Ir al contenido principal

FUNDAMENTOS DE LA ECONOMÍA CRISTIANA

 




1 Timoteo 6: 17-19 

Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola 

Al ir a las Escrituras, pensamos que ellas solo nos hablan de cómo prepararnos para la vida futura, cómo ir al cielo, y cosas semejantes. Limitamos sus implicaciones a la vida privada, y al devocional que realizamos por la mañana o la noche antes de dormir. Pero las Escrituras nos equipan con una visión de vida a fin de que el hombre y la mujer de Dios, estén enteramente preparados para toda buena obra. ¿Han pensado alguna vez que las Escrituras nos presentan una forma de ver la actividad económica? Seguramente no será extraño para ustedes que ahora tratemos este tema, ya que a lo largo de este mes hemos hablado de las implicaciones de nuestra fe en el Señor Jesucristo para cada área de la vida. La vida en su totalidad, incluidas la educación y la política, deben verse a la luz de Cristo y su Señorío, es más deben edificarse sobre él y para él. La economía no es la excepción. Economía, no solo se refiere al manejo del dinero, sino que en general es el uso responsable de los bienes. O como dice Keizer “Economía es administración ahorrativa de los bienes de Dios”. La Economía tiene que ver con Dios, él es el Soberano, y como tal el propietario absoluto de todo lo que existe, entonces ¿cómo hemos de ver nuestra participación dentro del aspecto económico? Discutiremos este tema a la luz del texto que leímos, y a la vez, lo dividiremos en tres partes: Primero que la esperanza no está en las riquezas. Segundo, que los hombres y mujeres somos administradores, no dueños, y tercero, cuál es el propósito de la riqueza 

- LA VIDA NO SE FUNDAMENTA EN EL DINERO 

Las palabras del versículo 17 son dirigidas a los ricos de este siglo. No porque tener inversiones, dinero, casas y bienes sea algo pecaminoso. Más bien les señala el pecado que puede llegar a cometer en esa condición. El pobre y el rico ambos tienen diferentes formas de pecar, uno por abundancia de dinero puede olvidar al Señor quien le colmó de bienes, mientras que el otro, por la falta de dinero, puede renegar del Señor (Prov. 30:9). Ninguno está exento de pecar contra el Señor. Sin embargo, en el caso particular del rico, de aquél que posee riquezas, pueden ocurrir dos cosas: lo primero que menciona el apóstol es que no sean altivos. Se cree comúnmente que “el dinero cambia a las personas”, pero en realidad, el hombre oculta su verdadero ser cuando está en una posición de desventaja. Tales inhibiciones desaparecen cuando llega la riqueza. Una persona que tiene recursos económicos, puede pecar creyendo que ha sido su propia fuerza la que ha producido la riqueza. La altivez, es lo contrario a la humildad. Y la humildad es reconocer que lo que poseemos y somos proviene de Dios. Sin embargo, el altivo u orgulloso ha rechazado a Dios como el origen de su riqueza, y se ha colocado a sí mismo y a su capacidad adquisitiva como el dueño y director de su destino. Pero no solo ha rechazado a Dios, también rechaza a su prójimo, a aquellos que nos son de su condición, los desprecia y los ve como si fueran inferiores y menos importantes que él. Por ello el que es rico debe tener un cuidado muy especial de no olvidar que todo proviene de la mano del Señor, y que ha sido enriquecido para poder bendecir a su prójimo en necesidad. 

Lo segundo que puede hacer el hombre que se ha enriquecido es poner su esperanza en ellas. Lo que está queriendo decir el apóstol tiene directa relación con lo que hablábamos hace algunos domingos. En este contexto la palabra elpizo hace referencia a “la acción de esperar que ha empezado en el pasado, volviéndose un estado fijo” (Hendriksen). Esta persona rica ve a la riqueza como el fundamento, o la esperanza última de toda su existencia. Es un peligro muy grande el que el creyente puede caer, colocar en el lugar de Dios a su riqueza. Un fundamento para poder construir un edificio debe ser fuerte y firme. Las riquezas no son firmes, no son fuertes, nos dice Pablo, son inciertas, no son un fundamento suficiente, ellas desaparecen. Las riquezas se devalúan, las casas pierden su valor, y los bienes pueden robarse. Las grandes riquezas que podamos tener no se comparan con el verdadero fundamento que el creyente puede encontrar en Cristo Jesús. Tristemente nos encontramos hombres y mujeres que enriquecidos ponen toda su esperanza en las riquezas que han obtenido, a estos habla nuestro Señor Jesucristo cuando dice: “Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!” (Marcos 10:23-25) 

Por eso el apóstol Pablo invita a todos los que son ricos a definir su estabilidad no con base en la riqueza, sino con base en Dios. Él es el fundamento firme para poder construir toda nuestra vida. Ya lo dijo el salmista: “Si el Señor no construye la casa, el trabajo de los constructores es una pérdida de tiempo. Si el Señor no protege la ciudad, protegerla con guardias no sirve para nada. Es inútil que te esfuerces tanto, desde la mañana temprano hasta tarde en la noche, y te preocupes por conseguir alimento; porque Dios da descanso a sus amados.” (Sal. 127). Si mis hermanos, la esperanza que tenemos al levantarnos temprano a trabajar, al construir nuestras casas, o al cuidar nuestros bienes, no está en las cosas mismas, sino en Dios, quien nos otorga todas ellas con su gracia maravillosa. Lo que da un fundamento firme al creyente, es que su seguridad está en Cristo, en nuestro Dios. Porque de un momento a otro nos puede faltar la riqueza que tanto atesoramos, pero jamás podrá faltarnos Dios, quien nos sostendrá en todo momento. En la abundancia o en la escasez Cristo se vuelve el fundamento de la existencia: “Sé vivir con casi nada o con todo lo necesario. He aprendido el secreto de vivir en cualquier situación, sea con el estómago lleno o vacío, con mucho o con poco. Pues todo lo puedo hacer por medio de Cristo, quien me da las fuerzas.” (Fil. 4). De hecho el Apóstol establece que todo lo que tenemos nos viene de Dios. “Y este mismo Dios quien me cuida suplirá todo lo que necesiten, de las gloriosas riquezas que nos ha dado por medio de Cristo Jesús. ¡Toda la gloria sea a Dios nuestro Padre por siempre y para siempre! Amén.” (V.19-20). 

Entonces amados hermanos, el primer principio para establecer una visión cristiana de la economía, de la administración de los bienes, es reconocer que todos estos vienen de Dios, que Él es la fuente de toda bondad y abundancia. Y que nuestra esperanza debe estar colocada en él, más que en nuestras propias fuerzas. 

- SOMOS ADMINISTRADORES, NO DUEÑOS 

Lo siguiente que nos dice el Apóstol es que nuestra esperanza debe estar puesta en Dios “que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.”. Mis hermanos, de esto podemos derivar dos cosas muy hermosas. Primero, que el Señor es el Dueño de todo lo que existe, incluidas las riquezas, el trabajo, las casas, los coches, y demás. El dueño es el único que realmente puede hacer con aquello que tiene lo que desea. El dueño incluso puede, si lo desea, destruir aquello que posee, es su propiedad. Nuestro Dios es el dueño absoluto puesto que él es su creador y sustentador. De hecho, él también es dueño de nosotros, somos sus criaturas. “Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos.” (Hageo 2:8). Todo le pertenece a él, incluso el dinero que llamas “tuyo”. Precisamente como Dueño, puede otorgarlo a quien él desee con completa libertad. Por ello el Apóstol Pablo nos dice que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Precisamente este dar de Dios, nos enseña que nosotros estamos puestos en este mundo como los Administradores de los bienes del Señor. 

Los hombres y mujeres, no son dueños de la creación, son los administradores. Y como tal, deben utilizar todo lo que les ha sido dado, para el desarrollo de este mundo para la mayor gloria de Dios. Es hermoso saber que el Señor nos ha dado todas las cosas con dos propósitos: primero para ejercer nuestro oficio para su gloria, y segundo, para disfrutar de todos estos bienes.”Mira el Salmo 8, “Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo, Las aves de los cielos y los peces del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar. ¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra! Lo que llaman algunos bienes de producción, materias primas, fuerza de trabajo, empresas, relaciones laborales, actividades económicas, primarias, secundarias o terciarias, todas estas cosas son dadas al hombre, para que tanto en el proceso, como en el producto final, podamos decir ¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra! En otros lugares el hombre es descrito como el mayordomo que desarrolla la creación, como el siervo de Dios y el custodio de su prójimo. Pero la razón que ha de guiar toda su actividad económica es y siempre debe ser la Gloria de Dios. De ahí que la búsqueda de nuestras vidas no sea mayor sueldo, o mejores prestaciones, sino mayor gloria para el Señor. Si la razón por la que trabajas, o emprendes algún negocio es perseguir el dinero y el éxito económico, estas cayendo en un engaño, porque lo único que realmente te dará la bendición de Dios será la búsqueda de su Gloria, que él sea exaltado en todo lo que hagas, y todo lo demás mi hermano, incluida la riqueza, puede llegar a venir a ti. 

Pero no somos animales de carga que no pueden comer y disfrutar de lo que hacen, porque el Señor dice, “no pondrás bozal al buey que trilla”. Y sí, el Señor cuida de nosotros de tal forma que nos invita a disfrutar de los dones que él nos proporciona. El Señor no solo nos da abundantemente todas las cosas para que le demos gloria, también lo hace para que las disfrutemos. En todas las Escrituras encontramos invitaciones por parte del Señor a disfrutar de sus dones. Por ejemplo, el salmo 104 “El riega los montes desde sus aposentos; Del fruto de sus obras se sacia la tierra. El hace producir el heno para las bestias, Y la hierba para el servicio del hombre, Sacando el pan de la tierra, Y el vino que alegra el corazón del hombre, El aceite que hace brillar el rostro, Y el pan que sustenta la vida del hombre.” Él ha dado todas estas cosas que son costosas, como el vino, o el aceite (que vendría siendo el maquillaje), todas para que se alegre el corazón del hombre. Sí mis hermanos, el disfrute gozoso de la creación no solo es correcto, sino que es mandado. Es nuestro deber delante de Dios dejar de pensar tanto en cómo disfrutar la creación, y empezar a disfrutarla con gratitud y alegría. ¿o qué me dices de Eclesiastés 2:24-26 que dice: “Entonces llegué a la conclusión de que no hay nada mejor que disfrutar de la comida y la bebida, y encontrar satisfacción en el trabajo. Luego me di cuenta de que esos placeres provienen de la mano de Dios. Pues, ¿quién puede comer o disfrutar de algo separado de él? Dios da sabiduría, conocimiento y alegría a quienes son de su agrado; pero si un pecador se enriquece, Dios le quita las riquezas y se las da a quienes le agradan. Eso tampoco tiene sentido, es como perseguir el viento.” Sí, hay que disfrutar la comida y la bebida, dones del Señor, todo aquello que podemos obtener con la riqueza, con el producto del trabajo diario, es un don para disfrutar, no para tenerlo guardado en una repisa. O como bien diría el Apóstol unos capítulos antes a Timoteo: “Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias”. Calvino explica que los alimentos no solo son para nuestro mantenimiento, también para nuestro deleite y satisfacción. O el vestido, no solo por necesidad, sino por decoro y honestidad. O las hierbas, arboles y frutas, que también son para alegrar nuestra vista y recrear nuestra nariz. (Sal. 104:14). Entonces no solo es la necesidad personal la que debe justificar nuestro uso de las cosas, también lo es el gusto personal por las mismas. Calvino escribe diciendo: “¿No nos ha dado Dios, finalmente, innumerables cosas, que hemos de tener en gran estima, sin que nos sean necesarias?” Mis hermanos, qué gran bendición el Señor nos ha dado en que todas las cosas que emprendemos económicamente deben hacerse para la gloria de Dios y para nuestro deleite. ¿No es esto lo que dicen nuestro catecismo? Solo permíteme adaptarlo, “¿Cuál es el fin principal del hombre en la labor económica? Glorificar a Dios y gozar de ello para siempre.” 

- PROPÓSITO DE LA RIQUEZA 

Ya hemos visto que en cuanto a Dios, el propósito de darnos riqueza es para glorificarle, en cuanto a nosotros mismos, es disfrutar de esos dones, pero ¿qué hay de esta riqueza y nuestro prójimo? ¿No tiene algo que ver aquél que está en necesidad? Las demandas de nuestro Señor Jesucristo son absolutas en este sentido, cuando el hombre ha puesto su esperanza en las riquezas, él le exige que venda todo lo que tiene y lo de a los pobre, y así haga tesoros en el cielo. Al que ha defraudado a otros, como Zaqueo, el encuentro con el Señor le impulsa a devolver lo robado y cuadruplicar la suma en compensación. Cristo nos coloca una vez más a su servicio, para que nos neguemos a nosotros mismos, tomando nuestra cruz cada día y le sigamos. Cristo hace que podamos ver una vez más las riquezas en su correcto contexto, es decir, dominadas por Cristo, como decía Clemente de Alejandría. Mis amados hermanos, no hay otra cosa a la que debamos dedicar toda nuestra existencia que a la búsqueda de la gloria de Cristo. De ahí esta frase del Apostol: “Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.” 

Nuestros recursos, especialmente si hemos sido bendecidos más allá de lo que necesitamos, son para poder paliar las necesidades de nuestros hermanos. No de aquellos perezosos que no quieren trabajar, porque como bien lo dijo el apóstol: “el que no quiera trabajar, que tampoco coma”. Sino para aquellos que en verdad están en necesidad: “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.” (Ef. 4:28). Las colectas en las iglesias, el aportar para las despensas es una parte importante de ello (Agradecer a los que han dado según sus capacidades y aún más allá de sus capacidades, cada 15 días). Recordemos como los creyentes más adinerados del primer siglo vendían sus propiedades y ponían el dinero al pie de los apóstoles para su administración entre los pobre y necesitados de la comunidad, especialmente las viudas y los huérfanos. 

Por ello Pablo enfatiza que los ricos deben serlo también en buenas obras. Tanto en la ayuda del que necesita alimento, como del que necesita una beca académica, o algún apoyo para su preparación. Soy un fiel creyente de que mientras esté en nuestras manos debemos apoyar a nuestros jóvenes que quieren estudiar, especialmente cuando ellos están limitados en sus recursos. ¿Estas no son buenas obras? Apoyar a un joven en su educación definitivamente es una buena obra, de hecho, es algo encomiable que les patrocinemos también sus estudios. Como Iglesia Institucional, si todos diéramos nuestros diezmos y ofrendas como debe ser, tendríamos el margen necesario para invertir en nuestra juventud. Cada iglesia o incluso los presbiterios podrían crear fondos educativos para la juventud que quiere prepararse para la gloria de Dios, no solo en el área teológica, sino en cada área de la vida, para servir al Señor. 

O aún más, ¿Cuánto de tus recursos (tiempo, bienes, esfuerzo, dinero) estás invirtiendo en alguna causa a favor del Reino de Dios? ¿Has donado para los proyectos de Educación cristiana, Política Cristiana? Invertir parte de nuestros ingresos para el avance del Reino de Dios es importante, porque con ello estamos demostrando en donde está la prioridad de nuestra vida. Lo que realmente importa para nosotros. Recientemente se ha dado a conocer una serie que aparecerá en Netflix que sexualiza a unas niñas de 12 años. Las quejas son muchas y muy variadas, hasta existen aquello que proponen dejar de usar la plataforma, es una opción válida, adelante. Pero lo que más me preocupa es que en realidad no hay una alternativa cristiana para los servicios de plataformas digitales que hagan. Y si lo hubiera, no estamos dispuestos a apoyarlo con nuestros recursos y tiempo. Se necesitan creyentes ricos que den sus recursos en inversión para el Reino de Dios, en las muy diversas áreas de la vida, no solo en lo eclesiástico. El impulso cultural desde una óptica cristiana tendrá fondos de los mismos creyentes que se comprometen a amar y proclamar el Reino de Cristo. 

CONCLUSIÓN 

Mis hermanos, por mucho tiempo los ricos han sido despreciados en medio del pueblo de Dios, y sin embargo, el Señor nunca los despreció. Hay un cierto pensamiento romanista en el mexicano, que le hace creer que ser pobre dignifica, y que de hecho cualquier persona rica es mala, o se ha vuelta rica por la corrupción. Pero las Escrituras no condenan la riqueza, condenan el amor al dinero. Condenan el que tratemos de servir a dos señores, a Dios y a las riquezas. Por ello nos llama a dejar a un lado la avaricia, para que en el Reino de Dios podamos encontrar la paz y plenitud que tanto necesitamos. De hecho esta última parte, el versículo 19, pareciera que enfoca una salvación por obras. Sin embargo lo que está diciendo el apóstol es lo que hemos venido diciendo todo este mes, el uso de los bienes que poseemos debe hacerse sobre el fundamento del Reino de Dios, debe apuntar escatológicamente, al Reino venidero. No trabajamos, no invertimos, ni desembolsamos para este siglo, lo hacemos para el Reino de Dios. Y mi hermano, esa nunca, jamás, será una inversión que se pierda. Porque el Señor, dueño de todo, sabe recompensar a su pueblo. La Economía cristiana tendrá siempre estos principios en cuenta, y de hecho construirá sobre este fundamento bíblico toda una teoría económica. Así que “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” (Gal. 6:9). 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

LA MEJOR HISTORIA DE TODAS: EL PACTO DE DIOS CON SU PUEBLO.

Nuestro Buen Dios, desde el principio estableció un Pacto con su creación. Por su Palabra poderosa hizo que todo comenzara a existir (Gen 1, Sal.). Esa Palabra es firme hasta el día de hoy, es por esa Palabra que todo lo que existe hoy, sigue existiendo (Juan 1:1-3). Y como una contraparte en el pacto Dios creó al ser humano, varón y hembra, para que fungieran como socios de Dios en el desarrollo de la creación. Les dijo: Fructifiquen y multiplíquense, llenen la tierra y sojúzguenla, señoreen en toda la creación (Genesis 1:28). De esta forma toda la labor del ser humano está incluida dentro del pacto. Desde los actos tan íntimos como las relaciones sexuales y la procreación, pasando por las actividades como la agricultura, la pesca y la ganadería, hasta los desarrollos culturales y tecnológicos del ser humano, todos ellos están englobados en el Pacto del Señor, porque dicho Pacto es el mandato de Dios para la humanidad para que hagan todo para su gloria, prometiendo bendecirles en todo...

NUESTRA VISIÓN DE LA VIDA

  Génesis 43 Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola Una visión de vida no es meramente un propósito por el cu al vivir, una visión de vida establece nuestras prioridades, nos dice cómo interpretar todo lo que sucede a nuestro alrededor, y no solo eso, sino que nos permite vivir y actuar en este mundo. Cuando día a día vivimos de acuerdo a nuestra visión de vida estamos siendo consistentes. Pero hay ocasiones en las que, por una u otra razón, actuamos contrario a lo que decimos ser nuestra visión para vivir. Somos inconsistentes. Eso le ocurre a la gran mayoría de personas, y también a los que creen en Dios. No es extraño encontrar casos de creyentes que a veces dudan de Dios, o incluso quienes, aunque afirman que el matrimonio es para toda la vida, acaban divorciándose a los pocos años. Estamos llenos de inconsistencias, y Dios lo sabe, por eso hoy nos llevará a ver cómo unos santos hombres de la antigüedad aprendieron a vivir de acuerdo la visión de vida que el Señor les había revelad...

BET EL, CASA DE DIOS

  Génesis 28 Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola BET EL CASA DE DIOS Jacob ha salido del hogar paterno, sin criados, sin camellos, sin ninguna clase de protección, ha sido enviado a buscar esposa a la tierra de sus parientes, Harán. Su salida apresurada y sin ninguna provisión demuestra que en su padre aún había cierto enojo. Cuando Abraham envió a buscar esposa para Isaac lo hizo con una grande provisión, pero en el caso de Jacob, Isaac no siguió el mismo ejemplo de su padre. Lo envió vacío, sin nada. Esaú, su hermano mayor, planeaba matarlo, apenas Isaac muriera, vengándose de todas las cosas terribles que le había hecho. La única persona que parecía preocuparse por él, era su madre, quien habría de esperar el resto de su vida por volver a verlo, sin conseguirlo. Parecía que Dios también lo había abandonado, ahora que era expulsado de la tierra de sus padres, a un lugar lejano, porque aunque su padre le había dado la bendición, Jehová no se le había aparecido para confirmar su p...