Génesis 32:1-21
Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola
1.
Busca la paz
Fue en Betel donde
se le apareció el Señor a Jacob junto con muchos ángeles que subían y bajaban
en la escalinata, ahí, justo antes de salir de la tierra prometida, le fue
asegurado que el Pacto era para él y sus descendientes, que Dios siempre lo
guardaría en todo lo que hiciera, y que lo volvería a traer de regreso a su
tierra. Han pasado 20 años desde aquel bello sueño. Jacob ha salido de la
tierra de Labán, obedeciendo al Señor, para regresar a la tierra que le ha sido
prometida. Pero al acercarse a la tierra prometida “le salieron al encuentro ángeles
de Dios”. No se nos dice sus intenciones, pero sí se son dice que “le salieron
al encuentro”, parece ser un tono positivo, algo bueno, como si lo estuvieran
esperando y le salen a recibir. Y cuando Jacob los vio dijo: Este es Campamento
de Dios. Porque estos ángeles estaban como guerreros sobre el lugar, rodeando a
Jacob, recordándole dos cosas: primero que su vida entera está bajo el cuidado
y la protección divina, y segundo que la tierra donde estaba era el lugar de la
morada del Señor. A partir de la primera venida del Señor Jesucristo la morada
del Señor, ya no es Israel, sino el mundo entero. Toda la tierra le pertenece,
y su campamento está donde está su pueblo, su Iglesia. Nuestro Señor sigue
estando presente en medio de su pueblo, y reclama aún en nuestros días, toda la
tierra como suya. Este mundo le pertenece, es su tierra. Quizá con esta
perspectiva en mente, Jacob envía algunos mensajeros a Esaú, su hermano. Quien,
como recordarán, había quedado totalmente decepcionado y lleno de odio hacia
Jacob, su deseo era matarlo. Sin embargo, Jacob envía estos mensajeros tratando
de “hallar gracia en sus ojos”. De hecho, el mensaje es muy elocuente y
sincero. Jacob llama a su hermano “mi señor Esaú”, y se llama a sí mismo “tu
siervo Jacob”. Reconoce a Esaú como el señor de aquella tierra, el heredero de
todo lo que hay en la tierra prometida. No busca problemas con él, más bien le
muestra que todo lo que ha conseguido es producto del trabajo y del esfuerzo de
todos esos años. Hay definitivamente un cambio en la actitud de Jacob, ya no es
aquel engañador y perverso estafador que quiere hacerse con todo lo que
pertenece a otros. Ahora es un hombre que busca perdón, reconciliación. Su
único deseo es hallar gracia ante sus ojos, es decir, que le perdone por todos
aquellos engaños para apropiarse de loq eu por derecho era de Esaú. No cabe
duda que la visión de los ángeles de Dios le trajo consuelo y ánimo, para poder
enviar a estos mensajeros delante de él.
Los mensajeros
entonces entregaron su mensaje, y regresaron con Jacob, y le traían excelentes
noticias: “Esaú también viene a recibirte, y cuatrocientos hombres con él”. La
primera frase le proporcionó, seguramente una alegría indescriptible, pero la
segunda, le perturbó muchísimo. ¿Por qué vendría con cuatrocientos hombres?
¿Qué necesidad hay de tal comitiva? ¿Venían armados? ¿Cuál era el ánimo de
Esaú? Tristemente los siervos de Jacob no pudieron darle respuesta a sus
preguntas, y el corazón de Jacob temió, bueno, en realidad la Escritura lo describe
mejor: “Entonces Jacob tuvo gran temor y se angustió”. No era para menos, el
hombre que quería matarlo cuando salió de Beerseba, venía a encontrarlo con 400
hombres. Cualquiera de nosotros se hubiera angustiado, y Jacob era como uno de
nosotros. ¿Qué podía hacer Jacob contra 400 hombres? No mucho, en realidad solo
se preparó para que si por alguna situación Esaú los atacaba, algunos pudieran
escapar. Pero él se daba por muerto. Así que dividió a su campamento en dos, en
un lado las siervas con sus hijos, y en el otro sus esposas con sus hijos.
Ojalá alguno de los dos campamentos tuviera oportunidad de escapar.
Jacob buscaba la
paz con su hermano, pero en realidad él sabe que no merece esa paz. Nada le han
dicho acerca de la actitud de Esaú, ni han dicho nada respecto a si venía con
propósitos hostiles o no. Jacob simplemente asume que el corazón de su hermano
sigue “respirando amenazas” contra él. El corazón de Jacob necesita un
consuelo, necesita encontrar algo que le fortalezca. La visión de los ángeles
escapó a su corazón, de tal manera que, aunque ese lugar se llamó “Mahanaim”
por causa del campamento de ángeles y el suyo, eso pasó a segundo plano cuando
tuvo que dividir su campamento en dos, para poder escapar a la muerte. Aquél
dicho de “espera lo mejor, pero prepárate para lo peor” en este caso se hacía
realidad para Jacob, por lo menos en su mente y corazón. Estoy seguro que
muchas veces tenemos experiencias personales por las cuales sentimos
indudablemente que Dios está con nosotros, ya sea por alguna circunstancia que
nos favorece, o porque las cosas “se acomodaron”, pero nuestras experiencias
cambian, las circunstancias dejan de favorecernos, y las cosas se desacomodan,
en esos momentos, ¿a dónde nos dirigimos? ¿Cómo podemos obtener la certeza de
que Dios está con nosotros, aunque nuestros miedos dominen nuestro corazón?
2.
Se refugia en el pacto
Cuando Jacob se
sintió abrumado por el gran temor y la angustia que sentía, que se dirigió en
oración al Señor. Jacob había aprendido a buscar el rostro, la guía y el
consuelo del Señor en medio de sus circunstancias adversas. Cuando había salido
de Beerseba, el Señor se le apareció para fortalecerle y decirle que estaría
con él. Cuando Labán le trató injustamente, el Señor se le apareció para
asegurarle que todas las tretas de Labán no funcionaban por la presencia fiel
de Dios con Jacob. A veces, muchas más de lo que queremos aceptar, tenemos
temores y angustias, quizá infundados, como el de Jacob, producto de la
incertidumbre. El temor, la angustia se producen cuando nos vemos desprotegidos
en medio de una circunstancia que no podemos controlar, porque no sabemos cómo
acabará. ¿Qué mejor respuesta ante el temor y la angustia que la oración? La
oración en el cristiano no es el último recurso, ni el primer recurso, la
oración es el recurso constante. Jacob caminaba por fe, y ahora esa fe iba a
expresarse en el momento justo, ¿Jacob iba a tomar el asunto en sus manos? ¿O
habría de apelar a las promesas y el pacto del Señor?
Pues como dije,
Jacob oró. Y su oración nos hace ver a un hombre completamente consciente de
dos cosas, la fidelidad de Dios a su Pacto, y la gracia en su vida. Lo primero
lo vemos en el versículo 9 y lo segundo en el 10. Jacob ha conocido a Dios de
una manera profunda. El conocimiento de Dios, no es producto de una reflexión
teológica profunda, de los muchos cursos que podamos tomar, sino de una vida
entera vivida ante su rostro, a la luz de sus promesas y mandatos. Jacob
experimentó esto en la vida de su abuelo Abraham, seguramente escuchó las
historias de cómo Dios lo había sacado de Ur de los Caldeos, de cómo Dios había
fortalecido su brazo para derrotar a los reyes que secuestraron a Lot.
Seguramente había escuchado del Dios de Abraham, a quien le dio lo diezmos de
todo. Escuchó cómo este gran Dios habiéndole prometido a Abraham y Sara un
hijo, lo cumplió y les dio a Isaac. Las promesas del Dios de Abraham se
cumplieron a cabalidad. También escuchó y vió cómo el Dios de Isaac, hijo de
Abraham, había respondido constantemente en fidelidad. Él supo que aunque su
esposa rebeca era estéril, su Dios le había hecho concebir en su vientre, no
uno, sino dos hijos. Sabía cómo Dios había protegido a Isaac su padre y cómo
fue prosperado en todo lo que hizo. Dios le había hecho tal bien a Isaac que
Jacob mismo era consciente de que Jehová, era el “temor de Isaac”. Jacob no fue
a un seminario, no estudio un doctorado en teología, ni siquiera la
licenciatura, pero él sabía por la experiencia de su fe, que el Señor, Dios de
Abraham, Dios de Isaac, era un Dios fiel. Que jamás se retracta de lo que ha
dicho. Jacob recordaba las palabras de Dios: “vuélvete a tu tierra y a tu
parentela, y yo te haré bien”. ¿Acaso sería diferente con Jacob? ¿No sería este
fiel Dios de Abraham y de Isaac, también fiel a lo que le prometió a Jacob?
¿Cuántas veces dudamos de las promesas de Dios? Estoy seguro que muchas, porque
pensamos constantemente, “esas promesas solo eran para los hombres de la
antigüedad, o para los santos “super entregados”. Pero amado hermano, quiero
que sepas, que el Señor sí nos ha dado promesas maravillosas, por medio de su
evangelio. Él ha prometido hacernos bien si regresamos a la fe, si volvemos a
buscar su rostro, y a andar en sus caminos. Si aprendemos como Jacob a vivir
por fe, de acuerdo a sus mandatos. Mi pregunta para los padres hoy, ¿tus hijos
pueden orar como oró Jacob? “Dios de mi padre… Dios de mi madre, tú que me
dijiste…” ¿cómo has asegurado a tus hijos en la fe?
En la siguiente
parte de la oración, como dije, habla de la gracia de Dios en su vida. El
versículo 10 lo deja claro “no soy digno de todo el amor inagotable y de la
fidelidad que has mostrado a mí, tu siervo. Cuando salí de mi hogar y crucé el
río Jordán, no poseía más que mi bastón, ¡pero ahora todos los de mi casa
ocupan dos grandes campamentos!” (NTV). Esta traducción es más sencilla, y deja
claro el corazón de Jacob. Él sabe que tod olo que tiene le ha venido por la
gracia de Dios. O dicho en palabras de Jacob: “por tu amor inagotable y tu
fidelidad”. Y aquí hay un punto importante, si Dios actúa con nosotros con amor
inagotable y fidelidad, es porque él estableció un pacto, dio su palabra, y
aunque nosotros muchas veces no desdecimos, el Señor nunca se niega a sí mismo.
Él jamás deja de prodigar su amor a todos nosotros. Creo que una parte
importante de la oración es reconocer que todo lo que hemos recibido, nos viene
de la gracia de Dios. Ya en otras ocasiones he hablado de la importancia de
recapitular lo que el Señor ha hecho a nuestro favor. ¿No debemos entonces contarles
a nuestros hijos “el amor inagotable que nos ha dado y la fidelidad que nos ha
mostrado? Pero no como algo que nosotros merezcamos, sino como algo que nos
viene por el amor inagotable de Dios y su fidelidad. Nosotros debemos aprender,
junto con nuestros hijos a ver todo lo que recibimos en la vida como producto
del amor inagotable de Dios y de su fidelidad. Tristemente, les enseñamos que
todo lo que conseguimos es producto del trabajo duro y el esfuerzo,
especialmente en las cosas terrenales. Piénsalo bien, nos engañamos a nosotros
mismos pensando en términos dualistas, les enseñamos a creer que las
bendiciones espirituales se reciben por gracia, pero las bendiciones
materiales, se reciben por el esfuerzo y la dedicación. Pero amado hermano, te
recuerdo el Salmo 127, donde se dice que, aunque edifiques la casa, si el Señor
no la edifica, de nada sirve. Si la ciudad está rodeada por los centinelas y el
Señor no la guarda, de nada sirve. “Es inútil que te esfuerces tanto, desde la
mañana temprano hasta tarde en la noche, y te preocupes por conseguir alimento;
porque Dios da descanso a sus amados”. ¿Está la biblia promoviendo la pereza?
No. Lo que está promoviendo es que no pongas tu mirada en el mucho esfuerzo que
realizas para conseguir algo, sino que todo viene de la mano y el cuidado de
Dios pro su pueblo. O como dice aquí: Lo que me da descanso, no es saber que hice
todo lo posible para obtener lo que tengo, lo que me da descanso es saberme
amado por Dios. Todo lo que poseemos hermanos, sea mucho o poco, es muestra del
amor inagotable de Dios y de su fidelidad. Jacob había cruzado el Jordán la
primera vez con un bastón, y ahora regresaba con dos campamentos. Y él sabe que
no merece tanto bien.
Jacob no llena su
oración con muchas palabras, él tiene un gran temor y está angustiado. Por eso,
después de este brevísimo repaso en su corazón de quién es Dios, y como se ha
revelado a él, y después de saber cuan inagotable es su amor y su fidelidad, su
corazón se desborda y clama angustiado: “¡Oh Señor, te ruego que me rescates de
la mano de mi hermano Esaú. Tengo miedo de que venga para atacarme a mí y
también a mis esposas y a mis hijos. Pero tú me prometiste: “Ciertamente te
trataré con bondad y multiplicaré tus descendientes hasta que lleguen a ser tan
numerosos como la arena a la orilla del mar, imposibles de contar”. ¿Cuántas
veces encubrimos nuestro corazón delante de Dios? Pero cuánta vulnerabilidad
manifiesta Jacob ante su Dios. Porque ahí es donde somos completamente
vulnerables, ahí debemos quitar nuestras caretas, nuestra armadura, y nuestra
fuerza, delante de Dios estamos completamente desnudos, descubiertos, completamente
a expensas de él. Nuestro único refugio, nuestra única opción delante de Dios,
al presentarle nuestras aflicciones, es apelar a sus promesas. Jacob fue claro,
“Tengo miedo de que Esaú me mate a mi, a mis esposas y a mis hijos, líbrame… tú
prometiste que mi descendencia sería muy numerosa, pero si ellos mueren, no es
posible”. ¿puedes ver la evolución de la fe de Jacob? Se parece a la de su
padre Abraham, quien cuando iba a sacrificar a Isaac, sabía que las promesas
del Señor de alguna manera se cumplirían. La fe es la certeza de que, aunque
mis temores sean muchos, las promesas de Dios son para mi y se han de cumplir
pase lo que pase. Jacob le pide al Señor que cumpla sus promesas, y pone su
petición al servicio del Reino de Dios. Porque amado hermano, el asunto central
de la oración es empezar a ver nuestras necesidades a la luz del avance del
Reino de Dios, no del nuestro. Jacob busca al Señor suplicándole que le guarde
a él y a su familia, para que sus promesas se cumplan fielmente. ¿Cómo buscamos
al Señor nosotros?
3.
Sigue la voluntad de
Dios.
El propósito de la
oración es aprender a ordenar toda nuestra vida a los propósitos del Señor.
Esto nos lo mostró nuestro Señor Jesucristo cuando en el Getsemaní él oró: “No
se haga mi voluntad sino la tuya”. Sometiendo así su corazón al Señor, para
descansar en su voluntad, y en que todo lo que sucede viene de la mano del
Señor. Jacob estaba sometiéndose a la voluntad de Dios ¿cuál era esa voluntad?
Que regresara a la tierra de sus padres. Jacob estaba decidido a seguir esa
voluntad. Creo que en este punto Jacob ha entendido que pase lo que pase él
debe cumplir lo que el Señor ordena, no dejar de obedecerle en medio de sus
temores y angustias. Debemos estar conscientes que muchas veces obedecer al
Señor nos provocará temores y angustias hermanos, es un error pensar que cuando
haces algo y sientes paz, esa es la voluntad de Dios. Seguir la voluntad de
Dios, produce paz de saber que él se agrada de nosotros, pero no asegura
ausencia de conflictos. De hecho, por eso nuestro Señor Jesucristo nos dijo:
“En el mundo tendréis aflicción pero confiad, yo he vencido al mundo”. La paz
que produce el Señor no es la de alguien que no tiene problemas, sino que la de
alguien que sabe que aunque tiene problemas, temores y angustias, el Señor está
con nosotros, y es victorioso. Seguir la voluntad de Dios ene l trabajo, en la
escuela, en las relaciones interpersonales, con la pareja, en la sexualidad, en
la política, en cada cosa que hagamos nos traerá angustia y temor de la reacción
que puedan tener los otros, pero es necesario que entendamos que en medio de
esos temores podemos llegar confiadamente ante el Padre, y seguir adelante.
Jacob siguió
adelante, y preparó toda una serie de regalos para su hermano Esaú, con el
único propósito de calmar su enojo. ¿Son estos regalos falta de confianza en el
cuidado que había pedido en su última oración? Pienso que no. Pienso que estos
regalos que Jacob envía son una forma de establecer que no tiene ninguna
intención hostil contra Esaú, y que su propósito es la reconciliación. De
hecho, descansar en la voluntad de Dios no implica actuar pasivamente cuando
vemos que hay un problema ante nosotros. Nuestro Señor Jesucristo explicó que
cuando sepamos que alguien tiene algo contra nosotros, debemos ir y ponernos a
cuenta para restaurar la relación. No simplemente orar pidiendo que esa persona
nos perdone. Jacob está poniendo en práctica su oración. Él sabe que tiene
asegurada la protección de Dios, y por ello se aventura a poder reconciliarse
con su hermano. Él no sabe si Esaú estará dispuesto a perdonarle, solo sabe que
quizá pueda suavizarlo un poco con algunos regalos. La misma situación sucede
cuando nosotros buscamos la reconciliación con alguien, muchas veces la forma
de buscarla es a través del envío de un presente, un regalo, o alguna cosa que
la persona considera valioso y querido. Y al desprenderse Jacob de una parte
considerable de su rebaño él está diciéndole a Esaú, que no hay nada más
valioso que el cariño y la devoción de su hermano.
Hay quienes
piensan que buscar la ayuda de los hombres es una forma de no confiar en Dios,
y en lugar de ir al médico, al abogado o al banco, tiene una actitud pasiva
cuando oran, oran pidiendo sanidad, pero no van al médico, oran pidiendo que
sus deudas se disminuyan, pero no van al banco a renegociar su deuda, oran
pidiendo que el Señor les libre de un problema legal, pero no acuden con el
abogado. Eso no es fe, eso es necedad. Otros que piensa que por agradecer a los
hombres están despreciando a Dios, y en lugar de agradecer al médico por sus
atenciones, agradecen al Señor. No es ningún error reconocer en los hombres la
mano de Dios sobre nuestras vidas, más bien, cada que reconocemos los talentos
de los médicos, abogados, o arquitectos, estamos agradeciendo por los dones que
el Señor les ha dado.
Es muy importante
que aprendamos a ver nuestras vidas desde la perspectiva de que nuestra oración
debe llevarnos a la acción. La oración de Jacob pidiéndole al Señor que lo
libre de su hermano Esaú, vino acompañada de la acción de Jacob para poder
reconciliarse con él. Su oración y su acción estaban coordinadas, muchas veces
dentro del campamento de Dios, nuestras oraciones y acciones no se coordinan.
Porque le pedimos al Señor que nos libre de tentaciones, y en lugar de buscar
evitar el pecado, nos metemos aún más, al cabo que el Señor me librará. O
también, le pedimos al Señor una pareja que lo ame y le honre, pero buscamos
una que no es creyente en Cristo. Pedimos al Señor que nos de trabajo, pero no
salimos de casa a buscarlo. Pedimos al Señor que nos ayude a aprender más en la
escuela, pero en lugar de dedicarnos al estudio, pasamos horas en viendo
series. Le pedimos que nos bendiga con un sueldo mayor, y no usamos nuestros
recursos para su gloria. Nuestra oración debe estar dirigida a la acción.
CONCLUSIÓN
Nosotros vivimos en el Campamento de Dios,
nuestro Señor habita en medio de nosotros. Ángeles nos rodean, y los santos del
pasado nos miran ansiosos por ver las grandezas de nuestro Dios en nuestros
tiempos. La vida dentro del campamento de Dios debe ser tal que busque la paz
con nuestro prójimo. La vida dentro del campamento de Dios debe ser una que
confíe completamente en las promesas que el Señor ha hecho, y que esté
asegurada del amor inagotable y de la fidelidad de nuestro Dios. En el
campamento de Dios marchamos para hacer la voluntad de Dios, conscientes de que,
en medio de temores y angustias, el Señor está con nosotros, y su fidelidad y
amor inagotable es nuestro refugio. En estos tiempos de incertidumbre, de odio,
de revoluciones sociales, de injusticias políticas, de manipulaciones
mediáticas, debemos plantarnos como el campamento de Dios y empezar a hacer su
voluntad en todo lo que emprendamos. Bajo la perspectiva de que en todo y por
todo, el Señor debe ser exaltado.
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