Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS. Mateo 1:21-25
Hoy celebramos con mucho gozo el día en que el mismísimo Dios pisó la tierra. Celebramos el día en que el Hijo de Dios se convirtió en el Hijo del hombre. Celebramos con dicha sin igual, el día en que el Eterno se volvió un ser frágil y temporal. Nos alegramos en el comienzo de lo que Herman Ridderbos llama “la Historia de la Salvación”, porque hoy celebramos que hace más de 2000 años nació el Salvador de la humanidad, el que nos trajo vida en medio de una cultura que moría y se deterioraba: Jesús, llamado el Cristo. Hoy meditaremos acerca de los dos nombres que son mencionados en el Evangelio según San Mateo: JESÚS y EMANUEL. Estos dos nombres, encierran en sí mismos grandes verdades acerca del Señor Jesús. ¡Conozcámoslos!
1. JESÚS
El nombre “Jesús”, significa “salvador, redentor, Jehová Salva” Y la razón del por qué será nombrado así, nos la da el ángel: “porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Este Jesús, es llamado así porque en su nombre lleva su misión: Salvar a su Pueblo de sus pecados. Esta salvación que nos viene a efectuar Jesús, conlleva en sí misma la idea de liberar al ser humano del pecado y sus consecuencias.
El pecado es la transgresión de la ley de Dios. Es violentar el más grande mandamiento de Amar a Dios con todo nuestro ser. Es rechazar a un Amo benevolente y amoroso, y servir, en cambio, aun tirano y opresor. La existencia humana lejos de Dios está definida por el pecado, es su misma esencia. Estamos separados de Dios, lejos de su Pacto y sus promesas de bendición. Ser “bendecido” es estar dentro del Pacto, con todos los beneficios que esto conlleva. Ser maldecido, es estar fuera del pacto, y fuera de todos los beneficios que esto conlleva. ¿Cuáles son los beneficios del pacto? Uno especialmente nos es mencionado: “la comunión íntima de Jehová es con los que le temen” (Sal. 25:14). Cuando hay pecado en nuestras vidas no hay nada que nos una a Dios, nada que nos permita estar delante de él. Y se complica aún más cuando entendemos, como ya hemos dicho, que nuestra misma existencia, cada parte de nuestra vida está definida por el pecado. No hay comunión íntima de Dios con nosotros, entre tanto y nuestro pecado no sea quitado. Ese es el comienzo de la tragedia humana.
El hombre y la mujer se convierten en “hacedores de maldad”, en “esclavos del pecado”, y por tanto sujetos a las penas que consigo trae la maldad. El estado de pecado (situación en la que vivimos todos los que estamos alejados de Dios) es la completa separación entre Dios y el hombre, y la absoluta negación de nuestra humanidad. Es por causa del pecado que las más grandes penurias han llegado y forman parte, como si de un parásito se tratase, de la vida humana. De tal forma que no podemos hablar de la humanidad sin pensar en la pobreza, la enfermedad o la muerte. Todas las tragedias de la vida humana son producto del pecado, son sus consecuencias.
Jesús es el que salva a su Pueblo de sus pecados. Jesús, el Salvador, viene a liberarnos de la culpa del pecado y la esclavitud que tenemos a él. Rompe los grilletes de la esclavitud para ponernos una vez más en una relación íntima con Dios. Nos quita del estado de Pecado y nos otorga su justicia librándonos del pecado opresor. Por ello al sanar a los hombres y mujeres de Judea, les decía: “tus pecados te son perdonados”, porque la liberación de su Pueblo comienza cuando la culpa y la condena por el pecado le son quitados. Es decir, cuando el hombre y la mujer son puestos una vez más en una correcta relación con su Creador.
Cuando decimos que Jesús viene a salvar a su Pueblo de sus pecados, no estamos queriendo decir que la salvación conlleva una acción únicamente espiritual o interna en el alma, más bien queremos decir que “En la venida de Cristo la vida esclavizada y herida fue redimida y liberada porque… la culpa que causó la miseria es remitida por Dios (Is. 40:2)” (Herman Ridderbos). Jesús se vuelve la respuesta de Dios a la tragedia humana, una respuesta llena de amor y liberación.
2. EMANUEL
El segundo nombre es Emmanuel, en referencia a la profecía de Isaías 7:14. La cita que se hace en esta sección de Mateo 1, es para afirmar en nuestros corazones la realidad, y la profecía de la concepción virginal de nuestro Señor y de su consecuente nacimiento. Jesús nació de la Virgen María, el milagro estuvo presente en la vida del Señor desde su mero comienzo.
El nombre “Emanuel” significa “Dios con nosotros”, y nos habla de que el Señor está en medio de su Pueblo, de una manera victoriosa y poderosa. Recordemos algunos ejemplos del antiguo testamento donde se nos recuerda que Dios estaba en medio de su Pueblo: La columna de Fuego que por la noche iluminaba el campamento de los Israelitas, o la Nube que guiaba su caminar por el desierto (Éx. 13:21). El arca del Pacto que simbolizaba la presencia de Dios en medio del campamento librándolos y guiándolos en medio de la batalla. (Jos. 3:11). El Templo de Jehová que ejemplificaba ante el Pueblo de Dios la grandeza y poder de la majestad divina. Todos ellos fueron figuras que dejaron de ser, y que dejaron de tener presencia entre el Pueblo, y que además, probaron, en algún momento, no ser suficiente representación de la presencia misma de Dios.
Pero Jesús, es enviado como el Emanuel. Aquél que en sí mismo es la Imagen misma de Dios (Col. 1:15). Aquél en quien habita toda la plenitud de la divinidad (Col. 2:9). Él es Aquél que está lleno de Gracia y de Verdad (Juan 1:14) y que claramente se identifica como el Dios que está con nosotros. Él sufre con nosotros, llora con nosotros, y se duele con nosotros en nuestra situación. Pero no solo sufre, sino que nos libera, nos sana, nos consuela y nos da salvación, porque está con nosotros. No contra nosotros. Él se pone en el medio de la Ira de Dios y nosotros, y la sufre en nuestro lugar. Dios mismo decide pagar con nosotros y por nosotros.
Pero no solo está con nosotros como el que aplaca la ira de Dios, también está con nosotros como el que nos libera de la muerte. La muerte es la paga del pecado. Es lo que trae consigo, y s la misma condena que Dios ha dado al hombre lejos de Él. Pero en Cristo, como hemos dicho, el pecado y sus consecuencias ha sido eliminado. Cristo Jesús se vuelve Aquél que está con nosotros contra la muerte y el pecado. Está con nosotros no solo para aligerarnos la carga, sino para llevarla él mismo. No solo está para quitarnos la enfermedad, sino para tomarla sobre él. No solo está para darnos un consuelo momentáneo, sino para dar plena satisfacción a nuestro ser. Jesús está con nosotros para hacernos semejantes a Él, en todos los aspectos de la vida. Cristo está con nosotros para librarnos de la tentación y del mal. Jesús está con nosotros, librando la batalla en nuestro lugar, como el Príncipe de los Ejércitos de Jehová.
CONCLUSIÓN
Necesitamos recordar en esta fecha que nuestro Señor ha venido para rescatarnos del Pecado y para ponerse a nuestro favor. Con la venida de Cristo, Dios está reafirmando su intención original de ser socio del hombre en el desarrollo de la creación. En Cristo, Dios está diciendo que en la gran batalla cósmica contra el Reino de las Tinieblas, Él es el ganador, y que la liberación del ser humano solo es posible a través del Redentor de todos los hombres, del Señor que domina sobre todos y que reina sobre todos: Jesús, llamado el Cristo. Él es nuestro Rey, nuestro Señor, a quien debemos toda fidelidad, y por quien vivimos, pensamos, trabajamos y nos divertimos, todo es por medio de Él y para Él. ¡A Él sea la gloria desde hoy y para siempre!
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