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EL SEÑOR DEL PACTO

GÉNESIS 15


Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola

Durante estos domingos hemos escuchado las grandezas de nuestro Dios y cómo él guía a Abram en medio de cada circunstancia a la que se enfrenta. Vimos cómo en medio de la riqueza o la pobreza, Abram pudo esperar y supo esperar en Dios. Luego nos percatamos de que la victoria de Abram, manifestaba únicamente que el Señor de la tierra era Jehová, nadie más. Y que era necesario reconocer en medio de la victoria que el único soberano es Dios. De ahí que Abram comprenda que él está en la tierra de Dios, que todo cuanto él puede ver, le pertenece a Dios. La guerra que ha experimentado le ha dejado perplejo, quizá en su corazón haya algunas incertidumbres y temores. La posibilidad de una invasión por parte de los reyes mesopotámicos no es una remota posibilidad. O quizá los mismos cananeos, al ver la fuerza de Abram, y su negativa a congeniar con ellos, se preparen para guerrear contra él. No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que en este capítulo 15 Jehová se revela a Abram en una visión. Lo hace para establecer un pacto con él, y mostrarle así quién es el Señor del Pacto.

1.      ES EL TODO DE SU PUEBLO

Una visión no es un sueño, es decir, Abram no estaba dormido, es un estado conciente, pero que le permite conocer más allá de lo visible, en este caso, es una visión de Dios mismo. Me inclino a pensar que esta visión no solo abarca los versículos 1 al seis, sino todo el capítulo, esto por la continuidad del mismo diálogo que sucede entre Dios y Abram. El corazón de Abram, como ya lo hemos dicho, estaba perturbado, y en medio de esa perturbación, vino el Señor, y con su Palabra poderosa y llena de amor, le dijo: “No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande”.

Lo primero que hace el Señor es decirle a Abram que no tiene por qué temer. ¿Por qué tendría que temer si Dios es su escudo? Cuando Dios nos dice que no temamos, no lo dice como muchas veces lo hacemos los seres humanos, como buscando que aquel a quien animamos, saque la fuerza interior que posee. No, nuestro Dios no nos engaña, él sabe que somos débiles, y que no podremos solos. Por eso nos dice, “No temas, yo soy tu escudo”. Abram podía dejar de temer a sus enemigos, podía dejar de pensar en las aflicciones producto de la guerra o la inestabilidad política de Canaán, porque Dios le protegía. De hecho, la misma victoria que tuvo contra Quedorlaomer fue una muestra de que Dios es su escudo. Oh mi hermano, cuán maravilloso es descansar en el cuidado y la protección divinas. “Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui ayudado, por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico le alabaré” (Sal. 28:7). Sólo él es nuestra protección, sólo él es quien puede salvarnos en todo lo que vivamos hermanos. No hay otro refugio al que podamos correr, no hay otra cosa que pueda realmente librarnos del mal. El Señor es quien nos rescata del hoyo, él es quien dispersa a nuestros enemigos, y él es quien en todo momento vela por nosotros. No es nuestra fuerza, ni nuestra astucia, mucho menos el gobierno o la industria farmacéutica, no son las muchas precauciones que tomemos, sino el cuidado y la protección de Dios la que nos protege. ¿Significa pastor que debemos dejar a un lado los cuidados y recomendaciones del sector médico? No mi hermano, significa que puedes descansar no en tus obras, sino en tu Dios. Abram pudo descansar en el cuidado de Dios, ¿podremos nosotros?

En su visión el Señor le dijo a Abram, “tu galardón será sobremanera grande”. ¿Qué otra mayor recompensa queremos que el mismo Dios que se entrega a nosotros con amor incondicional? Nuestro Dios es suficiente para satisfacer el deseo de un galardón. Un premio, una mayor aspiración. Él mismo se nos ofrece como el galardón para nuestras vidas. Él mismo viene a nosotros como la perla más preciosa, aún más valioso que el mismo oro. Mi hermano, Dios, como aquél en quien puedes confiar y descansar, es el mayor don que podemos recibir. El más grande galardón es Dios mismo. No es que lo alcancemos, ni que ganemos a Dios para nosotros, sino que él se entrega a nuestro favor.

Lo que sigue de aquí en adelante es la descripción y la confirmación del pacto que Dios establece con Abram. Este pacto tiene la estructura de los que se realizaban entre los señores y sus vasallos, los reyes y sus gobernados. Dios está entrando en una relación de pacto con Abram. Obviamente el Señor aquí es Jehová, y Abram es el siervo. La tierra le pertenece a Jehová, el mundo entero, y Abram de aquí en adelante se reconocerá a sí mismo como vasallo de Dios, por ello le llama “Señor Jehová, Adonay Jehová” que es el título utilizado en la relación de vasallaje, aquí Abram se muestra sumiso reconociendo a Jehová, como Adonay, como el Señor, el dueño de todo lo que hay y de él mismo.

Por lo mismo le hace preguntar de manera muy familiar, quizá hasta rayando en lo impertinente porque se siente preocupado ya que todo lo que Dios ha dicho hasta ese momento implica un heredero, pero no ve más heredero que al mayordomo Eliezer, el damasceno. Y entonces lanza su dolor hacia Dios diciendo: “Mira que no me has dado prole”. Tiene toda la riqueza, tiene todas las posesiones que un hombre de su tiempo pudiera desear, pero no tiene un hijo. ¿De qué servirá todo lo que Dios ha prometido, si al final toda la herencia, todo lo que Dios le ha dado, se lo llevará alguien que no es descendencia de Abram? Dios no se enoja, en cambio le asegura: “No te heredará este, sino un hijo tuyo será el que te heredará”. Sí mis hermanos, el camino de la promesa ahora se ve más claro para Abram. Pero quizá hay dudas en su corazón, él no es tan fuerte como antes, de hecho su mujer no ha podido darle un hijo, pero Dios sigue sosteniendo a Abram mientras lo lleva afuera de la tienda y le dice: “Mira los cielos y cuenta las estrellas, si las puedes contar, Así será tu descendencia”. Dios le está mostrando su poder, el mismo poder que hizo las muchas estrellas y que las mantiene en el cielo, es el poder que logrará hacer que su descendencia sea una multitud.

“Y le creyó a Jehová y le fue contado por justicia”. Estas palabras han resumido sucintamente lo que sucedió en el corazón de Abram, pero sobre todo, han resumido lo que espera el Señor de sus siervos. Lo que espera el Señor de nosotros es que le creamos. De hecho la palabra “creer” (Amán en hebreo) expresa la idea de una persona que se pone en las manos de otra. Abram se está abandonando en las manos de Dios, está confiando y descansando en él, quien le ha prometido que le dará un hijo. Dios le está prometiendo a Abram que Él, el Señor Jehová, llevará a cabo la promesa, y Abram, fielmente descansa en su Señor. Así, nuestro Dios hace que Abram sea una persona justa. Es como si el Señor no demandara otra cosa de nosotros, más que confianza, fe, descansar en él. Únicamente por medio de la fe nos podemos apropiar de las promesas del Señor, únicamente por medio de la fe, podemos descansar en el Señor. Abram fue declarado justo porque hizo lo que el Señor demandaba, tener fe. Y esa fe era en la promesa de que vendría uno que heredaría todas las cosas, Jesucristo nuestro Señor. Únicamente por descansar completamente en sus promesas, únicamente teniendo fe en la palabra del Señor, nosotros podemos alcanzar como Abram, la justicia de Dios y ser perdonados de nuestros pecados.

2.      ES QUIEN DIRIGE LA HISTORIA

La siguiente sección de los versículos 7 a 16 el Señor hace ver a Abram que la promesa de darle la tierra es firme y no dejará de cumplirla. La manera en que el Señor lo hace notar es muy interesante. Primero le dice “Yo soy Jehová, que te saqué de Ir de los caldeos, para darte a heredar esta tierra”. Esta frase debió remover muchas cosas en Abram, pero sobre todo hizo que se preguntara ¿Qué seguridad había de que así sería? Recuerda que Abram ha reconocido a Jehová como el Señor, es decir, entiende perfectamente que están en una relación legal, de Soberano-vasallo, así que para tener derecho a la tierra que el Señor promete debía existir un Pacto. ES como si Abram preguntara, ¿dónde está el pacto que me lo asegura?

Dios no deja de sorprendernos y se adapta a nuestra manera de entender las cosas. Bien pudo el Señor utilizar otros medios para hacerle ver a Abram que él cumpliría su palabra, pero descendió desde su trono para ajustar sus palabras a nuestro lenguaje, para que así el corazón de Abram y el nuestro pudieran estar tranquilos. LE pidió una becerra de tres años, un carnero también de tres años y una tórtola y un palomino. Todas ellas debían ser partidos por la mitad, y cada mitad debía colocarse una enfrente de la otra, y las aves se debían dejar sin partir. Esta era una forma de sellar un pacto, las dos partes del pacto se comprometían a cumplir con su palabra, pasando por en medio de los animales partidos por la mitad, simbolizando que el que no cumpliera sería destajado como esos animales.

Cuando hay cuerpos de animales en el campo inmediatamente se juntan las aves de rapiña. Así le sucedió a Abram. Él sin embargo, los auyentaba. Noquería que nada se interpusiera en la confirmación del pacto. De hecho es muy notorio cómo el Señor hace esperar a Abram, pareciera que está haciendo esto a propósito, elevando la tensión, pero también el deseo de que el pacto se confirme. Abram empieza a sentir el cansancio que desde la noche anterior tiene por no dormir, así que empieza a cabecear, al llegar la caída del sol, se apodera de él un temor inusitado, un temor de una gran oscuridad cayó sobre él… era Jehová haciéndose presente en medio de su pueblo. Sí mi amado hermano, en la oscuridad el Señor le habló a Abram, mostrándole que el oráculo que venía no era alegre, sino sobrio y oscuro.

El Señor le explicó a Abram el modo en que la tierra se convertiría en suya. La tierra prometida llegaría a ser suya en el transcurso y el paso de la historia dirigida por el Señor: “Ten por seguro que tus descendientes serán extranjeros en una tierra ajena, donde los oprimirán como esclavos durante cuatrocientos años; pero yo castigaré a la nación que los esclavice, y al final saldrán con muchas riquezas. En cuanto a ti, morirás en paz y serás enterrado en buena vejez. Cuando hayan pasado cuatro generaciones, tus descendientes regresarán aquí, a esta tierra, porque los pecados de los amorreos no ameritan aún su destrucción.”

De aquí solo podríamos obtener un sermón, pero no es el propósito hoy, esto haría que nos alejáramos del propósito de todo este capítulo. Toda la historia de Israel, el pueblo de Dios en el A. T. está dirigida por el Señor, nada de lo que le aconteció escapa a la voluntad de Dios. Recibirán la tierra prometida únicamente después de haber padecido por cuatrocientos años en una tierra extranjera, esto se cumplió efectivamente en la salida de Egipto dirigidos por Moisés.. “Pero no solamente en la historia de los judíos se cumplió literalmente la palabra de Dios. Nunca debemos olvidar que la verdadera simiente de Abram es el Señor Jesucristo, y que pasajes como éste se refieren primero, y sobre todo a él. En la muerte de Cristo esta palabra alcanzó su cumplimiento final. Jesús sufrió grandes tinieblas y agonías terribles en la cruz a fin de expiar por nuestros pecados y así obtener los cielos y la tierra para nosotros. Hoy día todavía es frecuente que los creyentes re corran la misma ruta para lograr la posesión de todas las cosas en Cristo.” (De Graff).

Nuestro Señor muestra a través de estos textos que las naciones son juzgadas por sus pecados. Tanto Egipto como los amorreos habitantes de Canaan, son juzgados por el Señor, dándoles tiempo de que se arrepientan de sus malos caminos, moviendo y dirigiendo la historia de las diferentes naciones para que lleguen a escuchar el poderoso Evangelio de Jesucristo. Las diferentes naciones en nuestros tiempos están también siendo puestas bajo el juicio de Dios. Todas y cada una de ellas, incluido nuestro México, deben reconocer que el único soberano es Jesucristo, y que sólo a través de él podemos encontrar la paz tan ansiada. Fuera de él no podemos encontrar estabilidad, sea política, social, o económica, fuera de Cristo, nada podemos hacer. No solo eso, también en estos textos encontramos la idea básica de que absolutamente todo lo que ocurre en las naciones está dirigido por los propósitos redentores del Señor. El Señor juzga a las naciones con base en lo que estas han hecho respecto a Cristo y a su Pueblo. A lo largo d ela historia hemos visto cómo los imperios caen delante del Señor que creó los cielos y la tierra, y llegará el día en que todos ellos se someterán de rodillas ante el Señor.

3.      ES QUIEN CUMPLE SUS PROMESAS

Por último, esta tercera sección que abarca los versículos 17 al 21 es muy esperanzadora. ¿Recuerdan cuando dije que ambas partes debían pasar por en medio de los animales muertos para simbolizar que aquél que incumpliera este pacto moriría como esos animales? Bueno, pues estos versículos describen ese momento. Solo que contrario a lo que debería suceder, solo una de las partes pasa por en medio de los animales divididos. El versículo 17 describe que por la noche se veía un horno humeante, y una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos.

Este es el Señor pasando por en medio de los animales divididos. Dos cosas nos quiere enseñar el Señor aquí, primero que él es fuego consumidor, que nada que no sea santo puede estar en su presencia. Él como el horno de fuego nos purifica para ser santos. A través de la obra de Jesús somos purificados y hechos santos, no por algo que haya en nosotros, sino únicamente por su don inmerecido. Cristo se entrega por nosotros, y nos santifica para ser semejantes a él, perdonando y limpiando todos nuestros pecados por su pura gracia.

En segundo lugar, cuando el Señor pasa por en medio y no lo hace Abram, está expresando la idea de que él mismo toma la responsabilidad de guiarnos a cumplir el pacto. Es como si Dios estuviera diciendo “si no cumplo esto que te he dicho, dejaré de existir”. Por eso él hace morada por medio de su Espíritu en su pueblo para guiarles, instruirles y capacitarles en la vida que deben llevar ante él. Hermano, qué maravilloso es saber que el Señor no deja en nuestras manos nuestras vidas, sino que efectivamente las toma para llevarlas hacia el lugar que él quiere. Si somos fieles es porque Él ha sido fiel. Si le amamos, es porque él nos amó. Y si fuésemos infieles, él permanece fiel, él no puede negarse a sí mismo (2 Tim. 2:13). Mis hermanos él no solo comienza el pacto, sino que lo llevará a buen término.

CONCLUSIÓN

Hoy, nuestro Dios nos ha hablado de manera maravillosa. Él mismo ha dicho que no debemos temer, porque él es nuestro escudo y nuestro más grande galardón. Él mismo se ha comprometido a guiar todos los acontecimientos en este mundo para nuestro bien y su gloria. Y a su vez, él mismo se pone como garantía de que cumplirá efectivamente todo lo que ha dicho. Él y sólo él es a quien debemos creer en este mundo. Nadie más. Él tiene palabras de vida eterna. Él puede darnos vida, y vida en abundancia. Él es el Dios fiel y guardador del pacto, el que nos llena de sus misericordias, y nos entrega sus dones sin medida. Hoy quiero invitarte a que descansen en él, a que pongas tu confianza, en él quien es nuestro escudo. Ten fe, fe en la obra que Jesucristo ha hecho por nosotros, nos ha perdonado por su sangre derramada, y nos ha hecho santos, cuando nuestra vida pasada estaba llena de pecado. Y hoy, él mismo mora en nuestros corazones para imulsarnos a vivir de acuerdo a sus mandamientos ¿crees esto? Creelo hermano, y descansa, descansa en el Señor.


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