INTRODUCCIÓN.
El Domingo pasado entendimos que la cultura de los hijos de Dios tiene la característica de seguir las normas creacionales de Dios para realizar un servicio en amor y fidelidad al Creador. Hoy estudiaremos cómo pusieron en práctica dichas normas, desarrollándolas y dándoles forma a partir de su fidelidad al Señor. Hoy conoceremos la Respuesta Cultural de los Hijos de Dios.
1. ES UNA RESPUESTA EN OBEDIENCIA (V. 3-17)
El matrimonio es el llamado que Dios hace a través de la creación de un compromiso de fidelidad mutuo entre un hombre y una mujer. Dicho compromiso de fidelidad se expresa en la relación sexual que los esposos mantienen. Es una muestra de la bendición de Dios, ya que “El que halla esposa halla el bien, Y alcanza la benevolencia de Jehová.” (Prov. 18:22). Eso mis amados hermanos es la bendición del matrimonio. Sin embargo, esta bendición nos llama a “fructificar y multiplicar, llenar la tierra y sojuzgarla” (Gen. 1:28) por lo que la concepción dentro del vientre materno es un don de Dios para el dominio y el gobierno de la creación.
Adán y Eva respondieron en fidelidad a este llamado por parte de Dios. Por ello se nos dice que Adán tuvo un hijo y llamó su nombre Set. Es de notar que Set a la semejanza de Adán, conforme a su imagen. Hemos dicho ya anteriormente que este término “imagen y semejanza” no denota una característica estructural sino relacional. Cuando se dice que el hombre es en la imagen de Dios no debemos entender que haya algo en nosotros que también se encuentre en Dios, más bien debemos entender que hemos sido colocados en relación con la divinidad, para regir el mundo para Él. De la misma forma cuando vemos que Adán tiene un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, debemos entender que Set era un humano, como nosotros, como Adán. Set es colocado en relación directa con Adán y en él es colocado en relación con Dios como su Señor. Todo ser humano es un ser en relación con el Creador, en rebelión o en obediencia a partir de la caída.
Cada uno de los descendientes de Adán (los que son mencionados y los que no) tienen una responsabilidad ante el Creador, un deber de involucrarse en obediencia al Señor en cada una de sus actividades cotidianas. La relación matrimonial y sexual, y la consiguiente crianza de hijos son un lugar de servicio a Dios y una forma de manifestar su gloria. Debemos empezar a ver toda nuestra existencia “en la Imagen”, es decir en el oficio que nos ha dado el Señor de Sojuzgar, dominar y señorear sobre la creación para su Gloria. La familia, el trabajo, la vida social, económica, y académica debemos empezarla a ver como una expresión de la buena voluntad de Dios para nosotros y como el lugar donde hemos de expresar nuestra fidelidad ante el Señor.
Pero Adán no vive para siempre. A pesar de lo longevo que pudo ser y de la gran cantidad de años que vivieron Adán y sus descendientes prehistóricos la muerte llega a ellos. Dos cosas podemos entender de esta situación: Primero, que toda nuestra labor para la gloria de Dios está limitada y enmarcada por el tiempo. El Señor ha fijado una cantidad específica de tiempo por el cual tú y yo viviremos y honraremos su nombre en este mundo. La vida tiene fecha de caducidad y debes aprovechar al máximo las capacidades y talentos que Dios te dio para su gloria y servicio.
En segundo lugar la muerte de Adán muestra que los efectos corrosivos del pecado se van haciendo patentes cada vez más y más. Quizá con el paso del tiempo y de los avances culturales el hombre pensó que la muerte no iba a llegar, sin embargo el castigo por el pecado no deja de estar presente. La muerte es la paga del Pecado y nosotros debemos estar conscientes de ello. No podemos escapar a la muerte, es la terrible condena que nosotros mismos nos ganamos por nuestra maldad y rebelión. El poder de la serpiente y la esclavitud que emanan de ella siguen ejerciendo su influencia nociva y destructiva, piensa pues en la finitud y en nuestra miseria, piensa en ello para que te pueda llevar ante Aquél que es nuestra vida.
2. ES UNA RESPUESTA EN FE (18-2)
En los versículos 22 al 24 se nos dice que Enoc caminó con Dios. Esta manera de hablar acerca de Enoc y la consecuente bendición de no ver muerte es una muestra de la Gracia de Dios en la generación de Adán. La muerte sigue siendo un lastre que arrastramos llenos de temor y vergüenza. Pero Dios en su gracia nos da esperanza para poder vivir en este mundo a pesar de las dificultades que vivimos día a día producto del pecado.
Esta esperanza nos es revelada en Hebreos 11:5 donde se nos dice que Enoc por fe agradó a Dios y fue traspuesto para no ver muerte. Este es el asunto central, sin fe es imposible agradar a Dios. Sin fe es imposible obedecer a Dios. Sin fe es imposible servir y honrar a Dios con todo lo que somos y hacemos. Para que tu vida entera sea una respuesta obediente a Dios necesitas la fe. Pero, ¿Qué es la fe? La fe es la certeza segura de que las promesas de Dios se cumplirán y confiar en ellas viviendo para Él. La fe se vuelve el centro de toda nuestra existencia. No hay una sola cosa que no deba ser interpretado y vivido a la luz de esta fe.
Pero hay distintas fes, ¿Cuál es la fe verdadera? ¿Cuál es la fe que realmente hace que agrademos a Dios? Únicamente aquella que Él produce en nosotros por el uso de su Palabra y Espíritu. Es decir, la fe en Cristo Jesús (Efesios 2:8). ¿Acaso Enoc creyó en Cristo Jesús? Sí amado hermano, porque el medio de salvación desde el principio ha sido a través de la fe en Jesucristo. Pero no confundas, porque en aquél tiempo solo se había revelado una pequeña promesa acerca de aquél que vendría a destruir el poder de la serpiente. Aunque no por su nombre, Enoc conoció la promesa de que Dios traería al hijo de la mujer para destruir el poder de la serpiente. Enoc, seguramente escuchó de labios de su padre Adán la historia de cómo Dios había prometido un salvador. Y él caminó en base a esa promesa, caminó en fe en la promesa del Cristo que vendría.
Y como un aliciente a la situación que vivía la humanidad, Dios se llevó a Enoc. No le permitió experimentar la muerte. Solo hay otro caso semejante, el de Elías (2 Reyes 2:11). Esto nos hace pensar en las promesas del Señor para todos aquellos que esperan en Cristo. Para todos aquellos que aman a Jesús Dios les ha prometido levantarles de entre los muertos, pero también si alcanzamos a ver el día en que el Señor regrese, seremos transformados sin ver muerte (1 Tes. 4:13-18). La promesa del Señor de su segunda venida debe sernos de alivio y fortaleza, debe darnos consuelo en medio de la presente situación y de los muy diversos males que surgen producto del pecado. Algún día mis amados seremos liberados totalmente del pecado y de sus consecuencias. Cristo Jesús lo ha prometido. ¡La muerte será sorbida en victoria! Y bailaremos y cantaremos: ¿Dónde está o muerte tu aguijón? Y ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?
3. ES UNA RESPUESTA PACIENTE (25-32)
Cuando Lamec, hijo de Matusalén, tuvo un hijo, le llamó Noé. Noé quiere decir “reposo, descanso, consuelo”. Lamec le da el significado de manera muy clara: “Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo.” Esta frase es una profecía de lo que habría de suceder en el futuro. El Espíritu Santo estaba hablando a través de la generación de los hijos de Dios sobre el futuro y el alivio que traería el Señor. Efectivamente, Noé salvaría a la humanidad de la maldición que Dios había traído sobre nosotros por causa del pecado.
“Por cierto, no fue por sus propios medios que Noé salvó a la humanidad. En cambio la humanidad fue salvada por el Señor Jesucristo, que nacería del linaje de Noé. El Espíritu de Cristo ya vivía en Noé. Por amor a Cristo fue salvado Noé y, a través de él, la humanidad.” (S. G. De Graff) En Noé encontramos la promesa de la Gracia de Dios. No es por Noé mismo, sino que en Noé, el Señor vio a su Hijo Jesucristo obrando a favor de la humanidad. Haciendo eco de la labor que en el futuro realizaría Jesús: liberarnos de la maldición.
Esta maldición como lo explicamos anteriormente significa que toda la creación, y toda labor humana está lejos del favor de Dios, ajeno a su Pacto y a sus promesas. Por ello todo acto humano es calificado como pecado y desagradable delante de Dios. Aún las mejores obras, como el Teletón, o el cuidar de un enfermo desinteresadamente, es una impiedad delante de Dios si Cristo no es el Señor de nuestras vidas. Esta maldición se expresa a través de sistemas políticos que esclavizan al ciudadano. Sistemas económicos como el socialismo y el capitalismo que dirigen los pensamientos del hombre hacia el dios Mammon (Dinero). Sistemas educativos que en lugar de propiciar un servicio fiel al Creador, buscan la competencia desleal y desmedida entre los compañeros de clase. Teorías filosóficas, sociales y antropológicas que siguen esclavizando al hombre a una vida degradante. O también esta maldición se expresa en todos aquellos actos de rebelión contra las normas de Dios: Los hombres dejan a un lado a la mujer y se “encienden en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.” Y las mujeres también se vuelven en contra del uso natural de sus cuerpos, mujer con mujer. (Rom. 1). Los jóvenes y señoritas pervierten el don de la sexualidad buscando el placer antes que la Gloria de Dios. Y los niños, desobedientes a sus padres, van de camino a la perdición. El robo, la violencia, la borrachera y todos los vicios del mundo actual son propios de una generación maldita y perversa, rechazada por Dios.
Sin embargo, ¿Qué hemos de hacer nosotros los creyentes? Los que tememos a Dios y confiamos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo para liberarnos de toda esta maldición, nosotros debemos esperar y obrar en base a la liberación que anhelamos. El Apóstol Pablo nos dice en Romanos 8: Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.
La creación misma está sujeta a vanidad, es decir a muerte. Pero no por culpa suya, sino por nosotros, por ello está esperando que los hijos de Dios sean liberados plenamente de la corrupción o maldición del pecado. ¿Para qué? Para que ella también sea restaurada y liberada, para que ella sea puesta una vez más en servicio fiel al Creador y que una vez más “cuente la gloria de Dios” en todo momento. Este mundo será restaurado a una gloria tan maravillosa como la que nosotros tendremos en la liberación final, en la segunda venida del Señor. Entre tanto, mis amados hermanos hemos de esperar con paciencia la venida de nuestro Señor, pero también avocarnos con dedicación y esmero a la reforma de todas las cosas a la luz de Cristo Jesús.
CONCLUSIÓN
Al escuchar las palabras de Lamec acerca de Noé, no puedo evitar recordar las palabras de nuestro Señor en Apocalipsis: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.
¿Cuál es tu esperanza? ¿El Hijo de la Mujer, nuestro Señor Jesucristo que habrá de restaurar todas las cosas? O ¿la serpiente y su reino de terror y destrucción? Hoy te anuncio a Jesucristo, el hijo de la Mujer que ha venido a dar su vida en rescate por muchos, y que nos ha dado su Espíritu Santo como prenda gloriosa de la resurrección que habremos de vivir. Ven pues y apártate del mal, busca al Señor el cual será amplio en perdonar. Y tú, creyente en Jesucristo vive, desenvuélvete en este mundo para la gloria del Rey, cueste lo que cueste.
Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola
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