Gálatas 2:20
Por: Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola
En la serie correspondiente a este mes de octubre,
estamos tratando algunos de los lemas de la reforma protestante. El domingo
pasado estudiamos el Solo a Dios la Gloria, que nos recuerda que Dios es Señor
de toda la vida y que todo lo que hacemos debe estar dirigido a su gloria y
honor. Hoy sin embargo, analizaremos el significado de “Sola Fide” o “Solo por
la fe”. Esta frase tuvo un significado muy específico en el tiempo de la
reforma protestante, el monje Martín Lutero, atormentado por su pecado y la imposibilidad
de encontrar tranquilidad para su alma en los ritos de la Iglesia Católica, fue
a las Escrituras y entendió que la única manera de llegar a ser justo es
apropiándonos de lo que Cristo hizo, por medio de la fe. Hoy analizaremos este
asunto y a la vez, ampliaremos su alcance, es decir hablaremos de la fe como la
forma de apropiarnos de Cristo y también como la forma de vivir para Cristo. En
el texto que leímos encontramos una sencilla división: 1. Ya no vivo yo, Vive
Cristo en mi; 3. Todo lo vivo por la fe.
1.
Ya
no vivo yo, vive Cristo en mi.
El apóstol Pablo utiliza el versículo 20 y 21 como una
conclusión a su argumentación anterior, acerca de cómo es que las personas son
aceptadas delante de Dios, es decir justas. Él afirma que es por la fe en Cristo,
no por tus obras. Dice que “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no
vivo yo, más vive Cristo en mi”. Esta pequeña frase nos resume el evangelio y
su poder vivificante en nosotros.
Pablo dice “ya no vivo yo”, esto es una manera muy
peculiar de hablar. ¿A qué se refiere cuando dice esto? ¿Qué es lo que
significa por el “yo”? Pablo está hablando del hombre centrado en sí mismo.
Toda nuestra existencia centrada en nuestro propio bien y gloria. De hecho, la
tentación desde el principio fue esa, Adán y Eva fueron puestos en el jardín
del Edén como señores del mundo bajo el gobierno de Dios. Ellos no eran Dios ni
siquiera dioses. Pero la serpiente vino a poner frente a ellos una oferta que
no pudieron rechazar: “Seréis como Dios”. El hombre desde ese entonces, empezó
a construir toda su existencia sobre ese fundamento: “soy dios” Esto implicaba
que la fuente de verdad no era la revelación divina, sino la autorrealización
humana. La definición de lo bueno y lo malo ya no se encontraba en la ley de
Dios, sino en el hombre y sus necesidades. Los hombres y mujeres empezaron a
ver las estructuras de la sociedad como prisiones de las que debían liberarse:
el matrimonio, la familia, la sociedad, la iglesia, etc., todas fueron
consideradas como limitantes de la libertad humanas. Así el hombre empezó a
redefinir el matrimonio: Lamec se casó con dos mujeres para demostrar su poder
y valía. Otros comenzaron a quebrantar las relaciones familiares, como Caín y
Abel. Otros tantos empezaron a involucrarse en el desarrollo cultural pero para
separarse y alejarse cada vez más de Dios y así hacerse un nombre (Génesis
11:1-9). Las guerras son una expresión de la entronización del hombre por
encima de otros hombres, porque aunque debería bastarnos con tener nuestro
propio reino personal de ilusiones, preferimos imponer nuestra voluntad sobre
otros. Así, han surgido toda clase de violencias y violaciones a las normas de
Dios, como el machismo, el feminismo, el racismo y la xenofobia. Todas ellas
son muestra de la perversión y el deseo de justificarnos a nosotros mismos,
nuestra existencia y nuestro valor, a partir de nuestra propia interpretación
de la realidad.
Incluso las religiones, son la expresión de la
adoración del hombre como dios. Los antiguos griegos con sus dioses
personificados, como si fueran hombres o mujeres gigantes y con mayores
capacidades que los mortales, reflejan el endiosamiento del mismo ser humano. O
los dioses de nuestros ancestros, los aztecas, mayas y demás culturas
prehispánicas, que son la personificación de los poderes creacionales, dados
por Dios. Es decir, elevamos a la criatura al nivel de la divinidad. O en las
expresiones religiosas más modernas, como lo es el budismo, cuyo propósito es
liberarte de las preocupaciones de esta vida, para que llegues a liberar tu
propio potencial, e dios que llevas dentro. El yo, no solo es el individuo que
es egoísta, sino que el yo es el esquema de vida de nuestra sociedad.
Este esquema quiere hacerse pasar como el medio de
redención, la manera de poder salvarnos de a falta de significado y valor. El
machismo lucha por mantener sujeta a la mujer, mientras que el feminismo busca
liberar a la mujer de toda imposición, ambos se ven a sí mismos como la
posición liberadora del ser humano. La ruta de libertad puede adquirir muchos y
muy diversos medios, una es pensando que debemos dejar a un lado toda ley y
principio moral, y dejarnos guiar únicamente por nuestros sentimientos en
búsqueda de una experiencia superior. En este grupo encontramos a los que
buscan placer fuera del matrimonio, a las que abortan y a los padres que
abandonas sus hogares o el drogadicto en las calles. Encontramos también a
aquellos que quieren imponer la ley del más fuerte, por medio de la violencia,
como el narcotraficante o los secuestradores. También encontramos al mentiroso
que para salir de un apuro prefiere decir falso testimonio que afrontar las
consecuencias de su mal.
Por otro lado la ruta de la libertad puede tomar la
forma de un excesivo énfasis en las leyes y en la necesidad de guardarlas para
tener verdadera felicidad. Ahí encontramos al buen ciudadano, al que guarda
completamente las leyes del Estado, de tránsito y de la sociedad, el ciudadano
modelo. Ahí también tenemos al que es un estudiante exitoso, el que tiene un
trabajo honrado y busca aportar a la sociedad. Encontramos también al que lucha
por el capitalismo o por el socialismo como sistemas económicos que pueden dar libertad
económica al hombre. Al que no engaña a su mujer, cuida a sus hijos y provee
para su hogar. A la mujer que trabaja y atiende el hogar a la vez, al que
asiste a la iglesia y forma parte de un comité de la ciudad. Todos ellos, aunque
ciudadanos modelo, viven bajo el mismo engaño que aquellos que no son
ciudadanos modelo, ambos creen que la forma de vida que promueven es el medio
para obtener verdadera libertad, ambos son ejemplos de la vida centrada en el
yo, uno socialmente aceptable mientras que el otro es reprobado por las masas.
El asunto es que ante el rostro de Dios ambos esquemas están reprobados. Porque
ambos esquemas surgen del sistema que Adán en su rebelión comenzó. Un sistema
de vida que se opone a Dios y no toma en cuenta su Ley para la vida,
estableciendo su propia ley y su propio dios, el ser humano. La ira de Dios
está sobre todo la humanidad, sobre cada uno de nosotros, por cuanto todos
pertenecemos a este sistema, seas de los decentes o los inmorales, ambos
merecemos la muerte y el infierno como destino final.
Si embargo, el camino de las Escrituras para la
verdadera libertad está marcado por las palabras del Apóstol: “Con Cristo estoy
juntamente crucificado”. Sí mis amigos, el evangelio es Cristo Jesús, quien nos
dice que nuestro camino para la libertad a través del legalismo o del
desenfreno es inútil. Todo ellos son esclavizantes, limitan el desarrollo
humano y están condenados a la destrucción. De hecho, Jesucristo al ver que
este era nuestro destino se involucró activamente para nuestro bien, es decir,
nos amó. Y se hizo hombre, al encarnarse de la virgen María, él, siendo Dios,
se hizo como uno de nosotros. Los mitos del paganismo se refieren a hombres
convirtiéndose en dioses, ninguno habla de Dios convirtiéndose en hombre. De
esta forma él experimentó en carne propia nuestros dolores, vio nuestros
sufrimientos, padeció nuestras angustias, sintió nuestros miedos, conoció
nuestros pensamientos y todo en un mundo caído, perverso y malvado. Él ayunó en
el desierto por cuarenta días, y Satanás vino a tentarlo, con la misma vieja
oferta que le hizo a Adán, serás como dios. Pero él, aunque debilitado en su
carne, el Espíritu lo fortaleció, y venció al enemigo de nuestras almas, al que
nos tenía esclavizados y sujetos por temor. Le dijo: “Vete Satanás, porque
escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo servirás”. Ahí mis hermanos
comenzó nuestra liberación. Ahí el enemigo supo que no tendría oportunidad. Que
lo que había funcionado con Adán, David, o incluso Moisés, no funcionaría con
el Hijo de Dios, porque él venía empoderado por su Espíritu para salvar al
hombre. Y como hombre, como uno de nosotros, y más bien, en nuestro lugar, tomó
la culpa de todo este sistema corrupto y perverso, y lo clavó en la cruz. Él
mismo tomó sobre sí la culpa de nuestros pecados, el pecado de la injusticia y
el pecado de la autojusticia. Es decir, el pecado de la humanidad centrada en
sí misma. Y murió, murió tomando nuestro lugar, a favor de nosotros, para
perdonar, para limpiar, para purificar todo nuestro ser.
Con Cristo, dice Pablo, estoy juntamente crucificado.
Esto debe quedar muy claro para ti, porque la única forma de poder ser salvo de
esta perversa generación es morir con Cristo, ser crucificado con él, es decir,
dejar de vivir para ti mismo. Debes rechazar tu autojusticia como el medio de
liberación. Debes rechazar la confianza que tienes en ti mismo y empezar a
ponerla en él. No es tu bondad, no es tu inteligencia, no es tampoco tu
riqueza, es la obra de Cristo en la cruz la que te puede restaurar, la que
puede darte libertad. También debes apartarte de tus pecados, arrepentirte de
haber ido y de seguir yendo en contra de la voluntad de Dios. Así hayas sido el
más grande pecador del mundo, en Cristo puedes alcanzar la misericordia.
¿Pareciera ser muy fácil no? Muchas veces esta facilidad es la que hace que
rechacemos el evangelio. ¿Cómo es posible que aunque haya sido violador o
asesino, pueda yo alcanzar el perdón pro solo confiar en Jesús? Siempre
queremos merecer, queremos que de alguna manera nosotros obtengamos algo de
crédito, pero lo que Dios quiere es que renuncies totalmente a recibir el crédito,
que renuncies a todo, para obtener a Cristo Jesús.
Pro eso dice Pablo que habiendo muerto con Cristo,
nosotros ya no vivimos, sino vive Cristo en mi. Porque verás, Cristo no solo
murió, él también resucitó. Se levantó después de tres días y con él se
inauguró una nueva época, un nuevo eón, lo que la biblia llama “los tiempos
postreros”. Al estar yo con Cristo todo lo que es suyo se vuelve mío, y todo lo
que era mío se vuelve suyo. Mi pecado por su justicia. Mi antigua forma de
vida, por una nueva forma de vida, vivificada por Cristo y su Espíritu. La resurrección
de Cristo no solo es garantía de la nuestra, también se vuelve nuestra
resurrección. Ahora él vive en mi. La justificación no es cambio interior, sino
un cambio a la vista de Dios (Keller). Tu y yo seguimos siendo pecadores, pero
ante el trono de Dios nuestros pecados han sido perdonados, y recibimos del
Padre misericordia, al tratarnos como si fuéramos Cristo mismo. Como si todo lo
que Cristo hizo, lo hubiéramos hecho nosotros. Somos tratados como pecadores
justos. En palabras de Lutero que dijo simul iustus et pecator, simultáneamente
justos y pecadores. Esto únicamente es posible por medio de la fe. Nos
apropiamos de lo que es de Cristo al creer y descansar en él. Como aquella
mujer que dijo: si tan solo tocare el manto, seré sana, así estamos nosotros,
como mendigos extendiendo nuestra mano para recibir aquello que el Señor quiera
darnos (Calvino). Y Cristo confirma esto cuando dice que de él salió poder, y
volteando a ver a la mujer le dijo: Tu fe te ha salvado. Debemos dejar de
buscar el camino de la autoredención, y debemos empezar a descansar y confiar
en la obra que Cristo ha hecho para redimirnos. Esta es la palabra de fe que
predicamos: Que Cristo Jesús murió y fue sepultado y que resucitó al tercer
día. Si tu crees en el Señor Jesucristo serás salvo, y tus pecados serán
perdonados. Cree mi hermano, y vive para Dios, no para ti mismo.
2.
Todo
lo vivo por la fe
Precisamente el apóstol en este mismo versículo nos
habla de una actividad de la fe a la que no prestamos mucha atención, la
función guiadora de nuestra fe. Todo ser humano es guiado, como vimos al
principio por alguna fe, en el caso del hombre caído es guiado por la fe en sí mismo, todos sus actos
expresan el yo perverso de la humanidad. Pero en el caso del redimido, aquél
que ha muerto con Cristo, ahora puede vivir todas las cosas desde la
perspectiva de su fe, la fe del hijo de Dios. Por eso Pablo dice lo siguiente:
“y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me
amó y se entregó a sí mismo por mi”.
La frase “lo que ahora vivo en la carne” significa
todos nuestros actos. La palabra “carne” no debe entenderse aquí como
naturaleza pecaminosa, sino como corporalidad, hace referencia a todas las
expresiones corporales del hombre. Así corporales son nuestros pensamientos,
nuestros sentimientos, las teorías científicas, teorías políticas, y teorías
económicas. También son corporales todas nuestras acciones diarias, como el
correr, el comer, el vestir, lavar la ropa, limpiar el coche. También son
corporales el ensayo que entregamos en la universidad, las tareas que nos
asignaron los maestros, la música que escuchamos y las canciones que cantamos.
Todas y cada una de las cosas que experimentamos y que pro nuestro desarrollo
humano surgen en este mundo son lo que “vivimos en la carne”. Una vez que hemos
muerto al pecado, todas estas cosas ya no las hacemos en servicio al viejo yo,
sino a Cristo Jesús, y por medio de él.
“Los carnales no pueden practicar las obras
espirituales ni los espirituales las carnales, al modo que la fe no sufre las
obras de la infidelidad ni la infidelidad las de la fe. Sin embargo, aun lo que
hacéis según la carne se convierte en espiritual, pues todo lo hacéis en
Jesucristo” (Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios 8:2)
Esta frase del padre de la Iglesia Ignacio, nos
clarifica lo que el mismo apóstol nos quiere decir, todas nuestras obras en la
carne, es decir como seres humanos, son obras espirituales, es decir dirigidas
pro el Espíritu, cuando son hechas en Jesucristo. Tu trabajo como contador,
como maestro, como abogado, como chef, como vendedor, se vuelve una obra
espiritual no porque designes un tiempo de adoración a Dios u ores antes de
empezar, sino porque es hecho en Cristo Jesús. Nuestra fe, tiene un lugar
primordial, el lugar rector en nuestra vida. Vivir por fe no significa, como
muchos piensan, vivir en medio de carencias confiando en Dios, porque eso
implicaría que aquellos que viven sin carencias, aunque confíen en Dios, no
viven por fe. Vivir por fe tampoco significa entregarte al servicio
eclesiástico como pastor o misionero y depender al 100% de la iglesia en tu
sueldo. Más bien, vivir por fe en Cristo es, vivir cada aspecto de nuestra vida
como una expresión de amor y servicio a Dios, por medio de Cristo, en el poder
del Espíritu Santo. Ridderbos dice que: “Por medio de esta fe que se dirige a
Cristo en su amante entrega de sí mismo, Cristo habita y domina en él, y no ya
su propio viejo “yo”. Nuestro corazón, lleno de la fe en Cristo Jesús hace que
todas y cada una de nuestras obras sean una expresión de servicio al Señor. Por
eso, todo lo que vivimos lo hacemos en la fe del hijo de Dios, quien me amó y
se entregó a sí mismo por mi. Estamos tan unidos a Cristo Jesús, por la fe, que
él dirige y todos nuestros actos para su gloria.
Sí, él entregó toda su existencia a favor de nosotros,
¿no deberíamos nosotros entregar toda nuestra existencia por él? ¿No deberíamos
esforzarnos para que todas las cosas sean un canto de alabanza para él? De
hecho, eso es lo que queremos decir cuando hablamos de una visión cristiana
para todas las cosas. No solo deben haber matrimonios cristianos (matrimonios
que expresen lo que Cristo y la iglesia viven), también deben haber empresas
cristianas, escuelas cristianas, sindicatos cristianos, partidos políticos
cristianos, etc. Porque bajo el señorío y la guía de la fe, todas las cosas
pueden y deben ser influencias para la gloria del Señor. Viviéndolas desde nuestra
fe y para el extendimiento del Reino de Cristo. Esta obra es una necesidad para
el cristiano, porque amamos al Señor, su amor nos impulsa para servirle con
todo lo que hacemos, así como él nos amó, nosotros debemos corresponder ese
amor. Y así como él se entregó por nosotros, debemos entregar todo por él y
para él, é se dio totalmente, ¿no debemos entregar todo lo que somos, tenemos y
hacemos? Nuestro trabajo, nuestras relaciones laborales, nuestro matrimonio,
debemos aprender a vivirlos en el Señor, para su gloria.
CONCLUSIÓN.
SOLO POR LA FE, entonces se refiere a dos cosas, a que
el perdón, la liberación y la restauración de la vida humana es posible, cuando
confiamos y descansamos en la obra que Cristo ha hecho a nuestro favor. A la
vez, Solo Por la Fe, quiere decir, que todos nuestros actos, desde el más
sencillo hasta el más complejo, son dirigidos por la fe que sostenemos en
nuestro corazón. La fe cristiana, busca honrar a Cristo en todo y con todo.
Pero también busca de Cristo todo lo que necesita. Descansamos por la fe en el
sacrificio de Cristo, y a la vez obramos por la fe en el señorío de Cristo. El
mismo que murió es el que también resucitó y el que se sentó a la diestra del
poder de Dios en las alturas, él nuestro Señor, nos pide vivir todas nuestras actividades,
por fe y para fe, como está escrito: “Mas el justo por la fe vivirá”. Sí,
nuestra vida es salvada por la fe, pero también es dirigida por la fe. Oh mis
hermanos, quiera el Señor, darnos claridad en este asunto, para poder así,
servir y honrar al Señor en todo momento.
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