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EL DIOS QUE CUMPLE

Génesis 29 y 30 

Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola

El Señor había prometido a Jacob lo mismo que a Abraham, que su descendencia sería muy numerosa, y que habitarían la tierra prometida, a la vez le aseguró que no lo iba a dejar hasta cumplir todo lo que le había dicho. Esta promesa que hemos escuchado tantas veces comienza a tener un principio de cumplimiento en esta historia. Su más grande cumplimiento vendrá mucho tiempo después, sin embargo, históricamente, la revelación del plan de Dios va teniendo lugar gradualmente. Durante esta predicación nos daremos cuenta que Dios cumple su palabra, en primer lugar, por su guía providencial, en segundo lugar, pese a la degradación del matrimonio, y en tercer lugar Dios cumple su palabra pese al pecado familiar.

-Por su guía providencial

La narración del capítulo 29 comienza diciéndonos que Jacob se dirigió a la tierra de los orientales, es decir, había salido completamente del territorio de Canaán, y ahora se encontraba más allá de sus límites, en dirección a donde vivían sus parientes. El sabía que estaba cerca, pero no sabía que tanto. Pero su Dios le había prometido estar con él en el camino y llevarlo con bien hasta allá y traerlo de regreso a su tierra. Esa confianza era la que hacía que los pasos de Jacob fueran tan firmes. En ese caminar confiado, vio un pozo, donde se juntaron 3 rebaños de ovejas. Al llegar a ellos preguntó de dónde eran, a lo que ellos contestaron que eran de Harán. En la conversación subsiguiente, resultó que los pastores conocían a Labán, el tío de Jacob. E incluso providencialmente venía en camino Raquel, hija de Labán, con su rebaño. Jacob intentó buscar un momento a solas con Raquel, diciéndole a los pastores que sacaran el agua, pero ellos afirmaron que la costumbre del lugar era esperar a que todos los pastores llegaran para mover juntos la piedra que tapaba el pozo porque era muy pesada. Raquel llegó con su rebaño y cuando Jacob la vio inmediatamente fue al pozo y quitó la piedra del mismo, en una gala de fuerza y amabilidad, porque también dio de beber al rebaño de Raquel. Después de todo eso, dio a conocer su identidad a Raquel, “soy pariente tuyo, hijo de Rebeca, hermana de tu padre” y la abrazó y la besó, llorando por tan feliz encuentro. Ella inmediatamente corrió a su padre y le contó todo, Labán por su parte, corrió a recibirlo, lo abrazó y lo besó y hablaron sobre su familia y el viaje. Así estuvo Jacob con él por un mes completo.

¿Qué podemos ver aquí? la guía providencial de Dios. Ninguna de las cosas que estaban sucediendo a Jacob eran por azar. Todas y cada una de ellas sucedían por la providencia de Dios. ¿Qué es la providencia? Podría traer a las Confesiones como testigos de lo que es la providencia, pero vayamos a las Escrituras, por lo menos en este simple y llano texto, donde podemos ver el actuar de Dios, que dirige y sostiene la vida de Jacob, y no solo de él sino de todos los hombres a su alrededor. Dios había prometido a Jacob diciendo: “Yo estoy contigo y te guardaré pro dondequiera que fueres”. Es en ese encuentro “fortuito” con los pastores provenientes de Harán y con Raquel hija de Labán, que el actuar de Dios se ve claramente. A esto le llamamos providencia. Dios ordenando todas las cosas para que su promesa se cumpla. Porque el actuar de Dios en el mundo tiene su fundamento en las promesas que él ha hecho, en la fidelidad que él tiene hacia las mismas. No como un decreto invisible e inalterable como el de los griegos, sino pro una promesa firme y cierta de que Dios estará con Jacob y con todos nosotros. De hecho si retrocedemos un poco al capítulo 9 de Génesis veremos claramente que incluso la continuidad creacional de siembra y la siega, el frío y el calor, y la sucesión del día y la noche, son debido al pacto que el Señor tiene con toda la humanidad. Nosotros entonces, podemos ver en la vida de Jacob que el Señor está siendo fiel a sus promesas, está cumpliendo, y la providencia es un medio por el cual su pacto es llevado a cabo en la historia. ¿Por qué Dios, el Creador Soberano, sostiene el mundo pasar de la maldad humana? ¿Por qué se interesa en Jacob, quien ha demostrado y lo seguirá haciendo, que es un engañador y malvado? No es por Jacob, no es por el mundo, sino pro el propósito que el tiene, también especificado en su pacto: “en tu simiente serán benditas todas las naciones”. La providencia de Dios se basa y lleva a cabo el plan de Dios de traer bendición al mundo a través del bendito, el ungido Hijo de Dios, Jesucristo. El encaminar y caminar de Dios con Jacob tiene el propósito de traer a Cristo Jesús. El alegre encuentro entre Jacob y sus parientes, no es producto del azar, sino de la voluntad amorosa de Dios que quiere traer al Salvador del mundo. La providencia es entonces ese actuar divino para llevar a cabo su pacto en la historia. No solo podemos confiar en que todo lo que sucede está en las manos de Dios, sino que también podemos confiar en que todo redundará para nuestro bien, porque todo nos llevará a que el propósito de Dios se cumpla en nosotros, como lo hizo con Jacob. Quizá pienses que esto implica que no habrá dolor o problemas, o incluso castigo por parte de Dios, pero no es así, más bien se nos asegura que “ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 8:38-39). Por ello el catecismo de Heidelberg dice que la providencia es: “el poder de Dios omnipotente y presente en todo lugar, por el cual sustenta y gobierna el cielo, la tierra y todas las criaturas de tal manera, que todo lo que la tierra produce, la lluvia y la sequía, la fertilidad y la esterilidad, la comida y la bebida, la salud y la enfermedad, riquezas y pobrezas, y finalmente todas las cosas no acontecen sin razón alguna como por azar, sino por su consejo y voluntad paternal.”

Sí, amados hermanos, el cuidado de Dios se ve claramente en la vida de Jacob, en medio de los momentos felices, pero también en medio de los momentos tristes y dolorosos, como veremos más adelante. Es común mis hermanos, que sean en los momentos dolorosos en que busquemos a Dios en oración pidiendo su cuidado y protección, sin embargo, aunque nuestros estén nublados por el dolor, debemos estar dispuestos a confiar y descansar en que el Señor está dirigiendo nuestros pasos hacia el cumplimiento de sus maravillosas promesas. Así como con Jacob, podemos esperar que el actuar de Dios con nosotros sea de acuerdo a sus promesas, porque el Señor no se niega a sí mismo (). Él prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Prometió que su yugo es fácil y ligera su carga, y que si vamos a él tendremos verdadero descanso. Prometió que “todo lo que pidamos según su voluntad nos lo dará”. Y prometió que incluso las cosas terribles que vivamos “nos ayudarán a bien”, es decir a nuestra restauración en Cristo. ¿No es el Apóstol quien nos asegura que todas las promesas de Dios son sí y amén en Cristo? (2 Cor. 1:20). Nada hay en lo que se nos ha prometido que no se haya de cumplir por Cristo, no por ti o por mi, sino porque el Señor es fiel a su Hijo, la cabeza del pacto. ¡Cuán maravilloso es el cuidado y el amor de Dios pro su pueblo que lo que ha prometido a su Hijo nuestro Señor Jesucristo, lo hace real en nosotros!  Lo que sigue son una serie de acontecimientos tan terribles y llenos de pecado, que difícilmente podemos ver cómo es que Dios está actuando en medio de ello. Pero así es. El Señor obra no con agentes perfectos, sino con hombres y mujeres pecadores. Y dirige todas las cosas que suceden para que la venida de Cristo sea aún más gloriosa y llena de Gracia.

-Disciplinando al que ama

Pasado un mes, Labán habló con Jacob, no era justo que Jacob trabajara gratuitamente para Labán. Podríamos pensar que Labán estaba guiado por un sentido de justicia, pero esto no impidió el aprovecharse de la situación para sacar provecho (Calvino). Labán sabía que Jacob estaba enamorado de Raquel, y no tenía dote para dar. Jacob por su parte interactuó con las hijas de Labán, todo ese tiempo. Lea, dicen las Escrituras, tenía ojos delicados, un eufemismo  que indica que “no era muy bonita”, mientras que Raquel tiene lindo semblante y bella figura. Jacob amó a Raquel, se enamoró profundamente de ella. Era tanto su amor, que se apresuró a hacer una propuesta muy alta, “te serviré 7 años para casarme con Raquel”. 7 años estuvo trabajando y le parecieron poco, porque la amaba. Cuando se cumplió el tiempo Jacob dijo “dame a mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido para unirme a ella”. En aquel tiempo se acostumbraba que la fiesta por la boda durara una semana, y la mujer durante el primer día se le vestía con un velo que le cubría de la cabeza a los pies, evitando que el novio viera su rostro. Por ello la sorpresa de Jacob fue tremenda cuando vió al siguiente día que con quien se había casado era Lea, no Raquel. Fue inmediatamente a reclamar a Labán, quien contestó que no era costumbre en su tierra poner a la menor antes que a la mayor. Pero que le daría a Raquel si él estaba dispuesto a trabajar 7 años más para él, y poner buena cara durante los 7 días de la fiesta. Una vez cumplidos los siete días de la primera boda, se realizó una segunda boda, entre Jacob y Raquel. Y se nos dice que Jacob amó más a Raquel que a Lea.

De este breve resumen podemos resaltar tres cosas, primero que la mujer es vista como un objeto de comercio. Desde el momento en que fue creada la mujer, el hombre la vio como su igual y contraparte, nunca la vio como un objeto para obtener placer, sino como alguien que merece amor, porque es su igual (Gen. 2). El hombre y la mujer fueron creados para estar juntos, como socios de Dios en el desarrollo de la creación. Sin embargo desde la caída, el varón se ha esforzado por privar a la mujer de la dignidad que Dios mismo le ha dado, Génesis 3 explica el comienzo de esta maldad diciendo “tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”. Esto como lo hemos explicado no es un mandamiento, sino una descripción de la maldición que el pecado trae sobre la vida de la mujer, es decir, el hombre que ejerce un dominio perverso sobre ella. Este dominio perverso lo vemos en el diálogo entre Laban y Jacob. Miren con cuanta naturalidad tratan a la mujer como si fuera una propiedad más del varón, como un objeto de intercambio económico. Como algo que puede traer más ganancias a la familia. Labán, especialmente las ve como un medio de obtener la fuerza de trabajo de Jacob de manera casi gratuita. De hecho ellas mismas le dicen a Jacob en 31:15 que su padre “las tiene por extrañas, pues que nos vendió, y aun se ha comido del todo nuestro precio”. Ellas mismas se dan cuenta de la poca dignidad con la que fueron tratadas por su padre. ¿La biblia aprueba este tipo de acciones? ¿Por qué guarda silencio al respecto? Primero es necesario entender que el propósito de esta historia no es condenar en sí mismas las injusticias en el mundo, sino cómo a pesar de esas injusticias, la promesa se va cumpliendo. Por otro lado, debemos responder que las Escrituras reprueban tajantemente este tipo de conducta, porque “no fue así en el principio”. Dios no pretendía que la mujer fuera tenida en menos que el varón, tampoco pretendía que ella fuera utilizada como un objeto de ganancia. Todo ello es producto del pecado, no proviene de un mandato de Dios, sino del corazón perverso del ser humano. La mujer debe ser liberada de la opresión que el machismo ejerce sobre ella. Debe ser traída a la libertad gloriosa de las hijas de Dios.  El machismo debe ser erradicado de la tierra, para que una sociedad cristiana florezca y de gloria al nombre del Señor.

Lo segundo que podemos resaltar es que tanto Jacob como Labán tratan al matrimonio como un medio de alcanzar la prosperidad y la felicidad. En la creación Dios instituyó el matrimonio para el mutuo deleite del esposo y la esposa en fidelidad (Gen. 2). Desde la caída el matrimonio es visto como un medio para la felicidad y la prosperidad. En el caso de Labán, el matrimonio era una oportunidad para aumentar su riqueza. Segú las tradiciones de antaño el hombre debía darle una “dote” a la mujer, asegurando su futuro, pero en el caso de Labán, él se quedó con la dote de Raquel y Lea, en lugar de entregarles el fruto del trabajo de Jacob. Él buscó a través del matrimonio su prosperidad. Por su lado Jacob creyó encontrar en Raquel aquello que tanto anhelaba, la felicidad. Este deseo de ser feliz con Raquel le hizo dejar a un lado el mandato creacional de que le matrimonio debe ser entre un hombre y una mujer. Así Jacob acepta dos mujeres porque en su visión romántica del matrimonio, cree que la “elegida” es la que le hará feliz. Por ello Jacob empieza  a hacer diferencia entre Lea y Raquel, amaba más a la hermosa Raquel, que a la simple Lea, cometiendo injusticia. Una injusticia porque había hecho la misma promesa para las dos, por lo que debía cumplirla igualmente para las dos. Porque Jacob no había contraído un matrimonio con dos mujeres, sino que había entrado en dos matrimonios diferentes. LA estructura del matrimonio le exigía amor para sus dos esposas. Algo que él no iba a poder dar, y que no estaba dispuesto a dar. De la misma manera en nuestros tiempos, el matrimonio es visto como un medio para la autorrealización personal. Los matrimonios homosexuales son un ejemplo, porque creen que al formar esta institución pueden obtener la felicidad. Pero no solo ocurre entre los homosexuales, también ocurre entre los heterosexuales, porque muchos fincan su felicidad en la unión que puede existir entre un hombre y una mujer. Creen que esta unión les puede hacer felices, plenos y prósperos, pero solo se encuentran con la triste verdad de que debido al pecado, la felicidad, plenitud y prosperidad son inalcanzables. El matrimonio debe ocupar su lugar en el mundo de Dios, como una institución donde el amor fiel debe ser cultivado entre un hombre y una mujer. Porque la dicha, la plenitud y la prosperidad vienen de Jehová, no de alguna cosa creada.

En tercer lugar, en este acto tan lleno de intriga y traición, Jacob es confrontado con su pecado. Esto lo encontramos de manera indirecta en el pasaje, porque utiliza juegos de palabras y referencias a acciones pasadas en la vida de Jacob. ES como si Dios mismo estuviera confrontando a Jacob. Jacob había engañado a su padre haciéndose pasar por su hermano mayor, apropiándose de la bendición de Esaú. Y ahora Jacob reclamaba el engaño, por haberle dado a Lea en lugar de Raquel. También es confrontado con aquel pecado por tomar el lugar de su hermano mayor, con las palabras “En nuestra tierra no ponemos primero al menor que al mayor”. Como si fuera una voz tremenda en su conciencia recordándole que él había tomado el lugar de su hermano mayor. Jacob no es un hombre justo, y debe reconocerlo, pero eso aún no pasa, porque ante tales reclamos solo calla y acepta las condiciones del nuevo matrimonio. Jacob, al igual que nosotros, necesita reconocer que estamos llenos de maldad y engaño, y que solo asidos de la gracia de Dios podemos ser bendecido. Para esto harán falta 20 años de amargura y dolor. Esto algunos lo describen como la disciplina del Señor (de Graff, y Wanderwelde). Y en palabras de Keller: “Solo porque Dios esté contigo no significa que no haya consecuencias de tu comportamiento e indisciplina”. Heb. 12:5-seis. Prov. 3:12; Am. 3:2.

-Multiplicando la descendencia

A partir del versículo 31 empieza la narración de la vida interna de la familia de Jacob. Pero lo primero que sobresale es que en todos estos acontecimientos Jehová, el Dios del pacto, el Dios que vigila por su pueblo, está viendo y actuando. LA Escritura dice que Jehová vió que Lea era menospreciada. Esa no debía ser la actitud de Jacob. El no debía despreciarla ni hacerla menos, era su esposa, tanto como Raquel. En este punto, el Señor se pone del lado de Lea, la menospreciada, la oprimida en el matrimonio. Una mujer que no es amada por su marido no debe continuar en esclavitud, a libertad ha sido llamada (Calvino). Pero en ese momento particular el Señor usó esta injusticia, para mostrar su gracia, que no es por la belleza que una mujer será considerada madre de los creyentes, sino por el don de Dios. Así que el Señor en su misericordia pro Lea hace que ella pueda tener hijos, pero que Raquel no. El tener hijos era tan valorado entre los hombres de aquel tempo que para Lea era casi seguro que su marido ahora la amaría, de hecho ella confiesa esto en el nacimiento de Rubén, en todos y cada uno de los primeros cuatro hijos que tuvo Lea ella manifestó fe en el Señor. Con Rubén dijo Jehová ha mirado mi aflicción, ahora sí me amará mi marido. Con Simeón dijo Jehová oyó que yo era menospreciada. Con Leví dijo “ahora mi marido se unirá conmigo” y con Judá declaró: Esta vez alabaré a Jehová. Lea se refugió en Jehová, el Dios del Pacto, que cuida de los débiles, y ayuda a los que están en aflicción. El Dios que salva a los oprimidos y libera a los cautivos. Nuestros corazones sin embargo nunca son puros delante del Señor, siempre están manchados por algún pecado, y en el caso de Lea, era creer que engendrar hijos le traería la felicidad que no había en su matrimonio. Raquel por su parte era infeliz, a pesar de tener el amor de su esposo. A pesar de estar junto con el hombre que tanto amaba, era infeliz por que deseaba lo que su hermana poseía, hijos. Ella le exigió a Jacob que le diera hijos, sino moriría. Jacob entonces se enojó con Raquel y adjudicó todo a Dios. Como si Jacob dijera, no me voltees a ver a mi, voltea a Dios. Pero Raquel no estaba del todo fortalecida en su fe, de hecho en lugar de esperar en la voluntad divina, tomó el asunto en sus propias manos. Y tal y como Sara hizo con Abraham, dio a su sierva Bilha como concubina para Jacob. De esta forma, aunque Raquel invoca a Dios, no lo hace por el nombre del pacto, ella aun no ha abrazado las promesas. Cuando nació Dan dijo “Dios me juzgó y también oyó mi voz” y cuando nació Neftalí dijo “Con luchas de Dios he contendido con mi hermana y he vencido”. Dios tenía lugar en su corazón, pero aún no ocupa el trono de su vida. Lo que dirigía sus oraciones era el deseo de ganarle a su hermana, de ser mejor que ella. Porque aunque Raquel tenía la belleza, no era la mayor, lo que siempre daba una ventaja. De Graff explica que aunque este acto es pecaminoso, el Señor no desprecia a Dan y a Neftalí, como lo hizo con Ismael, sino que también los hace formar parte del linaje escogido. “Aquí estaba obrando la palabra de la promesa, sobreponiéndose a los pecados de los hombres y santificando a los hijos”. Por eso en nuestros tiempos, aun a pesar de que haya quienes se rebelan contra el Señor casándose con incrédulos, él santifica a sus hijos, haciéndolos parte del pacto. Y los pequeños son incluidos en el numero de los escogidos de Dios. Lea por su parte entra en la competencia, se deja llevar por el impulso pecaminoso de quererse sobreponer a su hermana. Y dio a Jacob su sierva Zilpa buscando tener hijos a través de ella. Nacieron Gad y Aser, con el primero ella dijo “qué buena fortuna” y con el segundo “ahora todas me van a felicitar”. Dios no es nombrado en ningún momento, parece que la fe de Lea se ha debilitado, quizá pro creer que Dios ya no le concederá hijos.

La mandrágora era una planta que se creía tenía propiedades afrodisiacas y que propiciaban el embarazo. Raquel supo que Rubén el hijo de Lea había encontrado algunas, por lo que le pidió a su hermana le diera las mandrágoras. El dialogo acaba en la compra de una noche con Jacob por parte de Lea. Así de deteriorada estaba la relación entre Lea y Jacob, que ella tuvo que comprar una noche con él. Lo irónico de esta situación es que Raquel aún a pesar de tener las mandrágoras, no pudo concebir, pero Lea sí pudo. Tuvo tres hijos más, Isacar, a quien ve como una recompensa de Dios, Zabulón quien es visto como dado por Dios, con lo que ella aún guarda la esperanza de tener el amor de su esposo. Y Dina, a quien conoceremos mejor más adelante. LA fe de Lea, ha sido fortalecida otra vez. Pero la de Raquel aún necesita ser llevada a la confianza plena en el Dios del pacto. Por ello se nos dice “y se acordó Dios de Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos”. A veces pareciera que Dios se olvida de nosotros, ¿no es así? Cuando viene los sufrimientos, los dolores y la penas, ahí creemos que Dios no está, pero hay momentos en los que el sol vuelve a brillar sobre nosotros, y levantamos el rostro y podemos ver la sonrisa de Dios, y esto lo interpretamos como que él se ha acordado de nosotros. Pero en realidad, Dios siempre ha estado ahí, mirando y obrando. Porque Dios no es un vigilante inmóvil, sino un padre amoroso que cuida a sus hijos. Lo que quería enseñar a Lea y a Raquel era que aprendieran a rendir toda su vida a Él, quien les daría todo lo que necesitan y anhelan. Cuando tuvo a su primer hijo, Raquel dijo: “Dios ha quitado mi afrenta.” Y lo llamó José, diciendo “Añádame Jehová otro hijo”. Sí ella por fin descansaba en el Dios del pacto, en sus promesas y sus bendiciones.

CONCLUSIÓN

Aún en medio del pecado, del engaño, y del desenfreno humano, Dios muestra su gracia. Noten ustedes que Lea se vuelve en la ancestro directa de nuestro Señor Jesucristo. Ella es madre de Judá, uno que parece no hacerle honor a su nombre (alabanza), pero que en su gracia Dios elige para traer a David, y en él a nuestro Señor. O mira la gracia de Dios con Raquel, a quien bendice con José, quien habría de ser un personaje sumamente importante en los siguientes capítulos. No cabe duda que el Señor es un Dios que cumple. Nuestro Dios es diferente totalmente de todos los otros dioses, porque el nuestro sí actúa como un Dios. Es soberano, cumple su palabra, y ordena todo lo que sucede para que sus propósitos lleguen a completarse.  Puedes y debes descansar en este Dios. Recuerda que el Señor elige no por algo bueno o malo en nosotros, sino que nos elige por su pura gracia, para mostrar en nosotros su riqueza y su amor. Lo hace para traer al redentor, para rescatarnos y librarnos de todo mal. Aquí no encontramos nada que imitar en ninguno de estos hombres y mujeres, excepto su fe en que el Señor cumplirá su propósito. Pon tus ojos en el Señor, en quien podrás 

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