Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. Génesis 3:17-19
Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola.
INTRODUCCIÓN
Una vez más es necesario afirmar que lo presentado en estos versículos no es una maldición para el hombre, ni siquiera un mandato, sino una descripción, o profecía de lo que el hombre experimentará lejos de Dios y su Pacto. Afirmar que esto es una maldición o alguna especie de mandato sería decir que el uso del aire acondicionado y de las máquinas que facilitan la agricultura es pecado. Este oráculo es una visión del futuro que le espera al hombre lejos y en oposición a Dios.
¿En qué consistió el pecado del hombre que lo separó tan lejos de Dios y lo puso en enemistad con Él? Este pecado es descrito en el versículo 17, nos dice que Adán obedeció la voz de su mujer en lugar de obedecer la voz de Dios. Dios no está diciendo que escuchar a la mujer esté mal, o que la opinión de la mujer no cuenta, no es un texto que sobaja o disminuye la valía de la mujer, el énfasis está en la palabra hebrea para “obedecer”: “Shamá” que significa Oír, escuchar, hacer caso, acceder. Es decir, el problema no es que haya obedecido en sí a la mujer, sino que haya aceptado una fuente de autoridad diferente a la divina. La mujer vino al hombre diciéndole una palabra diferente a la de Dios: ¡COME! Mientras el Señor había dicho anteriormente: ¡NO COMAS! El Pecado de Adán fue rechazar la Palabra-Ley de Dios y aceptar otra palabra, la de su mujer que engañada por Satanás estaba convencida que comer de tal fruto era bueno.
El Pecado que Adán cometió fue el de cambiar la Verdad de Dios por la mentira satánica. El hombre aceptó otra autoridad diferente a la de Dios, y como tal comenzó a construir toda su existencia sobre el fundamento que le proporcionaba dicha nueva Palabra. Cuando el hombre rechaza la Palabra de Pacto y acepta una palabra mentirosa, su vida entera se llena de desgracias y aflicciones. Debido a que Adán era la cabeza de la humanidad, el representante de todos nosotros, las palabras que son dirigidas a él, son para nosotros también, por ello cada uno de nosotros experimentamos esta realidad lejos de Dios.
VIVIR SE VUELVE UNA LUCHA.
Cuando Adán fue creado del polvo de la tierra y Jehová Dios sopló en él aliento de vida, haciéndolo un ser viviente, el Señor inmediatamente le dio una tarea: Labrar y Guardar el Huerto (Gén. 2:15). Y hemos explicado que la labranza y el guardar el Huerto significaban que Adán se encargaría de desarrollar el jardín y cuidarlo, a través del trabajo constante y gozoso ante el rostro de Dios. Incluso Adán le puso nombre a los animales, otro de sus trabajos en el Huerto. Esto es necesario afirmarlo puesto que muchos piensan que el trabajo es producto de la Caída, como si Adán antes no tuviese que trabajar, y se encontrase ocioso en el Huerto. Sin embargo, el trabajo era parte del mandato original de Dios en Génesis 1:28. Es parte de lo que nos hace ser humanos, ser imagen de Dios. Los dones de Dios no solo son las cosas que creó en los días de la creación, también es todo aquello que es entregado en las manos del hombre para realizar (Sal. 104:23). Antes de la caída, el hombre veía el Trabajo de Labrar y Guardar la creación como una vocación de servicio a Dios, y por tanto la realizaba con gozo y alegría, de tal forma que ni los cardos o espinas notaba, o el sudor no le pesaba.
Después de la caída, el hombre separado de Dios, ve el Trabajo de Labrar y Guardar la creación como una actividad llena de pesar para poder comer y así sobrevivir. Le dice el Señor al hombre: “Maldita será la tierra por tu causa”. Qué interesante, ¿no te parece? Dios está diciendo que la tierra ha quedado maldita por causa del hombre. Cuando el hombre se rebela contra Dios, se está oponiendo a su Palabra de Pacto, se está saliendo de sus beneficios y sobre todo, de la comunión del Pacto. Recordemos que la creación entera estaba bajo los pies del hombre y la mujer, y así todos ellos estaban bajo el Pacto del Favor de Dios. En el momento en el que el hombre se rebeló, toda la creación cayó con él, cayó del Favor, de la Gracia de Dios. Y ahora está sujeta a maldición. El mismo hecho de la fructificación de la tierra y la consecuente producción que surge de la misma, es decir todos los frutos que obtenemos de las plantas y árboles, provienen de la bendición de Dios. Al estar dentro del Pacto de Dios, los dones maravillosos de Dios se nos manifiestan.
Pero al encontrarnos fuera del Pacto, fuera del Favor de Dios, lo único que encontramos es sufrimiento para poder conseguir aquello que tanto anhelamos. Por ello el Señor dice: Itsabón. Palabra que ya habíamos escuchado al hablar de la mujer lejos de Dios. Itsabón quiere decir dolor, o aflicción por algo que anhelas. Lo que anhela el hombre es mantener la existencia, vivir, escapar al terrible juicio divino: la muerte. Por ello buscará por todos los medios eludir a la muerte. Antes, el trabajo de Labrar y Guardar la Creación era un medio de servicio al Rey Jehová Elohim, cuando el hombre se rebela contra Dios, lo convierte en un medio de subsistencia. El trabajo es visto como la forma de sobrevivir, comer y de “hacer por la vida”, “hacer la luchita” para poder mejorar tu situación. El trabajo en lugar de ser un servicio amoroso y alegre al Señor, se convierte en una esclavitud a la autopreservación, al progreso y a la superación personal, pero nunca es visto en la correcta perspectiva: un servicio amoroso a nuestro Rey.
Luego el Señor le dice, como en una concatenación terrible de eventos, que aún a pesar de su gran esfuerzo, el único producto que conseguirá serán espinos y cardos. Después de su tarea pesarosa de lucha pro abrir el surco y de darle a la tierra todo lo que necesita, de levantarse temprano para abonar y remover el suelo, no obtendrá la productiva respuesta de la tierra, más bien se encontrará con plantas inservibles y llenas de espinas que no le proporcionarán al hombre ningún sustento. En esta lucha del hombre por salir adelante, por sobrevivir, y darle un poco de significado a su existencia, son infructuosos y llenos de pesar. El hombre, alejado de Dios, no puede encontrar alivio a su existencia en los supuestos éxitos profesionales. Porque aún en ellos, ahí en esas supuestas recompensas del trabajo, encontrará espinos, y cardos.
Y PERDEREMOS LA LUCHA
La lucha del hombre es llegar a ser algo, llegar a ser alguien. Tener y encontrar significado lejos de Dios. Pero cual Ícaro que vuela muy cerca del sol, solo conseguirá desplomarse en una trágica caída hasta el suelo. El hombre tiene una lucha constante por la vida. Se esfuerza por construir grandes edificios, porque su nombre esté colocado en alguna calle o incluso en algún monumento. Anhela pasar a los libros de historia, sea haciendo el bien o haciendo el mal. Lucha por vivir, en una guerra constante contra la muerte, se aferra a la vida que pende de un hilo. Quiere negar su propia mortalidad, y olvidar, aunque sea por un momento que su existencia carece de significado sin Dios. Lucha porque la vida tenga un propósito, una razón de ser, una meta. Anhela reconocimiento, estabilidad, que cuando se retire de “trabajar” lo pueda hacer dignamente, con una pensión lo suficientemente jugosa como para mantenerlo y comprar su salud.
Pero esta miserable lucha, será en vano, puesto que su destino, aún a pesar de los muchos intentos por conservar la vida, es la muerte, es volver a ser polvo: ser nada. El hombre, lejos de Dios, se esfuerza por mantener y conservar lo poco que tiene, su vida. Pero Dios le dice al hombre, que al final, todo lo que haga, no servirá de nada, puesto que la muerte al final lo vencerá, lo destruirá, lo desmenuzará y lo convertirá en polvo. Porque eso es lo que somos: Polvo. El hombre, a pesar de creerse un dios, o un señor, no es más que una criatura, que proviene del polvo. Y como tal debe recordar que su destino no es ser igual a Dios, sino ser una criatura que ama a Dios y le sirve con alegría.
La gran tragedia humana es que del gran dios y amo del universo que el hombre esperaba ser, solo queda polvo en el suelo. El engaño de la serpiente, y la consecuente abdicación por parte del hombre, le convierte una vez más, al morir, en nada. La muerte es la negación absoluta del ser. Es el rotundo NO de Dios para el hombre. La muerte es la terrible pena que llevamos en vida.
CONCLUSIÓN
¿Qué nos queda entonces? Si la vida es una lucha que al final perdemos contra la muerte, ¿Qué resta para el cristiano? CRISTO, mi amado hermano. Mira a Cristo. Él quien era el verdadero Dios y Amo del Universo, descendió de su posición de Autoridad, se volvió un siervo. Él, quien tenía el derecho de demandar del hombre toda adoración y gloria, no buscó su propia gloria (Jn. 7:18). Él quien podía obtener el poder por la fuerza, lo obtuvo a través del servicio. Él quien debía ser servido por sus discípulos, les lavó los pies. En fin, mi querido hermano, Él quien debía vivir para siempre, murió para que tú y yo pudiésemos ser librados del pecado y obtener nueva vida. Porque aunque murió, también resucitó, y eso mi amigo ha puesto fin al poder destructor y corrosivo de la muerte. Ya que en Cristo, las grandes tragedias humanas de la lucha por el significado, encuentran su adquieren su verdadero valor y ya no producen espinas y cardos, sino vida abundante en Él, Ríos de Agua Viva provenientes de su Espíritu, Pan y Vino que alimenta al sediento y al cansado, y un refugio para cada día descansar en el camino. Este viaje que llamamos vida, donde la muerte ya no tiene poder, en Él tiene otra vez significado: la Gloria de Dios.
Comentarios
Publicar un comentario