Génesis 24
Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola
1. Apartada para el Señor
Ya
habían pasado 3 años de la muerte de Sara, Isaac ya tendría cuarenta y su padre
no era un jovencito. Sentía cerca la muerte, pero ante todo sentía cerca la
bendición del Señor. Porque así fue mis hermanos, la vida de Abraham fue una
muestra de la bendición de Dios, no es que Abraham recorrió el camino de la fe,
sino que el Señor le llevó a través de ese camino. Primero sacándolo de Ur de
los caldeos, y después de Harán, la tierra donde su padre Taré hizo residencia.
De ahí Dios le sacó diciendo: Haré de ti una nación grande y en ti serán
benditas todas las naciones de la tierra. Le prometió que le daría la tierra de
Canaan a su descendencia. Vimos situaciones difíciles, ¿no les parece? Como por
ejemplo cuando temió la ira de los egipcios o de los filisteos por causa de la
belleza de su esposa. O también cuando tuvo que pelear contra los reyes de la
llanura, y reconocer que toda su fuerza venía del Señor. Él le dijo: “No temas
Abram, yo soy tu escudo; y tu galardón será sobremanera grande”. Las pruebas del
Señor no paraban, porque le prometió un hijo, pero él creyó que tendría que
“ayudar” un poco a Dios, lo solo trajo amargura al matrimonio. Pero el Señor
permaneció fiel, le dio la señal de la circuncisión, para que en toda su vida
siempre pudiera recordar que él le pertenece al Señor y que las promesas nunca
se podrán borrar, las llevaba como una marca sobre el cuerpo. Cuando por fin
llegó el nacimiento del hijo prometido, Isaac, le fue ordenado sacrificarlo,
para así demostrar que no hay algo que pueda amar más que a Dios. Todo este
camino lo había recorrido Dios con Abraham, por ello su bendición no se había
hecho esperar. Porque Dios había apartado a Abraham y su descendencia como un
especial tesoro, ellos eran santos, apartados para Dios. Y su bendición se
manifestó paso a paso, en cada una de las pruebas la fe de Abraham era
fortalecida, para que aprendiera a confiar en el Señor. Y en el trabajo que
Abraham realizaba como pastor de ovejas y comerciante, no eran pocas las
ganancias. El Señor había bendecido a Abraham. Pero esa bendición estaba
condicionada por la promesa, y esto lo entendía bien Abraham, porque cuando
pensó en traer una esposa para Isaac, lo hizo según la promesa del Señor.
Del
verso 2-9 tiene lugar un dialogo muy bello, entre un amo y su siervo, Abraham
pide a su siervo que realice la tarea más difícil que puede haber, la de
conseguirle una esposa a Isaac, para ello le impuso dos condiciones. La primera
que ella debía ser de la familia de Abraham. Y la segunda que Isaac no debía
regresar a la tierra de Harán. En cuanto a la primera condición Abraham
entiende que Jehová es Dios del cielo y Dios de la tierra, en el hebreo lo
enfatiza con esa distinción. Abraham ha entendido que absolutamente todo lo que
sucede está en las manos del Señor, porque él gobierna sobre el cielo y
gobierna sobre la tierra. Muchas veces solamente queremos creer que Dios es una
especie de director cósmico, pero que tiene su labor en los cielos, como si ese
fuera el lugar de Dios y su gobierno. Pero en realidad, él gobierna sobre todo,
incluso sobre nuestras relaciones, esas que llamamos terrenales. Porque él es
el Dios del Cielo y Dios de la tierra. Los cananeos no tenían esta fe. Ellos no
creían en este tipo de Dios, ellos creían en un dios a su propia imagen que
tenía las mismas pasiones y desenfrenos, y que pedía sangre para satisfacer su
ira. Jehová, para ellos, era solo uno de los tantos dioses existentes. Abraham
no podía permitir que dentro del pacto hubiera una mujer o un hombre que no
aceptara sus condiciones. Ismael había sido expulsado por no aceptar a Isaac
como el heredero. Una cananea no tenía lugar en el pueblo de Dios, porque lo
que nos une, más allá del amor entre esposo, o de la relación filial entre
padres e hijos, es nuestra común fe. Lo que nos une con nuestro pueblo, es la
fe que nos sostiene. Que Jehová es el Dios del Cielo y Dios de la tierra.
La
segunda condición es que Isaac no debe regresar a la tierra de Harán, o
Mesopotamia. Podríamos pensar que se debe a un capricho de un anciano, pero no.
Esta condición está ligada con la promesa que el Señor hizo de darle a la
descendencia de Abraham la tierra de Canaan. Si Isaac se iba de la tierra
estaba renunciando a la promesa del Señor. Esta renunciando a el privilegio de
ser bendecido y ser bendición para todas las naciones. Rechazar el pacto y sus
beneficios se convierte en una gran traición contra el Señor, y nos hace
herederos de una condenación terrible, porque la bendición del Señor, después
de ser rechazada, nunca jamás regresa, aunque con lágrimas ruegues y supliques
(Heb. 12: 17). No permitas, le dijo Abraham a su criado, que Isaac renuncie a
esta bendición, la bendición para las naciones, porque el Señor la cumplirá. La
venida de nuestro Señor Jesucristo estaba ligada genéticamente a la fe de Abraham
y territorialmente a Canaan, no podía ser de otra forma.
Hoy
debemos meditar en estas cosas mis hermanos, tanto los jóvenes que no se han
casado, como los adultos que parecen adolescentes con noviecitos y sin casarse.
Nuestro Dios todopoderoso, gobierna el cielo y la tierra, pide que nosotros, su
simiente santa, vivamos de acuerdo a su pacto. Incluso a la hora de elegir
pareja, el también gobierna, porque tu vida entera está normada por el Pacto de
Dios. Tu sexualidad es vivida ante el rostro de Dios, la entrega mutua entre el
esposo y la esposa debe darse en el contexto del pacto. Dios así lo ha establecido,
y el ejemplo de los patriarcas nos ha dejado gran enseñanza. Abraham estaba
dispuesto a que su hijo se quedara solo, con tal de que el pacto de Dios no
fuera quebrantado. “No permitas que vuelva a la tierra de Mesopotamia”, es
decir, no permitas que le de la espalda al pacto. En muchas ocasiones, cuando
los hijos se casan con mujeres inconversas o al revés cuando las hijas se casan
con hombres inconversos, acaban por abandonar el pacto por seguir a su pareja.
Entre los consejos matrimoniales se dice que la diferencia en la fe traerá
problemas a la pareja, pero ese no es el punto aquí, no son los problemas de la
pareja los que Dios señala aquí, sino el problema más grande del hombre,
reemplazar a Dios por la criatura. Cuando te casas con un no creyente estás
rechazando el pacto, estás diciendo que el pacto (la sangre de Cristo) no
importa tanto en tu vida, y que el máximo propósito de tu vida, es darte
satisfacción a ti mismo, no satisfacer a Dios. ¿Quién es el centro de tu vida
alrededor del cual construirás toda tu existencia? ¿La construirás alrededor
del Señor, o la construirás alrededor de ti mismo o de tu pareja?
El
criado de Abraham estaba preocupado, ¿Qué tal que la joven no quisiera venir?
¿Qué tal que no encuentre a alguien que quiera venir a Canaan? Abraham calma
sus preocupaciones, con su fe, entrenada a lo largo de décadas, enseñándole a
esperar en la voluntad del Señor. Le dice “él enviará su ángel delante de ti, y
tu traerás de allá mujer para mi hijo”. ¡Cuánta fe tiene Abraham! Él ha sido alimentado
por el Señor, para poder entender que quien está buscando esposa para Isaac no
es Abraham, ni el criado, sino Dios mismo, en fidelidad a su pacto. Porque este
Ángel de Jehová no es otro que Dios mismo, nuestro Señor Jesucristo, ordenando
todo para que la salvación, la redención y el rescate de toda la creación tenga
lugar. ¿Te preocupa no encontrar una pareja? ¿Ya ha pasado mucho tiempo? Los
hombres y mujeres, creyentes y no creyentes, seguramente te han decepcionado,
pero puedes descansar, en que el Señor está preparando a alguien que será tu
ayuda idónea, y de quien tú serás ayuda idónea. Solamente tienes que estar
dispuesto (a) a seguir su voluntad en todo, incluida tu elección de pareja.
2.
Dependiente del
Señor (Busca su voluntad)
En cada parte de esta narración, de los versículos 10-
61, vemos una constante dependencia del Señor. De hecho, todas las acciones del
siervo de Abraham están encaminadas a conocer la voluntad del Señor, sobre la
confianza de que el Ángel de Jehová está guiando todo lo que sucede. Nosotros
también debemos buscar que la voluntad de Dios se haga en nuestras vidas, en
cada momento. ¿Pero cómo lo hizo el siervo? ¿Es acaso una formula? No mis hermanos,
no es una fórmula, pero definitivamente nos muestra, en la experiencia personal
de Eliezer una forma específica de su tiempo en la que buscó la voluntad de
Dios.
En primer lugar Eliezer entendía perfectamente lo que
se exigía de él como representante de su amo. Él debía demostrar que cuando la
joven se fuera de la casa de los padres, llegaría a un lugar donde no le
faltaría nada. Por ello lleva 10 camellos, que en aquellos tiempos eran
sinónimo de riqueza y poder. También llevó muchas joyas y vestidos, quizá como
parte de la dote que se acostumbraba en aquellos tiempos, no como una compra de
la joven, más bien son un medio de comprobar la estabilidad del pretendiente.
Con toda esta cantidad de cosas ¿pretendía mover el interés de la joven? No, lo
que pretendía era que no temiera las carencias y necesidades de la vida, porque
nunca le faltaría la comida y el vestido. Estas cosas pueden mover a los
jóvenes con facilidad a dejar a un lado el matrimonio, porque les preocupa la
provisión, el dónde vivir y los diferentes medios para salir adelante. Pero
aquí esto no sería pretexto, porque la familia de la mujer quedaría sin excusas
para dejarla ir, por lo menos según el factor económico. Ahí podía ver la
bendición de Jehová, el cuidado y la provisión divina en la familia de Abraham.
Desde ahí, ya se le podía sugerir a la joven la bendición especial que se
encontraba ahí.
En segundo lugar, Eliezer buscaba un tipo de mujer
específica. La vida de un nómada no es sencilla, necesita ciertas
características que le harán poder formar parte de este estilo de vida.
Recordemos que los parientes en Harán no vivían en el campo, sino en la ciudad,
con un estilo completamente diferente. Por ello pone en las manos del Señor
este asunto. Pide una señal, pero no lo hace para confirmar su fe, sabe que el
Señor está con él, sino que lo hace para que pueda conocer claramente la
voluntad del Señor (Von Rad). La señal que pide es muy específica: Le ruega al
Señor que cuando él vaya con una joven y le pida agua, si ella responde dándole
agua a él y a los camellos, esta será la que debe llevar como esposa. Es algo
muy específico, e incluso hasta podríamos pensar que está poniéndole límites a
Dios, lo cual nos parece hasta blasfemo. Pero si algo quiero que quede claro es
que el siervo no está pidiendo por sí mismo, está haciéndolo según el Jesed de Dios
con Abraham. ¿Qué es el Jesed? Esto lo encontramos traducido en nuestras
biblias como (v. 12, 14, 27, 49)
“hacer misericordia con mi Señor”, o en la NTV “amor inagotable y fidelidad” o
en PDT: “Fiel amor”. Todas estas palabras nos hablan del pacto que había entre
Jehová y Abraham. En este pacto había compromisos recíprocos, el más fuerte se
comprometía a proteger y proveer para el débil, mientras que el más débil
prometía lealtad absoluta. Era un pacto que implicaba compromiso, pero también
generosidad y misericordia. De hecho Jesed tiene el significado fundamental de
“fuerza, constancia y amor”. Algo parecido encontramos en el pacto matrimonial,
cada acto dentro del matrimonio debe reflejar ese amor, esa fuerza y esa
constancia entre la pareja. Así, cada acto del Señor a favor de Abraham y su
descendencia son los hechos específicos de redención, en el cumplimiento de su
promesa. Dios está siendo movido por el amor a Abraham y su fidelidad al Pacto.
De hecho Dios está siendo movido por esta petición de ayuda por Eliezer, para
que actúe de acuerdo a su pacto. La respuesta no se hace esperar, de hecho, aún
no había terminado de orar en su corazón cuando una joven llegó y con su
cántaro descendió hasta el pozo para sacar agua. ¿Querías tu señal? Hela ahí.
Su nombre era Rebeca, y era bellísima, se nos dice
que era vírgen, es decir, que no había tenido relaciones sexuales con ningún
hombre. Ambas características muy importantes para un hombre en aquella época.
La belleza y la virginidad están siendo opacadas por nuestra sociedad vendida a
un concepto de belleza corrupto, donde ser bello significa “no amoldarte a las
exigencias divinas”, sino “reinventarte a ti mismo y buscar tu propia
identidad”. O nos hablan de la sexualidad como algo que podemos experimentar
sin ningún compromiso de nuestra parte, solamente por el mero placer de
hacerlo. Pero ante ello, el Señor presenta la virginidad y la belleza como algo
que también debemos buscar en nuestra pareja. No es pecado buscar estas cosas,
más bien forma parte de nuestra estructura creacional, el joven o la señorita
se sienten atraídos el uno al otro, no por sus características espirituales (él
no dice, me encanta cómo oras, o me encanta cuando pasas a leer la biblia en el
culto), sino por sus características físicas, sus ojos, su voz, su manera de
ser, o incluso su cuerpo. Todas estas cosas son lícitas, entre tanto y la lujuria
y la fornicación no tengan lugar. Y el siervo lo sabía, ella era bella y no
estaba casada, así que estaba disponible para casarse. Corrió y le pidió agua,
no mencionó a los camellos, pero ella le dio agua para beber y también a los
camellos, mientras tanto, este siervo, se quedó viendo asombrado, y expectante,
para saber “si Jehová había prosperado su viaje o no”. Ella le dio de beber a
todos los camellos, y vaya que no eran pocas veces las que tuvo que bajar y
cargar aquél cántaro para satisfacer a aquellos 10 camellos. Con ello Eliezer
buscaba no solo características físicas, también buscaba ciertas aptitudes:
como servicio, bondad de corazón y un amor por el prójimo y la creación. ¡Qué
maravillosas características! Quizá te parezcan muy generales, pero son muy
importantes a la hora de la relación matrimonial, ellas eran las ideales para
Isaac. Y nada despreciables para los creyentes hoy. Pero no solo buscaba eso,
¿recuerdan? Él también buscaba que ella fuera de la familia de Abraham, es
decir, creyente. La pregunta fue muy clara, y la respuesta fue maravillosa,
ella era nieta de Nacor, hermano de Abraham. En ese momento el siervo no pudo
hacer otra que arrodillarse delante de Dios y reconocer que él era tan fiel,
pero tan fiel a su pacto, que no solo le dirigió con una joven, sino que ella
era de la familia de Abraham. Así el señor había manifestado su fuerza, su
constancia y su amor hacia Abraham. La llegada de una pareja hermano es muestra
de la bendición de Dios (Prov. 18:22): El que halla esposa halla el bien y
alcanza la benevolencia de Jehová. El Señor es fiel, si él te ha llamado a la
institución de matrimonio, ten paciencia, porque el Señor está obrando.
Pero pastor, preguntarás tú ¿cómo sabe que Rebeca era
creyente en el Señor al igual que toda su familia? Por un acontecimiento muy
especial. Cuando el siervo es llevado a casa de Betuel, padre de Rebeca, Nacor
su hermano escucha con atención su narración. En ella da cuenta, como si de un
caso judicial se tratara, de toda la evidencia de que era la voluntad de Dios
que Rebeca fuera con él para casarse con Isaac. ¿Qué familia daría a su hija en
matrimonio a un hombre totalmente desconocido, que alega las señales de Dios
para conseguirlo? Nadie, a menos que ese hombre y esa familia tengan la misma
fe y reconozcan al mismo Jehová como Dios del cielo y de la tierra. Y así fue:
Labán dijo: “De Jehová ha salido esto; no podemos hablarte malo ni bueno. He
ahí Rebeca delante de ti; tómala y vete, y sea mujer del hijo de tu señor, como
lo ha dicho Jehová.” La fe es la misma, ambos creen en el gobierno
todopredestinante del Señor, quien guía nuestros pasos como lo hizo con el
siervo de Abraham. Ellos reconocen esta verdad, ¿y Rebeca? ¿Irá con él? Ellos
querían diez días para poder despedir a su hija, pero Eliezer tenía que cumplir
su tarea. Ella no solo dejó a su familia, sino que se sujetó a la voluntad de
su Dios, Jehová. Al dejar su tierra y su parentela, dejaba atrás toda su vida,
todo su posible éxito en aquella ciudad, y toda su grandeza, pero todo eso lo
dejaba, por la promesa. Por el Cristo que habría de venir por la descendencia
de Isaac. Sus parientes despidieron a su hija con una bendición: “Que seas
madre de millares de millares, y posean tus descendientes la puerta de tus
enemigos” Ellos profetizaron sin saberlo, deseándole lo mejor, pero el Espíritu
les impulsó para hablar grandezas sobre Israel, pero aún mayores cosas acerca
de Cristo, porque Israel fue derrotado muchas veces, Cristo, sin embargo, nunca
fue derrotado, más bien, él gobierna y dirige todo lo que sucede desde su trono
en los altos cielos. Él gobierna victorioso, por la resurrección de los
muertos, sobre su pueblo y sobre el universo. Nada ni nadie le puede hacer
frente, porque todos están completamente derrotados por su Palabra.
3. Crea matrimonios para el Señor
Tú
podrás decir Pastor, hoy Dios ya no da señales como esa, hoy pareciera que el
Señor nos ha dejado todos en nuestras manos, y es más complicado de lo que
parece. Usted ya está del otro lado, ¿pero nosotros, qué haremos? No te
preocupes querido amigo o amiga, porque el Señor aunque no nos de señales tan
específicas como a Eliezer, sí nos da pautas para crear estas instituciones, comenzando
con el matrimonio, la institución más importante. Quizá aún no tengas novia o
aun no te cases, ¿pero estás haciendo la provisión para tu matrimonio? Quizá
estés viendo a una señorita o un joven, ¿te agrada, te parece atractivo? Esa es
una pauta, no vas a estar con alguien que no te resulta atractivo a ti. Puede
ser feo para otros, pero para ti es la última coca en el desierto. Quizá no te
quede claro que tal señorita o joven es el que debe ser tú pareja, ¿lo has
orado? ¿Le has pedido al Señor que te guíe para hablarle y entablar una amistad
y quizá un noviazgo? O puede ser que ya estés en una relación de noviazgo, ¿es
ella o él creyente? ¿valoras más tu miedo a la soledad que el Pacto del Señor?
Y por último quizá ya estés pensando en casarte, ¿Qué piensa tu familia? ¿Cuál
es el consejo de tus padres? Todo ello puede ayudarte a elegir, y saber que esa
es la voluntad de Dios. ¿Por qué pongo tanto interés en este tema? ¿Por qué es
tan importante que elijas correctamente?
Esto
es porque el matrimonio es el principio de una nueva sociedad. El mundo lo
sabe, y por eso quieren crear matrimonios entre el mismo sexo, o entre personas
y cosas, porque buscan que el matrimonio sea una expresión de nuestra
individualidad, más que una expresión del amor mutuo para la gloria de Dios. Es
en el matrimonio donde se cultivan el amor más profundo que puede haber, porque
el amor a los hijos surge naturalmente, pero el amor al esposo o la esposa, es
una decisión de ser fieles a pesar de todo. Las Escrituras pro eso también nos
hablan del amor de Cristo pro su Iglesia, del pacto concertado por la sangre de
Cristo, del jesed, de la fuerza, la constancia y el amor del Señor por su
Iglesia. El matrimonio da lugar a la familia, y con ello a todas las otras
estructuras sociales. Todo comenzó con el matrimonio primigenio entre Adán y
Eva, y termina en un mundo lleno de gente que alaba y honra al Señor con toda
su vida.
Con
Isaac y Rebeca el pacto tiene continuidad, hay esperanza de que el mundo será
salvado, porque por esa generación, por ese matrimonio, vendrá el Salvador,
Cristo Jesús. Hoy también el señor nos llama a crear matrimonios, sí, el
matrimonio es un llamado de Dios a la fidelidad mutua entre la pareja, hasta
que la muerte los separe. Esto lo vemos claramente con Isaac y Rebeca cuando en
el verso 67 se nos dice: “y la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó
a Rebeca por mujer, y la amó”. Nota bien el orden, como decía Calvino: La
santidad del matrimonio demanda que el hombre y la mujer no vivan juntos como
animales; sino que habiéndose jurado mutua fidelidad, e invocando el nombre de
Dios, deben vivir juntos”. Isaac no solo tomó a Rebeca y tuvo relaciones con
ella en su casa para después irse a buscar a otra joven. Ellos hicieron un
compromiso de amor exclusivo y fiel. Se comprometieron a amarse mutuamente,
según la voluntad de Dios. Cuando dice “tomó a Rebeca por mujer” se refiere al
matrimonio, a la palabra de fidelidad que damos públicamente. Y solamente
después de haber hecho la promesa, ellos tuvieron relaciones sexuales. En la
mayoría de las veces las Escrituras hablan del acto sexual con las palabras
“conoció a su mujer”, pero en este caso lo hace con la frase “y la amó”. Esto
refleja que el amor debe estar envuelto en la relación sexual. Por eso las
parejas dicen “hacer el amor” cuando hablan de la sexualidad. No puedes amar a
una mujer o a un hombre, con el que no te has comprometido a ser fiel para
siempre. El amor sexual fue creado para disfrutarse dentro del vínculo
matrimonio, es en esa institución en la que la pareja puede y debe disfrutar
intimidad, entrega mutua, y compañerismo a niveles nunca conocidos por otros.
4. Cultura de la Bendición Se diferencia del mundo
Abraham
se volvió a casar, con Cetura, ella también le dio hijos, de hecho fueron
varios. Sobresale uno de ellos, Madian, padre de los madianitas, quienes a la
postre serían enemigos de Israel y los tendrían bajo sujeción hasta que Gedeón
les liberó. También recordarán a Ismael, el hijo de Agar la egipcia, él también
era parte de la descendencia de Abraham, pero no heredero y aunque el Señor
cumplió su promesa hacia Ismael, dándole 12 príncipes, no por eso debemos creer
que él era un hijo de Dios. De hecho, él y sus otros hermanos rechazaron la
primacía de Isaac, y despreciaron el pacto del Señor. Todos ellos renunciaron
al Dios de Abraham y buscaron sus propios dioses, construyendo toda una
sociedad a la luz de sus propias ideas. Los madianitas se quedaron en su
paganismo, adorando a la criatura, antes que al creador. Los ismaelitas,
tristemente, los pueblos árabes que hoy conocemos, rechazaron al mesías, y
reconocen en Mahoma al profeta tan anhelado. Construyendo también toda una
cultura completamente opuesta al Cristo, una cultura que le hace guerra al
cristianismo y a todos los principios que representa.
A
la muerte de Abraham, tanto Ismael como Isaac se presentan para sepultarlo.
Abraham murió de 175 años. Murió como vivió, confiando en la promesa del Señor,
y descansa esperando la resurrección, en aquella cueva donde sepultó a su
mujer, Sara. Pero el versículo 11 nos dice algo muy especial, “sucedió, después
de muerto Abraham, que Dios bendijo a Isaac su hijo”. Hasta el momento en que
Abraham vivía, él era el depositario del pacto, ahora que ha muerto, Isaac se
vuelve la cabeza y el depositario del pacto, el que tiene la bendición del
Señor. Se le exige a Isaac que aprenda a vivir por fe, al igual que lo hizo su
padre. A que viva separado del mundo, en espera de la promesa y buscando en todo
agradar al Señor. La bendición del Señor, en este contexto, viene a ser su
cuidado providente y su amor inagotable, todas y cada una de las acciones de
Isaac apuntan al pacto y su concreción en el tiempo, es decir a la llegada de
nuestro Señor Jesucristo.
Hoy
también mis hermanos, el pueblo de Dios, es el pueblo que tiene una cultura de
bendición. En el mundo se habla de una cultura de prevención, referente a las
enfermedades. O de una cultura de corrupción refiriéndose a nuestro gobierno.
Pero el pueblo cristiano es la cultura de la bendición. Todo nuestro desarrollo
como creyentes, en cada área de la vida, tiene la bendición de Dios y debe ser
bendición para otros. Porque somos el pueblo que tiene al que es Bendito entre
todos los hombres, a nuestro Señor Jesucristo. Y él que es el bendito, bendice
a través de nosotros. “Te bendeciré y serás bendición” “en tu simiente (En
Jesucristo) serán benditas todas las naciones”. Mi amado hermano, no solo
debemos crear matrimonios que den gloria al Señor, sino que debemos crear
diferentes estructuras que muestren la grandeza de Jesucristo, nuestro Señor.
Por ello nuestro Dios dice: “no se unan en yugo desigual con los incrédulos” No
solamente refiriéndose a la cuestión matrimonial, sino a toda la vida, cada
aspecto de la vida, ¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿y
qué comunión la luz con las tinieblas? ¿y que concordia Cristo con Belial? ¿o
qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de
Dios y los ídolos? Porque ustedes son el templo del Dios viviente. Desde hoy te invito a que aprendas a vivir
como una nueva humanidad, construyendo una cultura para el Señor, que le
escucha y se somete en todo a su voluntad, y cuyas instituciones son siempre un
reflejo de su amor a Dios.
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