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LA VENIDA DEL SALVADOR


El domingo pasado recordamos el anuncio de nacimiento de Juan el Bautista, el que habría de señalar ante todo Israel al Mesías escogido por Dios. Hoy veremos el anuncio de la venida del Salvador, precisamente de aquél Mesías tan esperado, que nosotros, con todo el corazón, amamos y honramos en toda nuestra labor. Efectivamente, Jesús venía al mundo, sin embargo, no es debido a alguna obligación moral en Dios, o algún tipo de destino del que no se puede escapar, sino que la venida del Salvador es anunciada bajo tres premisas. Primero que es por la gracia de Dios que el salvador viene al mundo. Además, que esta venida tiene un propósito, reinar sobre su pueblo. Por último la primera venida de nuestro Señor Jesucristo es posible por el poder y la grandeza de nuestro, porque nada hay imposible para Él. Así pues, analicemos los primeros dos puntos que hemos comentado, para en otra ocasión analizar el tercero. 

1. Es producto de la gracia de Dios. 26-30

Habían pasado seis meses desde que Elisabet había quedado encinta. La grandeza de nuestro Dios se había manifestado en ella, pero ese solo el principio, el comienzo de la gran obra de salvación. Dios ahora envió a su ángel Gabriel a una ciudad muy al norte de Jerusalén, Nazaret, en la provincia de Galilea. En aquellos tiempos había la costumbre de “desposar” a una pareja, es decir, comprometerlos en matrimonio para que después se consumara el mismo. Este desposar era básicamente un matrimonio, solo que la pareja aún no se iba a vivir juntos y mucho menos tenían relaciones sexuales, cada uno vivía en la casa de sus padres. De ahí que se nos diga que el ángel Gabriel fue enviado a una virgen desposada con José, un varón descendiente de David. El nombre de esta mujer era María. 

Galilea no era una región muy estimada por los judíos, el puebo Nazaret tampoco. Pero Dios envió su ángel ahí para darle una dignidad y una bendición que jamás se podrían imaginar. Incluso podemos a pensar acerca de José, él era descendiente de David, quizá se desarrollaba en el gobierno del pueblo o la región, sin embargo era un carpintero. No estamos hablando de una familia que tuviera gran influencia sobre otros, sin embargo, Dios en su gracia desciende para hablarle a su pueblo. 

Así que el ángel entra en la casa de la virgen María, diciéndole “¡Salve, muy favorecida El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.” ¿Qué significan estas palabras? Fue lo mismo que pensó María, ella quedó perturbada y con temor, porque sabía que tales palabras no son dignas para ningún ser humano. El ángel le estaba diciendo a María que ella gozaba del favor de Dios, que Él la había visto con ojos de amor y la había escogido para una misión especial. Que el Señor estaba con ella y que ella sería la mujer más dichosa de la tierra. Por eso la llama “bendita entre las mujeres”. Los ángeles no se desviven en alabanzas por los seres humanos, en realidad, muchas veces son los ángeles quienes reciben de los hombres honores. Pero en este caso, en este hermosísimo momento los ángeles alabaron a la mujer que habría de llevar en su seno al Salvador del mundo. Gabriel reconocía que María había sido escogida no porque hubiera algo en ella, sino por “el favor de Dios”. Ella también lo comprendió, por eso no entendía la dignidad que el ángel la saludara de esa forma. Ella sabía que no era digna de tal saludo, y temió. 

Pero Dios calma el corazón de sus siervos, en este caso, de su sierva, y les asegura su misericordia en todo momento. Gabriel entonces continúa: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.” Ah mis hermanos, la obra de Dios produce temor en nosotros, sí, porque esta obra es realizada por su poder y su santidad, y nosotros somos débiles y pecadores. La obra de Dios nos puede destruir. Sin embargo el ángel asegura a María que esta obra poderosa que Dios está haciendo en medio de su Pueblo, es producto de la gracia de Dios. Proviene de su amor, de su misericordia, de su Gracia. No temas le dice el ángel, y efectivamente amados hermanos, no debemos temer a la Gracia, no debemos temer a la más grande de las obras de Dios, la encarnación. María había hallado gracia delante de Dios, esto no significa, como en el romanismo, que ella tuviera alguna cualidad especial que la hiciera merecedora de llevar en su vientre al Hijo de Dios, más bien, fue por la gracia de Dios. La misma gracia que nos es aplicada por Dios por medio de su Espíritu para salvarnos, es la misma gracia que fue aplicada en María escogiéndola para ser la que llevaría al Dios eterno en su vientre. No es que María tuviera alguna dignidad, sino que Dios la hacía digna por habitar en ella. No es que María fuera justa, sino que El Justo viviría en ella. No es que la leche de sus senos fuera más digna que la de otras mujeres, sino que era bendecida por amamantar al Señor. No era que su vientre tuviera alguna cualidad especial, ni los genes de María, o las muchas oraciones de ella las que hicieron que Dios la escogiera, fue la Gracia de Dios. Y si ella lo entendió ¿por qué nosotros no hemos de entender que es la gracia de Dios la que obra en nosotros para restaurarnos? 

2. Es para reinar sobre su pueblo. 31-33

Esa gracia tan maravillosa que hizo digna a María, fue la que trajo a nuestro Señor a este mundo. Por ello el ángel anuncia a María lo que ha de suceder en su cuerpo. Ella concebirá en su vientre y dará a luz un hijo, sí, un hijo, y su nombre será Jesús. Su nombre quiere decir Salvador, y en realidad él es un poderoso salvador. Nos salva de nuestro pecado que nos tiene esclavizados y separados de Dios, toda nuestra rebelión contra Dios, a través de él es perdonada y limpiada. También nos salva de la muerte que es la paga del pecado, ya que habiéndonos liberado de la deuda que teníamos, nos salva también de la condena que ciertamente merecemos, la muerte ya no tiene poder sobre nosotros. No tiene poder para dominarnos, no tiene poder para controlar nuestras decisiones, por fin podemos vivir en libertad. A su vez, no salva de nuestro mayor enemigo, Satanás, el diablo, la serpiente antigua. Ese que nos tenía esclavizados y sujetos a su dominio desde el día en que Adán comió del fruto prohibido. Jesús, el salvador, destruiría el poder de la serpiente y así podemos servir al Señor en fidelidad, sin temor, sin preocupación, con amor y devoción. La liberación del pueblo de Dios comienza desde el momento mismo en que Jesús es concebido en vientre de la bendita virgen María. Hoy, nuestro Señor, desde su entronización, está destruyendo y acabando con el reinado de Satanás, para construir y edificar un edificio para Dios, su Reino santo. 

Por eso Gabriel afirma que Jesús será grande. De Juan el Bautista se nos dice que sería grande delante de Dios, pero de Jesús se nos dice que él será grande. Su grandeza nos habla de la autoridad que él tiene. Él es el rey tan esperado, en este contexto la palabra “grande” debe entenderse como lo usa Juan en Apocalipsis 6:15 donde se nos habla de los gobernantes o de personas que toman decisiones importantes en la sociedad. Jesús es el Grande entre los grandes. En otros lugares es llamado Señor de señores y Rey de reyes. Él es el único que dirige y sostiene la historia humana. 

No solo eso, sino que también será llamado Hijo del Altísimo. Por sus obras, sus actos a favor de su pueblo él sería reconocido entre los hombres como el hijo del Altísimo. Aquí no está hablando de si Jesús comenzó a ser hijo de Dios en el momento en que fue concebido, o si fue adoptado posteriormente, eso es una herejía. Nuestro Señor es, será y siempre ha sido el Hijo unigénito y eterno de Dios. Aquí lo que quiere dejar claro es que por sus obras, y pro el acto de encarnarse será reconocido como el Hijo del Altísimo.   El uso de esta palabra “Altísimo” no es circunstancial, más bien, tiene el propósito de llevar el corazón de María en un repaso de toda la historia de Israel. El Dios Altísimo es mencionado por primera vez por Melquisedec cuando este bendice a Abraham. O cuando el pueblo de Israel recurre al Señor en los Salmos en oración y ruego buscando refugio y protección: Clamaré al Dios Altísimo, Al Dios que me favorece. (Sal. 57:2) “Y se acordaban de que Dios era su refugio, Y el Dios Altísimo su redentor.” (Sal. 78:35) O el salmo 91 que tanto consuelo ha dado a su pueblo. Así nuestro Señor Jesús es identificado como Hijo del Altísimo. El Dios que muestra su favor a su pueblo, a pesar de ser el Altísimo, el que está sumamente lejos de su pueblo, es entendido como el que está cercano y dispuesto a dar salvación en el momento en que le invoquen. Ese, mis hermanos es Jesús. 

Otra cosa más, este obrar tan majestuoso por parte del Señor tiene el propósito de cumplir las profecías anunciadas acerca de Él. Él recibiría el trono de David su padre. David, el rey de Israel, el que mantuvo unido a su pueblo en contra de sus enemigos. Su gobierno sometió vastos territorios a su mandato. Ningún enemigo podía hacerle frente. Por ello los israelitas anhelaban que llegara el mesías prometido. La Escritura, por medio de Isaías (9:7) nos dice que lo dilatado de su imperio, es decir, lo amplio, lo grande de su imperio no tendrá fin, y que su reino será semejante al de David, y no solo semejante, sino que lo superará. El reino de Cristo será eterno. No tendrá fin. Él se ha encarnado para salvar a su pueblo, pero también para reinar sobre él. Su pueblo vivirá bajo su gobierno y dirección, bajo su mandato y protección. Él guardará toda nuestra labor en sus manos. Nos protegerá, nos defenderá, y nos restaurará. Él es el que ante todo reina sobre nuestras vidas. 

Conclusión

Hoy te quiero invitar a que reconozcas el milagro más grande que pudo haber ocurrido en la humanidad: la encarnación del Hijo del Altísimo. Jesús, el salvador que viene a rescatarte a ti que me oyes, de tus pecados que te tienen preso y no permiten que vivas libre. Viene a rescatarte del temor a la muerte que día tras día nos limita en la toma de decisiones, pensando únicamente en sobrevivir. Y de Satanás, quien nos tiene bajo su poder solo para al final destruirnos. Jesús te libera y te pone en su Reino eterno de justicia y amor. Cristo Jesús viene para rescatarte y reinar sobre tu vida para que aprendas a vivir con gozo en servicio a él. 

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