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JEHOVÁ PROVEERÁ (EL SEÑOR PROVEERÁ)

 

Génesis 22

Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola

1.      Fe en la provisión

El Señor había prometido que la bendición para todas las naciones llegaría a través de la descendencia de Abraham, sin embargo él era muy viejo y Sara su mujer era estéril. A pesar de lo que podríamos interpretar como tardanza de parte de Dios, él cumplió, y cuando ellos eran unos ancianos, Sara tuvo un hijo. El gozo de este matrimonio era indescriptible, una y otra vez Dios había probado ser fiel al pacto, y ahora con Isaac por fin podían ver cumplidos todos sus anhelos. La promesa del Señor era fiel. Después de un tiempo, y cuando Isaac era un joven, el Señor quiso probar la fe de Abraham. La palabra “probar” en hebreo también quiere decir tentar, pero no es la clase de tentación que quiere apartarnos de la fe, más bien, esta tentación tiene el carácter de prueba, una prueba que quiere examinar la fe de Abraham, hacerla crecer y descansar plenamente en las promesas. Su intención es ver si Abraham anda fielmente en el camino del Señor, si vive dentro del pacto, reconociendo que el todo de su vida es Dios. Satanás tienta al hombre para separarse del camino del Señor, y estas tentaciones, cuando caemos en ellas, se convierten en pecado. En cambio el Señor nos prueba o tienta a caminar por fe. Esta prueba va en medida de nuestra fe, el Señor no nos prueba más allá de nuestras fuerzas, sino que nos da la fuerza, por medio de su Espíritu para salir victoriosos, afinando así nuestra fe por el fuego, como el oro es afinado.

En el caso de Abraham, su prueba era mucho más severa que las anteriores. Porque aunque no se mencionara, Abraham había sido probado en su fe a lo largo de su vida. Lo estudiamos con anterioridad, cuando Dios le llamó a salir de su tierra y descansar en el cuidado de Dios, ese era el inicio de su peregrinar, y la primer prueba que superó. Otra fue cuando en medio del hambre de la tierra, descendió a Egipto, y temeroso de los egipcios utilizó a su esposa como escudo, para que no le hicieran daño, está de más decir, que él no superó esa prueba. Pero el Señor insistía en guiarlo a descansar en él, por ello cuando Abraham derroto a los reyes rescatando a Lot, le probó viendo si él descansaría en su propias fuerzas o en la provisión y el cuidado divinos, Abraham en respuesta dio los diezmos de todo el botín y reconoció que su riqueza viene del Señor. Una de las pruebas que falló nuestro padre Abraham, fue la de esperar el hijo de la promesa, porque cuando Sara le ofreció a su sierva para que le engendrara el hijo de la promesa, este aceptó, sin tomar en cuenta la voluntad de Dios. Sin embargo poco a poco Abraham va creciendo y fortaleciéndose en su fe, en medio de risas incrédulas y de confrontaciones divinas, el Señor está guiando a Abraham a creer y descansar en la fidelidad y el poder de Dios, antes que en sus propias fuerzas. Pero ninguna prueba de las anteriores se compara en grado a la que ahora Dios le va a someter. El señor le dice “toma a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”. Esta prueba es mucho muy dura. Este joven, Isaac, el único hijo de Abraham (ya que a Ismael lo había desterrado) era amado por su padre, primero por haberlo tenido en su vejez, y segundo, por ser el camino por el cual el Señor cumpliría su promesa de bendición para Abraham y su descendencia. Es algo impensable para cualquiera de nosotros, incluso para Abraham. ¿Es acaso un pecado amar a los hijos? No mis hermanos, no es pecado, pero cuando nuestras esperanza se encuentra en las bendiciones que Dios nos da, antes que en Dios, entonces caemos en el terrible error de la idolatría. Sin embargo, ¿Por qué tanto tiempo esperando la promesa para al final simplemente tener que matar al joven? Si hay algo que debemos entender en este punto es que Abraham no fue el primero en hacer un sacrificio, Dios mismo está sacrificando a Isaac y con él la promesa y el pacto entero. Y si Dios está dispuesto a hacer eso, ¿por qué Abraham no lo estaría? Si algo ha aprendido este hombre es a confiar en la voz de Dios, en su Palabra. Pero bien podríamos pensar, ¿no está el Señor contradiciéndose a sí mismo? Quizá por la noche Abraham estuvo pensando en estas cosas, pero no, nuestro Señor no se contradecía, sino que quería llevar el corazón y con él, la fe de Abraham a un nivel mucho más alto de comprensión de la voluntad de Dios. Esto no solo le dolía a Abraham, también le dolía al Señor. Según De Graff “Dios se une a nosotros en el sacrificio de nuestras vidas”. El holocausto consistía en degollar al sacrificio y quemarlo por completo en el altar. Dios mismo entrega a su propio Hijo al sufrimiento para salvarnos, él mismo se entrega para sufrir, y a nosotros nos acompaña en medio del sufrimiento. Por eso es Dios con nosotros, el que lleva nuestros dolores, el que conoce nuestras angustias, el que fue tentado en todo pero sin pecado. Él lo sabe, sabe cuánto te cuesta entregar eso que tienes tan atesorado, eso que amas tanto, tu único bien preciado, puede ser tu hijo, tu familia, tu esposo, esposa, tu trabajo o tus bienes, todo ello que atesoramos en el corazón, él sabe cuánto nos cuesta dejar a un lado todas estas cosas para dirigir nuestra mirada a Dios. Solamente cuando vemos el sacrificio de Cristo, podemos sacrificar cualquier cosa que nos pida. Nuestro Señor Jesucristo dijo, “El que ama a padre o madre más que a mi, no es digno de mi; el que ama a hijo o hija más que a mi, no es digno de mi y el que no toma su cruz y sigue en pos de mi, no es digno de mi” (Mat. 10:37-38). Cuando debemos elegir entre Dios y sus bendiciones, no dudemos y escojamos a nuestro Dios. El asunto es a quién debes tu fidelidad, con quién está tu lealtad, con el Dios todopoderoso y guardador del pacto, o con todo lo que él te da para disfrutar en abundancia.

Abraham no tarda en responder, y al levantarse temprano por la mañana, preparó su asno con lo necesario para el viaje, tomo dos siervos con él, despertó a su hijo, y fueron por la leña, de ahí partieron hacia el lugar que Dios le dijo. Fueron tres días de camino, seguramente Abraham sentía punzadas en los pies, ya que cada paso le acercaba más y más, al momento en que habría de degollar a su hijo y una vez su sangre estuviera en el suelo, quemarlo hasta que solo quedaran cenizas. Sí, el dolor en su corazón debía ser terrible, pero no se nos dice nada de ello, no porque no lo hubiera, sino porque la intención del texto no es presentarnos un cuadro sicológico de Abraham, sino mostrarnos la presteza con que obedece al Señor. No tardó en obedecer, inmediatamente puso manos a la obra, y aunque el camino fue largo, por fin llegaron a Moriah, que quiere decir “aparición del Señor”. Ahí se detuvo Abraham y dijo a sus dos siervos: “Esperen aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros”. Hay quienes piensan que este texto es un “engaño santo” ya que si él les hubiera dicho lo que planeaba hacer, sus siervos le detendrían tomándole por loco. Sin embargo, me inclino a pensar, junto con otros, que aquí podemos encontrar una la fe de la que nos habla Hebreos 11: 17-19. Abraham sabía dos cosas acerca de Dios, primero que él era fiel, Dios había dicho que tendría un hijo de Sara, y así fue, y había dicho que este hijo sería el que recibiría todas las promesas del Señor, y así sería, porque Dios es fiel a su palabra. En segundo lugar, sabía que Dios es todopoderoso, había hecho que un hombre de 100 años y una mujer estéril de 90 concibieran un hijo. Es decir Dios domina su creación con toda autoridad y puede hacer que lo imposible suceda. Sí que él sabía que de alguna manera, aún de las cenizas él podría obtener de vuelta a su hijo. Dios se había comprometido a cumplir esa palabra, y aun a pesar de que este mandato “contradijera” (Entre comillas) su palabra original, él debía creer que la muerte no anula la promesa, porque “la promesa es más fuerte que la muerte” (Cornelio Vanderwaal). Por eso Abraham confiesa, no se cómo, no se le forma, pero el muchacho y yo volveremos. Abraham e Isaac, en este monte, con este sacrificio, adorarían al Señor. ¿Qué es adorar? Adorar, en hebreo es shaja, y es inclinarse a tierra para expresar respeto o reverencia, sumisión o vasallaje a un superior (Vine) básicamente es que tanto Abraham como Isaac van a ese monte a reconocer la soberanía de Dios sobre ellos y así someterse a su voluntad. Adorar incluye el culto como expresión máxima de nuestro sometimiento a Dios, en él declaramos y anunciamos públicamente al Dios que servimos. Pero al adoración incluye nuestra existencia completa, desde nuestras relaciones familiares, hasta las actividades políticas, laborales y sociales. Toda nuestra vida debe ser adoración, es decir, un reconocimiento de la soberanía de Dios y un sometimiento constante a su voluntad. Por eso, puedes venir al culto y cantar muy alto, pero si en tu vida no das gloria a Dios, de nada sirve. O también, puedes ser muy buen trabajador, dando gloria a Dios, pero si no te reúnes con el pueblo a reconocer a tu soberano, tu adoración es incompleta.

El joven Isaac, es observador, y se dirige con respeto a su padre, “aquí está el fuego y la leña, ¿pero dónde está el cordero para el holocausto?” La costumbre era también llevar el cordero para el sacrificio, pero el joven no lo veía, quizá en su corazón ya intuía lo que pasaba, y sin embargo, no mostró miedo, ni preocupación. Solo preguntó como haría cualquier hijo a su padre. Su padre entonces lo volteó a ver y respondió, “hijo mío, Dios se proveerá de cordero para el holocausto”. La frase en hebreo se traduce más literalmente “Dios verá por su cordero para el holocausto” “Dios se encargará de ello”. Una vez más, vemos la fe de Abraham puesta en práctica, instruyendo a su hijo, acerca de la provisión divina. Quizá Abraham no entendía a plenitud lo que decía, hay quienes afirman que era una respuesta que buscaba distraer al muchacho de la verdad, sin embargo, lo que vemos aquí es que el Espíritu hablaba a través de él, diciendo que el sacrificio, el holocausto para el Señor, solo lo podría ofrecer el Señor mismo. Ya en el Salmo 2cuatro se explica que al monte de Jehová, a su lugar Santo nadie puede subir, sino el limpio de manos y puro de corazón, el que no ha elevado su alma a cosas vanas ni jurado con engaño. Esto elimina a todo ser humano, porque todos hemos pecado. Este sacrificio no lo puede ofrecer otro más que el mismo Señor, el mismo Dios, el mismo Jehová será el oferente y la ofrenda. Dios haciendo un sacrificio, el más grande sacrificio. Esta provisión no es dada por el hombre, sino que Dios hace esta provisión por el hombre. Cristo mis amados hermanos nos fue dado en aquella cruz. Así nuestro Padre Abraham continúa caminando con su hijo hasta el monte, confiando en que el Señor proveerá por sí mismo, el cordero para el holocausto.

2.      La realidad de la provisión

Abraham e Isaac llegan al monte, al lugar señalado por Dios, ahí empezó a edificar un altar al Señor, colocó sobre él la leña, y ató a Isaac, quien no opuso resistencia a la voluntad de Dios y su padre, entonces lo puso sobre la leña. “Y extendió Abraham su mano y tomó le cuchillo para degollar a su hijo”. No sabemos cuáles fueron sus palabras, pero sí sabemos cuáles fueron las palabras de Dios “Abraham, Abraham” Aquí se nos dice que el Ángel de Jehová habló a Abraham para detenerlo, recordemos que este Ángel de Jehová, es Jehová mismo manifestado a su pueblo. Es una manifestación previa de nuestro Señor Jesucristo. Él está deteniendo el sacrificio. Abraham responde con un sumiso “Heme Aquí”, como esperando saber cuál es la voluntad de Dios. Nuestro Señor, responde: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”.

El Señor entonces vio el corazón de Abraham, sí, vio que le era leal. De hecho la frase “Yo conozco que temes a Dios” no muestra el propósito de la prueba, y que esta ha sido superada. Abraham teme a Dios, y ¿qué es temer? En el contexto bíblico “yaré” es una actitud con que una persona reconoce el poder y la condición de aquel a quien se reverencia, y se le rinde el debido respeto, es una actitud de sumisión”. Como puedes ver tiene relación directa con lo que decíamos acerca de adorar. Abraham ha demostrado por medio de sus obras, la fe que dirige su corazón. No es al niño de la promesa al que ama, sino al señor de la promesa. Es Dios el centro de toda su vida, su palabra es su lámpara, su voz le guía en medio de una cultura perversa. La fidelidad de Dios, es la que le permite ofrecer a su hijo en sacrificio, si Dios no fuera fiel, no habría hijo, y si Dios no fuera todopoderoso, no podría confiar, en que aún de las cenizas su hijo regresaría. El confía en Dios, su fe ha madurado, él ha renunciado a todo, renunció a la única posibilidad de que las promesas se cumplieran, renunció a traer el Reino por sus propias fuerzas, renunció a poner su confianza en sí mismo, y todo por su Señor, y su Señor, le recompensa, porque como dijo nuestro Señor: “De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el venidero la vida eterna” (Luc. 15:29-30). Nuestro padre Abraham entonces alza los ojos y al hacerlo ve un carnero, atorado en un zarzal por sus cuernos. A ese animal Abraham lo tomó y lo ofreció en lugar de su hijo. Sí mis hermanos, porque, como dice hebreos 11:17-19: Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac, y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aún de entre los muertos, de donde en sentido figurado, también le volvió a recibir”. Sí, porque para Abraham era como si Isaac hubiera muerto, para él todos esos tres días de camino eran un luto constante, por ello no dudó cuando estuvo en el monte, pero el Señor le dio a su hijo devuelta, con vida, sano y salvo.

Por eso, el nombre del lugar se llama “Jehová Jiré” Jehová proveerá. Y aún hasta hoy se dice: “En el monte de Jehová será visto (provisto)”. En este nombre encontramos algo maravilloso, primero que el Señor será visto dando un sacrificio. Un dato que me he estado guardando hasta ahora es acerca del monte Moriah, en 2 crónicas 3:1 se especifica que este monte es en el que posteriormente se construyó el templo en Jerusalén. Sí mis amados hermanos, este monte hace referencia a un futuro (ya pasado para nosotros) en el que se verá a Dios ofreciendo un sacrificio. El Dios todopoderoso ofreciendo a su Hijo, como el cordero que quita el pecado del mundo. No fue Poncio Pilato condenando a Jesús, sino su Padre tomándolo por culpable a favor de todos nosotros. No fueron los soldados romanos quienes clavaron a Jesús en la cruz, sino su Padre, quien calvó en él todas las maldiciones de la ley, para que tú y yo fuésemos hechos justicia de Dios en él. Él vivió el abandono de Dios en aquella cruz, fue el único que experimento el infierno en vida. Y con su dolor, con su aflicción, nos rescató a nosotros. Porque nosotros éramos Isaac, quien debía morir, y él fue el cordero que tomó nuestro lugar. En segundo lugar toda provisión divina nos es dada en Cristo y por Cristo. Jehová proveerá nos dice Moriah, y por ello podemos entender que ninguna cosa en la creación está exenta de la liberación que el cordero ha realizado a nuestro favor. Apocalipsis 5:12, nos dice que el cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Todo es de él, pero también todo lo pone al servicio de su Iglesia y para los propósitos de su Reino. La historia humana, en medio de la pandemia, está avanzando escatológica y apocalípticamente (revelacionalmente) hacia la venida del Reino de Dios. Amado hermano, muchas veces hablamos de la provisión de Dios, de que Dios proveerá, y es cierto, pero dicha provisión nunca es aparte de su Hijo, por eso nos dice el apóstol: “El que no escatimó ni a su propio hijo, como no nos dará juntamente con él, todas las cosas” (ro.8:32). En él tenemos todo lo que necesitamos, y en él nos da todo lo que necesitamos, su provisión está con él, él es nuestra provisión. Por eso la providencia de Dios, “es más que una administración general de los asuntos del mundo: está íntimamente ligada con la liberación traída por el cordero que ha rescatado al pueblo de Dios por su sangre… Dios de hecho provee, pero siempre a través del mediador del pacto, el cordero que rige desde Sión” (C. Vanderwaal). Cuando oramos por la provisión divina, cuando confiamos en la provisión divina, debemos hacerlo, no porque es una obligación de Dios, la providencia de Dios ligada al gobierno de Cristo sobre las cosas, si Dios responde nuestra oración proveyendo es por la gracia de Cristo. Si este mundo sigue siendo sostenido por él es por el gobierno de Cristo, la cabeza de una nueva humanidad, de una nueva creación.

3.      El futuro de la provisión

La obediencia mis hermanos, trae bendición, claro que sí, pero no debemos olvidar, que dicha obediencia solo es posible cuando proviene de la fe. Y la fe, es un don de Dios, por el cual nos hace descansar en sus maravillosas promesas, especialmente en la de que todo aquél que crea en Cristo tiene vida eterna. La bendición que el Señor declara para Abraham y su posteridad es muy conocida, y no se limita al Israel del A.T., esta bendición es para los hijos de Abraham, aquellos que tienen la misma fe de Abraham, es decir que Jesús es el Cristo, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Nos dice que los creyentes serán muy numerosos, los hijos de Abraham serán como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Muchos se llaman descendencia de Abraham, incluso se habla de religiones Abrahamicas, como el judaísmo y el islamismo, pero ninguna de ellas, pro muy numerosos que sean son verdaderamente hijos de Abraham, porque no viven por fe, no viven confiando en el Hijo de Dios, sino en sus propias fuerzas. Solo los cristianos somos verdaderos hijos de Abraham, porque nuestra vida la vivimos por la fe. También se nos dice que este pueblo numeroso, poseerá las puertas de sus enemigos, es decir, que venceremos a todos y cada uno de nuestros enemigos. Bajo la guía y el gobierno de nuestro Señor Jesucristo podemos vencer a nuestros enemigos, como el pecado y Satanás, el Reino de las Tinieblas, lo que llamamos Mundo, que es todo este sistema corrupto y malvado que dirige el corazón de los hombres posmodernos. Las ideologías, los sistemas filosóficos que nos alejan de Dios, el totalitarismo de los gobiernos, y las perversiones propias de la concupiscencia, jamás podrán derrotar el Reino de nuestro y a su pueblo, porque Cristo va conquistando día tras día las puertas de nuestros enemigos. Pero no lo hace para traer tragedia y destrucción, sino como dice el verso 18, “en tu simiente, serán benditas todas las naciones de la tierra”. Lo que Cristo ha venido a hacer es a bendecir a las naciones que estaban completamente cautivas en la barbarie y el paganismo. Cristo viene a rescatarlas. En todas las naciones hay testimonio de esto, México ha sido liberado del paganismo, de los dioses terribles que pedían sacrificio de sangre, es decir pedían que hombres, mujeres y niños murieran para que las cosechas fueran fructíferas, y para que el sol saliera por las mañanas. Liberó a nuestro país de pleitos y conflictos internos producto de el deseo de probar la hombría en la batalla, y nos dio su paz y su amor en el corazón para poder amar a nuestro prójimo como a nosotros mismo. Cristo ha traído grandes bendiciones, pero aún faltan más. Aun falta que nosotros, todos y cada uno de los mexicanos, nos sometamos gustosos a su gobierno, para que, en fe y obediencia podamos experimentar la plenitud de la bendición que Cristo, la simiente de Abraham nos puede dar.

CONCLUSIÓN.

Por último, se nos presenta la familia de Nacor, hermano de Abraham, introduciéndonos a la que será esposa de Isaac, Rebeca. Ya aquí, el Señor está anunciando lo que viene, una bella unión entre Isaac y Rebeca, para que su pacto y su promesa siga avanzando en la historia, hasta la llegada de nuestro Señor Jesucristo. Mis hermanos, hoy quisiera que voltearan su vista hacia el Dios que provee, y que confíen y descansen en su provisión. En el cuidado que tiene de nosotros, y la provisión constante que hace, por medio de Cristo, de lo que necesitamos y aún más. Quiero que voltees a ver al Cordero que fue molido por nuestros pecados, a Cristo, quien cargó no solo unos leños, sino que cargó su cruz, solo hasta el Gólgota, para morir clavado en aquella cruz, para el perdón de todos nuestros pecados. Quiero que voltees a mirar a ese mismo cordero, pero que ahora, después de resucitar y ascender a los altos cielos, está gobernando y dirigiendo todo lo que sucede en la historia. Quiero que voltees a verlo, y descanses en él, lo temas a él, lo ames a él. Porque así dice el Señor: “Mirad a mi y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua.” “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Solamente ve a Cristo hermano, y encuentra tu salvación, cree en él y descansa en él, en lo que hizo y en lo que hará, porque regresará para salvar y restaurar la plenitud de su reino, para recompensar a cada uno según lo que haya hecho, sea bueno o malo. Solamente aquellos que confesaron que Jesús es el Señor, solo ellos, pueden gozar hoy de su Reino y su bendición. ¿Ya confesaste quien es el Señor de tu vida y del universo? Hazlo hoy, descansa hoy. Mañana es muy tarde.

 

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