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LA CULTURA DE LA MUERTE

Génesis 4:8-15

El domingo pasado vimos la cultura ante el rostro de Dios. Es decir, cómo Dios evaluó tanto la actividad cultural de Caín como la de Abel, nos dimos cuenta que ante el rostro divino las obras de Caín fueron nada debido a su incredulidad. Debido a su falta de fe. En cambio vimos que las obras de Abel adquirieron el beneplácito divino debido a su fe en la promesa del que habría de venir a aplastar la cabeza de la serpiente y así, librarnos de la esclavitud al pecado y su condena. Hoy, sin embargo, conoceremos un acto terrible y abominable no solo entre nosotros los hombres, sino ante el mismo Dios, quien vuelve a presentarse en las Escrituras como el Señor que demanda al hombre cuenta de sus actos. Hoy veremos la Cultura de la muerte y a Dios confrontándola. 

1. RECHAZA SU OFICIO 

Una vez que Caín escuchó la reprensión de Dios y su llamado a que se sometiera a Su voluntad,  “dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.” Quiero que notes lo frío, y silencioso que es este pasaje, pero sobre todo que hiela la sangre al leerlo. ¿sabes? En la sección del capítulo cuatro, del versículo 1- 15 se menciona la frase “su hermano” o “mi hermano” 7 veces, y seis de ellas son del 8 al 11. Dios llama nuestra atención en estos pasajes a la relación tan estrecha y llena de confianza entre Caín y Abel, son hermanos. No solo parientes muy allegados, Abel es “su” hermano. La relación de hermandad es una que implica cuidado mutuo y protección. Esta relación que existe entre ellos dos, no es solamente algo “natural” que está ahí, es básicamente un llamado de Dios. No solo “nace el hermano” sino que el otro también se convierte en hermano. A partir de ese momento ya no es sólo Caín, ahora él tiene una responsabilidad, un llamado delante de Dios hacia su hermano Abel. Esto es lo que trata de enfatizar la sección de hoy. El vínculo de paz que existe dentro de la familia no es lógico, ni natural que sea roto por los mismos integrantes. 

La Escritura continúa su breve narración y nos dice que “estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató”. Nótalo bien, es algo desconcertante, nos deja aturdidos esta narración. Ambos estaban en el campo, Abel confiaba en su hermano, no esperaba de él violencia alguna. Pero de repente Caín “se levanta contra su hermano” ¿Por qué? ¿Por qué el odio puede llegar a ser tanto como para matar a tu propio hermano? Pero uno pensaría que fue algo rápido y por lo menos no sufrió tanto Abel. Pero la sorpresa aún no termina, la palabra hebrea para “lo mató” es “jarag” y es una palabra que nos habla de herir con intención mortal (Strong) pero con violencia despiadada, con saña (Vine). Caín odia a tal grado a Abel que no solo lo mata, sino que en el proceso ejerce de mucha violencia contra él, hasta que se detuvo saciado en su odio al ver el cuerpo sin vida de su hermano, acto seguido sepulta el cuerpo pensando que su crimen quedará impune. 

Caín, rechaza la tarea que le ha sido encomendada como “hermano”. Rechaza el lugar que le ha sido proporcionado y la labor que le ha sido dada

2. SE AFERRA A SU MALDAD.

Dios se presenta ante Caín y lo confronta con su pecado diciéndole: “¿Dónde está Abel tu hermano?”, esta pregunta se parece mucho a la del capítulo 3:9 donde Dios le pregunta a Adán “¿Dónde estás tú?” Cuando estudiamos esa sección de Génesis entendimos que esta pregunta no era una de ubicación geográfica, más bien relacional. En Génesis 3:9 Jehová Dios cuestionaba al ser humano sobre dónde estaba él en relación a Dios, ¿seguía en la Imagen o se había convertido en una distorsión despreciable de la Imagen? Ahora en el capítulo cuatro v. 9 es semejante, solo que ahora se refiere a ¿dónde está Abel en relación a ti Caín? ¿Sigue siendo tu hermano? ¿Aquél a quien proteges y procuras? En ese momento Caín fue confrontado frente a frente con su responsabilidad hacia su hermano, ante su oficio. A su vez, Dios está dando a Caín la oportunidad de que confiese su pecado y se arrepienta. Pero una vez más, la cultura de la muerte se hace presente. 

Caín responde diciendo: “No se ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” La palabra “guarda” en hebreo es “Shamar” y es la misma palabra que encontramos en Génesis 2:15 y quiere decir guardar, cercar, proteger, prestar atención a, estar a cargo” (Strong), aunque en este contexto no solo se utiliza como verbo, sino como sustantivo “guardián”. Caín se estaba desligando totalmente de su labor como hermano, de cuidar, custodiar y vigilar a su hermano Abel. Caín rechazaba abiertamente el oficio que Dios le había otorgado. Y se aferra a su pecado, integrándolo como parte esencial de su misma existencia. Caín ahora rechaza el llamado que Dios le hace a ser guarda de su hermano y se convierte en su destructor. En lugar de ser quien vigila fraternalmente a Abel, es el que acecha y acosa perversamente a su hermano. En lugar de ser quien protege a su hermano, se convierte en el que lo expone en el campo a la muerte. Y en lugar de ser quien preserva la vida de su hermano, se convierte en el violento aniquilador de la existencia de su hermano. Se que la palabra “hermano” se repite mucho en esta predicación y hasta puede ser una cacofonía, pero es importante dejar claro lo terrible de este pecado, lo terrible de esta acción y eso solo sucederá cuando coloquemos en la correcta dimensión la relación que vivían Caín y Abel. 

Es tan terrible que Dios mismo da un grito de horror: ¿Qué has hecho? Es la misma frase que en 3:13. Dios se horroriza del acto de rebelión de Eva, pero también ve estupefacto la acción tan vil, pero sobre todo la dureza tan abominable de Caín, al desentenderse y simplemente alegar ignorancia de todo lo sucedido. Pero el pecado no queda oculto. El pecado es expuesto. La sangre de Abel clama, grita por justicia, desde lo profundo de la tierra. No importa qué tan profundo haya enterrado Caín a su hermano, sus gritos por justicia siguen elevándose ante el Señor. Por ello el Señor afirma: “la voz de la sangre de tu hermano clama a mi desde la tierra”. 

Caín es encontrado culpable. Su hermano aún muerto, lo acusa desde la tumba. Aunque creía que al ser en el campo abierto y en un lugar lejos de casa, su crimen quedaría impune y oculto, no fue así. Porque nuestro Dios es un Dios que está presente en toda circunstancia y que no se queda callado ante la injusticia. Juan Calvino lo explica del siguiente modo: 

“Dios primero muestra que está consciente de las acciones de los hombres; aunque nadie se dé cuenta o los acuse; segundo que tiene la vida del hombre en tan alta estima, como para permitir que la sangre inocente sea derramada con impunidad; tercero, que se ocupa de los piadosos no solo cuando viven, también después de su muerte”.

Este gran Dios que tenemos, justísimo lleno de amor por sus escogidos acude inmediatamente en defensa de los que han sido acallados y que no pueden defenderse. Castigando al culpable y despojándolo totalmente de toda protección. 

3. VIVE EN TEMOR

Caín ahora es condenado, su sentencia conlleva una maldición. Es el único ser humano que se menciona como maldecido directamente por Dios. En el capítulo 3:13 de génesis, encontramos una acción semejante, solo que lo maldecido es la tierra. Ahora Caín es también maldecido, y su verdugo será la tierra. Aquella que antes le respondía con vigor y fuerza otorgándole todos los bienes que podía dar, ahora, debido al asesinato de su hermano, ella no volverá a rendir fruto para Caín. Pero algo terrible se cierne sobre la cabeza de Caín, el temor. Dios lo condena a ser “errante y extranjero”, esto no quiere decir necesariamente que será nómada, más bien que, lugar a donde vaya experimentará miedo y terror de ser asesinado en venganza por Abel. Es decir, su vida será un constante huir de la muerte, huir de la familia que quiere vengar la muerte de Abel. Será un fugitivo huyendo aterrorizado y sin rumbo. 

Caín se da cuenta de esto, y en su rebelión se queja contra Dios diciendo: “Mi castigo es muy grande como para soportarlo. Viviré escondiéndome de ti, y seré un fugitivo en la tierra; pero si alguno me encuentra me matará”. Es decir, ni siquiera se arrepiente, no es una oración pidiendo misericordia, sino que es una acusación contra Dios de severidad. Acusa a Dios de ser demasiado duro. Básicamente está diciendo: No es para tanto Dios. Y lo que lo mueve, lo que le impulsa a decir esto es el miedo, el pavor de lo que le espera, porque Caín se ha dado cuenta que ahora está lejos de Dios. Ahora vivirá escondiéndose del rostro de Dios, y que “una vida lejos de Dios, es una vida que Él ya no protege; si Dios retira de ella su mano, todos la atacarán” (Von Rad). Como dicen las Escrituras: “No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos” (Isaías 57:21). La vida de aquél que vive lejos de Dios se experimenta a partir de la desesperanza, esquizofrenia y la volatilidad de los sentimientos humanos, y eso mis amados amigos y hermanos no es paz. “No hay paz hasta que aceptemos la providencia de Dios, y hasta que estemos persuadidos que nuestras vidas son el objeto de su cuidado” (Calvino). Solo hasta que rendimos nuestra existencia a la abrumadora idea de que Dios está con nosotros en medio de toda circunstancia entonces podemos descansar. 

Pero Caín no tiene esa certeza, está vacío, está perplejo de verse abandonado por Dios y vulnerable ante los ataques de los hombres. Y Dios lo ve, ve su terror, ve cuán angustiado está, y cuán inmerso se encuentra en su propia miseria y tiene compasión de él. Y le promete que nadie lo matará. Le promete que Él mismo se encargará de que así sea. Y puso una señal sobre Caín, para que cualquiera que lo viera no lo matase. Dicha señal, tenía un propósito doble, recordarle a Caín que era reo de muerte y que su condena era justa por haber matado a su hermano. Pero también, disuadir a otros de seguir el ejemplo de Caín. La venganza no es el camino de los que aman a Dios. No nos toca a nosotros decidir quien vive y quién muere, sino respetar el don de Dios y protegerlo a toda costa. 

CONCLUSIÓN

Es estos pasajes encontramos una prefigura de nuestro Señor Jesucristo. Él fue el cordero de Dios que fue matado y rechazado por los hombres. Él fue la simiente de la mujer (Gén. 3:15) que fue mordida en el calcañar. Él fue el único que agradaba a su Padre, y a quien su Padre amaba tanto (Mateo 3:17), pero nosotros los hombres lo despreciamos y derribamos en tierra, derramando su sangre justa y santa. Hoy la ira de Dios pende sobre todos los hombres y mujeres, y nos ordena arrepentirnos reconociendo a Jesús como nuestro Señor, y el medio de obtener el perdón de nuestros pecados. Y a todos aquellos que le siguen y aman con todo su corazón, el Señor Jesús nos dice: “En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). 

Por otro lado, esta historia nos impulsa a examinar nuestro entorno social. Y a saber dos cosas: primero que este gran Dios que tenemos tiene cuidado aún de los más débiles, de los indefensos. Los movimientos de la Oleada Verde que trata de promover el aborto como un medio de anticoncepción es un ejemplo claro de cómo Caín sigue asesinando a los más indefensos. O los casos de secuestros, asesinatos, violaciones, y demás actos de violencia contra el prójimo que no son juzgados por los tribunales humanos, nos hacen pensar que Dios no está en control. Pero Él está oyendo los clamores que llegan hasta el cielo, y está preparando su venganza contra todos aquellos que se levantan contra su hermano. No importa si los cuerpos fueron diluidos en ácido, o si las gargantas  fueron cortadas. No importa si los jóvenes fueron acallados, o si los niños no tienen voz para defenderse de aquellos que les hacen violencia: Dios los oye. Y como vengador acude para hacer justicia a aquellos que claman debido a la violencia. 

Hoy les hago un llamado a denunciar el pecado, a no quedarse callados. Pero también si tú has pecado contra el Señor, contra tu prójimo, te hago un llamado al arrepentimiento. No hay pecado que nuestro Señor Jesucristo no cubra con su sangre. No hay pecado que medido ante la sangre de Cristo no alcance redención. Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa. 

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