Génesis 5:1-2
Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados.
INTRODUCCIÓN
Hay dos culturas en constante conflicto. En la historia de la Redención estas dos culturas han surgido a partid de la caída del hombre en el pecado y la promesa de liberación por parte de Dios. Él, nuestro Dios, ordenó que estas dos culturas permanezcan separadas una de la otra en la espera de aquél que derrotará el poder de la serpiente. Esta espera, se ve a lo largo de la generación de los hijos de Seth. La línea de los hijos de Seth se mantiene a la expectativa de lo que Dios está haciendo para traer al elegido, el que aplastará la cabeza de la serpiente y nos liberará de todo el peso del pecado que nos asedia. Ya conocimos la cultura de los hijos de la serpiente, una cultura llena de odio, muerte y perversión. Hoy empezaremos a conocer la cultura de los hijos de Dios, ¿Cómo vive y se desenvuelve una cultura construida sobre la esperanza en el Hijo de la mujer, Cristo Jesús?
1. Se reconoce dependiente de Dios
(Creó, semejanza)
Es notorio en el versículo uno que se nos habla de los Toledot de Adán. Un Toledoth es la historia de una familia en particular (generación, descendencia o genealogía). Veo esta palabra como algo muy interesante, porque nos habla de un desarrollo histórico que se está dando en la creación. En este caso nos habla de que el desarrollo histórico que importa ante los ojos de Dios es el de los hijos de Dios. El desarrollo cultural que estos hombres y mujeres puedan realizar tiene importancia debido a la promesa, no a sus propias obras. ES de notar que en esta generación de Adán, no está contado Caín y su progenie, como si hubiera sido expulsado del Clan y por tanto de la historia misma. Aquí se trata de los que son fieles a Dios, aunque no perfectos.
Cuando comienza la descripción de este desarrollo histórico generacional, se nos dice dos cosas. Ambas cosas ya conocidas por todos nosotros, que el hombre fue creado por Dios, y que Éste lo hizo a Su semejanza. En primer lugar, esta generación de hombres y mujeres vive consciente de que su vida, su sustento, su existencia misma no proviene de ellos, sino que les es otorgada como un Don por parte de Dios. Fuimos creados, del polvo de la tierra. El polvo es inerte por si mismo, sino fuera por la condescendencia divina, los seres humanos no estaríamos vivos. Si Dios no soplara en nosotros su aliento vivificante, seguiríamos siendo el polvo que pisan los animales. Sin embargo, debido a que el Señor se ha dignado a darnos vida, podemos y debemos vivir para Él.
En segundo lugar, fuimos hecho en la Imagen de Dios, es decir, no para nosotros mismos. Sino para Aquél en quien “vivimos y somos”. Y no solo esto sino que nos ha dado una tarea llevar la imagen en todo lo que hagamos, reflejar su gloria en todo lo que desarrollemos. Nos ha puesto por encima de todos los animales, de todos los elementos, de toda la creación (salmo 8) para llevar todo lo que existe a los pies del Creador. Por ello el hombre fue dotado con sabiduría, justicia y santidad, para poder desenvolverse en este mundo para la Gloria de Dios.
La generación de los que esperan en la promesa (Gen. 3:15) son restaurados en la Imagen de Dios y puestos una vez más al servicio de su Señor para la exaltación de su glorioso Nombre. Y no se esperan en sus propias fuerzas, sino en aquellas que provienen de Dios, el Creador. El mismo poder que utilizó para crear todo lo que existe, la Palabra de Dios, es el poder que ellos tienen para vivir y desenvolverse en la creación.
2. Expresa su constitución social como una sola humanidad
(Varón y hembra)
Ser en la Imagen de Dios no corresponde a alguna característica propia en Dios que podamos encontrar en nosotros. El ser humano fue creado como hombre y como mujer. En hebreo estas palabras son llamativas porque hacen referencia únicamente a la diferencia sexual que hay entre ellos. Ser en la Imagen de Dios no significa que Dios tiene sexo, que sea varón o mujer, más bien significa que nos ha sido dada una tarea, y el hecho de que Dios nos haya creado con diferencias sexuales significa que quiere que hagamos dicha labor en comunidad. Somos seres sociales. Fuimos creados no para ser solo hombre o sólo mujer, fuimos creados para que el varón sea varón, y la mujer sea mujer, y que vivan en un compañerismo ante el rostro de Dios y para su gloria.
La primera institución que surge inmediatamente de esta diferencia sexual, es aquella que permite la unión sexual: el matrimonio. “ya no son dos, sino uno”. El matrimonio se convierte en el vínculo por excelencia para expresar la unión sexual, pero sobre todo para expresar la unidad en el servicio a Dios. El matrimonio es un medio por el cual el Señor nos enseña a colaborar en el desarrollo de la creación. Sin el matrimonio el hombre, en el comienzo, no hubiera podido desarrollar todo el potencial que había en la creación. Pero en el matrimonio hay potencialidad: puede haber más hombres y mujeres que desarrollen e implementen grandes cosas en el mundo de Dios, porque cada hombre y cada mujer vienen de Dios con dones para desarrollar este mundo. De ahí la terrible situación de aquellos que no quieren vivir dentro del vinculo matrimonial, porque se convierten en hombres y mujeres egoístas que no quieren desarrollar la creación a futuro, sólo viviendo para sí mismos y no para el Señor.
El matrimonio nos da un modelo para trabajar en los otros aspectos de la vida en unidad. En los sindicatos, en las empresas, en los hospitales, en la política, en la escuela, etc., el hombre y la mujer son llamados a trabajar codo a codo, en unidad para el servicio de Dios. Pero el problema surge cuando queremos ver algún tipo de superioridad en el hombre o la mujer, haciendo al otro su esclavo o servidor. Tanto el hombre como la mujer son en la imagen de Dios, ni el hombre es más imagen que la mujer, ni la mujer es más imagen que el varón. Ambos, fueron creados para servir y honrar a Dios juntos.
3. Está bajo la bendición y el gobierno de Dios.
(bendecir, nombrar)
Por último, el hombre y la mujer, en esta labor que han de realizar, de someter todas las cosas al Señor, bajo el mandato de Jesucristo, el hijo de la mujer, tiene la bendición divina y además, por el hecho de que Dios les nombró “Humanidad”, nos pone bajo el gobierno y soberano designio del Creador.
Esta “bendición” como ya lo estudiamos anteriormente, se refiere a que estamos, como humanidad redimida, bajo el favor de Dios. Bajo la Gracia de Dios. El pacto de la gracia de Dios nos ha alcanzado, no por el mucho esfuerzo para someter toda la creación a Dios, más bien, fuimos alcanzados por la gracia de Dios debido a Jesús, el que aplastó la cabeza de la serpiente. Por ello, todos nuestros actos son bendecidos por Dios. Y aunque en estos días se utiliza la palabra “bendición” como una burla o mote gracioso respecto a los hijos de madres solteras, es necesario recordar que en las Escrituras los hijos son una bendición de Dios para desarrollar y poner todo bajo el servicio divino. Así que la gracia de Dios se expresa no solo en nuestra salvación, sino en la procreación y el desarrollo del mundo de Dios. Amado hermano, no olvides esto, la próxima vez que escuches el término “bendición”, Tú eres bendecido.
Cuando las Escrituras hablan de “nombrar”, especialmente aquí en Génesis se refieren a que la persona que pone el nombre conoce la esencia y domina aquello que es nombrado. Es decir, en este contexto Dios conoce y entiende lo que somos, y además se declara a sí mismo como el dueño de toda nuestra existencia. Por ello nos llama “Adán, humanos”. El varón y la mujer son la humanidad. Y la humanidad somos todos nosotros, los seres capaces de responder a la Palabra-Ley de Dios, masculina y femeninamente, en un desarrollo fiel o rebelde al Creador. Él es nuestro Señor, somos suyos, le pertenecemos y como tales debemos vivir. Ninguna cosa, ninguna situación de nuestras vidas está ajena a su soberano decreto. Sólo descansaremos cuando sepamos que nada depende de nosotros, sino de Él y su soberana voluntad.
CONCLUSIÓN
Amado hermano y amigo, entiende esto, la generación de los hijos de Dios, son aquellos que esperan en la promesa de que Cristo Jesús destruyó el poder de la serpiente y viven en conformidad y en servicio a Él. Toda su vida, desde el momento mismo de su creación, es un servicio fiel a Dios. Es un servicio en comunidad para Él. Es un servicio bajo su Gracia y bendición. Y es un servicio bajo su soberano decreto. ¿Le perteneces al Señor?
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