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COMBATIENDO EL SECULARISMO

TITO 2:11-15

Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola

Todo este mes hemos estado impulsando una manera de entender el cristianismo que coloca a Jesús en el trono, no solo de nuestra vida personal, sino en el trono de todos los ámbitos de la vida. Hoy estableceremos el fundamento para combatir el secularismo. ¿Qué es el Secularismo? El secularismo es la idea de que todas nuestras actividades podemos vivirlas sin la injerencia de Dios o la religión. El secularismo sostiene que nuestros oficios no pueden ser vividos para Dios, o desarrollarse desde una cosmovisión cristiana, porque ello sería faltar al carácter científico y objetivo del trabajo que realizamos. Por ello las ideas que permean las universidades de nuestro país están basadas en la búsqueda y transmisión de conocimiento imparcial. Pero como bien dice la Dra. Nancy Pearcey, “no hay nada de imparcial en afirmar que la única manera de acceder a la verdad es negar la existencia de Dios”. Hoy pues, nos abocaremos a  combatir y repeler un enemigo terrible, el secularismo. 
 
1. Viviendo bajo el dominio de la gracia. V 11-12

El apóstol Pablo escribe a Tito, quien fue dejado en Creta para corregir todo lo deficiente entre los creyentes. Y es que esta ciudad estaba influenciada por lo que hoy llamaríamos secularismo. En el capítulo 1:12 afirmaba que los cretenses (Creyentes o no creyentes) eran “siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos”, un estilo de vida que se reflejaba incluso entre los que forman parte de esta nueva comunidad que llamamos Iglesia. En los versículos 13-1seis, exhorta a los creyentes a ser sanos en la fe, para que no sean como aquellos hipócritas que profesan conocer a Dios, pero son abominables y rebeldes, y reprobados en cuanto a toda buena obra. Por ello el Apóstol, afirma en capítulo 2 que Tito debe hablar todo lo que esté de acuerdo con la sana doctrina. Y esto implica todo un nuevo orden social, caracterizado y llamado  como “la Gracia de Dios”. 

En el versículo 2:11 nos dice que la Gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, esto lo dice en relación a los versos 1-10. En su momento me sentí tentado a hacer una exposición de todo el capítulo 2, pero preferí concentrarme en estos cuatro versículos. Y es que cuando dice “todos los hombres” no se está refiriendo a que todos los seres humanos serán salvos, sino que se refiere a que todos los órdenes sociales de la humanidad, por insospechados o menospreciados que sean, reciben la influencia salvadora y vivificadora de la Gracia de Dios. La gracia de Dios, no es un área espiritual superior, dentro de este mundo perverso, no es la iglesia institucional, ni es recibida por alguna actividad eclesiástica o devocional. La gracia es la vivificación de aquello que estaba muerte, producto de la bondad y la misericordia del Señor. (SALVACIÓN) La gracia de Dios entonces obra salvación en todos los tipos de seres humanos, ancianos y ancianas, jóvenes y señoritas, esclavos y libres (v. 1-10). Ninguna etapa de la vida está ajeno al poder vivificante de la gracia de Dios, las personas de la tercera edad pueden ser transformados por la gracia de Dios para reflejar en ellos una nueva fidelidad, y así servir de ejemplo e instruir a los más jóvenes en el amor a Dios y a su prójimo. De igual forma los jóvenes y señoritas, pueden por la obra de la gracia de Dios, reflejar una neuva fidelidad al Señor y así escuchar con devoción el consejo de sus mayores, para que los jóvenes sean prudentes y sobrios en su actuar, mientras que las casadas jóvenes estén sujetas a sus maridos con respeto y devoción. De hecho todos y cada uno de los aspectos sociales, incluido el laboral, pueden ser renovados, de tal forma que los sistemas opresores (como la esclavitud, v. 9-10) puedan ser eliminados, no por una revolución violenta, sino por la transformación interna del ser humano. 

De hecho esta gracia de Dios para salvación nos instruye, según nos lo dice el versículo 12. El término utilizado es “paideio” y se refiere a la educación que recibe un niño que ha de moldear toda su existencia a partir de ahí. Esta gracia de Dios para salvación nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos. La palabra renunciar es traducción de un término griego significa negar o abjurar. Es decir, la gracia de Dios para salvación nos impulsa a dejar un antiguo juramento de fidelidad que habíamos hecho. Este antiguo juramento consagraba toda nuestra existencia, desde lo más sencillo, como comer y beber, hasta lo más complejo, como nuestros oficios y teorías científicas, al servicio de la impiedad y los deseos mundanos. Ese es el antiguo régimen, caracterizado por una forma de vida que desprecia y deshonra al Señor, y endiosa a la criatura, como los impulsos sexuales, o la búsqueda de riqueza, para convertirlos en aquello por lo que vivimos y nos movemos. La palabra impiedad es lo contrario a lo que en 1 Timoteo 3 () se definía como el misterio de la piedad. Es un principio de vida que se opone al principio de vida emanado de Cristo Jesús. Por ello la gracia de Dios para salvación no solamente nos instruye a abjurar de nuestra antigua fidelidad, también nos instruye para que aprendamos a vivir bajo esta nueva fidelidad. 

Esta nueva fidelidad está caracterizada por la sobriedad, la justicia y la piedad. Decía Martín Lutero, en su explicación de este pasaje que: “ser piadoso quiere decir dedicar todo nuestros servicios a Dios”, la piedad de la que habla aquí (Eusebeia) es este principio de nueva vida en Cristo Jesús que permite al hombre o mujer que se desenvuelve en la política, hacerlo para la gloria de Dios. O a la mujer u hombre en la cocina, crear platillos deliciosos para que el Señor sea exaltado. Es el principio de nueva vida en Cristo Jesús que dirige todas las actividades económicas, sociales, médicas, educativas, etc. para la gloria del Señor y la extensión de su reino. Esto permite que exista la justicia verdadera entre los hombres y que estos aprendan a usar de la creación con mesura y precaución, porque todo le pertenece al Señor. Donde sea que veamos injusticia, excesos y rechazo de Dios, producto del secularismo, estaremos viendo el antiguo régimen en funcionamiento. Pero ahí donde la justicia, la sobriedad y la piedad florecen, toda la vida ha sido sujetada al Señorío y dominio de Cristo Jesús. La gracia de Dios para salvación, no es un área diferente a lo secular, sino que es una fuerza vivificante que debe penetrar e influir de tal forma en la sociedad que la transformación sea notoria. 

2. Con la esperanza del regreso de Cristo

Nuestro Señor va a volver, regresará por su pueblo, así lo prometió, y nosotros esperamos ansiosos su regreso. No se cuando será, pero sé que es verdad. Podría ser hoy, mañana, o dentro de varios años, pero él regresará. Y esto no debe ser motivo de temor, sino de alegría y un impulso para la realización ferviente de la tarea cultura a la que nos llamó. 

Hay quienes hacen divisiones en el texto que no existen, pro ejemplo, hay quienes piensan que la esperanza bienaventurada es el rapto secreto de la iglesia y que la manifestación gloriosa es la segunda venida del Señor, pero estos son los mismo que distinguen entren el gran Dios y el Salvador, como diciendo que nuestro Señor Jesucristo no es Dios verdadero. Creo que es un error hacer esta clase de divisiones, principalmente porque hace violencia a todo el sentido de esta maravillosa frase.

El verso 13 comienza diciendo “aguardando”, esta palabra no lleva en sí la idea de una espera contemplativa, a la expectativa de que suceda algo que cambie la circunstancia actual, es una espera que obra, es una búsqueda por el regreso de Señor. Es decir, nuestro obrar diario debe ser impulsado por esta convicción: Cristo Jesús es el Señor que volverá en gloria a pedir cuentas de nuestra obra. 
En tiempos pasados se decía a los jóvenes: ¿qué pasaría si Cristo regresa y tú estás en una fiesta, el cine o en el trabajo en lugar de estar en la iglesia? Esta pregunta quería propiciar en el joven el deseo de congregarse más, pero en realidad lo que provocaba era una división en su vida, que le impulsaba a escapar de la vida secular, dejándola completamente en manos de los impíos. Hoy sin embargo, la pregunta puede ser la misma ¿Qué pasaría si Cristo regresara y tú estás en una fiesta, el cine o el trabajo en lugar de estar en la iglesia? Pero en esta perspectiva del reino de Dios, la respuesta del joven debe ser: espero que me encuentre fiel a él en todo. 

El regreso del Señor debe ser un impulso para combatir el secularismo, y manifestar día tras día, que nuestra esperanza está viva. Mientras los hombres y mujeres trabajan en el campo, deben estar conscientes de que el Señor regresa. Cuando están en la fábrica, o en la oficina, deben estar conscientes de que el señor vuelve a pedir cuenta de nuestra mayordomía. O cuando estamos en el aula recibiendo o impartiendo clases, debemos buscar que el Señor nos encuentre obrando de tal forma que cuando nos vea esté complacido y feliz. Nuestra esperanza del regreso del Señor debe ser la motivación para la reforma completa de nuestra sociedad, para recibirlo con un regalo y decirle: “¿Te agrada lo que hice para ti, Señor?”

El apóstol enfatiza algo hermoso, él dice que aguardamos (Trabajando) la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. La palabra “epifanía” utilizada para traducir manifestación es una palabra que designaba la aparición de un dios o de un enemigo en un campo de batalla. El significado en este contexto es claro, Cristo se presenta como el Señor, no solo de los creyentes, sino también de los no creyentes. Él se presentará en este mundo, por segunda vez, para reclamar como suyo todo lo que existe. Él es el gran Dios de la creación, el que hizo todo y quien lo sostiene con su poder. El que por su sola palabra dio origen a todo lo visible e invisible, y quien reina soberano en el trono celestial. Él también es nuestro Salvador, quien a pesar de que hemos corrompido todo lo que hay a nuestro alrededor, nos amó y rescató, liberándonos de la esclavitud a los deseos mundanos y a la impiedad, lo que en otros lugares se llama el Reino de las Tinieblas. Nos rescató para trasladarnos a su Reino, el reino de Dios, donde la luz ilumina toda nuestra labor. Así que él es Dios y Salvador de todo el universo, pero solamente aquellos que le reconocen como su Dios Salvador pueden ver este futuro glorioso con esperanza. Y así la promesa de su regreso produce en ellos una expectativa que les impulsa a obrar y a actuar en todo para su Gloria. 

3. Aplicando la redención a nuestras obras. 

¿Qué fue lo que hizo Cristo que provoca en nosotros este cambio tan profundo? ¿Cómo podemos pasar de una fidelidad ciega producto de la impiedad, a un servicio amoroso al Señor? La obra de Cristo como nuestro Redentor es clave para entender este cambio. 

La vida humana está caracterizada por la iniquidad. Esta palabra es “anomían” y quiere decir “sin ley”, es la voluntad humana que se opone a la ley de Dios, se opone a la voluntad de Dios. Esa sería una definición muy sencilla del secularismo, toda la vida dirigida por la iniquidad. La vida científica, social, económica y política, familiar y sexual, completamente sumergida en el deseo de oponerse al Señor. Ya habíamos explicado que en pasado, debido a la caída, perdimos el derecho de utilizar la buena creación de Dios. En la ley del A.T. estaba la ordenanza de que si alguien inmundo tocaba algún objeto de barro, este debía ser destruido. La impureza de aquél hombre o mujer, pasaba al objeto que tocaba (). Nosotros somos ese hombre o mujer inmundo, que al realizar política, la hace para su propia gloria y de acuerdo a teorías humanistas. O somos quien toma el aspecto económico, y en lugar de ser este una oportunidad para servir a nuestro prójimo, lo convertimos en un medio de enriquecimiento personal, para gastar en nuestros deleites, dirigidos por visiones capitalistas o socialistas. Solo con tocar cualquier parte de la creación la corrompemos. 

Una cultura así solo merece la destrucción, como Sodoma y Gomorra. Pero el Señor no quería esto, por eso como Dios y Salvador se constituyó en nuestro Redentor. A pesar de la corrupción de la iniquidad que dirige la vida humana en oposición al Señor, él sigue viendo su creación, sigue aferrándose a lo que hizo en el principio, ama tanto su obra, que toma sobre sí mismo el pago de la falta que nosotros cometimos. La obra maestra que fue deformada y corrompida por el hombre y la mujer, él mismo se da a la tarea de restaurarla. Redención, significa restaurar en su estado original de justicia. Por ello Cristo murió, para poder hacer limpias toda nuestra vida y pudiéramos tocar en servicio a él todo lo que hacemos. Debido a la obra de Jesucristo como nuestro Redentor, él nos hace limpios, y podemos una vez más disfrutar esta creación con pleno derecho, pero sobre todo ejercer nuestro oficio sin contaminar la buena obra del Señor. ES la obra de la gracia salvadora de Dios que nos equipa por Cristo Jesús, con su justicia, como nuestra limpieza, para poder ofrecerle al Señor todo lo que hacemos. Debemos aplicar la redención no solo a nuestra vida personal, también a todo lo que llamamos trabajo u obras. 

Este pueblo, esta nueva humanidad que el Señor ha rescatado es una nueva sociedad que debe realizar todo su trabajo bajo las premisas de la redención que él ha efectuado en nosotros. Por eso habla de que este pueblo, es un pueblo celoso de buenas obras. No solo es hacer con calidad aquello a lo que el Seño rnos llama. Las buenas obras no solo aquellas qu brillan de lo bien hechas que están, sino en primer lugar, son aquellas que son hechas para el Señor. 

La vocación no es única y exclusiva de los pastores o maestros, todos y cada uno de nosotros tenemos una vocación en la cual el Señor quiere vernos involucrados. Esta vocación son las cosas que el Señor nos ha encargado que hagamos, el lugar que quiere que ocupemos en su Reino y para su gloria. Hay ingenieros, barrendero, médicos, albañiles, chefs, repartidores, contadores, estudiantes, abogados, padres y madres, hijos, abuelos, etc. Todos estos son llamados, vocaciones que el Señor nos da para servirle. Y cuando los desarrollamos según las normas y leyes que él ha establecido y lo hacemos para su gloria, estas cosas son buenas obras, y no obras de iniquidad. 

“De ahí brotará un maravilloso consuelo: que no hay obra alguna tan humilde y tan baja, que no resplandezca ante Dios, y sea muy preciosa en su presencia, con tal que con ella sirvamos a nuestra vocación.” Calvino

CONCLUSIÓN

Quiera el Señor levantar un pueblo celoso de buenas obras. Un pueblo que entienda que es la Gracia Salvadora de Dios la que dirige toda su actividad, enseñándole a renunciar a ese esquema antiguo de fidelidad, para poder prestar fidelidad, obediencia y entrega total a Cristo Jesús, quien regresa para pedirnos cuentas de nuestra labor. Quiera el Señor que cuando el regrese, no nos encuentre necesariamente en la Iglesia, pero que donde nos encuentre (En la fiesta, en el cine o viendo Netflix en el cuarto) pueda decir que está complacido. O que cuando regrese, al ver nuestro esfuerzo en llevar todo para Él, sea nuestra vida académica, laboral, personal o pública, política o económica, él pueda mirar complacido y sonriendo porque hemos hecho todo lo que él demanda de nosotros. Mis hermanos, seamos un pueblo celoso de hacer todo para el Señor, no solamente las cosas espirituales, llevemos nuestra fe a la política, a la economía, a la vida social, a las diversas instituciones y que todo sea hecho en el nombre del Señor Jesús, para gloria de Dios Padre, en el poder del Espíritu Santo. Amén. 

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