Génesis
30:25-31:1
Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola
Esta
frase la hemos escuchado durante varias predicaciones de Génesis. La escuchamos
con Abraham, con Isaac, y ahora con Jacob. Recordamos también las palabras de
nuestro Señor Jesucristo, “yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del
mundo”. También sabemos que nuestro Señor es llamado Emanuel, que quiere decir
Dios con nosotros. O que “si Dios es por nosotros ¿quién contra nosotros? Estas
palabras son una constante en las Escrituras, y el Señor quiere que se graben
profundamente en nuestros corazones. En nuestra búsqueda constante por
pertenencia, ayuda y seguridad, el Señor nos dice “Yo estoy contigo”. Pero,
¿qué alcance tiene esta frase? ¿Tiene algún límite? ¿Dios dejará de estar algún
momento con nosotros? Quizá algo que hagamos le impulse a abandonarnos, ¿no te
parece? Pues bien, hoy quiero dejar claro que el Señor está con nosotros aunque
nada nos favorezca, aunque confiemos en nuestra astucia, y también, aunque
pasen los años.
1. Aunque nada te favorezca
Habían
pasado catorce años desde que Jacob había llegado con Labán, ese tiempo le
trabajó como una forma de pagar por sus matrimonios. Su trabajo era cuidar el
rebaño de su suegro y tío. Pero cuando nació José el hijo de Raquel, decidió
que el tiempo ya era suficiente y que debía regresar a “su lugar y a su
tierra”. Le dijo a su suegro que le diera a su mujer y a sus hijos y que lo
dejara ir. Esta petición nos puede parecer extraña, ¿por qué pedir que los
dejara ir si eran su esposa y sus hijos? Todo parece indicar que el estatus de
Jacob en casa de Labán, no era el de un familiar, sino el de un extranjero, sin
derecho a propiedad ni a familia. Era básicamente un esclavo, y si el amo le
había proveído de esposa e hijos, ellos eran propiedad del amo, no del esclavo.
Esta situación no favorecía en nada a Jacob, de hecho le privaba de todo
derecho a su esposa e hijos, o al fruto de su trabajo. Labán respondió de una
manera muy interesante, porque reconoce que el trabajo de Jacob le granjeado
grandes beneficios, debido a la bendición de Dios. Esos catorce años han sido
de gran bendición para Labán, por ello le ofrece un salario para que siga
trabajando para él, no quiere dejarlo ir. Jacob entonces responde que la
bendición que Jehová ha dado a su ganado es tal, que cuando llegó hace catorce
años el ganado era muy poco, pero ahora ha crecido en gran número. “Jehová te
ha bendecido con mi llegada”. Pero toda la riqueza era de Labán, no de Jacob.
Esta es la segunda desventaja que ha vivido en catorce años. Por ello pregunta
¿cuándo trabajaré también por mi propia casa? En todo este tiempo Jacob no
había podido hacerse de un patrimonio, porque aunque recibiera alguna especie
de paga, no tenía la posibilidad de tener su propio ganado, sus propias
tiendas, o sus propias tierras. Eso lo hacía una persona completamente
dependiente, y es el anhelo de todo ser humano el poder ser independiente del
sustento de otros, y así hacerse de algo propio, para sí y los suyos. Jacob
tenía 11 hijos y dos mujeres, y su responsabilidad en aquellos tiempos era
dejar un legado y provisión para poder tener un futuro certero. El Señor mismo
nos dice que el trabajo es para proveer para los nuestros y los que padecen
necesidad () y que quien no provee para los que dependen de él es peor que un
incrédulo y ha negado la fe (). No es tarea del ser humano estar ocioso a la
espera de la caridad, sino que debe esforzarse para cumplir el llamado a
trabajar que Dios le ha hecho. Labán insiste en que se quede, a lo que Jacob
propone un trato nada ventajoso. En el tipo de rebaño que pastoreaban las
ovejas eran blancas, mientras que las cabras eran color café o negras, las que
pide Jacob son las ovejas manchadas y salpicadas de color y también las ovejas
de color negro, mientras que también pide las cabras que estén manchadas y
salpicadas de color. Es decir, está pidiendo aquellas partes del rebaño que son
el mínimo. En realidad era muy escasa la posibilidad de que nacieran cabras u
ovejas con esas características. Labán aceptó, vio en ello una manera de
conseguir mano de obra barata. Lo que sucede a continuación es la aplicación
del trato al que habían llegado. Labán recoge las cabras salpicadas y
manchadas, junto con las ovejas salpicadas, manchadas, y negras y las pone a
parte para que sus hijos las cuidaran. Mientras que Jacob seguía cuidando el
rebaño de Labán, donde ya no había ninguna oveja o cabra con esas
características. Además acordaron que las ovejas de Labán y de Jacob quedaran a
3 días de camino, para que no hubiera oportunidad de que se aparearan o
tuvieran algún robo o pérdida.
¡Qué
terribles desventajas las de Jacob! Durante catorce años trabajó sin ninguna
clase de prestación o ganancia. Había servido en casa de su pariente como si
fuera un esclavo, desde la mañana y hasta la noche, a veces sin dormir. No
podía hacerse de ninguna propiedad u obtener beneficios de su pastoreo, porque
todo le pertenecía a Labán. Toda la ganancia económica era para Labán y sus
allegados. Además el trato que había hecho no le favorecía en nada. ¿Qué es
entonces de la promesa del Señor? Pues se puede notar en medio de todos estos
acontecimientos que el Señor ha prosperado a Labán por causa de Jacob. Tanto
uno como el otro lo reconocen. La bendición del Señor no se ha hecho esperar,
pero lo que impide que esa bendición llegue también a manos de Jacob es el
pecado y las formas culturales que existen en ese momento. Porque Jacob estuvo
trabajando para su suegro, quien debió recibirlo como uno de sus familiares,
con derecho a poseer y recibir parte de la herencia. Pero lo trató, en su
avaricia, como uno más entre sus siervos. El pecado corrompe incluso las
relaciones familiares y laborales. Los padres pueden llegar a ver a sus hijos
como un medio de manutención al futuro. O los hijos a los padres como una forma
de obtener recursos sin límite. También existen en nuestros tiempos relaciones
laborales injustas, donde los beneficios para el trabajador son mínimos, pero
las ganancias para los empleadores son muchas. En ocasiones ocurren tratos
inhumanos o hasta explotaciones laborales, bajo la premisa de que “hay que
ponerse la camiseta”. O incluso como cristianos alegamos motivos santos para no
aumentar el sueldo, porque no queremos que caigan en el pecado de la avaricia.
Ninguna de estas acciones son parte del orden establecido pro Dios para la vida
laboral. Él exige que entre el patrón y el empleador haya una relación económica
justa. Que el trato entre ellos sea de mutuo respeto y compañerismo, porque
aunque el patrón es quien manda, Dios gobierna también sobre él, y vigila todos
sus actos. El Señor está vigilante de las relaciones laborales. Y aunque
nuestros pecados muchas veces hacen que las situaciones económicas estén en
nuestra contra y nos evitan prosperar, no debemos olvidar que el hecho de que
Dios está con nosotros, nos capacita y autoriza para “trabajar por nuestra
propia casa”. El hecho de que Dios está con nosotros debe ser un impulso para
que busquemos condiciones laborales más justas para los trabajadores, y que
podamos, empleador y trabajador, experimentar la bendición del Señor en cada
área de la vida, incluida la laboral.
2. Aunque confíes en tu astucia
Jacob
entonces puso manos a la obra. Nos parece extraña la acción de Jacob, empieza a
tomar varas de castaño, de álamo y avellano, y les quitó la corteza para que
quedara al descubierto lo blanco, y las puso enfrente de los animales. Según
Von Rad “Su plan parte de la antiquísima creencia, extendida por todas partes,
de que ciertas impresiones visuales tenían efectos mágicos que pasaban de la
madre al feto y podían influir sobre éste de modo decisivo”. Es decir, Jacob
creía que cuando los animales vieran esas ramas mientras el macho montaba a la
hembra para procrear, las crías saldrían manchadas, pintadas o negras. Y lo que
nos desconcierta es que le funcionó. El verso 39 dice: “Así concebían las
ovejas delante de las varas; y parían borregos listados, pintados y salpicados
de diversos colores”. Pero la astucia de Jacob no paraba ahí, sino que también
hizo una cría selectiva, poniendo las varas únicamente en frente del ganado más
fuerte. Así él tendría las ovejas y cabras más fuertes, mientras que el ganado
de Labán decrecería. El verso 43 nos dice “y se enriqueció el varón muchísimo,
y tuvo muchas ovejas, y siervas y siervos, y camellos, y asnos”. Qué diferente
la descripción del hombre que llegó con Labán hace 20 años, porque querido
hermano, han pasado seis años desde que Jacob llegó a este trato con su suegro.
Vemos un hombre enriquecido, uno que ha trabajado y ha obtenido todo lo que
necesita y aún más, para poder sostener su casa, es decir, su familia. Pero
cuando el Señor comienza a bendecir a su pueblo no puede haber otra cosa más
que envidia por parte de aquellos que están contra nosotros. Porque aunque
Labán le agradaba la bendición que había recibido por causa de Jacob, no le
agradó para nada que Jacob recibiera más que él. Y mucho menos estaba dispuesto
a aceptar estar por debajo de Jacob. Los hijos de Labán empezaron a decir que
Jacob había tomado todo lo que era de su padre y se había enriquecido a
costillas de Labán. Por otro lado Labán, había cambiado toda su actitud hacia
Jacob, todo parece indicar que en cualquier momento podría matar a su yerno.
Esta
segunda sección del relato nos ayuda a ver que Jacob creía poder prosperar a
través de su astucia. En una situación completamente adversa Jacob buscó poder
sacar ganancias. LA vida le estaba dando limones, y se puso a hacer limonada.
El problema es que él confiaba en esa astucia, pensaba que eso le traería
pingües ganancias. De hecho aceptó las creencias de ese tiempo para, según él,
obtener los animales listados, pintados, y moteados. ¡Cuánto nos parecemos a
Jacob! Somos semejantes a él, ¿no te parece? Hacemos planes, creemos que
podemos controlar incluso la reproducción de los animales, para poder conseguir
grandes ganancias. Creemos que levantarse temprano y trabajar duro es la
fórmula del éxito. O también que por medio de inversiones riesgosas como las
criptomonedas, o los metales, o la bolsa, pueden granjearnos grandes ganancias
debido a la astucia que tenemos. Otros tantos creen que algún día le pegarán al
gordo, y compran día tras día su cachito. Algunos creen que tener una carrera,
un posgrado, y estudios complementarios, son el camino al éxito. Mientras que
otros afirman que lo que se necesita es ingenio y deseo de emprender. Hay
muchas formulas para el éxito, ahí están las empresas que prometen por medio de
las ventas uno a uno, grandes ganancias para sus afiliados, contándoles las
historias de éxito de sus fundadores o de los nivel diamante. ¡Cuan parecidos
somos a Jacob! Creemos que por nuestra astucia, pro nuestro esfuerzo, o nuestro
talento, podemos conseguir la prosperidad, el éxito. El Salmo 127 nos lo
explica: “Si el Señor no construye la casa, el trabajo de los constructores es
una pérdida de tiempo. Si el Señor no protege la ciudad, protegerla con
guardias no sirve para nada. Es inútil que te esfuerces tanto, desde la mañana
temprano hasta tarde en la noche, y te preocupes por conseguir alimento; porque
Dios da descanso a sus amados”. ¿De dónde vino la prosperidad de Jacob? ¿De sus
trucos? ¿De su magia? ¿De su talento? ¿De sus muchos estudios? Únicamente del
Señor. Y entiéndelo muy bien, no quiere decir, que no estudies, que no trabajes,
que no te dediques con todas tus fuerzas a la labor que debes realizar. Lo que
quiero decir es que entiendas, y que entre bien en tus oídos, que si tus
asuntos prosperan, no es por tu astucia o inteligencia, sino por la gracia y el
don de Dios. ES porque Dios está contigo que aún en medio de situaciones
desventajosas, él te da la ventaja y te bendice. Debemos aprender a ver todo lo
que hacemos desde eta perspectiva: Dios está conmigo, por eso me ha bendecido.
La prosperidad no viene pro causa de ti, sino a causa de aquél que está en ti.
Por el Cristo de Dios es que nosotros somos bendecidos. ¿No dijo el Señor “el
que no escatimó ni a su propio hijo, no nos dará juntamente con él todas las
cosas? Todo es de Dios, y en Cristo es para nosotros.
3. Aunque pasen los años
En
esta tercera sección Jacob descubre que el Señor ha estado con él todo el
tiempo y le comparte a su familia la forma en que el Señor ha estado con él. Lo
primero que sucede es que el Señor le dice a Jacob que se vaya, que regrese a
la tierra de sus padres, “y yo estaré contigo”. Quizá en ese momento Jacob
recordó las palabras que Dios le había dirigido cuando salió de Bet-el. Pero
sobre todo sabe que ahora en la decisión de salir de Harán y regresar a su
tierra, es Dios quien le está guiando, no es el temor, no es el odio, no es el
deseo de engañar, es Jehová quien se le había aparecido y quien había
demostrado ser fiel todo el tiempo. Jacob entonces procede a explicarles esto a
su familia, llama a Raquel y a Lea al campo donde estaba su rebaño y les
explicó tres cosas, primero, aunque su padre ya no está conmigo, mi Dios ha
estado conmigo. Segundo, aunque su padre me ha cambiado el salario 10 veces, mi
Dios ha estado conmigo. Y tercero, Dios le quitó el ganado a su padre y me lo
dio a mi. ME impacta que la fe de Jacob ha crecido, se ha desarrollado y ha
empezado a madurar. Ahora él ve el obrar de Dios en medio de su vida y la de su
familia. De hecho, él les explica a mas detalle, y les dice que cuando su padre
decía “los pintados serán tu salario” todas las ovejas salían pintadas. Y
cuando decía “los listados serán tu salario” entonces todas parían listados. Y
Jacob entendió que no era su astucia con las varas lo que había hecho esto,
sino el obrar de Dios.
De
hecho describe un sueño maravilloso. Vio que cuando las ovejas estaban en celo,
los machos encima de ellas eran listados, pintados y abigarrados, salpicados de
colores pues. Y entonces escuchó la voz del ángel del Señor: “Todos los machos
que cubren a las hembras son listados, pintados y abigarrados; porque yo he
visto todo lo que Labán te ha hecho”. No eran las varas sin corteza, era Dios
obrando en medio la vida de Jacob. ¿Por qué? ¿Por qué estaba obrando Dios de
esta manera a favor de Jacob? El versículo 13 nos lo explica: “Yo soy el Dios
de Bet-el donde tú ungiste la piedra, y donde me hiciste un voto. Levántate
ahora y sal de esta tierra, y vuélvete a la tierra de tu nacimiento”. Ante esta
evidencia irrefutable su familia decide que deben irse, porque todo lo que Dios
le quitó a Labán, les pertenece. “Haz todo lo que Dios te ha dicho”.
Es
como si Jacob hubiera hecho un repaso de los 20 años que había pasado en medio
de Labán, y en ese momento se diera cuenta de la grandeza de Dios y su
fidelidad. De cómo el Señor le había guiado en las diferentes circunstancias, y
cómo había hecho que todo funcionara para bien. ¿Por qué? Preguntábamos hace un
momento. Porque Dios lo había prometido. El Dios de Bet-el era en el Ángel de
Jehová, a quien nosotros hoy identificamos como una manifestación de nuestro
Señor Jesucristo. Era nuestro Señor diciéndole a Jacob que todo lo que había
sucedido no provenía de su propia fuerza, sino la de Dios. Que si había sido
bendecido era porque Dios era fiel, porque aquellas palabras que Dios dijo en
Bet-el eran firmes y ciertas, y tenían el propósito de traer la simiente de
Jacob a este mundo, al hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo. Si Dios era fiel
al pacto, era porque la salvación del universo entero estaba en juego.
Dios
le había dicho en Bet-el, desde lo alto de aquella escalinata: “He aquí yo
estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a
esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”. ¿No
es la vida de Jacob un cumplimiento cierto de esta promesa? ¿No podemos ver
también en nuestras vidas el cumplimiento de este cuidado providencial y
salvífico? ¡Cuánto ha hecho el Señor por nosotros! El Salmo cuarenta nos dice:
“Oh Señor mi Dios, has realizado muchas maravillas a nuestro favor. Son tantos
tus planes para nosotros que resulta imposible enumerarlos. No hay nadie como
tú. Si tratara de mencionar todas tus obras maravillosas no terminaría jamás”. Sí,
mira tú historia, mira cómo el Señor desde el momento en que naciste ha dirigido
toda tu vida, aún en medio de situaciones difíciles, para cumplir sus
propósitos de salvación y restauración. Mira la historia de Israel en el A. T.
y mira cómo el Señor guió a su pueblo para traer al Mesías, nuestro Señor Jesucristo.
Mira la historia del N. T. y mira cómo el Señor ha sostenido, guiado y
fortalecido a su Iglesia a lo largo de los siglos, porque aún en medio de los
cambios y transformaciones que haya vivido en la historia, las palabras de
nuestro Señor no han dejado de cumplirse: “Yo estoy contigo… y no te dejaré
hasta que haya hecho todo lo que te he dicho”.
¡Qué
descanso! ¡Qué fortaleza! ¡Cuánto animo nos proporcionan estas palabras!. En
medio de las balaceras y asesinatos en nuestra ciudad “Yo estoy contigo”. En
medio de la falta de empleo “yo estoy contigo”. En medio de los disgustos
familiares “yo estoy contigo”. En medio de la falta de fe “yo estoy contigo”.
En medio de cada cosa terrible, yo estoy contigo, y no te dejaré hasta que haya
hecho todo lo que te he dicho. Hoy nuestro Señor está con nosotros por su
Espíritu y Palabra. Pero llegará el día en que estará con nosotros, delante de
nuestros ojos, y le veremos, y se gozará nuestra alma. Ya no habrá llanto,
porque el anhelo por sus promesas por fin habrá llegado a su fin, ya no anhelaremos
el cumplimiento de sus promesas, porque por fin las tendremos delante.
Andaremos por vista, y no por fe. Pero entre tanto, confiemos en sus promesas,
confiemos en su Palabra, y descansemos en la obra de su Espíritu que produce fe
en nuestros corazones para amarlo y vivir para él en todo lo que hagamos.
“Yo
estoy contigo… y no te dejare hasta que haya hecho todo lo que te he dicho”.
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