Hechos 17:16-34
Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola
Introducción:
El domingo pasado hablábamos de la necesidad de una Cultura Cristiana, hoy debemos voltear a ver una de las estructuras de la creación que son fundamentales para el establecimiento de una cultura cristiana, la Educación. En este contexto hablaremos de educación cristiana, porque creemos firmemente que todas las actividades humanas pueden y deben ser abordadas desde el fundamento cristiano, y ese fundamento es Cristo. El pasaje que hemos leído hoy nos presenta una situación muy particular, Pablo está en Atenas, producto de su segundo viaje misionero. El Reino de nuestro Señor Jesucristo se va extendiendo, como en una campaña militar exitosa, conquistando ciudad tras ciudad, estableciendo enclaves del Reino de Dios en medio de una cultura pagana y apóstata. Atenas no es la excepción, esta ciudad es comparable con cualquier gran ciudad, donde la cultura, las artes y las escuelas de pensamiento se han desarrollado de manera monumental. Al recorrerla Pablo nota dos cosas, primero que la ciudad entera está entregada a la idolatría. Es decir, la ciudad entera, con todas sus expresiones culturales, económicas, y sociales, ha colocado en el centro de su vida a la criatura en lugar del Creador. La idolatría no solo se refiere al uso de imágenes para la adoración, también, y sobre todo, implica un rechazo del Dios verdadero para adorar o reconocer como dios a alguna cosa creada. Estas cosas deificadas, pueden ser, por ejemplo, la búsqueda de la felicidad, o la armonía con el universo. También pueden ser, como lo hemos dicho en otras ocasiones esquemas de vida o sistemas filosóficos que no tienen en cuenta al Dios de las Sagradas Escrituras. Una ciudad puede estar llena de idolatría y no tener una sola imagen en sus calles. Una ciudad puede ser construida sobre el éxito económico, sobre la fuerza de la industria, sobre la superación académica, o por el poder del gobierno, todos estos son aspectos de la vida, que una vez separados de Dios, los convertimos en el absoluto que ha de guiar toda nuestra vida. En lugar de ser una parte de la vida, se convierten en el significado de la vida.
Una forma en que esta idolatría se manifiesta es a través de filosofía que tratan de dar propósito y significado a todo lo que hacemos. Una vez que el hombre ha dejado a un lado a Dios, trata de suplir la dirección que encontraba en el Creador, creando sistemas de pensamiento que le permitan justificar su existencia. Hechos menciona 2 a los que Pablo se enfrentó, los epicúreos y los estoicos. Los epicúreos pensaban que si existían los dioses estos no tenían que ver nada con el mundo, ya que existían lejos de las preocupaciones mundanales. LA tarea de la humanidad era hacer lo más tolerable su existencia, a través de la felicidad y la ausencia del dolor, sin referencia a estas despreocupadas divinidades. Por el otro lado estaban los estoicos, quienes enfatizaban lo opuesto, los dioses y el mundo son básicamente la misma cosa, tanto los animales, como los hombres las plantas y los objetos inanimados, son fragmentos de la fuerza divina. Es una forma de panteísmo. El problema con esta visión es que no podía explicar el problema del mal, ya que ellos simplemente lo aceptaban como parte de lo que existe, no hay manera de evitarlo, más bien lo que tenemos que hacer es aprender a someternos a este orden determinista, pero la única manera de hacerlo es suprimir nuestras pasiones, dominándolas a través del ascetismo.
Estos dos esquemas de vida fueron los que Pablo encontró en Atenas, la ciudad donde la sabiduría podía ser encontrada en las plazas y mercados, e incluso en los más altos estratos de gobierno. Estos filósofos, eran los que educaban a la juventud, eran quienes formaban a la sociedad de aquel tiempo. Toda la ciudad de Atenas había sido instruida en el pensamiento de los griegos, en ese momento caracterizado por el pensamiento de los Estoicos y Epicúreos, pero que tienen el trasfondo del platonismo, y el aristotelismo. Estas escuelas de pensamiento ocupaban el lugar de lo que hoy llamamos Universidad, ahí donde los hombres y mujeres de nuestra ciudad son educados para involucrarse en este mundo y transformarlo con su visión de vida. Quizá te preguntes si es posible influenciar la universidad de nuestra ciudad desde una óptica cristiana, pienso que en principio es difícil, pero no imposible. Si tu eres profesor o alumno, en algún centro de estudios de grado universitario (Universidad, Tecnológico, Icess, etc) debo decirte que aun a pesar de la fuerte carga filosófica que puedan tener estos centros académicos, podemos y debemos hacerles frente desde nuestra posición cristiana. A la vez, el llamado a levantar una universidad cristiana es imperativo, no debe ser un sueño guajiro, sino una realidad a la que aspiremos y por la que trabajemos. Veamos pues, cómo hizo el apóstol Pablo para presentar su defensa del evangelio y a la vez, fundamentar una educación cristiana.
-Reconoce la religiosidad humana (22-23)
Pablo fue llevado pro estos filósofos al areópago, que en ese momento era un tribunal judicial que no solo se encargaba de establecer verdadera justicia entre los hombres (N. t. Wright). El hecho de que traen a Pablo a este lugar permite notar que su doctrina está siendo puesta bajo escrutinio, ellos mismos dicen: “¿Podemos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas? Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto.” Sí, los areopagitas, los jueces del areópago, van a escucharlo, porque como lo explica Lucas: en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo.
Lo primero que hace Pablo, es de hecho muy amigable. No ataca la religiosidad de los atenienses, más bien la reconoce a tal grado que hace resaltar un altar, el Altar al Dios no conocido. Este altar obedecía a una historia en la que Atenas estaba siendo azotada por una terrible plaga, y a pesar de haber hecho sacrificios a todos los dioses, esta no cesaba. Epiménides reunió un rebaño de ovejas dejándolas deambular en la ciudad y sus colinas, y donde una oveja se detenía y se dormía, ahí la sacrificaban a un dios desconocido. Después de varios sacrificios la plaga se detuvo. Por ello Pablo podía encontrar este altar al (Agnostos Theo) Dios Desconocido.
Pablo utilizó esta declaración de los atenienses para enfatizar su religiosidad, eran tan religiosos que incluso adoraban a un Dios que no conocían. Ahí Pablo establece un camino para comunicarse con los griegos, por ello les dice, “Al que vosotros adoráis, pues sin conocerle, es a quien yo os anuncio”.
En nuestros tiempos, difícilmente los hombres de ciencia, educados o universitarios, se podrán identificar a sí mismos como religiosos. La educación es laica, es decir, debe estar libre de todos los dogmas religiosos que puedan influir cuando hacemos nuestras investigaciones. La religiosidad es presentada como un fenómeno de las clases menos educadas, a la vez que dejar a un lado a Dios en el área educativa es considerado objetivo y bueno. Así tanto los maestros como los alumnos son llevados en una visión que corrompe su manera de entender el mundo, porque aunque quisiéramos desprendernos de las convicciones más profundas, como decía Ernst Troeltsch, “no podemos salirnos de nuestra propia piel”. El apóstol Pablo reconoce una de las principales características humanas, “somos religiosos por naturaleza”.
Religión quiere decir que absolutamente todo lo que hacemos está dirigido por el servicio que damos a alguna divinidad, esta puede ser el Dios de las escrituras, o algún otro dios de invención humana, como la razón, la materia, el proceso histórico, o algunos objetos, como el dinero, el sexo, o autorrealización personal. Ante todos estos dioses sacrificaremos lo más precioso de nuestra existencia, con tal de ordenar nuestra vida alrededor de ellos. Por ello Juan Calvino, dice que el corazón humano es una fábrica de ídolos. O como decía San Agustín, “nuestro corazón está inquieto hasta que encuentra reposo en ti”. La más grande mentira de la humanidad es que la actividad científica puede ser neutral respecto a Dios. Ninguna labor humana puede ser neutral, toda labor humana es religiosa en carácter e involucra al ser humano en su totalidad en servicio o rebelión a Dios.
Los maestros y alumnos en la universidad, y nosotros en nuestros trabajos, debemos tener consciencia constante de que nuestras actividades diarias están condicionadas por el compromiso religioso que hemos hecho, y debemos señalarle a aquellos que luchan por la neutralidad científica, que ellos también son religiosos, porque al tomar una posición en contra de Dios en el área académica, están siendo todo, menos neutrales, reflejan entonces un compromiso religioso. Mi gran pregunta para nuestros maestros y jóvenes estudiantes, es si son capaces de ver los diferentes compromisos religiosos que se desarrollan en nuestro país, en las aulas, en los sistemas políticos, económicos y sociales en los que estamos viviendo hoy. Y si no ¿Qué esperas para capacitarte? La batalla es apremiante, toma las piedras con las que podremos derrotar al gigante que nos asecha.
-Instruye bajo una perspectiva cristiana (24-29)
Lo siguiente que hace el Apóstol Pablo es dar una clase magistral de Cosmovisión Cristiana, base fundamental para una filosofía cristiana, y todavía más, para una educación cristiana, sea como maestro, o como alumno. Lo primero que establece Pablo es que hay un Dios creador del cielo y de la tierra. Ni los Epicúreos ni los Estoicos pensaban en un Dios Creador, ellos veían la naturaleza como eterna, o una manifestación de la divinidad. Su filosofía, que influía en toda su labor, estaba en completa oposición al mensaje apostólico. Pablo, de hecho, establece un punto de contacto con ellos al enfatizar que este Dios no es adorado por manos humanas, o en los templos, que podían ser vistos desde el areópago con facilidad. A la vez, establece que este Dios Creador es Señor de todo lo que existe, y que como Señor él prodiga todos los bienes sobre la humanidad, como son la vida, el aliento y todas las cosas. El Creador es Señor soberano, es decir es Señor sobre todo, y él no necesita de la adoración humana, en cambio, la humanidad le necesita para poder tener vida, aliento y todas las cosas.
Posteriormente el Apóstol explica que la humanidad es creación de Dios, enfatiza la unidad de los hombres y mujeres debido a este acto soberano del Creador. Esta humanidad fue hecha con un propósito muy expreso: habitar sobre toda la tierra, y desarrollarla para su gloria. De esta forma, el surgimiento de las naciones mismas es explicado como un mandato de Dios. El apóstol utiliza frases con mucha fuerza: “les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación”. Quizá los estoicos se sintieran inclinados a aceptar estas premisas, pero lo que no podían aceptar es la personalidad de este Dios. No hay un dios personal que dirija el destino de las naciones, sino que todo es producto de una fuerza, el Logos spermatikos, que se encuentra en cada ser humano. El apóstol sin embargo no está diciendo que Dios esté en cada uno de ellos, sino que él dirige, ordena y decreta por su Ley, el destino de las naciones. Es verdad, como dijo Francisco González Bocanegra, que el destino de la nación mexicana, por el dedo de Dios se escribió. Pero no solo el de México, sino el de todas las naciones del mundo, está fijado por la mano soberana del Creador, porque él es el Señor, y nosotros sus siervos. Es verdad que las naciones son formadas por los actos humanos, pero también es verdad, que el Señor guía estos actos para que los hombres busquen al Señor, se le sometan gustosos como los siervos obedientes, pero sobre todo como hijos de Dios. Por ello el apóstol cita a los poetas griegos, quienes decían que somos linaje de Dios. Una vez más, los pensadores reunidos en el areópago deberían sentirse aludidos, y confrontados, esta verdad muestra a un Dios que es mucho más grande que los adorados por ellos, y que no debe ser considerado como producto de nuestra imaginación, sino como el Soberano y Creador de todo lo que existe, y nosotros sus siervos e hijos.
De lo anterior podemos ver principios para la elaboración de una teoría educativa, o incluso para nuestra labor como estudiantes o profesores. Lo primero que el Apóstol enfatiza es la distinción Creador-criatura. Si algo caracteriza a Dios, es haber creado todo lo que existe por su poderosa palabra. Mientras que a todo lo que existe fue creado de la nada, pro la poderosa palabra divina. La existencia del ser humano y de todo lo que hay, es completamente dependiente del Creador. Una educación cristiana, coloca al alumno y al maestro, a ambos en una relación de dependencia hacia el Creador, el Dador de vida y quien nos proporciona todas las cosas. Y en segundo lugar el Apóstol nos dice que tanto el maestro como el alumno son siervos de Dios, quienes están puestos aquí para descubrir las potencialidades de la creación. Un alumno es instruido por su maestro para que pueda descubrir cómo funciona el mundo. A través de diversa técnicas el maestro despierta en el alumno el deseo de conocer y aplicar las leyes de la creación a su vida diaria. La Escuela cristiana, o la labor del docente cristiano es dirigir al alumno para que descubra el lugar al que el Señor le ha llamado para servirle. Y la tarea del alumno en la escuela es reconocer ese lugar de servicio para el Señor, y ejercerlo con devoción y gratitud. La escuela debe ser el lugar donde el alumno y el maestro aprendan a ver todas las ciencias al servicio de Dios. ¿Se te hace complejo? ¿No sabes cómo hacerlo? Bueno, pues hay que estudiar más, lee autores que te pueden ayudar, como Nancy Pearcey, o mis favoritos, Albert Wolters, y Herman Dooyeweerd. Todos ellos son hombres y mujeres que han entregado su vida al servicio de Dios en la academia, y seguramente tendrán algo que decirte.
-Coloca en el centro de la historia a Cristo Jesús (30-31)
Por último el apóstol Pablo lleva a su audiencia al centro del evangelio. Dios ha pasado por alto la ignorancia de las naciones. Porque aunque Dios estuvo prodigándoles su bondad, jamás le reconocieron como Dios. Sin embargo, y este es el “Pero Dios” que tanto nos gusta escuchar, el Señor ha pasado por alto estos tiempos de la ignorancia. Es como si el Señor dijera “no tomaré en cuenta ese pasado en el que no me conocías”, pero esto no indica que él nos salvará pro mera lástima. Más bien él ha establecido a aquél que juzgaría el mundo y quien es el depositario del Señorío absoluto en el universo, aquél que resucitó de entre los muertos. Él es el señalado por Dios para ser el primero y el último, el que le da significado a toda la creación, y quien dirige todas las cosas para el servicio del Señor. Si no nos sometemos a él, seremos juzgados por él.
En el pensamiento griego no hay cabida para el juicio final. De hecho los estoicos creían que el mundo terminaría en una bola de fuego que reiniciaría todo el ciclo, donde absolutamente todo volvería a repetirse de la misma manera. No hay un destino, no hay un propósito al cual aferrarse. Pero la cosmovisión cristiana se presenta ante el paganismo dando sentido a la historia, colocando en el centro, al principio y al final, al Señor de la Historia, Cristo Jesús. El propósito humano es servir y honrar a Dios, puesto que esto era imposible debido al corazón corrupto del ser humano, Cristo ha venido para dirigirnos otra vez de regreso al Padre. Con su resurrección ha sujetado todas las cosas debajo de sus pies, porque quien ha vencido a la muerte, ha vencido absolutamente todo. Todas las cosas serán puestas en orden en Cristo Jesús.
Es de notar que, como dijimos al principio, el areópago era un lugar para impartir verdadera justicia, sin embargo, Pablo ahora dice que el mundo sería juzgado por Cristo Jesús, el resucitado. El juicio, el orden del mundo, no está sujeto a algunos hombres sabios en el areópago, sino que quien ordena el cosmos, quien dirige el concierto de la creación, es Cristo Jesús, él es el verdadero Logos, el que llevará a la creación entera a su propósito real: la alabanza y la gloria de Dios.
En la educación mis hermanos no existe otro fundamento mayor: Cristo Jesús es el principio de una nueva forma de ver la vida, y de conducirnos en ella. Por ello hablamos de “educación cristiana”, porque él es el nuevo fundamento de la vida. Él es la sabiduría de Dios. Él es a través de quien podemos ser instruidos y quien nos instruye. Por ello Clemente de Alejandría, llamaba a nuestro Señor, “El Pedagogo”. El que guía o instruye al niño. Nosotros, los hombres y mujeres cristianos, somos su pueblo que debe ser instruido para el Señor. Es tiempo de que empecemos a desarrollar nuestros oficios bajo el juicio, bajo el gobierno de Dios. Cristo, mis amados amigos y hermanos es el inicio de una educación cristiana.
CONCLUSIÓN (32-34)
Por último ocurren dos reacciones, una de rechazo y otra de aceptación. Los primeros rechazaron este nuevo fundamento para la vida, porque en sus corazones la idea dualista de que lo más importante del hombre es su alma y no su cuerpo estaba tan arraigada que aceptar la resurrección equivaldría a rechazar todo su esquema filosófico. Sí, mis amados hermanos, rechazar las ideas del mundo, en pro del Cristo Resucitado es difícil, pero “el que ama a padre, madre, hijos, casa, tierras, o esquemas filosóficos más que a mí, no es digno de mi” dice el Señor. Una vez que hemos sido confrontados con el evangelio tenemos que escoger, o reconocemos que el fundamento para una nueva realidad se encuentra en Cristo, o nos quedamos con nuestros esquemas que no acaban por explicar nuestra realidad.
Por ello hubo quienes reconocieron la verdad del mensaje de Pablo, entre ellos Dámaris y Dionisio el Areopagita, junto a otros tantos. Dionisio era uno de los jueces del Areópago, y Dámaris parece haber sido una mujer de autoridad en Atenas. Ellos reconocen que la resurrección de Cristo es la prueba de que él es el señalado por Dios, y que todas las cosas son puestas bajo su poder. Su vida ahora estará caracterizada por la fe en Cristo Jesús, y que toda la vida, su vida, es para él. Mi amado amigo y hermano, ¿reconoces a Cristo Jesús como el Señor de toda la vida y de tu vida? ¿Qué esperas para hacerlo? Solo así podrás ser parte de este nuevo comienzo de la humanidad, parte de esta nueva oportunidad de servicio al Señor. Lo único que exige el Señor Jesucristo de ti es Fe. Fe en su resurrección, y en que a través de él podrás tener el perdón de todos tus pecados, de todos los ídolos que había en tu vida. ¡Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa!
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