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UNA DESCENDENCIA PARA DIOS

 


Génesis 35-36

Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola 

Como dijimos en la predicación pasada los capítulos 34-36 deben verse como una unidad, hicimos la división a propósito ya que la amplitud de los temas no hubiera permitido un tratamiento justo de los mismos. Recordemos que los actos cometidos hacia Dina y por sus hermanos contra los siquemitas son producto de la desidia o tardanza de Jacob para cumplir el voto que había hecho en génesis 28, volver a Betel y adorar ahí al Dios que le había aparecido y rescatado. De no haber permanecido en las inmediaciones de Siquem nada de esto hubiera acontecido. Sin embargo el Señor quería separar completamente a Jacob del amor a los cananitas, por ello les hace vivir estas experiencias tan amargas. Hoy nos adentraremos a los capítulos 35 y 36 para entender que el Señor está buscando una descendencia para Él y que esta descendencia tiene que vivir en santidad, que también pasará pruebas duras en su fe y que tiene que vivir separada del mundo.

1.      Es santa porque Dios es santo

El verso 1 registra el mandato que el Señor dirigió a Jacob: Sube a Betel, quédate allí, y haz allí un altar al Dios que te apreció cuando huías de tu hermano. Este mandato corrige el actuar de Jacob y su dilación para cumplir su voto. De hecho el Señor está ordenándole que vaya directamente a Betel y deje a un lado Siquem y sus costumbres. El Señor no nos da sugerencias, o indicaciones vagas de qué hacer, sino que puntualmente nos dice cuál es su voluntad, tristemente nosotros nos hacemos los desentendidos en muchas ocasiones. Este mandato de Jacob incluye “quédate ahí” esta frase en hebreo es Yashab y quiere decir “permanecer, habitar, casarse”, la idea de nuestro Señor no es tanto el quedarte exactamente en Betel, más bien, parece indicar que Jacob haga su vida ahí, tanto el habitar, como el casarse, etc, todo ello es lo que llamamos “hacer nuestra vida”. Dios le está diciendo a Jacob que haga su vida teniendo a l Dios que le apareció como el centro de todo. “No hagas tu vida en Siquem y sus inmediaciones, haz tu vida en Betel y sus inmediaciones, ahí donde tu Dios se te apareció”. De la misma manera, a nosotros hoy el Señor nos dice claramente: No hagas tu vida en las inmediaciones de las otras naciones, hazla en medio del pueblo de Dios, en el lugar donde habita el Señor y donde él te prodiga su bendición. Toda nuestra vida debe ser construida como un altar al Señor. Por eso Dios le exige a Jacob que le construya un altar en ese lugar, cabe hacer mención que este es el primer lugar donde Dios exige que se le haga un altar. Un altar es el lugar donde reconocemos el señorío de la divinidad sobre nosotros. Un altar debe ser edificado en cada lugar donde vivamos y nos desarrollemos. Dios nos demanda que le honremos en todo momento y con todo lo que tenemos y hacemos. Un altar al Señor en el hogar (donde los padres amen a sus hijos y sus hijos obedezcan a sus padres), un altar al Señor en la Escuela (donde los estudiantes exploren el mundo de Dios y los maestros instruyan a sus pupilos en los múltiples caminos de adoración al Señor), un altar al Señor en el gobierno (donde los ciudadanos trabajen por construir una nación en obediencia al Señor, y los gobernantes dirijan a sus ciudadanos a someterse gustosos al Creador). En fin, un altar al Señor, donde cada día sirvamos en fidelidad al Señor en cada aspecto de nuestras vidas.

Lo siguiente que notamos es la respuesta de Jacob. La religión se expresa en el momento en que el hombre comienza a responder al Creador. El Señor ordenó a Jacob que regresara a Betel y ahora Jacob teien que responder a este mandato. ¿Qué sucedería? ¿Se dejaría guiar por el miedo a las naciones vecinas? ¿Se tomaría su tiempo? ¡obedecería en el instante? ¿Dejaría que sus hijos decidieran también en esta ocasión? Jacob pone manos a la obra, no se detuvo mucho a pensar el asunto, y se dirigió a su familia: quiten los dioses ajenos de entre vosotros, límpiense y cambien de ropa, porque iremos a hacer un altar al Dios verdadero en Betel.

En las palabras de Jacob podemos aprender mucho también, de hecho, estas cosas provienen de un corazón que ha entendido que no hay otro Dios más que el Señor, quien se le reveló y le dio a conocer su gracia. A lo largo de este tiempo Jacob  ha entendido que el Señor le ha tratado con misericordia y amor infinito. Sin embargo, Jacob por mucho tiempo toleró los ídolos de Raquel, quien había traído con ella lo diosecillos de su padre Labán, y seguramente los había adorado aun delante de Jacob. Por otro lado, también entre las mujeres y los niños siquemitas que habían sido capturados por sus hijos, había ídolos y falsos dioses. Jacob estaba en medio de una decisión muy difícil: Seguir el dictado de la mayoría y de la mujer que más amaba, o seguir el mandato del Señor. Pero Jacob ha decidido que ya no es la mayoría de los que están en casa los que han de decidir el curso religioso y legal de la familia, ya no es la esposa más amada la que habrá de marcar el son que deben bailar. Jacob ha decidido comportarse como cabeza, y comportase como cabeza quiere decir saber a quién debemos someternos. Ser cabeza no es someter a los demás a mi mandato, sino someterme al Señor y dirigir todo a su servicio. ¡Cuán difícil es para muchos esposos ser cabeza de su mujer cuando se trata del evangelio! Por esto Jacob llama a estos dioses “dioses ajenos”, en hebreo es nekar, y quiere decir, extraños, extranjeros. Jacob está diciendo que esos diosecillos, aunque los hayan traído de sus hogares, son extraños y extranjeros, son dioses desconocidos, o mejor dicho “que nadie los conoce”. Son dioses que parecen tener mucha fama, pero que ni en su casa los conocen. ¿Cómo es esto? Raquel pudo refutar, ¿Cómo que ajenos? Si toda la vida he estado con ellos. Pero Jacob precisamente como consciente de las ideas que están en el corazón de toda su familia, les dice: “haré un altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado”. El centro de toda esta discusión religiosa, que apunta al corazón de toda esta familia, no se reduce a tratar de comprobar la existencia de Dios por medio de argumentos racionales, sino un argumento muy sencillo: ¿Cuál de estos dioses se ha comportado como Dios? ¿Los dioses de Raquel han sido sus protectores? ¿Qué acaso esos diosecillos no habían abandonado a Labán cuando estuvo tratando de engañar a Jacob y enriquecerse a expensas de él? ¿o qué me dicen de sus dioses siquemitas, acaso ellos no los abandonaron cuando un puñado de jóvenes entraron y mataron a todos los varones de la ciudad? Sus dioses no se han comportado como Dios. No han mostrado su poder ni su gracia, sino solamente debilidad y abandono. No así mi Dios, dijo Jacob. Mi Dios me ha respondido en el día de mi angustia. Él me había prometido que estaría conmigo y me haría bien (), y hasta este día no me ha dejado. Porque me ha acompañado desde que salí de mi hogar huyendo de mi hermano diciéndome que no me dejaría hasta que me trajera a esta tierra. Este Dios, es mi Dios y es el nuestro, porque nos ha hecho bien. Él prometió que tendría gran decendencia, y aun en medio de mis pecados, Él cumplió sus promesas. Nuestro Dios se ha comportado como Dios, fiel a su pacto, fiel a lo que él ha prometido, en cambio de esos diosecillos ajenos no sabemos qué esperar. Así que límpiense y cambien de ropa. El acto de limpiarse habla de quitar la impureza que había en el campamento, impureza por la idolatría, por la impureza sexual y por el genocidio de una ciudad. Todas estas maldades, habían hecho al campamento impuro, y Jacob sabe que en parte es su culpa, por ello ordena a toda su familia y a los siervos que se purifiquen ritualmente y que cambien sus vestidos para poder presentarse como hombres y mujeres nuevos ante el Señor.

¿Acaso no es así con nosotros hermanos? ¿No tenemos que despojarnos de nuestros diosecillos que han mostrado una y otra vez no ser suficientes? Un “dios ajeno” es toda aquella cosa creada la cual declaramos como la esperanza de nuestras vidas. Puede ser el trabajo, puede ser la misma familia, o los grados académicos, todo ello como la esperanza que tanto anhelamos y necesitamos. Otros dioses ajenos más sofisticados son el feminismo, que se presenta a sí mismo como la esperanza de la mujer en estos días; o el ideología de género, que se presenta a sí misma como la esperanza de lesbianas y homosexuales. Otros movimientos culturales, tales como el indigenismo, se presentan como la esperanza de las etnias y culturas indígenas oprimidas. Y los movimientos ecologistas que buscan por medio de su propaganda salvar al tierra. Todos estos dioses de nuestro siglo, no cumplen sus promesas, porque cuando son probados por el tiempo y las circunstancias que vivimos, se muestran débiles y nos abandonan. Pero sí hay un Dios que realmente nos responde: Jesucristo, quien con el Padre y el Espíritu Santo nos ha dado vida eterna. Él mismo se ha declarado nuestro refugio, en medio de las dificultades. Él quien tomó la semejanza de hombre, entiende las violencias que sufren las mujeres, y las libera de la opresión machista, cambiando el corazón de los varones pecadores para que aprendan a amar a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia. De la misma forma, él quien fue tentado en todo pero sin pecado, sabe librar de las tentaciones a los piadosos, llamando a los homosexuales y lesbianas, para que vivan vidas célibes en servicio al Señor. Él quien fue marginado por ser de Galilea, comprende los dolores de los indígenas oprimidos, y les promete una vida abundante a su lado. Él, quien creó este universo y lo sostiene con el poder de su Palabra dice respecto a la creación: He aquí yo hago nuevas todas las cosas. Mi amigo y hermano que me escuchas, es hora de abandonar a todos esos falsos dioses, y al igual que la familia de Jacob entrégalos, deshazte de ellos y de los símbolos que te identifican con ellos. Ellos desecharon los dioses ajenos, y los zarcillos que los unían a esos dioses, hoy tu entrega también esos dioses ajenos y reconoce al único Dios verdadero, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, quien gobierna y sostiene nuestras vidas. El único símbolo que viene a ser parte de nosotros, el único zarcillo que portamos es el santo bautizo, pro el cual el Señor nos ha hecho un solo pueblo con él.

La familia se dirigió a Betel, como recordarán Jacob tenía miedo de las naciones a su alrededor, debido al acto tan terrible de sus hijos hacia los siquemitas, temía que hubiera represalias contra él y su clan. Sin embargo la Escritura dice que “el terror de Dios estuvo sobre las ciudades que había en sus alrededores, y no persiguieron a los hijo de Jacob”. Sí mis hermanos, el Dios de Jacob le había prometido hacerle bien, y lo estaba cumpliendo. Jacob llegó a Betel y ahí, junto con toda la gente que con él estaba, edificó un altar, y lo llamó Dios de Betel. Una vez cumplido su voto, el Señor le apareció una vez más ahí en Betel. Le apareció con un propósito muy específico: confirmarle sus promesas. Ya no eres el engañador, ahora eres el que lucha con Dios y prevalece: Israel. Yo soy el Dios Todopoderoso: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos. La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, la daré a ti, y a tu descendencia después de ti.

¿Qué es lo que sucede cada domingo amados hermanos? Lo que sucede es que el Señor nos manda a adorarle y reconocerle como Dios en comunidad, como un solo pueblo. Y una vez que hemos obedecido, Él mismo viene a nuestro encuentro por medio de la Palabra y nos habla, nos habla en el culto, nos habla en la predicación, a través del predicador. Dios mismo nos enseña e instruye, recordándonos sus promesas, su amor y su fidelidad. Nos ordena que lo amemos a Él con todo lo que somos, tenemos y hacemos. Y que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Cada domingo, actualiza, en la predicación, su palabra que vivifica y sostiene nuestras vidas. Hay muchos quienes dicen que quisieran que Dios les hable, pero olvidan que él lo hace cada domingo, en cada predicación, nos llama, nos busca, y redirige nuestras vidas para que andemos en sus caminos. Si entendiéramos el culto como un dialogo, un encuentro entre Dios y su pueblo, quizá no lo descuidáramos como lo hacemos.

2.      Ve probada su fe

Cuando somos constituidos una descendencia para Dios, el Señor también nos hace pasar por algunas pruebas. Jacob no es la excepción, ya hemos visto las pruebas anteriores, y cómo él ha respondido. Ahora Jacob sigue avanzando en su camino a la tierra de sus padres. Se dirige a Mamre, para encontrarse junto con toda su gente, con su padre Isaac. Poco a poco, al igual que sus ancestros, empieza a recorrer la tierra que le ha sido prometida, quizá instruyendo a sus hijos acerca de los maravillosos dones que el Señor les ha prodigado. Pero en el transcurso de este caminar, es probado dos veces, primero por la muerte de su esposa Raquel, a la que más amaba. Raquel está dando a luz cerca de Belén, ahí tendrá a su ultimo hijo, aparte de José. Pero en esta ocasión estaba teniendo dificultades para parir. La partera trató de animarla, recordándole que el pequeño nacería. El pequeño nació, pero ella no soportó el parto, y antes de morir con su último aliento le llamó Benoni, que quiere decir “Hijo de mi tristeza”. Con anterioridad los nombres de sus hijos habían revelado la fe que había en su corazón, pero en esta ocasión, solo reflejaba su tristeza y dolor. Jacob también estaba triste por la partida de su amadísima esposa, pero eso no debía guiarle en cómo llamar a su hijo, él recordó que su hijo era un cumplimiento de la promesa del Señor, ese pequeño también heredaría la tierra al igual que los demás, al igual que todo creyente. Así que le llamó Benjamín que quiere decir “hijo de mi mano derecha”. Honró entonces a su esposa construyéndole un pilar, para que todos pudieran ver cuánto la amaba.

La segunda aflicción que vivió Jacob fue la traición de su hijo Rubén, quien tuvo relaciones sexuales con  Bilha, la concubina de Jacob. Es posible que Rubén quisiera dejar claro su estatus como primogénito, puesto que el nombre de Benjamín parecía indicar que él sería el más importante entre los hermanos. El dolor del corazón de Jacob era mucho, sin embargo, no destruyó a su hijo Rubén, lo que hizo posteriormente fue quitarle la primogenitura, y no bendiciéndolo en el capítulo 49. En todos estos dolores producto del pecado el Señor sostuvo con sus promesas a Jacob. Le mostró que la promesa es mucho más importante y grande que todos nuestros pesares, que esa promesa es lo suficientemente fuerte y firme como para sostenernos en el camino de la fe.

De ahí que el Señor haga un recuento de todos los hijos de Jacob: De Lea: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón. De Raquel: José y Benjamín. De Bilha Dan y Neftalí. De Zilpa: Gad y Aser. Doce hijos quienes habrían de ser los padres de las 12 tribus de Israel. La línea sagrada de la cual vendría nuestro Señor Jesucristo y la salvación del mundo. El plan de Dios se va desarrollando en la historia, y todo apunta a que la victoria es del Señor, y que le poder de la serpiente será destruido.

Cuan fiel es el Señor que le permitió a Isaac ver a todos estos hijos de Jacob tiempo antes de morir. Isaac pudo ver las fieles promesas de Dios cumplidas en parte. Veía con asombro la fidelidad y el amor de Dios hacia Jacob y cómo a pesar del tiempo, su obra no se detiene. Pero Isaac no solo tenia un hijo, tenía dos. Esaú, fue el padre de una generación que no honró al Señor. Fue padre de Edom, una nación que se separó del pacto y que poco a poco empezó a diluir su pureza. Empezó, y me gustaría que te dieras cuenta de esto, empezó casándose con gente que no era del pueblo de Dios. Después comenzó a vivir lejos de la comunidad del pacto, en la tierra de Seir. Después hizo alianza con las naciones de la tierra donde moraba, los Amalecitas, y lo horeos. Se mezclaron tanto que el pacto, la circuncisión y demás ceremonias, fueron olvidadas, y dejaron de adorar al Dios verdadero y se entregaron a los dioses ajenos. Organizacional y políticamente los Edomitas realmente fueron una gran nación, incluso tuvieron reyes antes que los israelitas. Mientras los israelitas estuvieron en Egipto, los edomitas ya eran una nación con reyes. Definitivamente una muestra más de la gracia de nuestro Dios dirigida a las naciones, esperando con paciencia que se vuelvan a Él para no destruirlas. Sin embargo, Edom no se volvió al Señor, incluso, un edomita fue el que persiguió a nuestro Señor Jesucristo cuando era un bebé: Herodes. Hoy el Señor nos instruye para que entendamos que el comienzo de la apostasía es cuando no tomamos en serio el mandato del Señor: No se unan en yugo desigual con los incrédulos.



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