Ir al contenido principal

EL GUARDIÁN DE LA PROMESA

 

Génesis 20

Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola

El Señor le había dicho a Abraham que dentro de un año tendría un hijo de Sara. En lo que esto pasaba ocurrió la destrucción de Sodoma y Gomorra, como una muestra de la autoridad, pero sobre todo de la justicia del Señor. El tiempo seguía avanzando, y aunque en un principio Abraham había recibido gozoso la promesa del Señor, todo parece haber cambiado en el capítulo 20. Pareciera ser que Abraham ya no cree que la promesa del hijo se cumplirá. Así que sus acciones comienzan a reflejar esa falta de fe. Han sido años de esperar, Abraham tiene casi 100 años, y su esposa Sara tampoco es una jovencita. Y aunque el Señor ha usado todos los medios posibles para confirmarle su promesa, hay en el corazón de Abraham una desesperanza que le lleva a una tierra extraña que podría costarle la vida. Los actos de Abraham nos mostrarán que en realidad, el Guardián de la promesa no es él, sino Dios, nuestro Señor. Hoy aprenderemos que, aun a pesar de la “tardanza” el Señor está comprometido a cumplir sus promesas, y especialmente a traer al Redentor para nuestra Salvación.

20:1-7 ES DIOS

Abraham se dirige con su esposa y todo lo que tienen al sur, y acampó en Gerar, que es tierra de los que posteriormente conoceremos como Filisteos. Él entonces repite el patrón que había establecido en Egipto (cap. 12), dijo que Sara era su hermana. En el momento en que Abraham dice esto está dejando claro dos cosas, primero que no toma tan en serio la promesa del Señor. Él le había dicho que dentro de un año Sara tendría un hijo, eso implicaba la protección y el cuidado de Dios, no había necesidad de utilizar esta argucia para salir librados de la violencia de los filisteos, Dios habría de protegerlos, porque la promesa era firme. Pero si no confías en esa promesa, no puedes vivir de acuerdo a ella. Abraham no estaba ordenando toda su vida alrededor de esa promesa, sino que buscaba su propia supervivencia, incluso a costa de su matrimonio y esposa. Una segunda cosa que podemos notar aquí es que Abraham está poniendo en riesgo la descendencia que el Señor le había prometido. El matrimonio de Abraham y Sara, en palabras de Calvino, era el santuario que albergaría al prometido del Señor. Al actuar de esta manera Abraham manifiesta tanto su falta de fe, como su desprecio por la descendencia del Señor.

Estas palabras llegaron a oídos del Rey de Gerar, Abimelec, quien tomó a Sara para que fuera su esposa. Lo que sucede en el versículo tres nos muestra que el Señor está completamente comprometido con su promesa, incluso si Abraham ya la ha desechado. Podemos encontrar esa pequeña frase que tanto nos encanta: “Pero Dios”. Sí mis hermanos, el actuar de Abraham pone en riesgo absoluto la venida de nuestro Señor Jesucristo, si Sara llegara a tener relaciones sexuales con Abimelec, eso hubiera sido catastrófico, porque el hijo que nacería sería de Abimelec, no de Abraham. Así que, aunque todo apunta a la pérdida de la promesa, Dios pone un pero, y es el más importante: Él está a cargo de que se cumpla la promesa, él es el Guardián de la promesa.

“Pero Dios vino a Abimelec en sueños de noche”, Hebreos 1 nos dice que el Señor habló en otros tiempos, de muchas maneras a los padres, una de las maneras en que lo hacía era a través de sueños. Su revelación a este rey muestra que él es el soberano de los reyes de la tierra, quien dirige los destinos de las naciones, y de sus gobernantes. Ellos son puestos bajo la mirada inquisidora del Señor, y juzgados por sus obras. Este texto es otra prueba de la gracia común de Dios, que restringe la influencia del pecado en el mundo. Dios claramente le dice a Abimelec que él es hombre muerto debido a la mujer que ha tomado, porque tiene marido. Aquí, no se menciona para nada el pacto, pero sí se menciona el pacto matrimonial que existe entre Sara y su esposo. El Señor reprueba el adulterio de tal forma que se convierte en vengador contra todos los que profanan el santo estado del matrimonio. Abimelec se convierte en un hombre que está destruyendo el vínculo existente entre Abraham y Sara, por ello el Señor aparece como vengador. La vida matrimonial, la entrega mutua entre el esposo y la esposa, está bendecida y protegida por el Señor. Por ello la muerte es el pago para Abimelec si persiste en su pecado. Pero no solo es por razón de la vida matrimonial, sino por lo que el matrimonio de Abraham y Sara implicaba en la promesa. Ese matrimonio era el medio para traer al prometido. Y, en consecuencia, la llegada futura del Cristo de Dios. Y como lo dije en el sermón sobre Génesis 12, “El Señor está actuando activamente para lograr que el Redentor llegue a este mundo y que sus promesas se cumplan. Todo aquello que tenga que ver con Jesucristo y la obra que Él viene a realizar a este mundo, está bajo la bendición y la protección del Señor, incluido el matrimonio de Abraham y Sara.” Aunque la gran diferencia es que en este momento particular de Abraham y Sara, el cumplimiento de la promesa estaba comprometido del todo, por ello el Señor tuvo que intervenir para evitar que Abimelec tuviera relaciones sexuales con Sara.

El versículo cuatro precisamente aclara que Abimelec y Sara no habían tenido relaciones sexuales. Por ello expone su caso delante del Señor, haciendo una pregunta muy parecida a la que hizo Abraham al interceder por Sodoma: “¿Matarás también al inocente?” Él alega su inocencia con base en la ignorancia y a haber sido engañado por Abraham y Sara. Él le dice al Señor que ambos dijeron que eran hermanos, por tanto él tomó a Sara pensando que era soltera, no para destruir su matrimonio. De ahí que él diga “con sencillez de mi corazón y con limpieza de mism manos he hecho esto”. No hay ninguna intención malvada, no hay deseo de hacerle agravio a este matrimonio, él fue engañado. Los culpables son ellos.

En el versículo seis nuestro Señor vuelve a hablar y le dice que él sabe que es un hombre integro en este asunto, y que por eso le detuvo de pecar contra el Señor, y no permitió que la tocase. Esto es importante enfatizarlo, Dios ha establecido la norma de fidelidad y exclusividad en el matrimonio, la violación de esta norma, es ir en contra de la ley de Dios. ES decir, es pecado. Pro ello la ofensa de acostarse con el esposa de otro, o con el esposo de otra, es un pecado no solo contra el prójimo, sino contra el Señor mismo. Porque estamos violentando la ley que él ha establecido para el matrimonio. Pro ello dice “Como ya no son dos sino uno, que nadie separe lo que Dios ha unido.” (Mateo 19:6). De ahí también que tener relaciones sexuales antes del matrimonio sea tan terrible, porque se unen sexualmente, cuando no ha habido una promesa de fidelidad para toda la vida, no han seguido la ley de fidelidad que Dios ha establecido.

Ahora que el Señor detuvo a Abimelec de corromperse y de corromper el matrimonio de Abraham y Sara, le da una orden, debe remediar el problema: “Ahora devuelve la mujer a su esposo; y él orará por ti, porque es profeta. Entonces vivirás; pero si no la devuelves, puedes estar seguro de que tú y todo tu pueblo morirán.” Dos cosas obtenemos de este verso tan sencillo. Primero la firmeza del Señor por procurar que su promesa llegue a cumplimiento. La amenaza de muerte es cierta y firme con respecto al Rey y su nación. La noticia con respecto a Sodoma y Gomorra, debieron resonar fuertemente en su corazón, recordándole que el Señor, Dios de Abraham, era Dios y Juez de todo el mundo. Y que si Abimelec continuaba teniendo a Sara en su harén, le haría culpable delante del Señor.

En segundo lugar que Abraham es llamado profeta. En este contexto es importante mencionar que profeta no se refiere a uno que predice el futuro, o que te dice cosas ocultas. Profeta es aquél que se pone entre Dios y nosotros, uno que puede hablar a favor de nosotros, delante de Dios. Por ello el Señor le dice que por la intercesión de Abraham él vivirá. De hecho un profeta es uno que es parte del concilio del Señor y quien se convierte en socio en el desarrollo de los planes de juicio y salvación según el pacto (George Vandervelde). Cuando Dios está diciendo que Abraham es un profeta lo está incluyendo como su socio y parte integral del desarrollo del plan que se está desplegando en el mundo. Aunque Abraham haya mentido, haya entregado a su esposa para que otro hombre tenga relaciones con ella, y aunque haya menospreciado la promesa, él sigue siendo profeta, sigue siendo símbolo de aquel que intercede mucho mejor que Abraham. Su oficio como profeta, como intercesor, como mediador, es válido, no por su dignidad, sino por la fidelidad de aquél que le llamó y a quién él representa. Estoy hablando de Cristo Jesús. Sí mis hermanos, Cristo es prefigurado en Abraham, quien se vuelve el mediador entre Dios y los hombres.

20:8-16 FIEL A PESAR DE NOSOTROS

Lo siguiente que vemos es algo también maravilloso, y a la vez, extraño. Vemos a un pagano completamente impulsado por el temor a Dios. No por ese temor que te lleva a huir de alguien o algo, sino el temor que nos impulsa a acercarnos al Señor. La Palabra de Dios por medio del sueño tuvo un efecto profundo en Abimelec, por lo que por la mañana llamó a sus siervos y les contó todo lo que el Señor le había dicho. Los siervos de Abimelec, tuvieron miedo de este sueño, especialmente porque se consideraba que los reyes tenían contacto directo con los dioses.

Abraham es traído delante de Abimelec para ser confrontado por lo que le había sido revelado en el sueño. Sus palabras fueron muy directas: ¿Qué nos has hecho? ¿En qué pequé yo contra ti que has atraído sobre mi y sobre mi reino tan grande pecado? Lo que no debiste hacer has hecho conmigo. Estas palabras muestran que Abimelec había entendido dos cosas, que Abraham como profeta del Señor podía traer bendición o maldición a los pueblos. Dios le había dicho que si Abraham oraba ellos sanarían, porque era profeta. Y en segundo lugar, el rey no solo estaba hablando por si mismo, sino por toda la nación, porque, como nos lo explica el verso 17-18 la esterilidad había caído sobre la casa real y sus siervos. Esto sería una gran tragedia, quizá el inicio de una guerra civil para tener el trono, y la consecuente desaparición del reino de Gerar. La pregunta de Abimelec: ¿Qué pensabas para que hicieses esto?, suena más bien como un reclamo, incluso un regaño, una reprensión. Imagina la escena, un no creyente enseñándole a un creyente cómo debía comportarse. Una cultura llena de inmoralidad, hablándole de moralidad y fidelidad matrimonial a Abraham, el siervo de Dios. Es irónico, ¿pero no ocurre así muchas veces? Dios se sirve muchas veces de los no creyentes, para reprendernos pro nuestras obras injustas, cuando vemos que el pagano se comporta mejor que nosotros. No despreciemos la corrección del Señor y confesemos humildemente nuestra culpa.

Este es el momento de Abraham para que confiese su culpa e incluso a través de ello pueda testificar de la gracia y la misericordia de Dios, su poder y fidelidad. Pues, ¿por qué Dios se está tomando todas estas molestias para proteger a Sara? Es debido a la promesa, Dios sigue siendo fiel, aunque Abraham haya perdido la fe, aunque Abraham se esté entregando a la incredulidad, Dios sigue fiel. ¿No es un motivo de gozo para nosotros? ¿Cuántas veces nos vemos agobiados por las dificultades, temores y carencias que experimentamos? A veces nos entregamos a la incredulidad, y el reclamo del Señor no se hace esperar Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste? (). Porque a pesar de nosotros, Él sigue siendo fiel.

Quizá lo entendería ahora Abraham, pero no. Su respuesta solo muestra que sigue empeñado en ocultar y no confesar su culpa. Lo hace de dos maneras, primero se justifica diciendo “es que ustedes los filisteos no temen a Dios y me matarían para tener a mi esposa”, pero contrario a lo que esperaba, tenía frente a él un rey y un pueblo que temía a Dios y obedecía su voz. Abraham, también, en vez de reconocer que había mentido, se justificó diciendo: “no mentí, técnicamente es mi hermana, es hija de mi padre pero no de mi madre, además habíamos hecho este trato cuando Dios me dijo que saliera de mi tierra”. ¡Cuán poco menciona Abraham a su Dios! Lo hace de pasada, como si no tuviera importancia. Por aferrarse a su decisión producto de la incredulidad, no confiesa su culpa, ni testifica del Señor. Nuestras culpas deben ser confesadas delante del Señor y de los hombres para ser limpiados, pero sobre todo, para poder ser capaces de testificar de la gracia y el amor de Dios, de su promesa y su fidelidad. Al hacer esto, Abraham está descalificándose a sí mismo de testificar de la grandeza de Dios. Al no reconocer su incredulidad y arrepentirse está trayendo maldición a las naciones, en lugar de bendición. Al no confiar en la promesa del Señor, ni vivir de acuerdo a ella, trae maldición sobre Gerar, la única manera de quitarla es reconociendo que el Señor es fiel, aunque él se ha alejado.

¿No es lo mismo que sucede con nosotros? ¿Cuántas veces el mundo nos pide cuentas de nuestros actos? Y ¿Cuántas veces hemos perdido la oportunidad de testificar de la fidelidad del Señor, por tratar de ocultar y vivir en las sombras por nuestro pecado, aferrándonos al mal que hemos hecho? “¡Si recordásemos que, de todos modos, el Señor sigue fiel a su promesa y que su misericordia es grande, no tendríamos temor de confesar nuestras faltas!” (De Graff).

La misericordia de Dios no quedó ahí, como bien le había dicho el Señor a Abimelec, él devolvió a Sara su mujer, pero lo hizo con una compensación para ella por haberla hecho su esposa a la fuerza. Por ello el versículo dieciséis nos dice que ella fue vindicada a los ojos de todo su pueblo. No solo esto, sino que Abimelec también le dio a Abraham vacas y bueyes, siervos y siervas, y le permitió utilizar cualquier parte de su tierra para pastar y vivir. Aun a pesar del pecado de Abraham el Señor continuaba bendiciéndolo. ¿Quiere decir esto que el Señor aceptaba el pecado de Abraham como algo bueno? No mis hermanos, quiere decir, que a pesar de nuestra maldad, el Señor sigue siendo fiel a su promesa. Porque nos ve a la luz de Cristo Jesús quien es nuestro sustituto. La bendición divina no está condicionada a nuestras acciones justas o injustas, sino que están condicionadas a la Palabra de Pacto que el Señor ha hecho con su pueblo: “Yo seré tu Dios y el de tu descendencia para siempre”. No hay condición, no hay truco, Dios se ofrece libremente a nosotros para producir fe en nuestros corazones y así descansemos en sus promesas.

20:17-18 ÉL NOS HACE SUS PROFETAS

Los versículos 17-18 nos muestran la respuesta final de Abraham. Definitivamente Abimelec le había contado el sueño que tuvo y cómo Dios le ordenó que pidiera a Abraham que orara por él. De esta forma, Abimelec el pagano le habló del evangelio al incrédulo Abraham. De esta forma el Señor le estaba diciendo a Abraham: sigo siendo fiel a la promesa, la promesa se cumplirá, de aquí a un año Sara tendrá un hijo. Oh qué maravilla tan grande saber que el Señor cumple sus promesas. Perdona la insistencia, pero piensa en nuestros tiempos, nuestro Señor ha tardado en volver, han pasado ya cerca de 1930 años desde que Juan escuchara la promesa del Señor Jesucristo: “He aquí yo vengo pronto” (Apoc. 22:12), y sin embargo puedes estar seguro mi hermano, que aunque tarde, llegará. Aunque nos parezca mucho el tiempo, él está viniendo con poder. Entre ángeles y sus ejércitos victoriosos, él regresará para dominar sobre todos. Y tú y yo, debemos esperarlo en medio de estos tiempos tan terribles. Las enfermedades, los problemas sociales, políticos y económicos, las tragedias naturales, nos muestran que Cristo viene pronto, ¿estás preparado hermano? ¿Sigues esperando con fe el cumplimiento de su promesa?

Abrham oró al Señor, pidiendo que quitara la maldición sobre el pueblo de Gerar. Dios oye a Abraham, no por su dignidad, no por su entereza o su capacidad de guardar promesas, Dios oye a Abraham porque en él escucha la voz de su propio Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Abraham es un profeta débil, un hombre sin fuerza, sin carácter, sin respeto por su esposa, pero Cristo, Cristo no. Cristo es fuerte, tiene carácter, y respeta, ama y protege a su esposa. De hecho, da su vida por ella, algo que Abraham no quiso hacer, él esperaba que ella diera su vida por él. Pero Cristo no esperó eso de los creyentes, más bien se entregó a la muerte con tal de rescatarlos, con tal de salvarlos, dando toda su vida por ellos. Y perdona que insista, pero tú tienes que saberlo, Cristo Jesús es quien cumple perfectamente el rol de mediador, él está entre Dios y nosotros, para salvarnos, para darnos vida, por medio de su muerte. Únicamente por medio de él podemos ser tomados en cuenta en el plan maravilloso de Dios, somos parte del nuevo orden que Cristo está estableciendo en su mundo. Somos parte del Reino que él está construyendo, y por ello también somos llamados a ser profetas, a interceder por otros, a orar unos por otros para que la voluntad de Dios se haga en la vida de cada uno, pero sobre todo para que el Reino de Dios llegue plenamente a este mundo.

Citaré para terminar a Vandervelde:

“Todos los creyentes están en la posición de profetas, porque son participantes en y agentes del secreto público de la salvación total y decisiva en el Cristo crucificado pero viviente, ahora manifestado a través del Espíritu. Todos ellos saben lo esencial del consejo de Dios sobre los últimos tiempos. Ejercen su oficio de profetas cuando hablan dirigidos por el Espíritu del significado e implicaciones de la realidad restauradora del Cristo viviente. Hablar del significado del plan de Dios de reconciliación para los últimos tiempos, tal y como se relaciona con el día a día de la vida humana, en la dicha y el dolor de la tarea humana, en el arte, la justicia, la paz, la política, la educación, es profetizar. Profetizar es hablar de cómo la vida debe ser moldeada en el escatológico reino del Señor, quien ahora nos gobierna por su Palabra y Espíritu. El acto culminante de salvación en Cristo restaura a los seres humanos a su lugar como socios de Dios en el pacto. Pero ellos saben que la restauración de la nueva creación que experimentan en Cristo es el principio de la reconciliación de todas las cosas, el principio de la restauración de la creación entera, como el teatro de la gloria de Dios. Son amigos de Dios porque saben lo que el Padre está haciendo (Juan 15:catorce). Son llamados a ser agentes de esa restauración. Cuando hablan como agentes de restauración son profetas del Altísimo. En Cristo saben el comienzo y la consumación, la profundidad radical y el impresionante alcance de la salvación. Por tanto todos los cristianos están llamados a un ministerio profético que es la envidia de los profetas del Antiguo Testamento (1 Pedro 1:10-12). El instrumento escogido de Dios para hacer ver a todas las personas el plan del misterio oculto por las edades no es un selecto grupo, una clase especial dentro del pueblo de Dios, sino la iglesia, la comunidad entera de los creyentes en Cristo (Ef. 3:9-10).” (Vandervelde, The Gift of prophecy and the prophetic church).

Así es mi amado hermano, te ha sido dado un ministerio profético más allá del área eclesiástica, te ha sido revelado el plan de Dios para restaurar no solo tu vida, sino cada estructura de la creación. Y tú debes profetizar vida a los huesos secos de la política, del trabajo, de la economía, de la familia, de la sociedad, para que con el vigor proveniente del Cristo resucitado y entronizado puedan cantar alabanzas al Señor. Traer la bendición que el Señor ha prometido por medio de su pueblo a las diferentes áreas de la vida y así quitar la maldición que el pecado y nuestra falta de integridad ha propiciado en el mundo de Dios. Y podemos ejercer valientemente este ministerio con la confianza de que quien realmente es el guardián de la promesa, el que cumple fielmente lo que dice y hará que venga su Reino, es Dios, nuestro Señor.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

LA MEJOR HISTORIA DE TODAS: EL PACTO DE DIOS CON SU PUEBLO.

Nuestro Buen Dios, desde el principio estableció un Pacto con su creación. Por su Palabra poderosa hizo que todo comenzara a existir (Gen 1, Sal.). Esa Palabra es firme hasta el día de hoy, es por esa Palabra que todo lo que existe hoy, sigue existiendo (Juan 1:1-3). Y como una contraparte en el pacto Dios creó al ser humano, varón y hembra, para que fungieran como socios de Dios en el desarrollo de la creación. Les dijo: Fructifiquen y multiplíquense, llenen la tierra y sojúzguenla, señoreen en toda la creación (Genesis 1:28). De esta forma toda la labor del ser humano está incluida dentro del pacto. Desde los actos tan íntimos como las relaciones sexuales y la procreación, pasando por las actividades como la agricultura, la pesca y la ganadería, hasta los desarrollos culturales y tecnológicos del ser humano, todos ellos están englobados en el Pacto del Señor, porque dicho Pacto es el mandato de Dios para la humanidad para que hagan todo para su gloria, prometiendo bendecirles en todo...

NUESTRA VISIÓN DE LA VIDA

  Génesis 43 Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola Una visión de vida no es meramente un propósito por el cu al vivir, una visión de vida establece nuestras prioridades, nos dice cómo interpretar todo lo que sucede a nuestro alrededor, y no solo eso, sino que nos permite vivir y actuar en este mundo. Cuando día a día vivimos de acuerdo a nuestra visión de vida estamos siendo consistentes. Pero hay ocasiones en las que, por una u otra razón, actuamos contrario a lo que decimos ser nuestra visión para vivir. Somos inconsistentes. Eso le ocurre a la gran mayoría de personas, y también a los que creen en Dios. No es extraño encontrar casos de creyentes que a veces dudan de Dios, o incluso quienes, aunque afirman que el matrimonio es para toda la vida, acaban divorciándose a los pocos años. Estamos llenos de inconsistencias, y Dios lo sabe, por eso hoy nos llevará a ver cómo unos santos hombres de la antigüedad aprendieron a vivir de acuerdo la visión de vida que el Señor les había revelad...

BET EL, CASA DE DIOS

  Génesis 28 Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola BET EL CASA DE DIOS Jacob ha salido del hogar paterno, sin criados, sin camellos, sin ninguna clase de protección, ha sido enviado a buscar esposa a la tierra de sus parientes, Harán. Su salida apresurada y sin ninguna provisión demuestra que en su padre aún había cierto enojo. Cuando Abraham envió a buscar esposa para Isaac lo hizo con una grande provisión, pero en el caso de Jacob, Isaac no siguió el mismo ejemplo de su padre. Lo envió vacío, sin nada. Esaú, su hermano mayor, planeaba matarlo, apenas Isaac muriera, vengándose de todas las cosas terribles que le había hecho. La única persona que parecía preocuparse por él, era su madre, quien habría de esperar el resto de su vida por volver a verlo, sin conseguirlo. Parecía que Dios también lo había abandonado, ahora que era expulsado de la tierra de sus padres, a un lugar lejano, porque aunque su padre le había dado la bendición, Jehová no se le había aparecido para confirmar su p...