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LA NUEVA HUMANIDAD

 

Génesis 24

Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola

1.      Apartada para el Señor

Ya habían pasado 3 años de la muerte de Sara, Isaac ya tendría cuarenta y su padre no era un jovencito. Sentía cerca la muerte, pero ante todo sentía cerca la bendición del Señor. Porque así fue mis hermanos, la vida de Abraham fue una muestra de la bendición de Dios, no es que Abraham recorrió el camino de la fe, sino que el Señor le llevó a través de ese camino. Primero sacándolo de Ur de los caldeos, y después de Harán, la tierra donde su padre Taré hizo residencia. De ahí Dios le sacó diciendo: Haré de ti una nación grande y en ti serán benditas todas las naciones de la tierra. Le prometió que le daría la tierra de Canaan a su descendencia. Vimos situaciones difíciles, ¿no les parece? Como por ejemplo cuando temió la ira de los egipcios o de los filisteos por causa de la belleza de su esposa. O también cuando tuvo que pelear contra los reyes de la llanura, y reconocer que toda su fuerza venía del Señor. Él le dijo: “No temas Abram, yo soy tu escudo; y tu galardón será sobremanera grande”. Las pruebas del Señor no paraban, porque le prometió un hijo, pero él creyó que tendría que “ayudar” un poco a Dios, lo solo trajo amargura al matrimonio. Pero el Señor permaneció fiel, le dio la señal de la circuncisión, para que en toda su vida siempre pudiera recordar que él le pertenece al Señor y que las promesas nunca se podrán borrar, las llevaba como una marca sobre el cuerpo. Cuando por fin llegó el nacimiento del hijo prometido, Isaac, le fue ordenado sacrificarlo, para así demostrar que no hay algo que pueda amar más que a Dios. Todo este camino lo había recorrido Dios con Abraham, por ello su bendición no se había hecho esperar. Porque Dios había apartado a Abraham y su descendencia como un especial tesoro, ellos eran santos, apartados para Dios. Y su bendición se manifestó paso a paso, en cada una de las pruebas la fe de Abraham era fortalecida, para que aprendiera a confiar en el Señor. Y en el trabajo que Abraham realizaba como pastor de ovejas y comerciante, no eran pocas las ganancias. El Señor había bendecido a Abraham. Pero esa bendición estaba condicionada por la promesa, y esto lo entendía bien Abraham, porque cuando pensó en traer una esposa para Isaac, lo hizo según la promesa del Señor.

Del verso 2-9 tiene lugar un dialogo muy bello, entre un amo y su siervo, Abraham pide a su siervo que realice la tarea más difícil que puede haber, la de conseguirle una esposa a Isaac, para ello le impuso dos condiciones. La primera que ella debía ser de la familia de Abraham. Y la segunda que Isaac no debía regresar a la tierra de Harán. En cuanto a la primera condición Abraham entiende que Jehová es Dios del cielo y Dios de la tierra, en el hebreo lo enfatiza con esa distinción. Abraham ha entendido que absolutamente todo lo que sucede está en las manos del Señor, porque él gobierna sobre el cielo y gobierna sobre la tierra. Muchas veces solamente queremos creer que Dios es una especie de director cósmico, pero que tiene su labor en los cielos, como si ese fuera el lugar de Dios y su gobierno. Pero en realidad, él gobierna sobre todo, incluso sobre nuestras relaciones, esas que llamamos terrenales. Porque él es el Dios del Cielo y Dios de la tierra. Los cananeos no tenían esta fe. Ellos no creían en este tipo de Dios, ellos creían en un dios a su propia imagen que tenía las mismas pasiones y desenfrenos, y que pedía sangre para satisfacer su ira. Jehová, para ellos, era solo uno de los tantos dioses existentes. Abraham no podía permitir que dentro del pacto hubiera una mujer o un hombre que no aceptara sus condiciones. Ismael había sido expulsado por no aceptar a Isaac como el heredero. Una cananea no tenía lugar en el pueblo de Dios, porque lo que nos une, más allá del amor entre esposo, o de la relación filial entre padres e hijos, es nuestra común fe. Lo que nos une con nuestro pueblo, es la fe que nos sostiene. Que Jehová es el Dios del Cielo y Dios de la tierra.

La segunda condición es que Isaac no debe regresar a la tierra de Harán, o Mesopotamia. Podríamos pensar que se debe a un capricho de un anciano, pero no. Esta condición está ligada con la promesa que el Señor hizo de darle a la descendencia de Abraham la tierra de Canaan. Si Isaac se iba de la tierra estaba renunciando a la promesa del Señor. Esta renunciando a el privilegio de ser bendecido y ser bendición para todas las naciones. Rechazar el pacto y sus beneficios se convierte en una gran traición contra el Señor, y nos hace herederos de una condenación terrible, porque la bendición del Señor, después de ser rechazada, nunca jamás regresa, aunque con lágrimas ruegues y supliques (Heb. 12: 17). No permitas, le dijo Abraham a su criado, que Isaac renuncie a esta bendición, la bendición para las naciones, porque el Señor la cumplirá. La venida de nuestro Señor Jesucristo estaba ligada genéticamente a la fe de Abraham y territorialmente a Canaan, no podía ser de otra forma.

Hoy debemos meditar en estas cosas mis hermanos, tanto los jóvenes que no se han casado, como los adultos que parecen adolescentes con noviecitos y sin casarse. Nuestro Dios todopoderoso, gobierna el cielo y la tierra, pide que nosotros, su simiente santa, vivamos de acuerdo a su pacto. Incluso a la hora de elegir pareja, el también gobierna, porque tu vida entera está normada por el Pacto de Dios. Tu sexualidad es vivida ante el rostro de Dios, la entrega mutua entre el esposo y la esposa debe darse en el contexto del pacto. Dios así lo ha establecido, y el ejemplo de los patriarcas nos ha dejado gran enseñanza. Abraham estaba dispuesto a que su hijo se quedara solo, con tal de que el pacto de Dios no fuera quebrantado. “No permitas que vuelva a la tierra de Mesopotamia”, es decir, no permitas que le de la espalda al pacto. En muchas ocasiones, cuando los hijos se casan con mujeres inconversas o al revés cuando las hijas se casan con hombres inconversos, acaban por abandonar el pacto por seguir a su pareja. Entre los consejos matrimoniales se dice que la diferencia en la fe traerá problemas a la pareja, pero ese no es el punto aquí, no son los problemas de la pareja los que Dios señala aquí, sino el problema más grande del hombre, reemplazar a Dios por la criatura. Cuando te casas con un no creyente estás rechazando el pacto, estás diciendo que el pacto (la sangre de Cristo) no importa tanto en tu vida, y que el máximo propósito de tu vida, es darte satisfacción a ti mismo, no satisfacer a Dios. ¿Quién es el centro de tu vida alrededor del cual construirás toda tu existencia? ¿La construirás alrededor del Señor, o la construirás alrededor de ti mismo o de tu pareja?

El criado de Abraham estaba preocupado, ¿Qué tal que la joven no quisiera venir? ¿Qué tal que no encuentre a alguien que quiera venir a Canaan? Abraham calma sus preocupaciones, con su fe, entrenada a lo largo de décadas, enseñándole a esperar en la voluntad del Señor. Le dice “él enviará su ángel delante de ti, y tu traerás de allá mujer para mi hijo”. ¡Cuánta fe tiene Abraham! Él ha sido alimentado por el Señor, para poder entender que quien está buscando esposa para Isaac no es Abraham, ni el criado, sino Dios mismo, en fidelidad a su pacto. Porque este Ángel de Jehová no es otro que Dios mismo, nuestro Señor Jesucristo, ordenando todo para que la salvación, la redención y el rescate de toda la creación tenga lugar. ¿Te preocupa no encontrar una pareja? ¿Ya ha pasado mucho tiempo? Los hombres y mujeres, creyentes y no creyentes, seguramente te han decepcionado, pero puedes descansar, en que el Señor está preparando a alguien que será tu ayuda idónea, y de quien tú serás ayuda idónea. Solamente tienes que estar dispuesto (a) a seguir su voluntad en todo, incluida tu elección de pareja.

2.      Dependiente del Señor (Busca su voluntad)

En cada parte de esta narración, de los versículos 10- 61, vemos una constante dependencia del Señor. De hecho, todas las acciones del siervo de Abraham están encaminadas a conocer la voluntad del Señor, sobre la confianza de que el Ángel de Jehová está guiando todo lo que sucede. Nosotros también debemos buscar que la voluntad de Dios se haga en nuestras vidas, en cada momento. ¿Pero cómo lo hizo el siervo? ¿Es acaso una formula? No mis hermanos, no es una fórmula, pero definitivamente nos muestra, en la experiencia personal de Eliezer una forma específica de su tiempo en la que buscó la voluntad de Dios.

En primer lugar Eliezer entendía perfectamente lo que se exigía de él como representante de su amo. Él debía demostrar que cuando la joven se fuera de la casa de los padres, llegaría a un lugar donde no le faltaría nada. Por ello lleva 10 camellos, que en aquellos tiempos eran sinónimo de riqueza y poder. También llevó muchas joyas y vestidos, quizá como parte de la dote que se acostumbraba en aquellos tiempos, no como una compra de la joven, más bien son un medio de comprobar la estabilidad del pretendiente. Con toda esta cantidad de cosas ¿pretendía mover el interés de la joven? No, lo que pretendía era que no temiera las carencias y necesidades de la vida, porque nunca le faltaría la comida y el vestido. Estas cosas pueden mover a los jóvenes con facilidad a dejar a un lado el matrimonio, porque les preocupa la provisión, el dónde vivir y los diferentes medios para salir adelante. Pero aquí esto no sería pretexto, porque la familia de la mujer quedaría sin excusas para dejarla ir, por lo menos según el factor económico. Ahí podía ver la bendición de Jehová, el cuidado y la provisión divina en la familia de Abraham. Desde ahí, ya se le podía sugerir a la joven la bendición especial que se encontraba ahí.

En segundo lugar, Eliezer buscaba un tipo de mujer específica. La vida de un nómada no es sencilla, necesita ciertas características que le harán poder formar parte de este estilo de vida. Recordemos que los parientes en Harán no vivían en el campo, sino en la ciudad, con un estilo completamente diferente. Por ello pone en las manos del Señor este asunto. Pide una señal, pero no lo hace para confirmar su fe, sabe que el Señor está con él, sino que lo hace para que pueda conocer claramente la voluntad del Señor (Von Rad). La señal que pide es muy específica: Le ruega al Señor que cuando él vaya con una joven y le pida agua, si ella responde dándole agua a él y a los camellos, esta será la que debe llevar como esposa. Es algo muy específico, e incluso hasta podríamos pensar que está poniéndole límites a Dios, lo cual nos parece hasta blasfemo. Pero si algo quiero que quede claro es que el siervo no está pidiendo por sí mismo, está haciéndolo según el Jesed de Dios con Abraham. ¿Qué es el Jesed? Esto lo encontramos traducido en nuestras biblias como (v. 12, 14, 27, 49) “hacer misericordia con mi Señor”, o en la NTV “amor inagotable y fidelidad” o en PDT: “Fiel amor”. Todas estas palabras nos hablan del pacto que había entre Jehová y Abraham. En este pacto había compromisos recíprocos, el más fuerte se comprometía a proteger y proveer para el débil, mientras que el más débil prometía lealtad absoluta. Era un pacto que implicaba compromiso, pero también generosidad y misericordia. De hecho Jesed tiene el significado fundamental de “fuerza, constancia y amor”. Algo parecido encontramos en el pacto matrimonial, cada acto dentro del matrimonio debe reflejar ese amor, esa fuerza y esa constancia entre la pareja. Así, cada acto del Señor a favor de Abraham y su descendencia son los hechos específicos de redención, en el cumplimiento de su promesa. Dios está siendo movido por el amor a Abraham y su fidelidad al Pacto. De hecho Dios está siendo movido por esta petición de ayuda por Eliezer, para que actúe de acuerdo a su pacto. La respuesta no se hace esperar, de hecho, aún no había terminado de orar en su corazón cuando una joven llegó y con su cántaro descendió hasta el pozo para sacar agua. ¿Querías tu señal? Hela ahí.

Su nombre era Rebeca, y era bellísima, se nos dice que era vírgen, es decir, que no había tenido relaciones sexuales con ningún hombre. Ambas características muy importantes para un hombre en aquella época. La belleza y la virginidad están siendo opacadas por nuestra sociedad vendida a un concepto de belleza corrupto, donde ser bello significa “no amoldarte a las exigencias divinas”, sino “reinventarte a ti mismo y buscar tu propia identidad”. O nos hablan de la sexualidad como algo que podemos experimentar sin ningún compromiso de nuestra parte, solamente por el mero placer de hacerlo. Pero ante ello, el Señor presenta la virginidad y la belleza como algo que también debemos buscar en nuestra pareja. No es pecado buscar estas cosas, más bien forma parte de nuestra estructura creacional, el joven o la señorita se sienten atraídos el uno al otro, no por sus características espirituales (él no dice, me encanta cómo oras, o me encanta cuando pasas a leer la biblia en el culto), sino por sus características físicas, sus ojos, su voz, su manera de ser, o incluso su cuerpo. Todas estas cosas son lícitas, entre tanto y la lujuria y la fornicación no tengan lugar. Y el siervo lo sabía, ella era bella y no estaba casada, así que estaba disponible para casarse. Corrió y le pidió agua, no mencionó a los camellos, pero ella le dio agua para beber y también a los camellos, mientras tanto, este siervo, se quedó viendo asombrado, y expectante, para saber “si Jehová había prosperado su viaje o no”. Ella le dio de beber a todos los camellos, y vaya que no eran pocas veces las que tuvo que bajar y cargar aquél cántaro para satisfacer a aquellos 10 camellos. Con ello Eliezer buscaba no solo características físicas, también buscaba ciertas aptitudes: como servicio, bondad de corazón y un amor por el prójimo y la creación. ¡Qué maravillosas características! Quizá te parezcan muy generales, pero son muy importantes a la hora de la relación matrimonial, ellas eran las ideales para Isaac. Y nada despreciables para los creyentes hoy. Pero no solo buscaba eso, ¿recuerdan? Él también buscaba que ella fuera de la familia de Abraham, es decir, creyente. La pregunta fue muy clara, y la respuesta fue maravillosa, ella era nieta de Nacor, hermano de Abraham. En ese momento el siervo no pudo hacer otra que arrodillarse delante de Dios y reconocer que él era tan fiel, pero tan fiel a su pacto, que no solo le dirigió con una joven, sino que ella era de la familia de Abraham. Así el señor había manifestado su fuerza, su constancia y su amor hacia Abraham. La llegada de una pareja hermano es muestra de la bendición de Dios (Prov. 18:22): El que halla esposa halla el bien y alcanza la benevolencia de Jehová. El Señor es fiel, si él te ha llamado a la institución de matrimonio, ten paciencia, porque el Señor está obrando.

Pero pastor, preguntarás tú ¿cómo sabe que Rebeca era creyente en el Señor al igual que toda su familia? Por un acontecimiento muy especial. Cuando el siervo es llevado a casa de Betuel, padre de Rebeca, Nacor su hermano escucha con atención su narración. En ella da cuenta, como si de un caso judicial se tratara, de toda la evidencia de que era la voluntad de Dios que Rebeca fuera con él para casarse con Isaac. ¿Qué familia daría a su hija en matrimonio a un hombre totalmente desconocido, que alega las señales de Dios para conseguirlo? Nadie, a menos que ese hombre y esa familia tengan la misma fe y reconozcan al mismo Jehová como Dios del cielo y de la tierra. Y así fue: Labán dijo: “De Jehová ha salido esto; no podemos hablarte malo ni bueno. He ahí Rebeca delante de ti; tómala y vete, y sea mujer del hijo de tu señor, como lo ha dicho Jehová.” La fe es la misma, ambos creen en el gobierno todopredestinante del Señor, quien guía nuestros pasos como lo hizo con el siervo de Abraham. Ellos reconocen esta verdad, ¿y Rebeca? ¿Irá con él? Ellos querían diez días para poder despedir a su hija, pero Eliezer tenía que cumplir su tarea. Ella no solo dejó a su familia, sino que se sujetó a la voluntad de su Dios, Jehová. Al dejar su tierra y su parentela, dejaba atrás toda su vida, todo su posible éxito en aquella ciudad, y toda su grandeza, pero todo eso lo dejaba, por la promesa. Por el Cristo que habría de venir por la descendencia de Isaac. Sus parientes despidieron a su hija con una bendición: “Que seas madre de millares de millares, y posean tus descendientes la puerta de tus enemigos” Ellos profetizaron sin saberlo, deseándole lo mejor, pero el Espíritu les impulsó para hablar grandezas sobre Israel, pero aún mayores cosas acerca de Cristo, porque Israel fue derrotado muchas veces, Cristo, sin embargo, nunca fue derrotado, más bien, él gobierna y dirige todo lo que sucede desde su trono en los altos cielos. Él gobierna victorioso, por la resurrección de los muertos, sobre su pueblo y sobre el universo. Nada ni nadie le puede hacer frente, porque todos están completamente derrotados por su Palabra.

3.      Crea matrimonios para el Señor

Tú podrás decir Pastor, hoy Dios ya no da señales como esa, hoy pareciera que el Señor nos ha dejado todos en nuestras manos, y es más complicado de lo que parece. Usted ya está del otro lado, ¿pero nosotros, qué haremos? No te preocupes querido amigo o amiga, porque el Señor aunque no nos de señales tan específicas como a Eliezer, sí nos da pautas para crear estas instituciones, comenzando con el matrimonio, la institución más importante. Quizá aún no tengas novia o aun no te cases, ¿pero estás haciendo la provisión para tu matrimonio? Quizá estés viendo a una señorita o un joven, ¿te agrada, te parece atractivo? Esa es una pauta, no vas a estar con alguien que no te resulta atractivo a ti. Puede ser feo para otros, pero para ti es la última coca en el desierto. Quizá no te quede claro que tal señorita o joven es el que debe ser tú pareja, ¿lo has orado? ¿Le has pedido al Señor que te guíe para hablarle y entablar una amistad y quizá un noviazgo? O puede ser que ya estés en una relación de noviazgo, ¿es ella o él creyente? ¿valoras más tu miedo a la soledad que el Pacto del Señor? Y por último quizá ya estés pensando en casarte, ¿Qué piensa tu familia? ¿Cuál es el consejo de tus padres? Todo ello puede ayudarte a elegir, y saber que esa es la voluntad de Dios. ¿Por qué pongo tanto interés en este tema? ¿Por qué es tan importante que elijas correctamente?

Esto es porque el matrimonio es el principio de una nueva sociedad. El mundo lo sabe, y por eso quieren crear matrimonios entre el mismo sexo, o entre personas y cosas, porque buscan que el matrimonio sea una expresión de nuestra individualidad, más que una expresión del amor mutuo para la gloria de Dios. Es en el matrimonio donde se cultivan el amor más profundo que puede haber, porque el amor a los hijos surge naturalmente, pero el amor al esposo o la esposa, es una decisión de ser fieles a pesar de todo. Las Escrituras pro eso también nos hablan del amor de Cristo pro su Iglesia, del pacto concertado por la sangre de Cristo, del jesed, de la fuerza, la constancia y el amor del Señor por su Iglesia. El matrimonio da lugar a la familia, y con ello a todas las otras estructuras sociales. Todo comenzó con el matrimonio primigenio entre Adán y Eva, y termina en un mundo lleno de gente que alaba y honra al Señor con toda su vida.

Con Isaac y Rebeca el pacto tiene continuidad, hay esperanza de que el mundo será salvado, porque por esa generación, por ese matrimonio, vendrá el Salvador, Cristo Jesús. Hoy también el señor nos llama a crear matrimonios, sí, el matrimonio es un llamado de Dios a la fidelidad mutua entre la pareja, hasta que la muerte los separe. Esto lo vemos claramente con Isaac y Rebeca cuando en el verso 67 se nos dice: “y la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer, y la amó”. Nota bien el orden, como decía Calvino: La santidad del matrimonio demanda que el hombre y la mujer no vivan juntos como animales; sino que habiéndose jurado mutua fidelidad, e invocando el nombre de Dios, deben vivir juntos”. Isaac no solo tomó a Rebeca y tuvo relaciones con ella en su casa para después irse a buscar a otra joven. Ellos hicieron un compromiso de amor exclusivo y fiel. Se comprometieron a amarse mutuamente, según la voluntad de Dios. Cuando dice “tomó a Rebeca por mujer” se refiere al matrimonio, a la palabra de fidelidad que damos públicamente. Y solamente después de haber hecho la promesa, ellos tuvieron relaciones sexuales. En la mayoría de las veces las Escrituras hablan del acto sexual con las palabras “conoció a su mujer”, pero en este caso lo hace con la frase “y la amó”. Esto refleja que el amor debe estar envuelto en la relación sexual. Por eso las parejas dicen “hacer el amor” cuando hablan de la sexualidad. No puedes amar a una mujer o a un hombre, con el que no te has comprometido a ser fiel para siempre. El amor sexual fue creado para disfrutarse dentro del vínculo matrimonio, es en esa institución en la que la pareja puede y debe disfrutar intimidad, entrega mutua, y compañerismo a niveles nunca conocidos por otros.

4.      Cultura de la Bendición Se diferencia del mundo

Abraham se volvió a casar, con Cetura, ella también le dio hijos, de hecho fueron varios. Sobresale uno de ellos, Madian, padre de los madianitas, quienes a la postre serían enemigos de Israel y los tendrían bajo sujeción hasta que Gedeón les liberó. También recordarán a Ismael, el hijo de Agar la egipcia, él también era parte de la descendencia de Abraham, pero no heredero y aunque el Señor cumplió su promesa hacia Ismael, dándole 12 príncipes, no por eso debemos creer que él era un hijo de Dios. De hecho, él y sus otros hermanos rechazaron la primacía de Isaac, y despreciaron el pacto del Señor. Todos ellos renunciaron al Dios de Abraham y buscaron sus propios dioses, construyendo toda una sociedad a la luz de sus propias ideas. Los madianitas se quedaron en su paganismo, adorando a la criatura, antes que al creador. Los ismaelitas, tristemente, los pueblos árabes que hoy conocemos, rechazaron al mesías, y reconocen en Mahoma al profeta tan anhelado. Construyendo también toda una cultura completamente opuesta al Cristo, una cultura que le hace guerra al cristianismo y a todos los principios que representa.

A la muerte de Abraham, tanto Ismael como Isaac se presentan para sepultarlo. Abraham murió de 175 años. Murió como vivió, confiando en la promesa del Señor, y descansa esperando la resurrección, en aquella cueva donde sepultó a su mujer, Sara. Pero el versículo 11 nos dice algo muy especial, “sucedió, después de muerto Abraham, que Dios bendijo a Isaac su hijo”. Hasta el momento en que Abraham vivía, él era el depositario del pacto, ahora que ha muerto, Isaac se vuelve la cabeza y el depositario del pacto, el que tiene la bendición del Señor. Se le exige a Isaac que aprenda a vivir por fe, al igual que lo hizo su padre. A que viva separado del mundo, en espera de la promesa y buscando en todo agradar al Señor. La bendición del Señor, en este contexto, viene a ser su cuidado providente y su amor inagotable, todas y cada una de las acciones de Isaac apuntan al pacto y su concreción en el tiempo, es decir a la llegada de nuestro Señor Jesucristo.

Hoy también mis hermanos, el pueblo de Dios, es el pueblo que tiene una cultura de bendición. En el mundo se habla de una cultura de prevención, referente a las enfermedades. O de una cultura de corrupción refiriéndose a nuestro gobierno. Pero el pueblo cristiano es la cultura de la bendición. Todo nuestro desarrollo como creyentes, en cada área de la vida, tiene la bendición de Dios y debe ser bendición para otros. Porque somos el pueblo que tiene al que es Bendito entre todos los hombres, a nuestro Señor Jesucristo. Y él que es el bendito, bendice a través de nosotros. “Te bendeciré y serás bendición” “en tu simiente (En Jesucristo) serán benditas todas las naciones”. Mi amado hermano, no solo debemos crear matrimonios que den gloria al Señor, sino que debemos crear diferentes estructuras que muestren la grandeza de Jesucristo, nuestro Señor. Por ello nuestro Dios dice: “no se unan en yugo desigual con los incrédulos” No solamente refiriéndose a la cuestión matrimonial, sino a toda la vida, cada aspecto de la vida, ¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿y que concordia Cristo con Belial? ¿o qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque ustedes son el templo del Dios viviente.  Desde hoy te invito a que aprendas a vivir como una nueva humanidad, construyendo una cultura para el Señor, que le escucha y se somete en todo a su voluntad, y cuyas instituciones son siempre un reflejo de su amor a Dios.


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