JUAN 19: 12-16
“Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone. Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata. Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César. Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron.”
Poncio Pilato (Procurador de Judea del 26 al 36 d. C.) tuvo una participación muy interesante en la condena de nuestro Señor. Él representaba al hombre más poderoso del mundo, el emperador, que en ese momento era Tiberio (Emperador del 14 al 37 d. C.). Pilato tenía toda la autoridad para poder hacer lo que él quisiera de Jesús, y sin embargo, aún siendo el más poderoso hombre en el lugar, se encuentra completamente inútil e impotente ante las intrigas que los líderes judíos ponían ante él. Pero sobre todo, fue colocado, por el mismo Jesús, en su correcto lugar: “ninguna autoridad tendrías sino te fuera dada de arriba”.
1. EL REY DE PONCIO PILATO.
La fidelidad de Poncio Pilato era hacia Cesar, su emperador. Hacia Roma, la ciudad eterna. Hacia el poder que emanaba de las conquistas militares realizadas por las legiones y soldados romanos. Pilato tenía un Rey, y ese Rey era César. En esa época el emperador del Imperio Romano era Tiberio. Y era un emperador que había sido traicionado por muchos de sus allegados, Pilato era uno de esos allegados, aunque no necesariamente uno de los traidores. Él deseaba soltar a Jesús, así lo describen los versículos que hemos leído. Sin embargo, los sacerdotes judíos lanzan una muy fuerte acusación contra Pilato. “Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone.”
Estas palabras tocaban el corazón mismo de Pilato. Sus temores más profundos, y los miedos que le quitaban el sueño por las noches. El llegar a ser encontrado como enemigo de Roma, y así del emperador, era lo peor que podía sucederle a un gobernador como él. El castigo era la muerte, no solo de él, sino de su familia, y la confiscación de todos sus bienes. Pilato se encuentra ante la disyuntiva de si ser fiel a la justicia y dejar libre a este hombre Jesús, o de condenarlo a muerte por ponerse en el mismo lugar que César.
La decisión que tomó muestra dónde tiene el corazón. Su decisión fue motivada por el temor a morir. Por el honor del imperio, y el bien del Emperador. Pero Jesús, no se estaba oponiendo a César, él mismo había dicho que “mi reino no es de este mundo”. Así que no había problemas con el Imperio, con el emperador o el poder de Roma. Más bien, esto se había convertido en un juego de poder, por saber quién era el verdadero Rey que exigía nuestra fidelidad.
En este sentido las Escrituras nos dejan ver el corazón de Pilato. A pesar de las voces de los sacerdotes, del pueblo y de su esposa, él se encontraba ante la pregunta crucial: ¿En dónde estaba su fidelidad? ¿Quién era su Rey? ¿César o Jesús? La fidelidad de este hombre fue puesta a prueba, y en lugar de decidir en el momento, lanzó la pregunta a los judíos.
2. EL REY DE LOS JUDÍOS
“He aquí vuestro Rey”. Pilato era astuto, los judíos habían querido convertir esto en un juego de traición hacia el imperio. Ahora, Pilato les regresa el golpe, afirmando que Jesús es su Rey tan esperado, su mesías tan ansiado. Así lo declara, así lo afirma y quizá de manera burlona o retadora, espera ver cuál será la respuesta del pueblo.
Seguramente quedó sorprendido: “¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícale!” fueron las palabras de la turba enfurecida. La palabra traducida para “fuera” es airó, y quiere decir, quítalo, con la connotación de matar, eliminar a alguien. Son palabras muy fuertes. Dirigidas por el mismo pueblo que proclamaba “sálvanos, sálvanos”, ahora gritan “quítalo, mátalo, crucifícalo”. La actitud es incomprensible, si este es el Mesías, el ungido de Dios, entonces el pueblo debía aclamarlo. Debía suplicar su liberación, su exaltación. Pero no es así, esto hace surgir la pregunta, ¿dónde estaba la fidelidad del Pueblo?
Así que Pilato lo entiende, y aprovecha este momento para casi oficiar un pacto de sangre entre los judíos y Roma. El juicio de Jesús, había unido a Herodes y Pilato, dos hombres antagónicos entre sí. Quizá matar a Jesús, una a los judíos a Roma, y por fin declaren su fidelidad al Imperio. Así que Pilato cuestiona: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Esta pregunta tiene el mismo valor que la afirmación que hacían los sacerdotes acerca de Pilato: si a este liberas, no eres amigo de César. Es decir, colocaba a los judíos ante la pregunta que realmente valía e importaba: ¿En dónde está tu fidelidad? ¿Quién es tu Rey? ¿César o Jesús?
Y escucha estas terribles palabras: NO TENEMOS MÁS REY QUE CÉSAR.
Los principales sacerdotes respondieron esto. Mira, no se si alcancemos a comprender esto. Pero trataré de explicarlo. Para un romano era fácil decir que César es el Rey. Pero para un judío no. Para ellos la expectativa de la venida del Mesías, del Hijo de David, era su más grande anhelo. Los sumos sacerdotes, aunque tenían un convenio con Roma para mantener al pueblo tranquilo, en lo oculto deseaban y anhelaban la venida del Mesías, era la instrucción oficial, la proclamación que se hacía en todo momento. Los zelotes eran el grupo armado. Los fariseos eran el grupo moralista. Los maestros de la ley eran el grupo doctrinal. Los sacerdotes eran el grupo político. Pero todos ellos estaban en la expectativa de la venida del Mesías, esperaban a su Rey. Ahora lo tenían en frente. Y una vez que son confrontados acerca de la naturaleza de este Jesús, ellos lo rechazan y proclaman como su Rey al César.
Todo el mundo se unió en una sola ciudad para destruir y rechazar al Cristo de Dios: a Jesús de Nazareth. “Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel” (Hechos :27). Es relativamente fácil para el hombre y la mujer promedio responder una pregunta basada en supuestos. ¿Qué pasaría si…? ¿Harías tal o cual cosa si…? Pero la verdad es que cuando somos confrontados por la realidad, son una serie de cosas las que nos impiden tomar una decisión acertada y firme. Ellos tenían al Mesías enfrente. Ellos tenían al señalado por Dios frente a ellos, y aún así estuvieron dispuestos a rechazarlo. Por años proclamaron: Cuando venga el Mesías lo recibiremos con gozo y le coronaremos Rey, pero cuando llegó a lo suyo, los suyos no le recibieron como tal.
CONCLUSIÓN: ¿NUESTRO REY?
Ahora quiero dirigirme a ti. Tú que me escuchas atentamente. Que reflexionas ante el actuar de Pilato y de los sacerdotes, tú dime: ¿En dónde está tu fidelidad? ¿Quién es tu Rey? ¿César o Jesús? Si está en César, en el sistema mundano y perverso que Satanás dirige, continúa como vas, pero no te llames cristiano. Si en cambio, tu fidelidad está en Jesús, entonces comienza por evidenciarlo con las aguas del bautismo. Ahí es donde públicamente proclamamos que no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a nuestro fiel salvador Jesucristo. Únete además a la comunidad de los santos, de aquellos que han sido llamados y rescatados del pecado para ser semejantes a su Señor, a través de la sangre que Él derramó en aquella cruz. Y permanece en unidad a través del sacramento del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor. Busca mi amado hermano y amigo esta comunidad que sigue al Rey y proclama al Rey en todo momento. Así mi querido hermano, podrás vivir en todo aspecto de la vida mostrando que tu fidelidad no está con el César, sino con el Cristo de Dios, Jesús, quien murió por nuestros pecados.
Pbro. Raymundo Villanueva Mendiola
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