Génesis 31
Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola
Vimos
el domingo pasado que Dios llamó a Jacob para que saliera de casa de Labán y
regresara a la tierra de sus padres, con la promesa que tanto afirmó nuestros
corazones: Yo estaré contigo. Hoy vemos la puesta en marcha de Jacob. El Señor
había ordenado esta separación, y él habría de guiar los pasos y acciones de
Jacob y su familia. Pero él no era el único implicado, a más de su familia,
también Labán y sus familiares se verían afectados, lo que provocaría, quizá un
altercado. Ya habíamos visto que los ánimos entre Labán y Jacob estaban un poco
elevados, por lo que no sería de extrañar que la salida de Jacob produjera algún
exabrupto por parte de Labán. Pero tanto él como Jacob tendrían que aprender
que la razón principal por la que esto estaba sucediendo era porque El Señor
los estaba separando. Jacob tuvo que entender que esta separación implicaba
tres cosas, una separación para nueva vida, una separación para conocer al
Señor, y una separación para hacer el bien.
-Para
nueva vida
La
costumbre al trasquilar las ovejas era hacer una fiesta de varios días, lo que
implicaba que Labán estaría sumamente ocupado; a su vez, la distancia entre el
rebaño de Labán y el de Jacob era de tres días. Estas dos cosas daban ventaja a
Jacob, porque todo el personal de Labán estaría sumamente ocupado y para cuando
se dieran cuenta que ya no estaba, habrían pasado 3 días. Él entonces aprovechó
esta situación. Tomó a su familia, y se la llevó, al igual que a todos los
rebaños que le correspondían. La salida de Jacob se describe con dos frases “engañó
porque no le hizo saber que se iba” y “huyó con todo lo que tenía”. “Huyó” y “engañó”. Estas simples palabras
hacen que quedemos perplejos. ¿Por qué? Porque el Señor nunca le dijo que debía
escapar o huir, tampoco lo dijo que se fuera sin decir nada. En cambio se
esperaba de Jacob que ahora que el Señor le había revelado que estaría con él
aprendiera a confiar y a vivir bajo esa perspectiva. Pero aquí vemos al antiguo
Jacob, uno que huye, uno que engaña. En nada se diferencia del Jacob que había
salido de Bet-el. ¿Y todo el camino que el Señor había recorrido con Jacob?
Todo el trabajo ¿fue en vano? ¿Estos veinte años no habían servido de nada para
Jacob? Definitivamente sirvieron de algo, pero el obrar de Dios en la vida de Jacob
aún no terminaba, aún tenía mucho que hacer. Recordarán que en una de las
predicaciones describí este tiempo como el de la disciplina de Jacob. El Señor
está obrando aún en la vida de este hombre engañador y cobarde. Han sido 20
años de obrar en él, y aún sigue transformándolo. Lo que está aprendiendo Jacob
es a obedecer al Señor, es una obediencia imperfecta, pero que aún en medio de
su imperfección es agradable al Señor. No me mal entiendas, esto no quiere
decir que no importa cómo hagamos las cosas, de todas formas Dios la aceptará,
más bien, quiere decir que el Señor no ve lo perfecto o imperfecto de nuestras
obras, sino la perfección que alcanzan por la obra de Cristo Jesús. Dios está
llamando a Jacob para que tenga una nueva vida en la tierra prometida, en el
lugar que él ha prometido darle a él y a sus descendientes, y eso únicamente se
hará realidad por la obra del Cristo que está obrando en él.
También
resalta aquí que Raquel toma los ídolos de su padre sin que lo sepa Jacob, los
terafim. Estos ídolos tenían una doble función, la de fungir como un medio de
contacto entre los dioses familiares y el clan, pero también como una especie
de testamento del patrimonio familiar, quien poseyera estos terafim sería el
propietario de todo lo que Labán tenía. Raquel estaba siendo llamada a poseer
junto con Jacob la tierra prometida, ella había, en el transcurso de 20 años,
aprendido que todo viene del Señor. Pero una vez más, en palabras de Keller:
“aprendemos cuan imparcial e incompleto (pero progresivo) es la obra de la
salvación en los patriarcas”. Ella aunque sabe que el Dios de Jacob ha
respondido, alberga dudas en su corazón, ¿Qué tal que Dios no responde? ¿Qué
tal que no cumple? ¿Qué tal que nuestro futuro es incierto en sus manos? Estos
temores son propios de cualquier hombre o mujer que empieza a caminar en la
senda del Señor, y no solo para los que empiezan, también para los que están
muy adelantados en este caminar, puede haber dudas y preocupaciones, lo que
muchas veces nos impulsa a “no dar paso sin huarache”, o como a veces me gusta
decir, “no tires tus zapatos, hasta que tengas unos nuevos”. “Por si Dios no me
escucha, quizá estos dioses me ayuden”, por lo menos tendré el patrimonio
asegurado. Pero el llamado es a renunciar a estos falsos dioses, a dejar toda
la confianza que podamos tener en nosotros mismos, y descansar en el Señor. A
dejar a un lado el sentido de autosuficiencia, y declararnos en bancarrota para
que el rescate divino pague supla lo necesario.
Sin embargo cuán difícil es esto, y cuanto tiempo tardamos para
lograrlo. Porque en realidad es Dios quien a final de cuentas exigirá esto de
nosotros, “o lo abandonas o te lo quito”. No podemos iniciar una nueva vida con
viejas costumbres. El pecado no debe ser el modus vivendi del cristiano. La
idolatría (el confiar en cualquier criatura que no sea Dios) debe ser expulsada
de nuestras vidas, pero en el caso de Raquel, y con ella, de nosotros, aún no
abandonamos muchos de los falsos dioses de nuestros tiempos: El Estado es visto
como el garante de la prosperidad económica, o el que nos proporcionará un
retiro digno cuando dejemos de trabajar. El semáforo epidemiológico para muchos
se vuelve la esperanza de que todo va a mejorar. El feminismo, con su lucha
social, para muchos es la respuesta ante la desigualdad y violencia social.
Todos estos son ejemplos de los muchos ídolos que queremos conservar, cuando el
cristianismo da una respuesta mucho más consistente que la de todos estos
dioses juntos. La nueva vida que ofrece el cristianismo afecta todos los
aspectos del ser humano, desde su sexualidad, hasta sus expresiones políticas,
y debemos buscar, en palabras de Dooyeweerd: Que nuestra entera visión del
mundo y de la vida sea reformada en un sentido cristocéntrico.
¿pero
qué hay de Labán? Como dijimos al principio, esta decisión de Jacob y su salida
apresurada y sin avisar, le dio a Labán motivos para reunir todo un sequito de
familiares para no solo ir a platicar, sino muy seguramente para confrontarlo
en batalla y obligarlo a regresar. Tres días tardó en enterarse de su salida, y
otros 7 en alcanzarlo. Lo que hizo que su corazón, al estilo de Pablo en el NT,
“respirara amenazas” contra su yerno.
Pero ocurre algo maravilloso, en sueños se le apareció Dios y le habló diciéndole
“Guárdate que no hables a Jacob descomedidamente”. Lo primero que me llama la
atención es el constante uso de la frase “Labán arameo”. Entre tanto y Jacob
estuvo con él se le llamaba Labán, a secas, pero cuando el Señor les separa se
le llama “Labán arameo”. Esto implica que se está haciendo una diferencia entre
Jacob y su suegro. Esto lo dejan claro las Escrituras cuando afirma que el
sueño fue para advertir a Labán de no hacerle daño y a la vez, que se enterara
que este curso de eventos viene de la mano de Dios. No es Jacob quien ha
querido salir en primer lugar, es Dios quien le ha llamado a regresar a la
tierra prometida. Y es Dios quien hará que este Labán arameo, quien no
pertenece a su pueblo, calme sus ánimos y se controle. Labán no debe intervenir
en la construcción de la nueva vida que se avecina, es el llamado de Jacob y su
familia. Y ese llamado es irrevocable, ningún pretendido estatus social, o
costumbre de la cultura imperante, debe interponerse al desarrollo del Reino de
Dios.
-Para
conocer al Señor
En
esta segunda sección de nuestro relato Labán ha encontrado a Jacob. Lo primero
que hace es reclamarle el que se haya ido huyendo como si de un botín de guerra
se tratara. Por otro lado le recrimina el que no le dio la oportunidad de
despedirle con una gran fiesta y de abrazar por última vez a sus nietos e
hijas. Esta última frase se oye sospechosa, y seguramente para Jacob también,
porque conociendo a Labán, eso hubiera implicado alguna forma de mantenerlo más
tiempo entre los arameos. Labán cuenta a Jacob que él pensaba hacerle mal y con
todo derecho, pero el Dios del padre de Jacob le habló para advertirle que no
lo hiciera. A su vez le cuestiona que si tanto era el anhelo por la casa de su
padre, por qué tomó los dioses de su familia. Aquí el suegro está teniendo una
conversación un tanto más equilibrada de lo que esperábamos, definitivamente el
encuentro con el Dios de Isaac ha hecho un cambio en él. No un cambio
religioso, es decir, no cambió el corazón de Labán, porque no lo llama “nuestro
Dios”, sino “el Dios de tu padre”. Pero sí cambió la perspectiva acerca de este
Dios, porque ahora lo ve como uno que vigila por su siervo para que nada malo
le acontezca, y que es un Dios vengador contra todos lo que hacen mal a su
pueblo. Labán ha entendido algunas cosas acerca de Dios, pero no ha conocido a
Dios. ¡Cuántas veces hemos encontrado hombres y mujeres así! Que afirman que
saben del Dios verdadero, pero que en realidad no lo conocen. Porque conocer a
Dios es una profunda experiencia de amor por Él, debido a lo que ha hecho por
nosotros. No conoces a Dios por el mucho estudio, sino pro la revelación de sus
obras en Cristo Jesús a nuestro favor. Y Labán sabe del obrar de Dios a favor
de Jacob, pero nada hay del obrar de Dios a favor de Labán el arameo.
Jacob
confrontado con su pecado confiesa que tuvo miedo de perder a su esposa e
hijos, pero que nada podía decirse en contra de él respecto a los dioses de Labán.
Él amaba al único Dios verdadero, y no tenía nada que hacer con dioses falso.
Sin saber que Raquel era quien había tomado los ídolos, él dice “aquél en cuyo
poder hallares tus dioses, no viva”. Raquel estaba aquí condenada a morir.
Labán entonces procede a buscar, voltea la tienda de Jacob, voltea la tienda de
Lea, y no encuentra nada. Luego se dirige con Raquel y ella finge tener su
menstruación y se sienta sobre los diosecillos, que eran unas pequeñas imágenes
de barro. Así Labán no encontró nada en las tiendas. De esta forma Jacob se
enoja, y reclamó a Labán todo el mal trato que le había hecho durante 20 años.
Jacob pensaba que el reclamo de los ídolos era otra forma más de engañarlo y de
tratar de hacerle volver. Según Von Rad, entre los derechos de un pastor de
ovejas en aquel tiempo era que el pastor podía llegar a comer de la carne de
las ovejas, y tampoco se le debí cobrar las ovejas que las fieras atacaran,
pero Labán le cobraba por esas ovejas y n ole permitía tampoco disfrutar de la
carne de sus animales. A su vez, la costumbre era que si hurtaban las ovejas de
noche había alguna tolerancia, pero en el caso de Labán, él exigía que le
pagara las ovejas robadas, aún las que robaban de noche. “De día me consumía el
calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos”, es una descripción
muy apasionada de la situación que vivió Jacob. A su vez le recordó que por 20
años lo había servido, catorce por sus hijas, y seis por el ganado, y que en
eso le había cambiado 10 veces el salario (cosa que vimos en el sermón pasado).
Aquí Jacob está poniendo en perspectiva todo lo que había sucedido, muchísimos
engaños, y fraudes cometidos por Labán hacia Jacob, y aun osaba acusarlo de
robarle. Todos estos males hubieran sido suficientes para empobrecer a
cualquiera, para dejarlo en la miseria, debilitado y completamente desamparado.
Pero no fue así con Jacob, porque, y cito sus palabras:
“Si
el Dios de mi padre, Dios de Abraham y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de
cierto me enviarías ahora con las manos vacías pero Dios vio mi aflicción y el
trabajo de mis manos, y te reprendió anoche”.
¡Qué
maravillosa convicción! El corazón de Jacob, aunque enojado contra su suegro,
está creciendo en la fe, acaba de conocer que el Dios que teme Isaac, el Dios
de Abraham, Dios de su padre, está con él. No es un proceso reflexivo el que ha
traído a Jacob a esta conclusión, es la profunda convicción de un corazón
apasionado por Dios. De un corazón que sabe que Dios está con él, y que en
medio de 20 años de penurias, lo ha sostenido, guiado y fortalecido. Las ovejas
en 20 años nunca habían abortado, ¿Qué posibilidades había? Jacob nunca tuvo
que tomar nada de Labán, todo le proveía el Señor. Aun cuando le hacían pagar
lo que no había robado o lo que le habían destruido las fieras, el Señor
proveía para ese pago. Lo pesado del sol o lo helado de la noche, o la falta de
sueño, no le hizo claudicar, porque Dios estaba con él. Cuando tuvo que
trabajar catorce años por amor, no desistió porque el Señor estaba con él, y
cuando Labán le cambiaba el salario, el Señor hacía que las ovejas parieran
según lo dicho por Labán. Sí, porque el Señor estaba con él. Porque Dios se
compadece de los que le temen, de los que hacen justicia, de los que tienen
hambre y sed de justicia. Por eso el Señor reprendió a Labán esa noche. Jacob
sabe que lo que tiene es suyo, y es suyo no por Labán, sino porque el Señor se
lo ha dado. Nada hay de lo que tiene Jacob que le pertenezca a su suegro, todo
le ha venido de la mano de Dios. La prosperidad viene del Señor amados
hermanos. Piensa en las bondades que has recibido de la mano de Dios todos
estos años. A cada uno de nosotros de diferentes maneras, Dios nos ha
bendecido. Si hicieras el recuento de las maravillas de Dios sobre ti, ¡cuán
grandes cosas nos contarías! Por eso amado hermano, siempre debes recordar, “Si
mi Dios no estuviera conmigo hoy estaría con las manos vacías”. Jacob no se
hubiera dado cuenta de estas cosas si no lo ve a la distancia ¿no crees? Cuando
estamos en el momento de la aflicción, bajo el calor del sol, o en medio de las
injusticias laborales o sociales, difícilmente vemos el obrar de Dios. Por ello
el Señor nos llama a regresar, a volver a su tierra prometida. En cierta forma
cada día de reposo es donde nos sentamos, dejamos de trabajar y esforzarnos por
el pan de cada día, para descansar en el obrar de Dios. Ahí es donde recordamos
que el Señor está con nosotros, por ello cada lunes podemos regresar al trabajo
con nuevas fuerzas, nuevos ánimos, y un nuevo impulso, porque hemos recordado
sus maravillosas promesas, su gracia inmerecida, su poder vivificante, y su
Palabra que gobierna todo. Hemos recordado que aquél que se levantó de entre
los muertos es quien sostiene nuestras vidas y quien da agua fresca al sediento
y una vida plena en medio de un mundo de dolor.
-Para
hacer bien
Esta
ultima parte de la historia nos habla del pacto que realizaron Jacob y Labán.
En este punto Labán por fin reconoce a Jacob como su igual, como propietario de
todo lo que tiene, por ello le propone hacer un pacto. Jacob levantó una
piedra, para que funcionara como un testimonio de aquella alianza. Luego
hicieron una pequeña construcción de piedras, donde comieron juntos. Por eso
llamaron cada uno en su lengua Majano del testimonio (en arameo Jegar Sahaduta
y en hebreo Galaad). Este era un testimonio de que la paz había sido hecha
entre estos dos hombres, y que no guardaban ya ningún rencor entre ellos. Pero
también fue llamado Mizpa, que quiere decir “Atalaya”, porque Labán invocó al
Dios de Jacob, Jehová para que vigilara la conducta de Jacob hacia sus hijas,
Jacob no debía tomar a otras mujeres o afligirlas. El daño hacia ellas, sería
un daño contra Labán, y aunque él no se enterara nunca de ese daño, Dios sí lo
sabría y vengaría de tan terrible situación. Esto es sumamente importante en
nuestros tiempos. Se habla de violencia intrafamiliar, de asesinatos de
mujeres, y de violaciones de niños, estos son ejemplos modernos de lo que Dios
es vengador. El Gobierno se ha mostrado insuficiente ante estas terribles
acciones humanas, y ante las muchas denuncias y clamores que llegan hasta el
cielo, Dios no dejará de actuar a favor de los desvalidos. Porque amigo que me
escuchas, tú que violentas a tus hijos y a tu esposa, y crees que este mal
nunca te alcanzará, entérate bien que el Señor está vigilando y es un Dios
vengador, contra todos aquellos levantan la mano contra el débil. Tú asesino
que has quedado impune, que has ocultado el cadáver en alguna vereda o campo
abierto, tú que has violado y asesinado sin que nadie haga nada contra ti,
entérate bien, Dios está viendo, y quizá nadie sepa lo que hiciste pero él fue
testigo de tu maldad. Él vengará a lo que padecen injusticia. Tú que has enviado
fotos de niños y niñas desnudos, de menores de edad, o que has violado y
abusado sexualmente de los infantes, escúchame bien, y que retumbe en tus
oídos, el infierno espera para ti, los más grandes dolores y aflicciones están
reservadas especialmente para ti, el Dios vengador de los oprimidos, él hará
que se apague tu lámpara en lugares tenebrosos. Sí mis amados hermanos, nuestro
Dios vigila por que se haga justicia, y cuando los hombres fallan en hacerla,
el Dios todopoderoso, el defensor de los débiles, él viene a dar castigo a los
culpables.
Esta
señal también funcionaba como un límite territorial. Esto queda claro cuando en
el 52 Labán dice “ni yo pasaré de aquí contra ti, ni tú pasarás contra mi, para
mal”. Jacob no podía ir a la tierra de Labán con intensiones hostiles, y Labán
no podía ir a la tierra de Jacob con intensiones hostiles. Pero podían ir para
hacer el bien. Ninguno de los dos regresó visitó a su pariente, pero hubo uno quien
sí cruzó ese límite, y lo hizo para hacer el bien. Fue nuestro Señor
Jesucristo, quien salió de los limites de Israel y sanó a mujeres y hombres no
judíos, niños y ancianos, a todos los oprimidos por el diablo. Cuanta fue su
bondad que traspasó los límites para sanar y no para destruir. Hoy también nos
llama a ser un pueblo que traspasa los límites para poder ir a sanar, a
restaurar al hombre. Creo que un cristiano no puede identificarse como
feminista, machista, socialista, capitalista, porque su primer nombre es
cristiano. No hay tal cosa como un cristianismo moteado, con manchas de
feminismo, capitalismo o socialismo. El cristiano es una nueva criatura, y no
se conforma a las respuestas que nos proporcionan estas escuelas de
pensamiento, sino que reflexionas las mismas problemáticas, pero desde un punto
de vista diferente, el del Cristo resucitado. Porque noten ustedes que Labán
jura por su propio dios, pero Jacob jura pro el temor de Isaac. Jacob está
accediendo a este pacto bajo la premisa de que el Dios verdadero es Jehová, el
Dios que adora su padre. Por ello nosotros, cuando abordamos estas temáticas,
las de las injusticias hacia las mujeres, la de los asesinatos, los injusticias
sociales, políticas y económicas, todas estas cosas debemos hacerlo desde la
perspectiva de las Escrituras. Debemos sujetar todo nuestro pensamiento y
acción a los principios que el Señor nos ha dado. Por eso mi amado hermano y
hermana, cuando te vayas a pronunciar a favor o en contra de algún movimiento
social, hazlo después de un análisis de los factores implicados desde una
perspectiva cristiana. No estamos en este mundo para unir fuerzas con los
paganos, no hay un terreno común entre ellos y nosotros. Ellos juran por sus
dioses, nosotros por el Dios verdadero. Ellos luchan por su justicia, nosotros
por el Reino de Dios y su justicia. Estamos en el mundo para hacerles bien,
para darles el mensaje redentor y transformador de sus vidas impulsando también
acciones que reflejen el Reino de Dios. Necesitamos jurar por nuestro Dios, no
por los dioses de este siglo.
CONCLUSIÓN
El
llamado del cristiano es a mantenerse separado del mundo en cuanto al pecado se
refiere. Pero esa misma separación es para vivir en novedad de vida,
desarrollando nuestros oficios para la gloria de Dios. Vivir separados del
pecado del mundo es para que aprendamos a conocer al Señor que está con
nosotros. Y por último para que construyendo nuestros esfuerzos culturales
cristianos, podamos hacer bien a nuestra sociedad. Debemos orar por el bien de
nuestra ciudad, pero también hacer el bien para nuestra ciudad. La oración debe
llevar a la acción. Estamos separados del mundo, pero no fuera del mundo. No
somos del mundo, somos de Dios, para servir al Señor en el mundo. Analicemos y
profundicemos en una perspectiva cristiana de todas las cosas.
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