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EL EJÉRCITO DE DIOS

1 TIMOTEO 6:11-16



Pbro. Raymundo Villanueva M. 

Durante los domingos anteriores hemos estado predicando acerca de la necesidad de Combatir diferentes estructuras de pensamiento que se oponen a la Verdad que sostenemos como Iglesia del Señor, es decir, que se oponen al dominio universal de Cristo Jesús. Es de notar que en estos tiempos en los que hemos tenido que suspender los cultos, la Iglesia ha sido instruida por el Señor para prepararse y equiparse para la batalla cultural que hemos dejado a un lado en nuestro diario caminar. Hoy, después de haber leído la porción correspondiente de las Escrituras, meditaremos en ella bajo la premisa de que hay un Ejército de Dios, y que ese ejército, en primer lugar, tiene un entrenamiento muy riguroso, en segundo lugar, pelea por lealtad a su rey, y en tercer lugar, este Rey es sobre todo. Conozcamos a este ejército y consideremos unirnos a él para pelear con valor, Pro Rege, Por el Rey. 

TIENE UN ENTRENAMIENTO RIGUROSO

Lo primero que hace Pablo es llamar a Timoteo, “Hombre de Dios”, en el contexto del antiguo testamento, los hombres de Dios eran aquellos que ejercían el oficio profético o sacerdotal, en algunas ocasiones quizá el Rey. De hecho hay quienes al leer este texto lo enfocan de esta manera, afirmando que solamente los pastores, u oficiales eclesiásticos, son hombres de Dios. No vamos a negar que el oficio eclesiástico implica un servicio a Dios, y que los pastores, ancianos o diáconos, puedan ser llamados hombres de Dios. Pero la connotación de esta frase va mucho más allá del oficio eclesiástico, el hombre de Dios no es solamente aquél que se dedica a predicar la palabra, más bien, es aquél que pertenece y está dedicado a Dios. En este contexto entonces, todo creyente, sea hombre o mujer es de Dios, ha sido comprado por la sangre de Jesucristo. Hemos sido adquiridos como posesión del Señor (1 Ped. 2:9), para reflejar en nuestra vida la Imagen de Dios. Estas indicaciones no son solamente para los pastores, son para todos los hombres y mujeres de Dios. Y si ustedes estuvieran aquí en el templo, les pediría que levanten la mano y me digan, ¿cuántos de ustedes son hombres o mujeres de Dios? 

Según el Apóstol Pablo existen quienes en ejercicio del ministerio de la Palabra, lo hacen para poder obtener ganancias, para poder enriquecerse, siendo esto lo que impulsa sus vidas (6:3-10). Esta situación sucede en cualquier profesión, somos tentados a buscar las riquezas como el más alto llamamiento de nuestra vida, y a dedicarnos todo nuestro esfuerzo, talentos, capacidades y habilidades para lograr nuestro objetivo, mostrarle al dinero cuánto lo amamos. Pero Timoteo es instado a huir del amor al dinero, así como cuando llegamos a huir de algún animal que nos espanta, debemos alejarnos de ese vano deseo. El entrenamiento del ejército de Dios no está basado en el amor al dinero, sino en la búsqueda y el ejercicio constante en la piedad del Señor. 

Por ello Pablo exige de Timoteo que su entrenamiento, aquello por lo cual se ejercita o corre sea por la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia y la mansedumbre. Cada una de estas cosas tiene una relación directa con nuestra vida como hombres y mujeres de Dios. La justicia es aquella que proviene de un que toda la vida está entregada al Señor, a su servicio fiel, de acuerdo a su ley. Esta justicia, ya la habíamos comentado en el primer sermón del mes de Junio, y la vida en su totalidad ordenada según los mandatos del Señor, eso es correr detrás de la justicia o seguirla. De igual forma se le exige piedad, es decir, que todo lo que haga, lo haga para el Señor, ser piadoso, como lo estudiamos anteriormente, quiere decir hacer todo para nuestro Rey, esto, al igual que la justicia, es un ejercicio constante que debemos hacer si queremos ser fieles soldados Jesucristo nuestro Rey. Por ello apunta al corazón del hombre que descansa en las promesas del Señor, la esperanza en lo que el Señor hace a nuestro favor es lo que nos permitirá luchar más y más con valor y entrega. También hemos de ejercitarnos en el amor, el amor hacia Dios y hacia nuestro prójimo, como lo hemos apuntado en otras ocasiones. Este amor, nos obligará a ver a nuestro prójimo como Cristo nos vió a nosotros, tratándolo como quisiéramos ser tratados. Y este ejercicio, exige mucho sacrificio del viejo yo, porque ejercitarte en amor, demanda negarte a ti mismo, y buscar el bien de tu hermano. Posteriormente nos exige paciencia, como los soldados son ejercitados para poder pasar largas horas de pie, o caminando largas distancias (especialmente en la época romana) así nosotros tenemos que ejercitarnos en la paciencia, aguardando en nuestro puesto, defendiendo el honor de nuestro Rey. Y por último, y no menos importante, se nos exige mansedumbre. Esta mansedumbre se refiere a un trato paciente hacia el prójimo (Hendriksen), un trato amistoso (Calvino), porque la lucha no es contra nuestro prójimo, sino contra aquello que lo esclaviza, ¡con cuanta mansedumbre debemos dirigirnos a ellos para rescatarlos del reino de las Tinieblas! 

La Escritura no sólo nos está pidiendo que seamos buenas personas, está imponiéndonos los requisitos y la forma en que debe vivir un hombre o mujer de Dios que se enlista en la buena batalla de la fe. El ejercicio en estas cosas debe ser constante, para que cuando nuestro Rey pase revista a sus tropas, nos pueda encontrar dispuestos y bien alineados en nuestra posición. 

PELEA EN LEALTAD A SU REY

El apóstol continúa instando a Timoteo para que siga ferviente en su labor. Ahora le dice que como todo buen soldado tiene que combatir. Le dice Pelea la buena batalla de la fe. Todo el entrenamiento que has estado teniendo, y que seguirás teniendo con el paso del tiempo, te hace más y más capaz de ejercer el amor, la fe, la justicia, la paciencia como armas, pro ello esta batalla es llama “buena”, que sería mejor traducirla como “noble, o excelente”. Porque esta batalla que no libramos con armas carnales, es hermosa. Y no solo eso, también tiene una victoria asegurada. Toda nuestra lucha contra el pecado y el reino de las tinieblas, contra su modo de vida y esquemas sociales y políticos, es con el propósito de instaurar en este siglo la justicia y fidelidad a Dios, el amor al prójimo y la paciencia en todos los hombres. 

Por ello nos dice que echemos mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuimos llamados. Esto de echar mano de la vida eterna, es apropiarnos de aquello que, aunque nos espera a plenitud en el futuro, hoy podemos empezar a experimentar. LA vida eterna no es únicamente el vivir para siempre que tanto anhelamos, sino principalmente, es una vida sostenida por y dirigida en servicio al Señor. Nuestro Dios nos dice que la vida eterna comienza en el momento en que somos tomados como hijos de Dios, para que aprendamos en nuestro caminar a vivir de acuerdo a sus mandatos. Pro ello en esta lucha debemos echar mano de la vida eterna, debemos luchar para que la vida eterna a la que fuimos llamados, se manifieste en nuestras vidas temporales. El inmiscuirnos en la batalla es para que el rey sea reconocido, para que toda la vida sea sometida a su dominio, y que entonces, la vida eterna, pueda ser vivida desde hoy. Esto no significa que nosotros hacemos que esta vida eterna venga, o que el Reino de Dios venga, más bien significa que debemos vivir cada día bajo los estándares del Reino de Dios, no a la espera pasiva para que llegue, sino una espera que obra apuntando a su venida. 

¿Y por qué? ¿Por qué hacemos esto? ¿por qué luchar? ¿Por qué sacrificarnos negándonos a nosotros mismos y soportar las violencias que puedan ser ejercidas contra nosotros? En la época del Imperio Romano, el emperador reclutaba soldados en los diferentes lugares de su dominio, y se les exigía una declaración pública de fidelidad y entrega al Cesar. De la misma forma Jesucristo ha reclutado miles y millones de personas para formar parte de su Reino y luchar por él. A ellos les exige que declaren públicamente quién es Él y la fidelidad que le deben. Cada uno de nosotros hemos jurado fidelidad al Señor. En mi caso, aún recuerdo el día en que pase delante de muchos testigos para decir “Creo que Jesucristo es el Señor”, y aún me emociono, porque desde ese día no he dejado de servirle. Tú mi hermano has sido reclutado y has jurado fidelidad absoluta a nuestro Rey. Él también hizo una “buena profesión”, él confesó delante de Poncio Pilato, delante del representante de César, que Él, Jesús, era el Mesías, el Señor de todos los hombres, incluido el César. Él declaró delante de Poncio Pilato que su autoridad estaba por debajo de la de Dios, y que solamente Dios es soberano. De hecho es este mismo Dios, como nos lo dice el Apóstol, el que da vida a todas las cosas. Tú y yo, podemos llegar a temer los dolores de la muerte, podemos incluso flaquear a momentos, pero al recordar que Dios es el que sostiene nuestras vidas podemos salir avantes, y afrontar, como lo hicieron nuestros ancestros, la oposición contra nuestra fe. 

¿y hasta cuándo tenemos que aguantar pastor? ¿Hasta cuando tenemos que ser fieles? Oh mi hermano, hasta que el Señor regrese. Hasta la epifanía de nuestro Señor Jesucristo. Como lo explicamos con anterioridad, epifanía quiere decir manifestación. Pero en el contexto de Éfeso, era bien sabio que esta palabra era utilizada cuando algún dios o el emperador hacían su aparición en la ciudad. Una manifestación llena de gloria, sí, pero que honraba a un falso Dios. Esta frase del apóstol era revolucionaria, porque estaba cimbrando los fundamentos mismos del imperio. El único que realmente es Señor de toda la existencia es Jesucristo. Y cuando él regrese más vale que nos encuentre en nuestros puestos de batalla defendiendo o muertos por él. 

TIENE UN REY SOBERANO

Esta aparición de nuestro Señor Jesucristo, ¿cuándo será? LA respuesta es “a su tiempo”. Al tiempo que marque el Padre. Él lo tiene en su sola potestad y nosotros debemos constantemente esperarlo peleando en este mundo para que su gloria sea reconocida. Los diferentes títulos que utiliza el apóstol para referirse a Dios son muy poderosos. N. T. Wright explica que tienen dos propósitos, aclarar quién es el Soberano de los reyes de la tierra, y humillar la sabiduría humana. De hecho esta manera de hablar enfoca su señorío sobre todo poder político y social, a la vez que declara que la sabiduría divina es mucho más alta que la de los hombres. 

Quien domina la existencia humana en su totalidad es Dios. Él mismo tiene marcado el regreso del Señor Jesucristo para mostrarse como el Señor de todas las cosas. Por ello se nos dice que Dios es el “bienaventurado y sólo soberano Rey de reyes, y Señor de señores”. Una de las principales cosas que se dicen acerca de Dios a lo largo de las Escrituras es que es el Señor de todo lo que existe. En este contexto, coloca a los que están reinando actualmente como sujetos a su gobierno y designio. El es el Rey que gobierna a los que están gobernando. El es el señor de los que tienen autoridad sobre otros. Y él es el único que realmente es soberano, es decir, que está sobre todo. Esta declaración apostólica también era subversiva. Estaba yendo directamente contra el poder sociopolítico de Roma. Colocando al Cesar (rey de reyes) bajo el dominio del “único soberano”. Esto colocaría a los creyentes al servicio no del Cesar, sino del verdadero soberano. De eta forma toda autoridad que existe en este mundo (presidentes, padres, jefes, etc) es relativa, no es absoluta, y toda autoridad debe ser pasada bajo el escrutinio de la fe: El único soberano es Dios. Esto también hace eco de los dichos del Apocalipsis donde nuestro Señor Jesucristo es llamado “Rey de reyes y Señor de señores”. Toda autoridad humana debe estar sujeta a la voluntad del soberano Cristo Jesús, quien gobierna y dirige la historia para su gloria y honor. 

Este gran Dios y único soberano es el único que tiene inmortalidad. Entre los pensadores griegos del tiempo apostólico (y aún hoy entre nosotros) se extendió la idea de que el ser humano posee un alma inmortal y que no necesita de ninguna cosa para existir más allá de sí mismo. La inmortalidad del alma es una doctrina proveniente del pensamiento griego y fundada en el deseo de “ser como Dios”. El hecho de que las Escrituras hablen de una existencia posterior del hombre al morir, no puede ser equiparado con la idea griega de la inmortalidad, por ello debemos guardarnos de este error que se ha infiltrado en nuestros sistemas teológicos y filosóficos, incluso en nuestros métodos evangelísticos. Por ejemplo, empezamos con esta pregunta ¿Qué le pasará a su alma cuando muera? Asumimos la inmortalidad del ser humano y la ajustamos a nuestros métodos evangelísticos. La realidad es que el único inmortal, el único que nunca muere es Dios. Él es quien tiene vida en sí mismo y no necesita absolutamente de nada ni nadie para existir. La inmortalidad nos es otorgada como un don de la gracia, algo que el Señor nos regala por la obra de Cristo Jesús (Ro. 2:1-16). Dependemos de Dios para existir, dependemos de su gracia, solamente podemos obtener este beneficio pro la muerte del Hijo de Dios. 

Pero esto no acaba ahí, porque aunque el hombre quiere ser como Dios, parecérsele de alguna manera, la verdad se nos revela cuando el apóstol dice: “que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver”. Sí mi hermano, quizá el hombre quiera parecerse a Dios, inventándose la idea de que puede existir sin él (es inmortal) pero este Dios está completamente oculto a su mente impía. No podemos verlo ni lo hemos visto. La única manera en que será visto es por la epifanía del Señor Jesús. Su advenimiento mostrará que el hombre es un ser mortal, débil, y que los esfuerzos por llegar a ser como Dios, por tratar de conseguir luz para su vida, son inútiles. Los esfuerzos del hombre por explicar su entorno sin Dios y sin su revelación, producen esquemas mentales y organizaciones sociales que oprimen y corrompen más aún al ser humano. En estos tiempos han surgido muchas críticos y partidarios de las teorías de género, mi problema con los críticos de las mismas es que no han producido ni una teoría de género cristiano que realmente haga un contrapeso a las teorías de género humanistas. Se están quedando con un conservadurismo que lo único que trata de hacer es defender las ideas que funcionaron en su momento. El problema de los proponentes de las teorías de género y de los conservadores es que ambos dejan a un lado la revelación divina, o no la aplican para producir una visión cristiana del género. Esta es la luz inaccesible a la que no podemos llegar debido a que no somos Dios, y por ello vamos cayendo y degradándonos más y más. 

CONCLUSIÓN

Sólo será hasta que reconozcamos que este único soberano Rey, inmortal e invisible, es digno de recibir la honra y el imperio sempiterno que nuestra batalla será luchada con vigor. Tenemos un Rey poderoso y grande que ha reclutado un gran ejército para que profesando lealtad a Jesucristo, vivamos luchando con justicia. Es decir, con una vida entregada completamente a la ley del Señor. Sometiendo todas las cosas a su señorío y gobierno. Presentando defensa constante de la fe que nos ha sido entregada, no para justificarla, sino para proclamarla a diestra y siniestra. Que los esquemas sociales, económicos y políticos de nuestro País y el mundo puedan empezar a ver que el reino de Cristo Jesús tiene implicaciones políticas, sociales y económicas. Incluso de género. Toda la vida para Cristo. Nuestra Iglesia es de raíces eternas, y se extiende en el tiempo y en el espacio, temible como un ejército con las banderas desplegadas y ondeando al viento. (Lewis). 

Únete a este ejército que lucha cada día para someter todo a su Señor. A partir del próximo sábado estaremos teniendo la primera parte del entrenamiento, se llama Catecúmenos, si quieres comenzar a saber cómo pelear en este mundo, comunícate conmigo y te vamos a ayudar. 

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