GÉNESIS 17
Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola
Desde el principio de la creación, nuestro Señor
estableció un Pacto con todo lo que existe. Su Palabra poderosa dio origen a
todo lo que hay, y esa misma Palabra se mantiene fiel hasta el día de hoy. A la
vez, colocó al ser humano en una relación de amor y servicio fiel a Dios:
“Fructifica, domina el mundo y descubre los potenciales que tiene para mi
gloria” (Gen. 1:28). El hombre entonces comenzó su labor, pero en un deseo de
ser como Dios, se rebeló y se estableció a sí mismo como dios, él y solo él
podría definir lo que está bien o mal en la creación, él se convertiría en el
origen de todas las cosas. Pero esa rebelión solo trajo miseria, dolor, muerte
y pena a la creación. Por ello el Dios verdadero, en lugar de negar su Pacto, se
aferró a él, y le dijo al hombre que vendría uno que lo liberaría del poder del
pecado y Satanás, este libertador aplastaría la cabeza de aquél que llenó el
corazón humano de rebelión y maldad. El transcurso de los capítulos que hemos
estudiado de Génesis ha sido marcado por la espera de la promesa, la espera de
que este Pacto, también llamado de Redención, se cumpla. De hecho, Dios ha
escogido a Abram y a su descendencia para traer al elegido. El domingo pasado
estudiábamos cómo Abram, Sarai y Agar, se dejaron guiar por las circunstancias
y factores culturales, en lugar de la promesa. Hoy veremos al Señor, al Dios
Todopoderoso (ese que creó el mundo por la palabra de su Poder) presentarse
delante de Abram, y decirle que Toda la vida está incluida en el Pacto, que le
va a dar una señal para que nunca olvide que Él es quien dirige su vida, y le
confirmará la promesa de la venida de un hijo suyo y de Sarai. Veamos entonces
lo que el Señor nos dirá en esta mañana.
INCLUYE TODA LA VIDA EN EL PACTO
Han pasado 13 años desde el nacimiento de Ismael.
Abram es viejo, tiene 99 años, y Sarai 90. La esperanza de engendrar un hijo
con ella ya no existe. Así que es algo muy impactante que el Jehová, el Dios
del Pacto, el que prometió un hijo a Abram y Sarai, se le aparezca diciendo lo
siguiente: “Yo soy el Dios Todopoderoso, anda delante de mi y se perfecto. Y
pondré mi pacto entre mi y ti, y te multiplicaré en gran manera”
Lo primero que notamos es el uso de la frase “Yo soy
el Dios Todopoderoso”, que en hebreo es “El Shaddai”. El, quiere decir
poderoso, o Dios, mientras que Shaddai quiere decir Todopoderoso. De hecho el
nombre Jehová solo aparece en el versículo 1, mientras que en todo el capítulo
se utiliza 8 veces la palabra “Elohim”, para referirse a Dios. Como recordarás
“Elohim” es el plural de “El” y quiere decir “los poderosos” o el poderosísimo
que dio origen a la creación entera. Cuando Dios se presenta a Abram como El Shadai
y cuando se hace uso de Elohim, nos está diciendo que el Dios de Abram tiene absolutamente
todo lo que existe en la creación a su disposición. Que su poder se extiende
sobre todo. El tiempo está en las manos del Señor, y puede hacer el vientre de
una mujer de 90 años, como el de una joven de 20. Su poder no está limitado por
la creación, más bien la domina. Él es quien establece su Palabra desde el
principio, y con ella creó todas las cosas, 1 Pedro nos dice que no solo las
creó por su Palabra, sino que su misma Palabra es la que las mantiene en
existencia. Y es esa misma Palabra la que él usará para renovar la creación. Él
es el Todopoderoso, y con su sola voz, el puede hacer a la estéril, ser madre. Según
Vos, Este nombre “designa el divino poder como estando al servicio de su
relación de pacto, trascendiendo la naturaleza y controlándola para las
intenciones de la redención”. Todo el interés de Dios está enfocado en la
redención de la creación. La venida del
hijo de la promesa es vital para que esto suceda. Él es quien aplastará
la cabeza de la serpiente y nos liberará del yugo opresor del pecado y Satanás.
Si la vejez o la esterilidad son un impedimento para el hombre, delante de Dios
todas estas cosas son poco delante de su Poder Todopoderoso. Definitivamente
hermano, Dios está interesado por nuestra redención, y afirma que la redención
de todas las cosas, la venida del Salvador, se llevará a cabo únicamente por su
poderosa gracia. Él lo conseguirá, porque el Dios Todopoderoso.
Pues es precisamente por eso que el Señor demanda de
Abram una cosa muy sencilla: “Anda delante de mi y se perfecto y afirmaré mi
pacto entre mi y ti, y te multiplicaré en gran manera”. Nos podría parecer un
tanto exigente, pero lo primero que deblo aclarar esque Dios no está
condicionando el pacto. Más bien, lo está reafirmando. LA palabra hebrea para
establecer, ya la estudiamos anteriormente, y hace referencia a reafirmar algo
que ya estaba establecido. Como bien sabemos Dios se le ha aparecido a Abram
varias veces, y en todas ellas, le ha afirmado su pacto. Así que no es
condicionante, él no tiene que ser perfecto para que se cumpla el pacto. Más
bien, debido al pacto, él anda delante del Señor y es perfecto, y por eso mismo
él tendrá una gran descendencia. Se le dice a Abram “anda delante de mi y se
perfecto”, una traducción más literal sería “camina ante mi rostro y se
congruente”. Este caminar ante su rostro, significa lo que tanto hemos dicho en
todo momento, que adquiramos la conciencia de que toda nuestra vida es un
caminar diario con Dios dentro de su pacto. Esto lo entendían Adan y Eva, Set,
Enoc, el que caminó con Dios, incluso Noé, de quien se nos dice que era
“perfecto” en sus generaciones. Todos ellos caminaron con Dios, vivieron
conscientes de que toda su vida debía ser vivida ante el rostro de Dios. No la
idea inmadura de un Dios que nos ve en todo momento y está a dispuesto a
castigarnos, sino la idea de que este Dios está interesado en cómo respondemos
a su amor, y cada momento nos pide que descansemos y confiemos en el Poder
todopoderoso que él tiene. De hecho Von Rad lo explica de la siguiente manera:
“Camina y vive en esta convicción, que tu vida muestre tu fe en mi como el Dios
Todopoderoso”. Y esa es la verdad, toda nuestra vida, en sus diferentes aspectos
está incluida dentro del pacto, y debe reflejar la fe que hay en nuestro
corazón. Si crees que Cristo es soberano debes vivir de tal forma que su
señorío se exprese no solo en tu vida personal, también en tu vida familiar, al
tener hijos, al tener relaciones con tu esposa o esposo, al conducir el coche,
al colocar un mueble en el hogar, o comprar en el supermercado, ahí también
eres un siervo o sierva de Dios y debes, congruentemente vivir ante su rostro. Tu vida entera debe reflejar la convicción de
que Cristo es Señor.
¿Qué fue lo que hizo Abram? Lo que se esperaba de él,
inclinarse en fe y obediencia. El que Abram se haya puesto de rodillas, e
inclinado su rostro hasta el suelo es una muestra de sumisión, pero sobre todo,
de fe. Él descansa en la palabra del Señor. Por ello el Señor procede a
re-afirmar el pacto, y le dice: “He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de
muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu
nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te
multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y
estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus
generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después
de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que
moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos.”
En esta promesa debemos distinguir dos cosas, primero
su cumplimiento entre los descendencia física de Abram y su descendencia según
la fe. El Señor Todopoderoso le prometió a Abram que sus descendientes físicos,
los judíos actuales, serían numerosos, un pueblo gigantesco, y así lo son.
También le dijo que reyes y naciones saldrían de él, y efectivamente surgieron
los reinos de Judá y de Israel, y con ellos la estirpe davídica, con todos los reyes
y gobernantes de la nación judía. A la vez, este pacto afirma que para los
descendientes según la carne de Abram les está reservada una porción de tierra
llamada Canaán, que efectivamente recibieron cuando entraron en la tierra
prometida. Todas estas promesas tienen un cumplimiento histórico y directo en
la nación judía. Pero según Pablo, estas promesas van mucho más allá. También
hablan de los que son descendientes de Abram según la fe. De ahí que el nombre
de Abram, que significa Padre enaltecido o exaltado, Dios lo cambie a Abraham
que quiere decir, Padre de una multitud.
Así que te ruego seas paciente, si por alguna razón se
te hace demasiada información o muy largo este sermón. Te recomiendo tomar
notas, porque la historia de la redención está escrita por el dedo de Dios para
nuestra edificación. Pablo explica en Romanos cuatro que esta promesa le fue
dada a Abraham cuando aún era incircunciso, para que fuera válida no solo para
los de la circuncisión (es decir, los judíos) sino también para los
incircuncisos (Es decir los no judíos). A fin de que sea padre de los creyentes
no circuncidados. Mi hermano, tu y yo somos hijos de Abraham también. La fe nos
ha contado pro justicia, al igual que a Abraham. Y todo lo que tú y yo vivimos
es de acuerdo a la fe del hijo de Dios. A los judíos se les prometió una
porción de tierra, a todos los hijos de Abraham por la fe, les ha sido
prometido el mundo entero (Ro. 4:13). Por la fe recibiremos un cielo nuevo y
tierra nueva para honrar y servir al Señor, pero entre tanto, se nos exige que
vivamos de acuerdo a sus mandatos esforzándonos por hacer visible el Reino del
Señor en toda la vida. Por eso también nos dice que los creyentes somos “reyes
y sacerdotes” para Dios su Padre. Porque ejercemos dominio sobre toda la
creación para su gloria. En la educación, en las artes, en la política, en las
empresas, en todas y cada una de estas cosas, debemos ejercer el reinado y
sacerdocio que nos ha dado el Señor. De tal forma que podemos cantar “El mundo
es de mi Dios”, y podemos servirle con todo y en todo lo que hacemos. Así mi
amado hermano, las promesas hechas a Abraham se cumplen más plenamente entre
los cristianos, que entre sus descendientes carnales, esto debido a que ellos
no ejercen fe, en el Señor Jesucristo.
NOS DA UNA SEÑAL
Aquí hay una promesa muy especial del Señor. Dios le
ha dicho a Abraham que Él será el Dios suyo y de su descendencia para siempre.
Y quiero invitarles a que como padres e hijos, memoricen este texto del
versículo 7: “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después
de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de
tu descendencia después de ti.” Esta es una promesa que el Señor está haciendo
con respecto a todos los que son de la fe de Abraham. Tu eres un creyente en Jesucristo,
el Señor del Cielo y de la tierra, y él te ha prometido a ti que él será tu
Dios y el Dios de tus hijos, para siempre. ¡Cuánta es la bondad del Señor! Así
de inmenso es su amor, y aún más, así de inmenso es su poder. Trasciende las
generaciones, y va de padres a hijos. La promesa está ligada con nuestra vida
familiar misma, y con toda nuestra descendencia.
De ahí que el Señor establezca una señal para dejar
clara la relación entre él y su pueblo, por medio del pacto. La señal es la
circuncisión. La circuncisión es una operación menor que consiste en cortar una
porción o la totalidad del prepucio del órgano sexual masculino. Según el
mandato del Señor debía practicarse a los 8 días de nacido el niño. Todo varón
en la familia de Abraham debía ser circuncidado, incluido Abraham, sus hijos y
sus esclavos. Toda la vida debía ser puesta bajo el pacto.
La circuncisión entonces, actuaba como un sacramento
del Antiguo Testamento. Los sacramentos sean en el tiempo que sean, son
instituidos por Dios para “ayudar, promover y confirmar la fe” (Calvino). Es la
forma visible que el Señor se digna a utilizar para confirmar sur promesas a
nosotros. No porque el Señor lo necesite, sino porque nosotros lo necesitamos.
Somos tan olvidadizos, que necesitamos ayuda para creer y confiar en sus
promesas. Así que Él “se humilla a mirar” y desciende de los cielos para
explicarnos con peras y manzanas que sus promesas son para nosotros. A Abraham
y su descendencia en la carne le pidió que se circuncidaran el prepucio. Esto tiene
un doble simbolismo. Primero que el pacto está ligado a la reproducción del
pueblo de Dios. Nuestros hijos entran en el Pacto por el simple hecho de nacer
o ser adoptados. Las promesas de que Dios será su Dios es firme para ellos. En
segundo lugar simboliza que al igual que el prepucio es desechado, así la vieja
naturaleza, con sus obras pecaminosas muere, y surge por la fe en Cristo Jesús
un nuevo hombre, transformado a la semejanza de aquél que le rescató. Calvino
nos explica: “La circuncisión representó la destrucción del viejo hombre y la
restauración de la vida”.
Hoy nosotros somos cristianos. Nos hemos identificado
con Cristo Jesús, y participamos de su unción. El apóstol Pablo nos explica que
fuimos circuncidados en Cristo Jesús, por la identificación que tenemos en él
con el bautizo. “En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha
a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de
Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados
con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.”
(Col. 2:11-12). La circuncisión ha sido cambiada por el bautizo. Por eso como
creyentes en Cristo no nos circuncidamos, sino que nos bautizamos. Este
bautizo, simboliza lo mismo que la circuncisión, el perdón de pecados, la
muerte del viejo y la nueva vida que surge por obra del Espíritu. Fuiste
bautizado hermano, recibe las promesas de ese bautizo, créelas, descansa en
ellas y ama al Señor en consecuencia.
Por eso hoy, nosotros los creyentes en Jesús también bautizamos
a nuestros hijos. Porque reconocemos que el bautizo es heredero de la
circuncisión. Y que al haber continuidad, debemos hacer partícipes también a
nuestros hijos. Ellos han sido bautizados y son herederos de las promesas, del
pacto del Señor. Y les dice muy claramente el Señor: Yo soy tu Dios y el de tu
descendencia para siempre. Bautizar a los hijos no es producto de un invento o
maroma teológica, más bien es producto de la consistencia del Pacto mismo. Así
lo ha dicho el Señor, cuando en muchas ocasiones dirige la invitación no solo a
los padres, sino también a los hijos, incluso a los de pecho, para que
reconozcan y exalten al Señor. Solo aquellos que están dentro del pacto pueden
reconocer la grandeza del Señor, incluso si son de pecho.
El Señor a su vez, le da una palabra muy dura a
Abraham. Si alguno no es circuncidado tendrá que ser cortado de su pueblo. Es
de notar el juego de palabras aquí, ya que la circuncisión implicaba cortar el
prepucio, pero si no recibías ese pequeño corte, entonces tú serías cortado del
pueblo de Dios. Esto puede interpretarse como morir o ser expulsado d ela
comunidad del pacto. En nuestros tiempos, si alguien no quiere tomar el
sacramento del bautizo es considerado como alguien fuera del pacto. Y si alguno
ofende esta santa ordenanza del Señor la Iglesia en uestros tiempos tiene el
poder de parte del Señor para expulsarlo de la comunión d elos santos, a esto
le llamamos Excomunión. Quiera el Señor obrar su gracia en nuestras vidas de
tal forma que sus señales externas, estén en consonancia con la verdad interna
de la salvación en Cristo Jesús.
CONFIRMA SU PROMESA
Por último y no menos importante, el Señor re-afirma a
Abraham que él tendrá un hijo de Sarai. Por lo mismo Dios re-nombra a su esposa
Sara, que significa “princesa”. Afirma que él le dará su bendición y entonces
tendrá un hijo de Abraham. Ella también será madre de muchas naciones y reyes
vendrán de ella. La promesa del Señor es certera, porque si Abraham es nuestro
padre en la fe, ella es nuestra madre. Todos nosotros somos hijos en la fe de
Abraham y Sara. El Señor pues, confirma su palabra a Abraham, diciéndole que él
tendrá un hijo de Sara.
Una vez más Abraham se postra delante de Dios con su
rostro en tierra en muestra de fe delante de la promesa. Sin embargo esta
promesa suena muy difícil de cumplirse, por lo mismo Abraham se ríe, pensando “¿Podrá
acaso un hombre de cien años tener un hijo? o ¿Sara, que tiene noventa años de
edad, podrá dar a luz a un niño?” No es
una risa que desdeña la promesa del Señor, más bien es una risa que trata de
entender. El camino del Señor muchas veces nos parece extraño, hasta gracioso,
porque va contra lo esperado, pero definitivamente se cumplirá. Por ello
Abraham le ruega al Señor que Ismael sea considerado para ser el heredero. A lo
que recibe un rotundo NO. Sara tendrá un hijo, ella será quien traerá al
heredero. Y el heredero se llamará Isaac. Porque la risa de Abraham no pasó
desapercibida delante de Dios. Él también tiene sentido del humor. Y todo aquel
que oiga el nombre de Isaac se reirá, porque las obras de Dios van más allá de
nuestra expectativa.
Respecto a Ismael, el Señor le promete a Abraham que
efectivamente él lo bendecirá. De hecho 12 príncipes nacerán de él. Y toda su
familia será una gran nación. El destino de las naciones es dirigido por el
Señor, pero es triste que las naciones escojan rebelarse contra Él. Hasta hoy,
muchas de las naciones árabes son incrédulas acerca del Cristo de Dios. Lo
consideran un profeta, y no el mismísimo hijo de Dios. Quiera el Señor dar
arrepentimiento a los musulmanes, para que busquen el rostro del Señor.
Entonces el pacto no es con Ismael. Más bien, será con
Isaac, el hijo de Sara, que dentro de un año nacería. Ahora el Señor no solo
dice el nombre, de quién nacerá, sino también la fecha. El Señor Dios
Todopoderoso dirige nuestro destino, nos enseña que nada escapa de su mano.
Pero me gustaría recordarte, que este Pacto maravilloso, concertado con
Abraham, y que posteriormente será hecho con Isaac, es el mismo Pacto que hoy
nos salva. Ese Pacto fue hecho para traer a la persona del Hijo de Dios a este
mundo. Para que todo aquél que escuche el nombre de Jesús, sepa que él ha
muerto por nuestros pecados, y resucitado para nuestra justificación. Él es el
Señor de vivos y muertos, porque Él estuvo muerto y vive. Él dio su vida para
que tú y yo pudiéramos formar parte de este Pacto, para que él fuera nuestro
Dios, y así tener una relación profunda y llena de amor con el Todopoderoso. Cristo
Jesús está delante de nosotros para que le reconozcamos como Señor. Cree en su
muerte y resurrección, cree amado amigo y hermano, y serás libre de la
condenación de este mundo.
CONCLUSIÓN
Nuestro padre Abraham una vez que el Señor se retiró,
puso manos a la obra. Su hijo Ismael fue circuncidado, tenía 13 años. Sus
esclavos fueron circuncidados. Él mismo fue circuncidado. Toda la vida y toda
su familia estaban en el pacto, estaban en la fe. Esperando la venida del
prometido. Seguramente al contarles las grandes cosas que el Señor le dijo, su
corazón se emocionó al saber que Dios es Todopoderoso y que él se encargará de
cumplir lo prometido. Ciertamente, hoy no tenemos que circuncidarnos, pero debo
preguntarte, ¿has sido bautizado? ¿Has recibido el perdón de tus pecados por la
obra maravillosa de Cristo Jesús? ¿Has nacido de nuevo? Es necesario que nazcas
de nuevo, que tu vieja naturaleza muera, y que seamos renovados pro el bautizo
del Señor Jesucristo. ¿Y tus hijos? ¿Ellos han recibido la marca del pacto?
¿Son las promesas para ellos también? Dios ha prometido ser tu Dios, pero
también el de tu descendencia para siempre. No limites el alcance del pacto del
Señor, y tráelos para que reciban las aguas del bautizo. Porque para ellos es
la promesa, y para todos cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
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