judá, al no vivir de acuerdo al pacto ha traído, pesar, aflicción y pecado no solo hacia él, sino a toda su familia. Constantemente se negó a ver la maldad de sus hijos, y culpó a Tamar de su muerte, considerándola como alguna especie de bruja o mujer maldita, la engañó, manteniéndola en la miseria y el exilio, haciéndole creer que le daría a su tercer hijo, lo cual nunca hizo. Estuvo dispuesto a matarla sin ni siquiera hacer un juicio justo contra ella. Tamar cuyo significado es palmera, se vuelve aquí una heroína. Porque ella ha permanecido como una palmera que se mueve ante los fuertes vientos pero que nunca cae o es desgajada, así ella a pesar de las injusticias constantes contra ella permaneció firme, puesta su esperanza en que de alguna forma obtendría lo que le fue prometido. Ante la violencia que se sufre en los hogares, de los esposos contra las esposas, o en las calles, de los violadores contra mujeres, del crimen organizado contra las jóvenes indefensas, o de los muchos atropellos que se realizan contra las  mujeres, el gobierno y la sociedad afirman: ellas se lo merecían, o quién le manda andar vestida de esa manera, que no salga tan tarde, por qué estaba sola a esas horas. Cuando vemos a las mujeres protestar contra la violencia, inmediatamente lanzamos el dedo acusador y señalamos diciendo: “sáquenlas y quémenlas”. Pero una vez que vemos que hay problemas estructurales, que la violencia generalizada se quiere solucionar con “abrazos y no balazos”, que los policías son corruptos, que los hombres morbosean a las mujeres en las calles, o que hombres se masturban en lugares públicos, podemos y debemos afirmar como lo hiciera Judá: “más justas son ellas que yo, porque me he negado a hacerle justicia”.

¡QUÉ BRECHA!

Por último, cuando llegó el tiempo del alumbramiento resultó que tenía gemelos. El parto fue difícil, pero salió adelante, De hecho uno de ellos sacó primero la mano, y la partera inmediatamente le puso un hilo rojo, para señalar que él había salido primero. Pero de alguna forma, el otro bebé se las ingenió para volver a meter al del hilo rojo, y salir él primero. La sorpresa de la partera fue tal que dijo: ¡Qué brecha te has abierto! Y lo llamaron Fares, que significa Brecha. Después salió el del hilo rojo y le llamaron Zara, que significa rojo. Esta historia podría no tener gran significado para nosotros, pero en realidad es muy importante. Lo que estaba sucediendo en la casa de Judá era la lucha por la promesa. Es la lucha que tenemos en nuestro interior. Judá fue tentado a dejar su fe y por un tiempo parece ser que lo hizo, sin embargo fue llamado una vez más por el Señor. Tamar, una incrédula, que participaba en ritos paganos, fue llamada a servir al Señor también. Y ahora, ella estaba dando a luz, en medio del pecado y la maldad del ser humano, se estaba manifestando la gracia y la misericordia de Dios. Nosotros también tenemos muchas luchas contra el pecado, a veces hasta caemos por mucho tiempo en él como Judá. A tal grado que exclamamos como Pablo: ¡Miserable de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? A lo que el mismo Pablo responde: Mas gracias sean dadas a Dios por Jesucristo. Es por Jesucristo mis hermanos que nuestra indignidad puede ser purificada y servir a los propósitos divinos. Porque debes saber algo, vamos a Mateo 1:2-3,16 “Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró de Tamar a Fares y A Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram…Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.” Tamar es mencionada en la genealogía, ella ha sido santificada al igual que Judá, para ser parte del pacto, no por ellos mismos, no por sus buenas obras, que no es que sean muchas, ni siquiera pro su buena voluntad. Es por Cristo, mis amados hermanos. El que se abrió brecha para salir no era Fares en sí mismo, era la promesa del Señor, porque aún cuando todo estaba contra la promesa, Cristo se abrió brecha para poder encarnarse de Judá y Tamar. Nuestro Dios es mencionado muy poco en estos capítulos, sin embargo, todo esto apunta a la venida de Cristo, el ungido de Dios para traer salvación a los hombres. Hoy también, incluso la maldad más perversa del ser humano, sirve a los propósitos de Dios, es decir: que nuestro Señor Jesucristo venga por segunda vez. Él quien destruirá a los impíos con el espíritu de su boca. Él quien hará justicia a las mujeres que han sufrido violencia, y quien juzgará a los gobiernos ineptos que no hay cumplido su tarea de impartir justicia y proteger a los ciudadanos. Él, quien enjugará toda lagrima de nuestros ojos. ¡VEN PRONTO SEÑOR JESÚS!

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