Génesis 7
En días pasados descubrimos cuán malvado puede ser el hombre una vez que ha dejado a un lado el Pacto de Dios, esta humanidad es descrita como una infestación terrible en la creación. A su vez, aprendimos que nuestro buen Dios permanece fiel a su Pacto, prometiéndole a Noé que él traería salvación a través de la construcción del arca, a toda la creación (su familia, los animales, y la creación vegetal). Dios no deja de hablar palabras de aliento a su Pueblo, especialmente a Noé, con ello alimenta la fe de Noé cuando termina el arca y tiene ahora que entrar en ella. Hoy aprenderemos como el mundo de aquél entonces pereció por el agua, pero también, el mundo fue salvado por el agua.
1. Un propósito doble: salvar y juzgar
Lo primero que surge en este pasaje es Jehová hablando a Noé. Recordemos que cuando en Génesis se habla de Jehová se refiere a Dios siendo fiel al Pacto que Él estableció (Gen. 3:15). Cuando vemos el nombre “Dios” (Elohim), hace referencia a la grandeza y poder creador de nuestro Señor. Cuando Dios habla con Noé en el versículo 1 es nombrado como Jehová, porque a Noé se le ordena entrar él y su casa en el arca, ya que Jehová lo vio como el único justo en esa generación. Es de notar que ni sus nueras, ni sus hijos, ni su esposa son catalogados de esta manera, sino sólo Noé. “Justo” es una palabra que ya conocimos anteriormente (Tsadiq), y en el contexto del Pacto (Gn. 3:15) Noé es catalogado como justo porque sigue esperando la promesa de Dios y actúa en consecuencia, en obediencia a Dios. Podríamos llegar a pensar que Noé fue salvado por su “justicia”, sin embargo, dicha justicia está enmarcada en el contexto del Pacto, su justicia es agradable a Dios y es aceptada por Él, únicamente por su Gracia y favor. Juan Calvino, nos explica de mejor manera esta idea:
“Debemos observar, en primer lugar, que Él ama a los hombres libremente, por cuanto no encuentra en ellos sino lo que es digno de desprecio, puesto que todos los hombres nacen como hijos de ira, y herederos de maldición eterna. Así Él los adopta para sí mismo en Cristo, y los justifica por su misericordia. Después de que los ha reconciliado consigo mismo de esta forma, también los regenera por su Espíritu, a una nueva vida y justicia. Así fluyen buenas obras, que necesariamente agradarán a Dios mismo. Entonces, Él no solo ama a los fieles, sino también sus obras.”
Las Escrituras son claras al respecto, nuestras obras son aceptas delante de Dios por a fe que Él obra en nuestros corazones. Por ello no solo las obras mal llamadas espirituales, como la oración o la lectura bíblica, son aceptables delante de Dios, sino todo lo que es hecho en fe y para fe: el serruchar la madera, hacer las mediciones y ensamblar las tablas, para después calafatearlas con brea, todo ello era un acto de fe. Casarte, tener relaciones sexuales con tu esposa (o), criar a tus hijos, disfrutar a los amigos, todo ello debe ser hecho en fe para que agrade al Señor, para que esos actos sean “justos”. Noé era justo, porque vivía en fidelidad a Dios con sus actos día a día.
En los versículos 2 y 3 se nos presenta el primer propósito del arca, es decir, servir de salvación para toda la vida terrenal. Dos cosas sobresalen en estos versículos, primero la insistencia por parte de Jehová de introducir en el arca 7 parejas de cada animal puro y una sola pareja de los impuros. Y en el versículo 3 se nos dice que dicha insistencia es para la “preservación de la especie”.
Los animales puros eran utilizados para la adoración al Dios verdadero. Eran no solo una referencia al perdón que Dios otorgaba a su pueblo, también a la gratitud que el hombre debía a Dios. El culto se encontraba en el centro de la vida humana, y toda actividad humana debía centrarse en aquél que es el dador y sustentador de la vida. Por ello, Dios preserva la especie animal, y toda la vida en general, porque su propósito principal es servir como un medio de adoración al Creador. La destrucción de la creación implicaría la pérdida de propósito, o mejor dicho, implicaría que la creación misma no ha cumplido con su labor. Todo el universo, puesto bajo el cuidado y desarrollo diligente del hombre, debe ser un canto de alabanza al Creador Jehová. El arca asegura completamente que el desarrollo de la creación continuará y que este desarrollo será realizado para la Gloria de Dios y su alabanza continua (Ap. 5). Ese es el significado de ser criatura, servir como un sacrificio de alabanza y gloria para el Creador. El arca asegura el cumplimiento de esta labor.
En el versículo 4 y 5 presentan el segundo propósito del arca: la destrucción de todo lo que está sobre la tierra. La salvación es para todos los que están en el arca, pero todos los que están fuera del arca están condenados a morir. Dios da a conocer a Noé que dentro de 7 días hará llover sobre la tierra, y que dicha lluvia duraría 40 días y 40 noche. El agua sería tanta que la humanidad, con todos sus avances culturales, quedarán reducidas a nada. El agua sería tan violenta que todos los animales, las plantas, incuso las aves que volaran por el cielo serían destruidas igualmente. Este Dios que en su celo preserva a sus escogidos, en justicia también destruye a los impíos y sus obras perversas. Todo lo que el hombre ha contaminado ha de ser quitado de la faz de la tierra.
Por ello el versículo 5 termina diciendo que Noé hizo conforme a todo lo que Jehová le mandó. Noé obedeció la voz de Dios, entró en el arca junto con toda su familia, los animales y el alimento necesario. Ellos estaban a salvo, y por su obediencia, condenó a toda la humanidad no redimida (Heb. 11:7). El obrar justo de los hijos de Dios se convierte en una condena de la vida injusta de los hombres, porque dan testimonio de que las obras de Dios son justas y dignas de ser creidas. El arca, pues, tiene dos objetivos, el primero salvar a los pecadores arrepentidos, y el segundo condenar a los pecadores que no se arrepienten. La Palabra de Dios funciona de la misma manera, a los creyentes les salva confirmándoles por sus promesas la bondad de Dios, y a los impenitentes les condena poniéndolos bajo la ira de nuestro gran Dios.
2. La gran salvación de Dios
En los versículos del 7 al 15 la salvación que Dios otorga se ve de manera asombrosa. Es como si empezáramos a ver la bondad de Dios manifestarse paso a paso. Nos lo repite constantemente, nos dice que toda la creación está entrando en el arca. Toda, no una parte, no una sección, sino toda la creación está siendo resguardada del juicio que se derramará sobre la tierra.
Noé había engendrado a sus hijos cuando tenía 500 años, ahora que el diluvio había comenzado tenía seiscientos. Dios no se cuida de la edad de sus siervos, más bien busca el corazón que anhela hacer su voluntad. Noé a sus seiscientos años, su esposa, sus hijos y las esposas de sus hijos ingresaron en el arca. Con ellos iban las potencialidades del desarrollo creacional. Ahí iban hombres y mujeres que iban a repoblar la tierra, pero también a desarrollarla en servicio a Jehová. Ahí iban hombres y mujeres con muy diversos llamados y tareas que realizar en este mundo, todos ellos salvados por la gracia de Dios. Ingresaron al arca no porque tuvieran alguna cosa de qué presumir, o algo que aportar, más bien fue la justicia de Noé la que les permitió entrar. A él era el único que Jehová había visto como justo en toda su época, si su familia entró fue por gracia, la gracia que habitaba en Noé y que se extendió a su familia. De la misma manera pasamos a formar parte del pueblo de Dios, no por algo que haya en nosotros, por algún talento o capacidad, más bien por la gracia maravillosa de nuestro Dios. Esa gracia nos alcanza por medio de Jesucristo, el depositario de la Gracia, y nos la otorga por medio de su Espíritu uniéndonos a su familia y haciéndonos parte de la nueva humanidad.
Esta salvación tan grande de nuestro Dios no solo abarca a los hombres, mujeres y niños, sino también a los animales silvestres, los domesticados y los reptiles y los que se arrastran, al igual que todas las aves y todos los pájaros (v. 14-15). Toda la creación es rescatada dentro del arca, ahí tienen la seguridad de supervivencia, todos se someten gustosos a los designios de Dios, su Señor. El arca, en su significado más certero nos dice que la salvación no solo es para el hombre y su alma, más bien, cada parte de la creación, cada cosa que Dios ha hecho es rescatada del pecado y la vanidad y puesta en servicio fiel una vez más al Creador. La creación no es negada en la salvación, sino que Dios afirma su creación, rescatándola del mal. Mucho del cristianismo considera que la obra de creación y la obra de redención no tienen nada que ver, y desligan la salvación de su correcto contexto, el mundo de Dios. En Cristo “también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Ro. 8:21). La misma libertad que los hijos de Dios gozan, será la libertad que esta creación experimentará en la plena liberación en Cristo. No hay una sola parte de la creación que no sea redimida, restaurada y sujetada a Cristo, toda ella será renovada.
Pero ¿de dónde nos viene esta seguridad? Solamente de Dios. El arca tenía un punto débil, la puerta. Esta puerta difícilmente podría resistir el embate del agua, y mucho menos podría ser cerrada por mano humana. La imposibilidad del hombre de mantenerse a salvo por su propia fuerza se nota cuando el Señor dice: “Y Jehová le cerró la puerta”. El poder de Dios se manifiesta con el diluvio, pero la gracia y cuidado paternal de Jehová se muestra cerrando él la puerta del arca. Ah mis hermanos, qué maravilloso descanso podemos tener. Nuestra salvación está segura en las manos de Dios, la redención de este mundo está en las manos de Dios, tu vida está en las manos de Dios. ¿No proporciona esto consuelo? ¿No es esta la forma en que descansamos cuando nuestros padres nos mandaban a dormir por las noches? ¿o es que acaso te levantabas por las noches para ver si la puerta estaba cerrada? No, ningún mal podía entrar, papá cerró la puerta, estamos seguros. Y dormíamos tranquilos bajo la protección de papá y mamá. Es así que nuestro Dios vela por nosotros, nuestro Padre nos guarda y cuida, y nuestra salvación, junto con la de todo el universo, está segura en sus manos.
3. El terrible juicio de Dios
Todo está seguro en el arca, pero por fuera otro es el panorama. El versículo 11 comienza la descripción, nos dice que “fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas, y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches.” Esto me recuerda la historia de la creación, donde nuestro poderoso Dios había puesto en sujeción las aguas por su poderosa Palabra, separándolas y haciendo que la tierra se descubriera (Gen. 1:6-10). Es por su Palabra-Ley que esta creación está sujeta a su voluntad, desarrollándose en bella armonía una cosa con la otra. El mundo existe por su poderosa Palabra, pero en el momento que Él decide eliminar todo límite, quitando su Palabra de Pacto, el caos se desata. Por ello nos describe el inicio de la tragedia como un rompimiento de las fuentes, la apertura de las cataratas de los cielos, diciéndonos que “las distinciones que vemos han sido establecidas por Dios, siendo ahora removidas, no había barreras para detener su violenta irrupción” (Calvino). Sí mis hermanos, con esto empieza el proceso de “des-creación” si pudiéramos llamarlo de alguna manera.
El versículo 17 nos dice que las aguas comenzaron a elevarse, de tal forma que en el transcurso de los cuarenta días y noches de lluvia constante, el arca comenzó a elevarse. Las aguas cada vez más se empezaban a elevar, primero empezaron a entrar en las casas, después cubrieron los altos edificios, el agua comenzaba a elevarse más y más, la descripción que hace el versículo 18 es muy vívida: “las aguas subieron mucho, muchísimo sobre la tierra”. Quizá había algo de esperanza, huir a los altos montes y montañas donde pudieran los hombres y los animales resguardarse del peligro. Esa es la salida cuando un tsunami o alguna inundación hace peligrar la vida. Sin embargo, aquello que el hombre cree que puede ser su salvación, solamente logra prolongar la agonía. Porque el agua seguía subiendo, de tal forma que los montes se cubrieron. Sí, la esperanza del hombre eran los montes, pero estos habían desaparecido, según el versículo 20, las aguas subieron 7 metros más arriba de los montes más altos. Cada cerro, cada monte, cada montaña, cubierta por el agua.
Los cadáveres no faltaron, toda clase de animales flotando en el agua, vacas, cerdos y pollos, caballos, leones y jirafas, pero sobre todo hombres y mujeres, niños y ancianos, todos perecieron fuera del arca. Todos ahogados por el juicio divino. Todos acabados por el miedo y la desesperación o quizá devorados por los tiburones y demás bestias marinas. El festín de los animales marinos era impresionante. Pero el honor y la gloria de Dios se hicieron patentes cuando Él ejerció su justicia sobre la creación. Todo el universo juzgado y encontrado culpable, muerto, destruido por su propia maldad.
El panorama ahora era muy semejante al de Génesis 1:2, todo lleno de aguas, solo que en esta ocasión el Espíritu no se movía sobre ellas. Y no sé si lo notaste, pero en toda la sección del 17-24 Dios no es mencionado. Jehová no se apersona, es como si él hubiera abandonado a su creación. Como si hubiera quitado su protección y cuidado providencial sobre todo el universo, y el mundo se sumiera en el caos, dejando el mundo sin orden y vacío. Qué terrible es la imagen, un mundo lleno de agua sin nada que permita la vida y su desarrollo. Y ese panorama duró 150 días, aproximadamente 5 meses el agua se sobrepuso a la vida. No había forma de sobrevivir.
CONCLUSIÓN
¿Pero qué se ve en el agua? Es un féretro gigante, un rectángulo gigantesco, ¿Qué clase de cosa tan horripilante es esa? Es un arca, un arca que flota sobre el agua. En ella está la esperanza de este mundo. Toda lo que queda de la humanidad está ahí. El versículo 23 nos dice algo desolador, sí, pero a la vez esperanzador: “y quedaron Noé y los que con él estaban en el arca”. ¡Qué maravillosas palabras! Estas palabras son de gran aliento para nosotros. Todo lo que esté en el arca será salvo. ¿Y qué simboliza hoy para nosotros el arca? E bendito apóstol Pedro nos explica este misterioso evento (1 Pedro 3: 20-22): “Solo ocho personas se salvaron de morir ahogadas en ese terrible diluvio. El agua del diluvio simboliza el bautismo que ahora los salva a ustedes —no por quitarles la suciedad del cuerpo, sino porque responden a Dios con una conciencia limpia— y es eficaz por la resurrección de Jesucristo. Ahora Cristo ha ido al cielo. Él está sentado en el lugar de honor, al lado de Dios, y todos los ángeles, las autoridades y los poderes aceptan su autoridad.” Sí mis hermanos, el arca es la Iglesia de Cristo, y hoy, al igual que entonces, el agua sirve para apartarnos del mundo y del juicio venidero. El bautismo, el agua de la purificación es eficaz en nosotros por Jesucristo, por su resurrección, no por algo en ella, sino por el Poder de Cristo. Él quien está sentado a la diestra de Dios, hoy intercede por nosotros, y a Él están sujetos todos en el cielo y en la tierra. Nosotros nos sometemos a Él, aceptamos su autoridad y gobierno sobre nuestras vidas, por lo que nos bendice otorgándonos la salvación. ¿Tu ya has reconocido esa autoridad sobre ti? ¿O sigues vagando en este mundo sin obedecer al Señor? expectante de la destrucción y juicio que Él hará sobre los hombre. ¡Arrepiéntete! Vuelve al Señor y no perezcas en la destrucción que se avecina, más bien reconoce en Jesucristo el único camino al Padre para poder encontrar en Él toda tu seguridad y salvación.
Comentarios
Publicar un comentario